SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD
(Primero después de
Pentecostés)
15 de Junio de
2014
Romanos 11:
33-36; Daniel 3: 55-56, 52
San Mateo 28:
18-20
Adorando a la Santísima Trinidad fortalecemos la fe |
Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:
Con gran gozo
celebramos hoy el más grande Misterio de nuestra Fe: el Misterio de la Santísima Trinidad… El
Misterio de un solo Dios en Tres Divinas Personas, Trinidad de Personas en una
sola Esencia Divina. Y siempre hemos
insistido precisamente en que lo más profundo de todo este misterio es
precisamente lo , que me permito llamar el “Núcleo de la Esencia Divina: el
Amor Divino”, que hace que Dios sea en una sola Naturaleza Padre, Hijo y
Espíritu Santo, en su totalidad, desde toda eternidad hasta toda
eternidad. Realmente un Misterio
insondable, incomprensible para la pequeñez de la mente humana, pero en el cual
sí podemos sumergirnos. Y vuelvo a citar
el ejemplo que siempre he mencionado: si
a una persona le ponemos unos cincuenta mil vaso de agua en una mesa y le
pedimos que se los tome de inmediato, lógicamente nos dirá que no le es
posible, pero si entonces derramamos toda esa agua en una piscina, y le pedimos
que se sumerja en la misma, de inmediato podrá hacerlo. De la misma manera, jamás podremos meter en nuestra
inteligencia el Misterio de la Santísima Trinidad, pero sí podremos sumergirnos
en ÉL, siempre y cuando lo hagamos en un acto de sincera humildad, valentía y
apertura a su Acción Transformante y Santificante.
Pero considerando que
por muchos años nos hemos centrado en lo anterior, hoy, ante la realidad tan
compleja de una sociedad que pretende vivir lejos de Dios, y muchas veces
contra Dios, contra Jesús Hostia, intentando incluso tergiversar la acción del
Espíritu Santo, debemos tratar de profundizar en otros aspectos de esa Divina
Esencia Trinitaria, para así fortalecer la experiencia viva y constante de
nuestra Fe, tanto a nivel personal, como a nivel familiar y eclesial, para
poder hacer frente, con Fe, Esperanza, Caridad, Pureza, Sabiduría, Prudencia, Fortaleza,
Perseverancia, a la realidad de una real persecución contra Cristo y los suyos
que ya se siente en todo el mundo y que en lugar de disminuir ira en aumento,
muy fuerte y sutil pues está infiltrada en la misma Iglesia.
Por tanto debo referirme
a varios de los Atributos de la Santísima Trinidad. En primer lugar, Dios Uno y Trino es Vida en Plenitud, sólo ÉL
es Vida en Sí Mismo, y toda la creación existe, y el ser humano existe y tiene
vida porque ÉL es el Creador y ÉL mismo nos mantiene en el ser.
En segundo lugar, Dios
Uno y Trino es la Verdad Infinita. Sólo
ÉL es la Verdad, todo lo demás, todo lo creado y nosotros los humanos no
tenemos más que una partecita pequeñita de verdad, que podemos mantener siempre
y cuando nos mantengamos en humilde y consciente dependencia de Dios Uno y
Trino. Y sólo así podremos superar las
divisiones que existen en medio de la humanidad, para llegar algún día a vivir
en franca fraternidad fundamentada necesariamente en la Fe, la Esperanza y la
Caridad.
En tercer lugar, Dios
Uno y Trino es Misericordia. Y por eso
nuestra relación con ÉL no debe ser de miedo, de temor servil, sino de
confianza filial, como redimidos por ÉL mismo en Cristo Nuestro Señor.
Y en cuarto lugar, Dios
Uno y Trino es Justo. ÉL, en su Divina
Providencia, le da a cada uno lo que cada uno en realidad necesita y merece,
además de que, como dice la Sagrada Palabra,
Dios Uno y Trino, por esa Justicia y Misericordia, es “celoso de su
Gloria”. (Cf. Números 14: 21-25). A quien merece premio, le recompensa; a quien
merece castigo, azota para corrección, como Padre Amoroso. “Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no desmayes
reprendido por ÉL; porque el Señor, a quien ama, reprende, y azota a todo el
que recibe por hijo.” (Hebreos 12: 5-6)
Por tanto, muy queridos
hermanos, podríamos sacar de todo lo anterior muchas conclusiones. Pero considero que debemos centrarnos en una
sola, sumamente necesaria y urgente en el momento histórico que vivimos: a Dios uno y Trino debemos adorarle, amarle,
servirle con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todas nuestras
fuerzas, con todo nuestro ser, y no sólo de vez en cuando, no sólo una vez por
semana, sino siempre, constantemente, y no sólo en privado, sino también en
público, en lo personal, en lo familiar, en lo eclesial, en lo educativo, en lo
político. Y ello ha de tener lógicamente
el fruto importante de la aceptación humilde y gozosa del cumplimiento de su
Santísima Voluntad en la vida de cada uno y a través nuestro en la Iglesia y en
la sociedad. Dios Uno y Trino debe
reinar en el tiempo y en la eternidad, en donde vivimos y en el universo. Sólo así, cumpliendo el Primer Mandamiento,
podremos cumplir el Segundo. Quien pretende
cumplir sólo el primero, se equivoca, quien pretende cumplir sólo el segundo,
se engaña. Los dos mandamientos están
indisolublemente, divinamente, cristianamente
unidos. Adoremos a Dios Uno y
Trino y seámosle fieles.
“¡Domine, Dominus noster,
quam admirabile est nomen tuum
in universa terra!
Quoniam elevata
est magnificentia tua super caelos.”
(Ps. 8: 2)
"¡Señor, Señor nuestro,
cuán admirable es tu Nombre
en toda la tierra!
Cuán grande es tu
magnificencia sobre los Cielos"
(Salmo 8:2)
Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.