El Amor Victimal del Sagrado Corazón de Jesús

Conclusión de la Solemnidad de
Opus Corpus Eucharistici
SOLEMNIDAD DEL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Viernes 12 de Junio de 2015
Epístola: Efesios 3:8-12,14-19;  Salmo 24:8-9;
San Mateo 11:29; Evangelio:  San Juan 19:31-37

Muy Queridos Hermanos todos en Cristo Jesús:

Hoy, obedeciendo la insistente invitación del Espíritu Santo que nos ha de mover, y con la cual precisamente concluye el Evangelio que se acaba de proclamar, veamos, contemplemos el Divino Corazón “que traspasaron” (San Juan 19:37).

Y lo vamos a hacer desde dos perspectivas necesarias en la vida de un verdadero cristiano, a su vez complementarias entre sí.  Y primeramente hemos de decir que ambas tienen su fundamento en aquello que movió a Nuestro Señor a permitir que le hicieran todo lo que le hicieron durante su Pasión, hasta culminar en ese hecho de tanto significado para toda la Iglesia y para cada cristiano: “le traspasaron”.  ¿Por qué quiso llegar hasta eso?  ¡Por puro amor!  ¡Y amor divino, perfecto, eterno, infinito!  ¡Amor y fidelidad al Padre Celestial!  ¡Amor a cada uno de los miembros de la Iglesia, de todo el mundo y de todos los tiempos!  ¡Amor a cada persona que había de abrirse al don grandioso de la salvación!  ¡Amor a cada ser humano!  Pero amor que no podemos confundir con vana tolerancia:  ¡Amor en la Verdad!  ¡Amor en la Santidad de Dios Uno y Trino! 

Sí, Jesús quiso llegar hasta el punto de que le traspasaran su Corazón para que sea el símbolo perpetuo de su amor verdadero.  ¡Amor victimal por el que nos sustituye ante la Justicia Divina!  Y es así como podemos contemplarlo bajo los dos aspectos que insinuaba al principio.

Primeramente, al contemplarle podemos traer a nuestra conciencia, a nuestro corazón aquellas palabras del salmista:  “El oprobio me destroza el corazón y desfallezco; esperé que alguien se compadeciese, y no hubo nadie; alguien que me consolase, y no lo hallé”  (Salmo 68:21)… “Que alguien se compadeciese”  En lo profundo del Corazón de Jesús, ¿Qué quiso dar a entender con el verbo compadecer?...  “Padecer con…” no es sólo un simple sentimiento, un simple afecto, no puede llevar a una actitud pasiva de simple acompañamiento, sino que ha de ser un verdadero padecer, sufrir como Jesús mismo para desagraviarle por todos nuestros propios pecados y los del mundo entero, así como por la salvación propia y de la Iglesia y la conversión del mundo.  Se trata por tanto de descubrir cómo toda nuestra vida puede adquirir un valor oblativo, victimal vicarial, o sea un constante y actual ofrecimiento de la vida, de cada acto, de cada situación, para el perdón, la purificación, la conversión, la santificación propia y del prójimo y de toda la Iglesia, y todo para la Gloria de Dios Uno y Trino.

Lo anterior, queridos hermanos, nos permitirá incluso comprender y vivir aquella importante petición que nos enseñó Jesús mismo en el Padre Nuestro:  “Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”  (San Mateo 6:12).  No es sólo pedir perdón por el acto pecaminoso cometido, sino que también se trata de quitar la mancha, la culpa ocasionada por el mismo acto, o sea la deuda contraída con el Señor, con su Cuerpo Místico la Iglesia, con el prójimo.  Es el sentido de la satisfacción que hemos de ofrecerle continuamente al Señor, y al cual, en sintonía con el Padre Nuestro, hace referencia la Oración Colecta de esta Santa Misa del Sagrado Corazón de Jesús.

Y ello tiene así mismo una relación con el Sacramento de la Confesión, concretamente con el cumplimiento de la penitencia que impone el Sacerdote al Penitente: mientras la necesaria absolución perdona el pecado, la penitencia ayuda a quitar la culpa contraída con el mismo, y consecuentemente aligera o incluso libera del Purgatorio.  Es otro de los beneficios del espíritu de Victimación que conlleva la frecuente y continua satisfacción que hemos de ofrecer en justicia cristiana a Nuestro Señor.

Y el segundo aspecto, o fruto, de la contemplación “del Traspasado de la Cruz”, es precisamente el que insinuaba hace un momento al señalar que la finalidad de nuestra oblación como víctimas vicariales ha de culminar en la santificación propia y del prójimo.  Porque no otra cosa es lo que nos expresa  el Apóstol en la carta a los Efesios cuando se refiere a su anhelo de “que seamos fortalecidos en virtud y que Cristo habite por la fe en nuestros corazones… hasta ser colmados de todos los dones de Dios”  (cf. Efesios 3: 16-19).

Sí hermanos todos, porque esa nuestra Victimación Vicarial no tendría mayor valor si no nos esforzamos por corresponder al Amor del Corazón de Jesús.  Correspondencia que equivale al esfuerzo constante, humilde, sincero, valiente, por “ser santos como santo es nuestro Padre Celestial” (cf. San Mateo 5:48).

Y es así como podremos cumplir los anhelos del Sacratísimo Corazón de Jesús, que podremos descubrir, comprender y responder si le contemplamos diariamente en el Sagrario, si participamos con la mayor frecuencia posible de su Santo Sacrificio en la Santa Misa, haciéndonos uno en ÉL por la Sagrada Comunión, dispuestos a ser “Víctimas Vicariales de amor por Jesús”, hostificados no sólo para el tiempo sino también para la eternidad.  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.