El Buen Pastor y las Vocaciones Sacerdotales

DOMINGO 2° DESPUÉS DE PASCUA

19 de Abril de 2015
Epístola: I San Pedro 2:21-25;  San Lucas 24:35;
Evangelio:  San Juan 10:11-16

Muy Queridos Hermanos todos en Cristo Jesús:

Una vez más los  Apóstoles San Pablo y San Juan, ambos célibes consagrados al Señor, nos insisten en lo fundamental del Evangelio, el anuncio –“Kérygma”- de Cristo Nuestro Señor como único Salvador del ser humano.  Sólo Cristo ha podido entregarse, y sigue entregándose por el ser humano.

Pero hay algo muy importante en todo esto en lo que debo insistir:  Cristo ciertamente se entrega con absoluta libertad por cada uno y se entrega con absoluta libertad de su parte a cada uno de quienes le aceptan, pero no coacciona a nadie a aceptarle como Salvador, no coacciona a nadie a aceptarle en su propia vida.  Por tanto cada uno de nosotros también debe vivir en un constante, consciente e ininterrupido acto de libre aceptación de Jesús en su propia vida, sin importar momento, lugar o circunstancia en que se esté viviendo.

Y recordemos que aceptar a Jesús en su propia vida implica seguir a Jesús como el único y verdadero Pastor de nuestras almas.  Y para seguirle debemos cargar la cruz…  Siguen al pastor las ovejas que son de su aprisco, no las ajenas.  Pero Jesús es el único verdadero pastor.  Lo cual significa que sólo el rebaño de Jesús es el único rebaño verdadero, su Cuerpo Místico la Iglesia, y ello nos permite reafirmar un punto que tiene íntima relación con el tema que iniciábamos el Domingo de Resurrección: el tema de la Justificación.

Nadie puede justificarse a sí mismo, nadie puede ser justificado por otra persona semejante a sí mismo.  Sólo Jesús puede justificar a quienes le aceptan, sólo Jesús es el Justificador, que cargando sobre sí nuestros pecados en la Cruz, nos purifica de los mismos.  Y sólo en la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, hay justificación, sólo en la Iglesia hay salvación.

Ahora bien, ¿cómo nos aplica Jesús su justificación?.  Nos lo recordaba en la tarde del Domingo de su Resurrección, aunque lo leemos a los ocho días el Domingo In Albis, cuando le dio a la Iglesia en la persona de los Apóstoles y sus sucesores el poder de perdonar o retener los pecados:  “A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos.” (San Juan 20:23). Pero esa misma justificación se plenifica al participar en el Sacrificio propiciatorio de Jesús que es la Santa Misa:  “El buen Pastor sacrifica su vida por sus ovejas” (San Juan 10:11).

De todo lo anterior hemos de descubrir y profundizar muchas enseñanzas más, insistiendo constantemente en Jesús, que especial y directamente desde la Liturgia, la Eucaristía y la Confesión es Fuente, Centro y Cumbre de la vida y misión de la Iglesia. 

Pero hoy debo centrarme en una de esas enseñanzas:  Ciertamente Jesús es el Único Salvador, y en el Evangelio nos decía:  “Tengo otras ovejas que no son de este aprisco, y es preciso que yo las traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor.”  (San Juan 10:16)  Y antes de ascender a los cielos dijo a los Apóstoles, fundamento de la Iglesia naciente:  “Pero recibiréis el poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra.”  (Hechos 1:8)  Les envió por todo el mundo como pastores para continuar su misión su pastoreo, para atraer a todas esas ovejas que han de ser de su único aprisco.  Ese aprisco por el cual el mismo Jesús, Supremo y Único Pastor, oraba al Padre que se mantuviera unido en ÉL mismo:  “Pero no ruego sólo por éstos, sino por cuantos crean en mí por su palabra, para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que tú me has enviado.”  (San Juan 17:20-21).

