FIESTA DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS
Domingo 4 de Enero de 2015
Hechos 4:8-12;
Salmo 105:47; Isaías 63:16;
Salmo 144:21;
San Lucas 2:21
Muy queridos hermanos todos en Cristo Jesús:
Para poder entender la
importancia de esta Fiesta Litúrgica que vivimos hoy del Santo Nombre de Jesús,
recordemos lo que significan los nombres de las personas. Con tal fin, les pregunto: ¿conoce cada uno de ustedes el significado de
su propio nombre? ¿Y tratan de vivir de
acuerdo con dicho significado? ¿Se han
interesado por conocerlo o por buscarlo?
Ya que en una semántica bien aplicada a los nombres, los de las personas
han de indicar o significar aquello que la persona es, debe ser y/o aspira a
ser.
Con esas inquietudes
iniciales centrémonos hoy en algunas expresiones del Apóstol San Pedro: “En Nombre de Nuestro Señor Jesucristo de
Nazaret… En virtud de tal Nombre…Este Jesús es la piedra… angular. Fuera de ÉL
no hay salvación en ningún otro.”
(Hechos 2:10,11,12).
Y a partir de esas
expresiones del Apóstol, ¿Qué significa el Santo Nombre de Jesús? Proviene del hebreo Yeshua, que significa
“Salvador”… Y eso es Jesús, Nuestro
Salvador, que habiéndonos salvado y perpetuando su sacrificio salvador en la
Sagrada Liturgia, especialmente en la Eucaristía, es constituido por Dios Padre
en Señor del universo entero.
Sólo Jesús es el Salvador y
Señor del Universo. A ÉL debemos acudir
primeramente en actitud de adoración. Y
en segundo lugar de sometimiento a su reinado, o sea a vivir lo que ÉL nos
enseña con su ejemplo y su palabra. Y en tercer lugar la decisión clara, fuerte
y constante de ser sus testigos su apóstoles en y con la Iglesia, en la
familia, en la sociedad en todos los ámbitos de la vida privada y pública.
Por ello, si le adoramos postrémonos de rodillas ante
ÉL en el Sagrario cuando lo visitamos y cuando pasamos delante de ÉL, en el
Altar al participar en su Santo Sacrificio de la Misa y recibiéndolo sólo y
siempre de rodillas y en la boca, con humildad y valentía. Nunca por ningún motivo de pie y en la mano,
que es una costumbre profana, introducida abusivamente en la vida litúrgica de
la Iglesia.
Igualmente si nos sometemos
a ÉL hemos de ser capaces de “ya no vivir nosotros sino que sea ÉL quien viva
en nosotros” (Cf. Gálatas 2:20) en todos los aspectos de nuestra vida privada y
pública, llegando incluso a “presentar nuestros cuerpos y nuestra vida entera
como una hostia viva, santa, agradable a Dios en Jesús” (Cf. Romanos 12:1). Y
que así seamos incluso “capaces de completar en nuestro cuerpo lo que falta a
sus tribulaciones por su cuerpo que es la Iglesia” (Cf. Colosenses 1:24).
Y no nos avergoncemos nunca
ni en ningún lugar ni circunstancia de dar testimonio de Jesús, hablemos de
ÉL. Llevemos siempre visiblemente el
Crucifijo con nosotros… No participemos en conversaciones en las que no se deba
pronunciar su Santo Nombre, no vayamos a lugares en los que no se deba exhibir
el Santo Crucifijo o la Imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Defendamos y promovamos el conocimiento de su
Santo Nombre, de su Persona, de su Misterio, de su Presencia en el Sagrario, de
su Sacrificio en el Altar
Que nuestra oración sea una
verdadera contemplación, escucha, alabanza, agradecimiento, entrega a
Jesús. Y por tanto nuestras
jaculatorias… “Te adoro y te desagravio, Jesús Hostia”… lo sean también.
¡Qué precioso sería que
pudiéramos todos identificarnos no sólo con el apellido de nuestras familias,
sino también como “de Jesús”!, no sólo al escribir y pronunciar nuestros
nombres, sino también con el testimonio total de nuestras vidas. “De Jesús”…
“De Jesús”… “De Jesús”…
Así contribuiremos en el
cumplimiento de aquello a lo que motivábamos el recién pasado 1ero. de Enero,
retomando el lema del pontificado de San Pío X: “Instaurar todas las cosas en
Cristo”.
Que el Santo Nombre de Jesús
sea en nuestra palabra y en nuestra vida expresión de su Reino en la Iglesia y
en la sociedad, en el tiempo y la eternidad.
Así sea.
Pbro. José Pablo de
Jesús, o.c.e..