El mundo necesita de Jesús Crucificado, Víctima Oblativa

DOMINGO 3° DESPUÉS DE PASCUA



26 de Abril de 2015
Epístola: I San Pedro 2:11-19;  Salmo 110:9; San Lucas 24:46;
Evangelio:  San Juan 16:16-22

Muy Queridos Hermanos todos en Cristo Jesús:

Si hoy escuchamos y releemos con atención y profundidad las lecturas que se acaban de proclamar en esta Sagrada Liturgia, nos daremos cuenta de que tocan un tema central, que hoy el mundo materialista y temporalista pretende callar y ocultar a la consideración y mirada de los Católicos, pretendiendo hacernos a todos esclavos de ese materialismo, por el cual pareciera que el único objetivo del ser humano es lo referente a esta vida, como si el tiempo no pasara y lo material no se terminara.

Nuestros pueblos, que no viven en realidad la Fe aunque se llaman “Católicos”, viven ignorando todo lo sobrenatural, ignorando lo eterno, atados y en una carrera loca por obtener lo inmediato, lo que se ve y se toca, aquello que aparentemente complace, aquello que satisface las necesidades más inmediatas, aquello que aparentemente permitiría al ser humano una plena realización, una plena estabilidad.  En una palabra, no se vive el sentido de lo trascendente.  Se siente aun en los pastores de la Iglesia una preocupación sólo por el bienestar temporal del ser humano.  Sólo se escucha hablar de paz, de justicia, de  misericordia, de concordia, de cambio de estructuras socio-políticas, e incluso se llega a creer que no importa las creencias de cada quien, con tal de que se experimente una supuesta paz humana, un supuesto progreso en la sociedad.  Se piensa que se puede prescindir de Dios, que el ser humano se basta por sí solo.

Y por lo mismo se llega a equiparar todas las creencias religiosas, como si fueran igual de creibles, igual de eficaces, y cuyos objetivos serían todos iguales y con una misma meta:  todos serían puramente temporales, en pro del bienestar material del ser humano, que podrá comportarse como cada quien quiera, sin sujeción ni siquiera a ninguna norma de convivencia humana, mucho menos a normas morales, que no tendrían razón de ser ya que cada quien se regiría por su propia conciencia, sin importar el respeto a los demás, mucho menos a Dios Nuestro Señor.  Y una de las consecuencias de todo esto, especialmente aquí en Costa Rica, es el individualismo y la indiferencia con que vive la inmensa mayoría de la población.   Los sistemas educativos, los programas de educación en todas las áreas son totalmente contrarios a la Fe, contrarios a la Moral privada y pública.  En nuestras escuelas, colegios, universidades, no se educa, no se forma, si acaso se instruye  y/o se adiestra para que la población del futuro no sean más que servidores en favor del Estado, maestros, profesores que dicen ser católicos pero viven y trabajan con conceptos sobre la vida, sobre el ser humano, sobre el mundo, sobre la cultura, sobre la política, sobre la moral, sobre la Fe, totalmente equivocados.  En la misma educación religiosa, se notan orientaciones exclusivas hacia un humanismo desacralizado, en el cual Dios está enfocado hacia el simple bien material y temporal del ser humano y no como debiera ser, el ser humano enfocado hacia la Gloria Eterna de Dios y la Salvación Eterna del mismo ser humano.   El lenguaje está más enfocado en la línea de una simple convivencia humana, no en la línea de lo sobrenatural, de lo eterno, y mucho menos se habla de la verdadera santidad cristiana ni de la práctica heroica de las virtudes cristianas.   

Y todo ello, queridos hermanos, tiene una sola y profunda causa: el rechazo de Cristo Nuestro Señor, tanto en la vida personal como en la vida de las diversas colectividades humanas de toda índole, incluyendo la misma Iglesia, en la cual se oye hablar de Cristo, pero en el fondo lo que se descubre es tanto una tergiversación como una manipulación de su persona, de su doctrina, de todo su misterio, de todo el misterio creador, redentor, santificador de Dios Uno y Trino.   Hay un desprecio y un rechazo generalizado, consciente o inconsciente,  hacia lo Sagrado, y consecuentemente un desprecio y tergiversación de la Sagrada Liturgia.

Muy queridos hermanos, Cristo nos dice muy claramente que los criterios facilistas, complacientes, triunfalistas del mundo no pueden ser los criterios de un verdadero cristiano.  Los criterios del verdadero cristiano son los del Evangelio, que se sintetizan en las bienaventuranzas y los podemos encontrar reflejados en la Cruz de Nuestro Señor, en el camino estrecho de la salvación.  Por eso no esperemos que el mundo nos acepte, no esperemos que la sociedad nos acepte, ni siquiera la sociedad que llamándose “católica” nos acepte.  Si fácilmente nos acepta, es señal de que debemos revisar nuestras vidas a la luz de la Cruz, de las bienaventuranzas, para salirnos del camino ancho que lleva a la perdición y tomar el estrecho.  En cambio si en este momento y/o en el futuro cercano nos rechaza, hemos de examinarnos también para no caer en una tranquilidad engañosa y soberbia, sino para descubrir en qué debemos mejorar, para así poder cumplir siempre la Voluntad Santísima de Dios, como discípulos fieles de Cristo y testigos suyos en medio y en frente de la sociedad que, aunque rechaza a Cristo, necesita de Cristo.

Si el principio de nuestra vida a partir de nuestro Bautismo no es Cristo, si el centro de nuestra vida en la vivencia constante de los Sacramentos dependiendo del estado de vida de cada uno no es Cristo, si la cumbre de nuestras vidas por la Eucaristía no es Cristo, estaríamos perdiendo el tiempo, estaríamos viviendo sin un verdadero sentido, sin un horizonte, sin verdaderos ideales, sin una meta, nuestras vidas serían vacías.
Estaríamos entre aquellos que se contentan con decir que son católicos, que son cristianos, y luego en la vida práctica le dan la espalda a Cristo, sea por ignorancia, sea por cobardía, sea por intereses sociales, políticos, económicos, puramente temporales.

Que Cristo, desde su Sacrificio en el Altar y su Presencia en el Sagrario, sea siempre el ideal a seguir.  Que Cristo, desde el Altar y el Sagrario, sea siempre el modelo a imitar.  Que Cristo, desde el Altar y el Sagrario, sea la cumbre a alcanzar tanto para la vida personal de cada uno como para todo su Cuerpo Místico la Iglesia.

Que Cristo desde su Sacrificio en el Altar y desde su Presencia en el Sagrario reine en nuestro corazón, que Cristo reine en nuestra mente, que Cristo reine en nuestro respirar, que Cristo reine en nuestro quehacer, que Cristo reine en nuestra vida, que Cristo reine en nuestro entorno, que Cristo reine en nuestros hogares, que Cristo reine en nuestras sociedades, que Cristo reine en los centros educativos, que Cristo reine en los hospitales, que Cristo reine en el corazón de los Sacerdotes y de los Obispos, que Cristo reine en el corazón, la mente y la voluntad de los gobernantes.

¡Que Cristo sea todo en todos, ayer, hoy y siempre!


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.