Entonces, cada Apóstol y sus Sucesores, el Sumo Pontífice, cada Obispo fiel, cada Sacerdote, somos continuadores del pastoreo de Jesús, somos pastores en y desde el Supremo y Único Pastor, Jesús.  Y aquí debemos sacar varias conclusiones prácticas:

En primer lugar los Sacerdotes debemos ser  no sólo “celebrantes In Persona Christi” cuando celebramos los Sacramentos, sino siempre y en toda circunstancia “Ipsus Christus”, el mismo Cristo, capaces de decir y vivir como San Pablo:  “Y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí.  Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.”  (Gálatas 2:20), tanto en lo interno de nosotros mismos como también en nuestra propia presentación ante los demás, identificándonos siempre, en todo momento, lugar y circunstancia como Sacerdotes, incluso con el uso constante, perenne de la ropa que nos es propia y exclusiva, el Hábito Talar, conocido más comúnmente como “Sotana”.  Dispuestos a orar intensamente porque en la oración tiene el encuentro diario, íntimo con el Señor a Quien necesita siempre, así como a celebrar los Sacramentos según las rúbricas de siempre para la Gloria del Señor y bien de la Iglesia y de las almas.  Dispuestos a separarnos totalmente, como Jesús, de nuestras familias, para gastarnos por las ovejas, las almas; dispuestos a no perder el tiempo en conversaciones inútiles y según las costumbres del mundo sino capaces de orientar a los fieles según el espíritu de Cristo, el espíritu de las bienaventuranzas, no llevándoles nunca a orientadores paganos ni profanos, sino a los pies del Divino Pastor que a todos espera en el Sagrario y en el Altar; dispuestos incluso a perderlo todo y entregar nuestras propias vidas, como Cristo Buen Pastor, por todas y cada una de las ovejas que nos son encomendadas, con tal de orientarles y llevarles siempre por el camino de la Verdad y la Santidad en Cristo Jesús.
    
Y en segundo lugar lo que les corresponde a Ustedes mismos, como ovejas que son del Buen Pastor, pero también de los correspondientes Pastores de quienes dependen, en varios aspectos que debo señalar: Primeramente Ustedes deben buscar y escoger muy bien su Sacerdote, su pastor, no sea que vayan detrás de un mercenario, -léase sacerdote mal formado y también desorientado, o asalariado que confunde el sacerdocio con una profesión lucrativa, o cobarde que huye ante el peligro de perder un “status quo”, o por falsa obediencia se sujeta a Superiores equívocos-, o de un lobo con piel de oveja que lograría dividir y dispersar el rebaño hacia sectas o grupos paganos y/o ateos.

En tercer  lugar, habiendo encontrado el Sacerdote/Pastor que realmente el Señor quiere para Ustedes, han de obedecerle, aprender y vivir sus enseñanzas, así como unirse con él en esa unión tan anhelada por el Señor mismo, a la que tanto nos referimos en muchas oportunidades, y unirse con él muy especialmente en la celebración de la Santa Misa, dejándose llevar por él en Cristo hasta lo más profundo posible de los Misterios del Dios Uno y Trino, porque el Sacerdote debe dar cuentas a Dios de sus almas.

En cuarto lugar, Ustedes también deben orar tanto por los que ya somos Sacerdotes para que seamos radicalmente fieles a ese compromiso de ser “Ipsus Christus” hasta la Victimación de nuestras vidas, como por las futuras vocaciones para que vivan el gozo de esa experiencia crucificante, transformante, santificante que es responder con generosidad, con humildad, con valentía, con perseverancia al llamado del Señor.  Y sabiendo que tristemente hay Sacerdotes que se han desviado y han abandonado la fidelidad a la vocación, orar intensamente por ellos.  Y si saben o se enteran de algún sacerdote que siempre ha sido infiel, porque posiblemente desde que entró al seminario era ya un lobo con piel de oveja, orar para que el Señor lo aparte totalmente del ministerio sacerdotal, y tenga tiempo de arrepentirse y no sea condenado al infierno.


Y en quinto lugar, ustedes deben colaborar con su Sacerdote/pastor en la promoción vocacional.  Con generosidad dediquen algún tiempo para orientar a los jóvenes en el descubrimiento de lo que realmente Dios quiere y espera de cada uno de ellos.  Y los padres de familia, no tengan miedo ni sean egoístas con Dios, si el Señor llama a uno o varios de sus hijos para el Sacerdocio, más bien ofrézcanlos con gozo, aún desde que están en el seno materno; no hay mayor gozo para padres de familia verdaderamente católicos que el tener entre sus hijos uno o varios Sacerdotes.  No continuemos con el error que hoy se está cometiendo en el “mundo moderno”, lastimosamente materialista por esencia, de orientar a todos los jóvenes de forma casi exclusiva hacia el matrimonio, o el error muy difundido incluso en muchos medios eclesiales de presentar el sacerdocio como una profesión de bien social o cultural, o de líderes comunales y/o políticos, el Sacerdocio no es eso, es lo que anteriormente señalábamos, y que ahora lo repito y sintetizo diciendo que el Sacerdocio es cargar con la Cruz de Cristo.

