Solemnidad
del Nacimiento
de San Juan Bautista:
Como lo
expresó la Santísima Virgen María cuando visitó a su Prima Santa Isabel con
Juan todavía en su seno, “Proclama mi alma la grandeza del Señor”: ¡Sí! Porque
si vivimos una verdadera y profunda vida en Cristo podremos experimentar y
comprobar las maravillas que el Espíritu del Señor realiza en nosotros y en el
Cuerpo de la Iglesia. Aunque la
situación del mundo y de la Iglesia es crítica, veremos las maravillas del
Señor, en cambio el mundo y la Iglesia infiltrada por él están dormidos, ciegos,
sordos, mudos, no son capaces de descubrir ni experimentar nada.
Debemos entonces
vivir lo que vivió Juan bautista: rechazó enérgicamente, se apartó del mundo y
preparó la venida del Señor. No podemos
pretender quitar lo inmundo del mundo, pero sí podemos limpiar nuestro propio
cuerpo que es la Iglesia, denunciando la corrupción, el pecado, pero sin centrarnos
en la denuncia, sino más bien hemos de transformarnos en Cristo y así ser
capaces de anunciar a Cristo Jesús. Juan
Bautista preparó el camino del Señor. Pero
el Señor ya está como centro real de la Iglesia, y así lo anunció, lo implantó
San Pablo. A nosotros nos toca implantar
a Jesús Hostia, implantar con toda la fuerza el Reino de Jesús Hostia. Hemos de unir la misión de Juan con la de
Pablo: denunciar y anunciar, destruir y edificar, como le mandó Dios al Profeta
Jeremías. Los dos, Juan y Pablo, sumisos
al verdadero Pedro, y por tanto al Depósito de la Fe, viviendo Doctrina y
Liturgia. Y… ¡que la Iglesia vuelva así
a ser el Cuerpo Místico de Cristo!