Viviendo el Misterio de Cristo

DOMINGO 4° DE PASCUA


18 de Mayo de 2014
Santiago 1: 17-21;  Salmo 117: 16;
Romanos 6: 9; San Juan 16: 5-14


Muy Queridos Hermanos en Cristo Jesús:

Con la lectura de este párrafo de la epístola del Apóstol Santiago podemos comprobar algo muy claro, muy cierto en toda la Sagrada Escritura, pero específicamente algo que es muy común a Pedro, a Pablo, a Juan, a Santiago, a Judas Tadeo:  la claridad y la fuerza de la Verdad de Dios que ellos nos comunican al unísono, aunque cada uno a su manera; una vez más podemos recordar que el Espíritu Santo, que comunica la Verdad respetando la forma de ser de cada persona nos comunica esa única y total Verdad.  Digo esto porque podemos comprobar que en este párrafo de Santiago él nos dice una verdad muy fuerte: no estamos hechos para el mal, Dios no nos creó para el pecado, Dios nos creó para la santidad, y quienes viven en el pecado, es porque se han alejado, es porque han rechazado al Señor.  Y nos lo recalca Jesús mismo en el Evangelio:   “Cuando venga el Espíritu Santo, argüirá al mundo de pecado”  ¿Y por qué de pecado?  ¿Qué significa argüir?    En este caso argüir significa acusar… Acusará al mundo de pecado, y el Señor dice muy expresamente de cuál pecado: No creer en ÉL, no creer en Cristo:  ese es el gran pecado que se está cometiendo hoy día en todo el mundo, y lastimosamente es el gran pecado que se ha infiltrado en la vida de la Iglesia, en grandes sectores se niega a Cristo, se rechaza a Cristo.

 Debemos tener mucho cuidado, hermanos, ojalá no se me malentienda lo que voy a decir ahora:  viene el tiempo de Navidad, es tiempo de… “fiesta”, fin de año, principio de año “fiesta de familia”… se rechaza a Jesús, con ese lenguaje ambiguo se rechaza a Jesús;  llega después Semana Santa: “¡semana de vacaciones, semana de paseo!”, se rechaza a Jesús;  viene Mayo, cuidado, aquí viene lo que se me puede malinterpretar si no se me entiende, mes de Mayo, “Mes de María”, llega después el mes de Agosto, “Mes de María”…  Queridos hermanos, también las devociones cristianas, si no son bien orientadas, si no son bien vividas, desorientan al pueblo y lo mantienen en el engaño y en el error, y esto no lo digo yo por primera vez, esto lo dijo ya va a hacer más o menos dos años el Papa Emérito Benedicto XVI refiriéndose precisa y claramente a América Latina:  las devociones, si no son bien vividas, bien orientadas y unidas a la Liturgia, engañan al pueblo, y así está Latino América:  mucho acudir a la intercesión de María, ¡pero pocos contemplan a María, pocos imitan a María!  ¡manipulan a María!  ¡No aman a María, sino que la están usando!  Queridos hermanos, a María Santísima no sólo hay que verla como intercesora, a María Santísima hay que verla también como Madre y  por tanto como Modelo, Modelo de Fe, Modelo de amor a Cristo, Modelo de… centralismo en Cristo.  Quien verdaderamente ama a María no la está mencionando a cada rato sino que siempre, continuamente, con Ella y como Ella vive la Fe. 

Por eso, queridos hermanos, precisamente hoy, en esta Liturgia Eucarística, unámonos con María, imitemos a María, y continuemos profundizando, no solamente en el encuentro con Cristo, sino también en el sumergirnos totalmente en la verdad de Cristo.  Eso es lo que tenemos que hacer con María y como María, sumergirnos en la Verdad de Cristo, sumergirnos en el Corazón de Cristo, dejarnos transformar por Cristo.  En otras palabras, queridos hermanos, ¡vivir el Misterio de Cristo!...  a eso estamos llamados, ¡a vivir el Misterio de Cristo!  

