Otra virtud que es muy importante para vivir realmente la
Navidad es la Humildad teologal, virtud que nos ayudará también a vivir el
proceso “Del Pesebre a la Hostia”. Y ha
de ser virtud “teologal” o sea verdadera y plenamente “humildad vivida en y
desde el Corazón de Jesús”. Ello
significa que ante todo hemos de ser humildes ante Dios N.S. reconociendo que le debemos todo honor y
gloria, así como nuestra pequeñez, nuestras debilidades, nuestras
imperfeccionees, nuestros pecados veniales y graves, distinguiendo unos de
otros, formando una conciencia recta, sin dejarnos engañar por el demonio: “todo es pecado” – conciencia escrupulosa -,
o “nada es pecado” –conciencia laxa-.
La
humildad nos hará ver el valor de nuestros actos delante de Dios. Pero además la humildad nos hará reconocer
nuestros dones, nuestras cualidades, nuestras aptitudes, como gracias que son
de Dios para agradecerle por ellas y ponerlas en ejercicio sin esconderlas por egoísmo,
o por pereza o por cobardía frente al compromiso. En ese reconocimiento humilde de nuestros
defectos y pecados para pedir perdón a Dios encontraremos la Misericordia de
Dios. En ese reconocimiento humilde de
nuestros defectos y pecados para pedir perdón a Dios encontraremos la
Misericordia de Dios en el Sacramento de la Confesión. En ese reconocimiento humilde de lo que El
nos da para ponerlo en ejercicio para la Gloria de Dios y para colaborar en el
bien del prójimo experimentaremos la Gracia del Señor que nos sigue
transformando en El mismo, y así viviremos ese “proceso navideño” llegando “Del
Pesebre a la Hostia”.
Antífona “O” para hoy 20 de Diciembre:
“O Clavis David, et sceptrum domus Israel, qui aperis, et
nemo claudit, claudis, et nemo aperit: veni, et educ vinctum de domo carceris,
sedentem in tnebris, et umbra mortis”.
“¡Oh Llave de David, y Cetro de la casa de Israel, que
abres, sin que nadie pueda cerrar, y cierras, sin que nadie pueda abrir! ¡Ven, y saca de su prisión a los cautivos
sentados en tinieblas y en las sombras de la muerte!
¡Oh Cielos, lloved de lo alto, Oh nubes mandadnos al Santo!