En y por Jesús Hostia nos hostificamos

DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN,
PREPARACIÓN PARA PENTECOSTÉS,
MEMORIA DE SAN PASCUAL BAYLON

17 de Mayo de 2015
Epístola: I de San Pedro 4:7-11;  Salmo 46:9; San Juan 14:18;
Evangelio:  San Juan 15:26-27; 16:1-4

Muy Queridos Hermanos todos en Cristo Jesús:

Debo insistir en lo que venimos expresando desde hace algunas semanas:  Jesús es el  centro de la vida y misión de la Iglesia, no sólo su Fuente y Cumbre.  La vida y misión de la Iglesia es implantar el Reino del Señor en cada persona, en toda la humanidad.  Porque sólo Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.  “Nadie va al Padre sino por mí”  (San Juan 14:6).  Aunque como lo dice Jesús mismo en el Evangelio de hoy, vivir el centralismo radical en Jesús nos va a traer persecución… Si somos perseguidos por el mundo a causa de estar centrados en Jesús no tenemos por qué estar tristes, debemos conservar la paz que no da el mundo, la cual es falsa, sino la única paz verdadera, que es la Verdad de Jesús mismo.

San Pedro, en la primera lectura nos recuerda que quien vive la radicalidad no puede caer en la práctica de las virtudes a un nivel puramente humano sino que esas mismas virtudes las eleva a virtudes verdaderamente cristianas, por ejemplo la caridad debe ser caridad teologal, fundamentándose en la plena unión en Cristo, ciertamente habrá de proyectarse de los unos para con los otros.

Vivamos en esta tierra como peregrinos que sabemos a dónde vamos.  Jesús le responde a Felipe cuando este le pregunta ¿cuál es el camino?   “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.” (San Juan 14:6)

Cuando el Hijo de Dios se encarna en María Santísima, toma nuestra misma carne, con todas sus limitaciones.  Por eso EL no se muestra al mismo tiempo en varios lugares, por esas mismas limitaciones del cuerpo humano.  Jesús no se abstuvo de experimentar cansancio, porque el dormía, el tuvo hambre, cuando estuvo en el pozo de Jacob, tuvo sed… “tengo sed” (San Juan 19:28) dijo en la cruz;  era un cuerpo “pasible”, pero después de la resurrección su cuerpo ya era “impasible, glorioso, espiritual”, y ya no experimenta las limitaciones de espacio, y como Hombre y Dios lo podemos encontrar en todas las sagradas hostias consagradas, en todas, absolutamente en todas, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y no sólo en todas las Hostias, sino incluso en las más mínimas partículas de Hostia que se encuentren en cualquier parte.

Vivamos nuestro cristianismo en un verdadero espíritu católico, y por tanto eucarístico.  Seamos católicos  que viviendo en el mundo seamos capaces de vivir lo que vive Cristo en la Eucaristía; es niño, es joven, es adulto, vive la ascensión, la transubstanciación, tiene vida de Iglesia y vida eterna.

Jesús se encarnó, permitamos que Jesús se encarne en nosotros como se encarnó en la Santísima Virgen María, muy directamente cuando le recibimos en la Sagrada Comunión. Vivamos su amor al Padre Celestial, vivamos su obediencia al Espíritu Santo porque es el Espíritu Santo quien actúa en cada Eucaristía cada vez que obedece al Sacerdote cuando éste pronuncia las palabras consagratorias.

Seamos Eucaristía y preparémonos para vivir un Pentecostés eucarístico, una Solemnidad de la Santísima Trinidad Eucarística, vivamos un Corpus Christi eucarístico, vivamos la Solemnidad Eucarística del Sagrado Corazón de Jesús.

Y no nos contentemos sólo con vivir la Eucaristía, lleguemos a vivir como Hostias vivas en Cristo para la Gloria del Padre Celestial en el Poder del Espíritu Santo (cf. Romanos 12:1; Efesios 5:1-2). Lleguemos a ser Hostias vivas en Cristo para la Gloria de Dios Padre en el Poder del Espíritu Santo.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.