El Discernimiento de espíritus, necesario para la salvación y la santidad

DOMINGO 8° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Lectura:  Romanos 8:12-17; Salmo 30:3; 70:1;
Salmo 47:2;  Evangelio:  San Lucas 16:1-9


19 de Julio de 2015

Muy Queridos hermanos todos en Cristo Jesús:

¿A qué nos invita hoy el Apóstol San Pablo?  Precisamente a aquello en lo que tanto venimos insistiendo desde hace tiempo:   a no vivir según el espíritu, según los criterios del mundo, espíritu y criterios todos de pecado, de corrupción, de engaño, de placeres sucios, egoístas y pasajeros, criterios de poder, criterios de miseria, de desorden, de suciedad, criterios de gastos desordenados e inútiles, criterios de lenguaje y de pensamiento superficial y vulgar.  Nos invita el Apóstol a renunciar, a morir a todo lo que el mundo nos tiene acostumbrados, e incluso renunciar a todo aquello a lo que el mundo intenta obligarnos a vivir y hacer.  Nos invita el Apóstol a vivir y hacer todo aquello que el mundo intenta prohibir y rechazar:   nos invita el Apóstol a ser santos.

Y precisamente es Jesús mismo quien con la parábola del mayordomo infiel y astuto nos invita a vivir contra todo ese espíritu y criterios de mundo:   nos invita Jesús a ser responsables, fieles en el uso de todos los dones y bienes que Dios permite lleguen a nuestro corazón, a nuestra inteligencia, a nuestra voluntad, a nuestras manos.

Y considero que entre todos esos bienes morales que el Señor pone a nuestra disposición, no para que seamos egoístas en su uso, sino para colaborar con la implantación de su Reino en el mundo, es el don absolutamente necesario del discernimiento de espíritus, con el cual, orientados por el Director Espiritual, hemos de hacerle frente a todo lo que estamos viviendo actualmente y viviremos en un futuro muy próximo, tanto a nivel de la familia, como a nivel de Iglesia y de la sociedad civil.  Discernimiento de espíritus para el correcto y decoroso uso y presentación de  nuestro cuerpo.  Discernimiento de espíritus para descubrir qué tipo de alimentación debo tener aunque sea contra las costumbres del mundo, infiltrado incluso en la vida de la Iglesia tanto en lo que se come como en lo que se bebe. Discernimiento de espíritus para el correcto, ético y provechoso uso del tiempo.  Discernimiento de espíritus para la caritativa, comprensiva y cristiana relación con el prójimo cercano y con el prójimo lejano, con familiares, con conocidos y desconocidos.  Discernimiento de espíritus para el correcto y decoroso uso de todo lo material que tengamos, sea personal o familiar como también de aquello que pertenece a otras familias, o a instituciones de Iglesia o a instituciones civiles, de gobierno, educativas, sociales, deportivas.  Discernimiento de espíritus para la correcta inversión del dinero que el Señor permite que pase por nuestras manos, sea nuestro o de otras personas y/o instituciones.  Discernimiento de espíritus para el correcto desempeño de funciones o trabajos en los que participemos, sean propios o ajenos, simples o complejos, materiales o intelectuales, sean de índole política, económica, cultural, educativa, recreativa o eclesial.  Discernimiento de espíritus para descubrir los errores y engaños de la astucia del enemigo, el Demonio, que presenta lo bueno como malo y lo malo como bueno, que dice que defiende la vida, pero sólo en un plano naturista y/o según las doctrinas de la “nueva era” que dice que la tierra es “nuestra madre”, negando muy astutamente que el único Creador y Dueño de toda vida es Dios, y católicos cobardes que dicen que lo hacen así por respeto a las creencias de cada quien.  Se rechaza la verdad, se rechaza la pureza, se rechaza la santidad, mientras se defiende y se promueve el pecado, la mentira, la inmoralidad, la vulgaridad, la superficialidad.  Dejar al prójimo en el error y en el pecado por “respeto” no es amor:   amor es defender y promover la Verdad.  ¡Y la Verdad es Cristo!

