SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
29 de Junio de 2015
Lectura:
Hechos 12:1-11; Salmo 44:17-18;
Evangelio:
San Mateo 16:13-19
Muy Queridos hermanos todos en Jesús:
Ayer domingo iniciábamos la homilía haciendo
hincapié en una frase del Apóstol Pedro en la
primera lectura, “unánimes en la
oración” (I Pedro 3:8). Cuando la
Iglesia se mantiene unánime en la oración es capaz no solamente de alcanzar los
dones del Señor, sino también de comprender el Misterio y comprenderlo no en
una forma teórica, sino más bien, vivencial.
Hoy hay otra frase muy significativa que nos remite a esa misma
realidad, el Señor en el Evangelio le da una respuesta preciosa y muy profunda
a Pedro, cuando Pedro hace su confesión de fe en el Señor, que por venir de
Pedro constituido en el primer Pontífice viene a ser como la confesión de fe de
la Iglesia, entonces el Señor le responde:
“Dichoso eres tú Simón, Bar Iona”
(San Mateo 16:17); y en una de las lecturas de Maitines de hoy, San
Jerónimo, nos explica qué significa esa expresión utilizada por Jesús, “Simón
Bar Iona”, dice que significa: “Hijo del
Espíritu”, “Simón hijo del Espíritu,
bienaventurado”, ¡Hijo del Espíritu!, ¿qué le da a entender Jesús a Pedro al
decirle: “Hijo del Espíritu”?, significa
que Pedro al dar esa confesión de fe, lo hizo bajo la inspiración, bajo la
moción del Espíritu; lo mismo de ayer, unánimes en la oración, porque la
verdadera oración como lo hemos insistido es abrirse al Espíritu del Señor, no
es hablar y hablar, sino es estar abierto a la moción del Espíritu, y porque
Pedro estuvo abierto a la moción del Espíritu, fue capaz de confesar a Jesús
como Hijo de Dios. Esto nos puede
recordar otra expresión de la Sagrada Escritura: “Nadie
puede decir Jesús es Señor, sino es en el Poder del Espíritu Santo” (I Corintios 12:3).
Realmente eso nos comprueba algo sumamente
importante de la Iglesia fundada sobre los Apóstoles, sobre Pedro y Pablo,
claro sobre los doce Apóstoles, pero muy especialmente estos dos, Pedro y
Pablo, a quienes hoy celebramos, y al celebrar a estos dos Apóstoles, no
podemos quedarnos solamente en una admiración, en una veneración a dos
personas, sino que tenemos que llegar mucho más allá, precisamente dejándonos
llevar por el Espíritu del Señor, y por eso me atrevo a continuar un poco con
otra idea muy importante que insinuábamos ayer, sobre la Iglesia fundada sobre
Pedro y Pablo. Los sociólogos de la
liberación, los materialistas, nos han venido engañando durante 50 a 60 años
con la idea de que la Iglesia es el “Pueblo de Dios” y como decíamos ayer, no
deja de tener parte de verdad; en el Antiguo Testamento, Israel era el “Pueblo
de Dios”, pero era nada más como una figura de la futura Iglesia, y en ese
pueblo se dan todas las situaciones que normalmente pueden darse en un pueblo,
cualquier pueblo que sea y decíamos ayer:
La división. No hay una verdadera
unidad, no hay unidad del Espíritu, no hay unidad de Fe, no hay unidad en la
Doctrina, no hay unidad en la Liturgia, porque es un pueblo. Pero ¿cómo funda Cristo la Iglesia sobre los
Apóstoles?, ¿la funda como un pueblo, como continuación del pueblo israelita?...
No, Jesús funda la Iglesia, más que como pueblo, como su propio Cuerpo, un cuerpo orgánico, en el que hay trabazón, unidad, intimidad entre todos y cada uno de sus miembros tomando la imagen preciosa de la vid. Posteriormente San Pablo nos pondrá otra comparación, concretamente la del Cuerpo. Encontramos una relación muy profunda entre ambas narraciones, la de la Vid de parte de Jesús mismo y la del cuerpo de parte de San Pablo, porque él está íntimamente unido a Jesús. Si nosotros analizamos ambas analogías, hermanos, vamos a comprobar que la Iglesia no es simplemente pueblo, la Iglesia es laVid, es el Cuerpo; en un pueblo no hay la cohesión que hay entre las ramas de una vid.
Un pueblo decíamos, ni siquiera el vecino sabe lo que le sucede al vecino, es un egoísmo, es un individualismo, es una rivalidad, es una lucha de unos contra otros dentro de una misma nación, dentro de un mismo pueblo, en cambio en un cuerpo, decíamos, una sola célula sufre cualquier cosa y eso lo experimenta todo el cuerpo, si a una persona le dan honor, ese honor, esa persona lo experimenta en todas las células de su cuerpo, no solamente el dolor, sino el honor, la alegría, si una persona tiene alegría es todo su cuerpo que se estremece de alegría, no es solamente una célula, no es solamente la mano, no es solamente el pie, no solamente el corazón que palpita, sino que es todo el organismo que se estremece de alegría, porque hay unidad, y eso es la Iglesia, y eso debe ser la Iglesia, unida alrededor de los Pastores puestos por Cristo, no pastores puestos por los hombres, no pastores que hayan comprado simoníacamente algún cargo en la misma Iglesia, sino Pastores puestos por el Señor; alrededor de esos Pastores puestos por el Señor, debemos vivir un espíritu de auténtica Iglesia, amando a la Iglesia, dando nuestra vida por la Iglesia, porque quien da la vida por la Iglesia, la está dando por Cristo, porque la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. La Iglesia no es un pueblo que rodea a Cristo, la Iglesia no es un pueblo que sigue a Cristo; la Iglesia es el Cuerpo que vive en Cristo.