Y cuando ven que realmente un joven puede tener el llamado del Señor, la vocación para el Sacerdocio, oriéntenlo para que se ponga en manos de un buen Sacerdote que sea su mentor, su “padre sacerdotal”, capaz de llevarle a vivir radicalmente la santidad de esta sublime vocación.

Propongamos con sencillez, con sinceridad, con frecuencia a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes, que ellos mismos oren para descubrir su propia vocación, así como por la vocación de los demás.

Además, recordemos que los semilleros de buenas vocaciones son las familias verdaderamente cristianas, estables, practicantes, santuarios de oración y de acendradas virtudes cristianas, y que unidas vivan al menos todos los Domingos como debe ser, cuyo momento primordial sea la Santa Misa de siempre, familias cuyo centro sea realmente Jesús mismo, familias que con gusto y constancia participan en la vida de la Iglesia, colaborando según les corresponde en la acción litúrgica y pastoral de la misma, familias que viviendo en fe y rechazando la cultura de la muerte tienen la experiencia gozosa de defender y promover el derecho a la vida exclusivo de Dios.

Y finalmente, no duden en colaborar incluso económicamente en la promoción de las vocaciones sacerdotales:  como sabemos, los estudios, la preparación para el sacerdocio es larga, profunda, amplia, seria, y con frecuencia debemos pensar en Seminarios lejanos a los lugares de procedencia de los candidatos, la mayoría de los cuales provienen de familias dignas sencillas, que no tienen suficientes recursos económicos, y por ello muchas veces se pierden vocaciones.  Y si saben de necesidades de orden económico por parte incluso de Sacerdotes ya ordenados, no duden en ayudarles.

Muy queridos hermanos, si queremos que Jesús ocupe el lugar que le corresponde en la vida de la Iglesia y también en la vida de la sociedad en general, fortalezcamos nuestra propia vivencia en Jesús, único Justificador, único Salvador, único Señor absoluto y Universal, promovamos su Reino en el espacio y el tiempo hacia la eternidad.  Y promovamos urgente y abundantemente las vocaciones sacerdotales, ya que es Jesús quien llama “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres” (San Mateo 4:19), “porque son muchos los llamados y pocos los escogidos”  (San Mateo 20:16; 22:14), y teniendo en cuenta que la actual crisis vocacional no es sólo de cantidad, sino también de fidelidad, sería pecado de omisión el no trabajar, con oración y promoción, por las vocaciones. Pero vocaciones fieles en la Doctrina, fieles en la Moral, fieles en la Liturgia, radicales y valientes en el amor exclusivo a Jesús en el seno de la Iglesia Católica, dispuestos a desgastarse e incluso a vivir la Victimación, hasta el martirio, por el reino de Cristo y la salvación de las almas.

Hermanos, sabemos cómo está la mayoría de los católicos hoy en todo el mundo.  Sabemos que en general la Fe no se vive como debiera ser.  Sabemos que se está dando una gran desorientación doctrinal, moral, litúrgica, en una gran cantidad de católicos.  Muchos viven en la ignorancia, en la indiferencia, en el desamor hacia Jesús, grandes sectores de la Iglesia van en direcciones equivocadas, incluso viven y actúan como simples “ONGs”  (organizaciones no gubenamentales) que sólo se preocupan por las necesidades temporales, sociales, económicas, políticas, o por conceptos de tipo filosófico-sociales, como la preocupación casi exclusiva, primordial, por la paz y la justicia.  Y se deja de lado o en un lugar secundario a Jesús, a quien incluso se le presenta como un simple líder incluso religioso al lado de falsos profetas y falsos dioses…  La verdadera misión de la Iglesia se desconoce o se rechaza o se mal interpreta.  Por eso termino citando el Evangelio mismo:

“Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.  Entonces dice a sus discípulos: “La mies es mucha y los obreros pocos.  Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.”  (San Mateo 9:36-38)


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.