No podemos ser materialistas, egoístas, corruptos en el uso de esos bienes imitando a ese mayordomo infiel, astuto, corrupto, buscando un bienestar temporal y falso, pensando que al final de la vida Dios será misericordioso y perdonándonos nos dará una salvación que no hemos merecido.  Dios es Justo, no sólo Misericordioso, y a cada quien le dará lo que haya merecido justamente, no lo que haya creído alcanzar corruptamente.  De Dios nadie se burla.  Por eso dice:  “Porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian.”  (Éxodo 20:5)

Además, hermanos, discernimiento de espíritus para ser muy conscientes de que el único y verdadero objetivo de toda nuestra vida y actividad no puede ser individualista ni materialista ni temporal, sino que ha de ser totalmente y siempre en vistas a la implantación del Reino de Cristo Jesús en nuestro corazón, en el corazón de todo ser humano, de toda la sociedad civil, así como el esfuerzo en toda actividad no ha de ser sólo para un bienestar temporal, materialista y egoísta, sino que ha de ser en verdadero espíritu eclesial en vistas a la trascendencia de ese mismo Reino de Cristo para la Gloria de Dios Trino y Uno.

No nos ahoguemos en la vorágine del materialismo, de los placeres y lujos de la carne, de la tranquilidad y la irresponsabilidad.  Antes bien ahoguémonos en la Sangre Preciosísima del Señor que nos purificará y fortalecerá con su Vida en Plenitud.

Hermanos, les pregunto ahora: ¿Es Dios lejano a nosotros?  ¿No somos capaces de experimentar su acción en nosotros y a nuestro alrededor?  ¿Es el Señor lejano a su Iglesia, su Cuerpo Místico?  Entonces estaríamos diciendo que un cuerpo puede tener vida sin su cabeza…  Dios no es lejano, el Señor no es lejano a la Iglesia.  Si no lo sentimos es que somos esclavos del mundo, esclavos de la carne, esclavos del intelectualismo que o niega lo sobrenatural o lo considera lejano o poco posible o para seres privilegiados.  Y todo esto es muestra a su vez de soberbia, de cobardía, pecado contra el Primer Mandamiento porque no hay un verdadero amor a Dios sobre todas las cosas.  No hay fe, no hay vida en el Espíritu.  No hay sencillez ni humildad, y como consecuencia de ello no hay apertura a la acción transformante del Señor, del Espíritu Santo.  No hay aceptación sincera de la acción maternal y educadora de la Santísima Virgen María, que anhela que con Ella y como Ella nos sumerjamos en los Misterios de Dios y nos dejemos transformar.  Entonces habrá verdadera vida en el Espíritu, verdadero amor, verdadera fidelidad inquebrantable a Jesús con Ella, con San José, con los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, con nuestros Santos Patronos, y en fidelidad a toda la Revelación de Dios, tanto pública como privada mantenida y promovida por el Magisterio de la Iglesia. 

Y digo lo anterior porque en esta época dominan las doctrinas de la carne, doctrinas puramente materialistas, se promueve el pecado, mientras se rechaza la vida en el Espíritu, se rechaza todo lo que es sobrenatural, se rechaza la experiencia sublime de la vida mística, se rechaza la devoción verdadera a María Santísima, se rechaza y se le hace la guerra a Jesús Eucaristía. 

E insisto, se necesita urgentemente fortalecer y promover en uno mismo y en los demás la auténtica y profunda vida en el Espíritu, la experiencia continua de lo sobrenatural para estar preparado para todo lo que viene, que no debe asustarnos pero sí disponernos.  Porque sólo quienes tengan una verdadera vida en el Espíritu, una auténtica experiencia sobrenatural como y con Nuestra Señora del Fiat en Cristo Jesús estarán preparados para ser fieles incluso hasta el Martirio durante la persecución, ser fieles a la única Iglesia como miembros valientes y partícipes de su vida y misión, fieles a Cristo como y con Nuestra Señora durante el tiempo de tremendas confusiones que se avecina.  Oremos, vivamos intensamente el Santo Sacrificio de la Santa Misa, ofreciéndonos como hostias vivas, santas y agradables a Dios en Cristo Crucificado.  Salvémonos y colaboremos en la salvación de los hermanos.  Entonces llegaremos con confianza al día en que el Señor nos dirá:   “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”  (San Mateo 25:34)  Y el motivo que el Señor mismo da a continuación, me permito sintetizarlo en otras palabras de Jesús mismo:  “El primer mandamiento es…amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.  El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo.”  (San Marcos 12:29-31).  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.