No, Jesús funda la Iglesia, más que como pueblo, como su propio Cuerpo, un cuerpo orgánico, en el que hay trabazón, unidad, intimidad entre todos y cada uno de sus miembros tomando la imagen preciosa de la vid. Posteriormente San Pablo nos pondrá otra comparación, concretamente la del Cuerpo. Encontramos una relación muy profunda entre ambas narraciones, la de la Vid de parte de Jesús mismo y la del cuerpo de parte de San Pablo, porque él está íntimamente unido a Jesús. Si nosotros analizamos ambas analogías, hermanos, vamos a comprobar que la Iglesia no es simplemente pueblo, la Iglesia es laVid, es el Cuerpo; en un pueblo no hay la cohesión que hay entre las ramas de una vid.
Un pueblo decíamos, ni siquiera el vecino sabe lo que le sucede al vecino, es un egoísmo, es un individualismo, es una rivalidad, es una lucha de unos contra otros dentro de una misma nación, dentro de un mismo pueblo, en cambio en un cuerpo, decíamos, una sola célula sufre cualquier cosa y eso lo experimenta todo el cuerpo, si a una persona le dan honor, ese honor, esa persona lo experimenta en todas las células de su cuerpo, no solamente el dolor, sino el honor, la alegría, si una persona tiene alegría es todo su cuerpo que se estremece de alegría, no es solamente una célula, no es solamente la mano, no es solamente el pie, no solamente el corazón que palpita, sino que es todo el organismo que se estremece de alegría, porque hay unidad, y eso es la Iglesia, y eso debe ser la Iglesia, unida alrededor de los Pastores puestos por Cristo, no pastores puestos por los hombres, no pastores que hayan comprado simoníacamente algún cargo en la misma Iglesia, sino Pastores puestos por el Señor; alrededor de esos Pastores puestos por el Señor, debemos vivir un espíritu de auténtica Iglesia, amando a la Iglesia, dando nuestra vida por la Iglesia, porque quien da la vida por la Iglesia, la está dando por Cristo, porque la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. La Iglesia no es un pueblo que rodea a Cristo, la Iglesia no es un pueblo que sigue a Cristo; la Iglesia es el Cuerpo que vive en Cristo.
Por eso es importante ser lo que Cristo le dijo a Pedro: “Hijos del Espíritu”, es importante dejarnos guiar, dejarnos enseñar por el Espíritu del Señor, para poder experimentar, no tanto comprender, porque al fin y al cabo, esto mismo de la realidad de la Iglesia, no deja de tener gran parte de misterio, gran parte del misterio de la salvación; y entonces, tenemos que vivirlo más que comprenderlo, tenemos que, ahogarnos en el Espíritu del Señor para vivir realmente lo que es la Iglesia, y quien vive realmente en Cristo, en verdadero espíritu de Iglesia, será capaz entonces de dar testimonio de Cristo ante el mundo, porque la Iglesia no es parte del mundo, que es otro error horrible que se ha ido infiltrando, hoy día en muchos países especialmente aquí en Costa Rica, la Iglesia es considerada como una organización más del País, y que tiene que estar sujeta a las autoridades del País, no es así, la Iglesia no debe estar sujeta a las autoridades del País, especialmente en lo que se refiere a la fe, en lo que se refiere a la doctrina, en lo que se refiere a la moral, ningún presidente tiene autoridad sobre la Iglesia, ningún presidente tiene derecho de enseñar moral, antes al contrario el presidente tiene que aprender moral de la Iglesia, el presidente tiene que aprender doctrina de la Iglesia, y cualquier funcionario del Estado debe aprender de la Iglesia y más grave todavía si ese funcionario dice ser católico, tiene que someterse a las leyes de la Iglesia; y si alguna organización sea cual sea pretende organizar cualquier acto que va contra la Doctrina, que va contra la Fe, que va contra la Moral, el Presidente y cualquier otra autoridad no debiera autorizar esas situaciones pecaminosas.
Pero el concepto de Iglesia en Costa Rica se ha perdido y nadie hace nada públicamente por recuperar ese verdadero concepto, esa verdadera vivencia de Iglesia, nadie hace nada por recuperar y por fortalecer el verdadero concepto, la verdadera realidad de lo que es Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, y si es el Cuerpo Místico de Cristo tiene que poner en el centro de toda la vida social, de la vida política, de la vida profesional, de la vida cultural, de la vida educativa, a Cristo. La misión de la Iglesia no es beneficencia social, la misión de la Iglesia es, cristificar a todo el mundo, llevar a todo el mundo hacia Cristo… Algunos se han atrevido a decir que la Iglesia no debe hacer proselitismo, entonces cómo vamos a llevar la humanidad hacia Cristo; la Iglesia debe hacer un proselitismo totalmente centrado y guiado hacia Cristo, la Iglesia debe lograr poner a Jesús como Señor absoluto, único de toda la historia humana y de toda la vida de la sociedad.
Por eso en este día oremos también por los Pastores de la Iglesia, por los verdaderos Pastores de la Iglesia desde el Santo Padre, el Papa, hasta el último Obispo que acaba de nombrar el Papa, y si hay alguno que haya comprado simoníacamente su cargo, que el Señor lo aparte. Tenemos que orar para que la Iglesia sea lo que tiene que ser y entonces podamos ver como todo el mundo dobla sus rodillas ante Jesucristo, Señor absoluto de la historia, Señor absoluto del mundo, Señor absoluto del tiempo y de la eternidad. Así sea.
Pbro. José Pablo de Jesús,
o.c.e.