Por eso el Señor dice más adelante en el Evangelio  “Muchas cosas tengo aún que deciros”, es todo su Misterio que ÉL quiere comunicarnos, pero dice: “Mas no podéis comprenderlas ahora”.  Recuerden que el domingo anterior nos decía algo que nos va a permitir profundizar también hoy:  “Me voy, y no sabéis a dónde me voy” y hoy lo vuelve a repetir:  “Voy al que me ha enviado”,  “si no me voy, no os envío al Espíritu”,  y ÉL quiere enviarnos el Espíritu para que podamos comprender, no totalmente sino a nuestro alcance qué es lo que ÉL nos quiere dar, qué es lo que ÉL nos quiere comunicar, no para que lo entendamos, sino para que lo vivamos, y solamente cuando venga el Espíritu, podremos descubrir qué es lo que Cristo nos está dando y lo podamos vivir.   

Ahora bien, queridos hermanos, veamos en qué etapa nos encontramos del año litúrgico:  nos encontramos ya avanzando rápidamente en el tiempo de Pascua, en el cuarto Domingo de Pascua, ya dentro de quince días habremos celebrado la Solemnidad de la Ascensión del Señor, inmediatamente después vendrá la Solemnidad de Pentecostés, el derramamiento del Espíritu Santo, la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el Misterio más precioso, más profundo y más importante de toda nuestra Fe, y luego el otro gran Misterio, el Corpus Christi, que culmina en la Solemnidad del Corazón Eucarístico de Cristo Nuestro Señor.  Es toda una etapa en la cual se requiere entonces que nos dejemos llenar del Espíritu de Cristo, de ese Espíritu Santo que nos va a iluminar para que descubramos qué es lo que Cristo nos quiere dar, y nos vamos a centrar en dos de esas Solemnidades:  Pentecostés, Corpus Christi. 

Queridos hermanos, ¿qué nos quiere dar el Espíritu Santo?  Vuelvo a repetirlo: Nos quiere dar la plenitud del Misterio de Cristo, porque quien no vive, quien no vive en el Misterio de Cristo, se condena, así de claro, ¡quien no vive en el Misterio de Cristo se condena!, aunque tenga muchas devociones, aunque diga que es muy devoto de la Santísima Virgen, ¡de decirlo a serlo hay un gran paso!  Más que devotos de la Virgen, vuelvo a insistir, ¡tenemos que ser hijos de María, imitadores de María!  ¡Y María se metió de lleno en el Misterio de Cristo!  María vivió, ¡vivió! en el Misterio de Cristo, ¡María fue parte del Misterio de Cristo!  En la verdadera Teología Católica la Mariología no es más que una parte de toda la Cristología.  Queridos hermanos, entonces, como María, metámonos, vivamos en el Misterio de Cristo, seamos parte del Misterio de Cristo. 

Aquí habría muchísimas cosas que traer a nuestro entendimiento, a nuestra conciencia, a nuestra vivencia: una de ellas, al principio del Evangelio de hoy, el Señor les dice: “Me voy al que me ha enviado” e inmediatamente les dice:  “y ninguno de vosotros me pregunta ¿a dónde vas?”  Aquí esto me permite recordar otro paso, ya no del Evangelio, sino de la Tradición de la Iglesia: cuando el Apóstol Pedro llega a Roma, y comienza la persecución contra los Cristianos en Roma, en un primer momento Pedro huye de Roma, y saliendo por la “Vía Apia” de Roma se encuentra con el Señor, y según la tradición ahí sí es Pedro quien le pregunta al Señor: “¿Quo vadis, Domine?”  ¿Y qué le responde el Señor?  Según la tradición le responde: “Voy a Roma a ser nuevamente crucificado”… Por supuesto que Pedro comprende la enseñanza y regresa a Roma en donde efectivamente muere en cruz, cabeza abajo por humildad ya que no se considera digno de morir exactamente como Cristo.  ¡Es el camino de la Cruz!  Quien vive en el Misterio de Cristo, vive en el camino de la Cruz… ¡Ay!, pero qué miedo le tienen los católicos a la Cruz… Uno de estos días escuchaba un comentario de un Sacerdote costarricense por la radio, y decía él que ya no tenemos que vivir  cristianismo de cruz, que estamos en Pascua, que hay que vivir con alegría, con gozo… ¡Qué engaño!  ¡Qué engaño!  ¡Si no hay cruz, no hay cristianismo!  Lo dijo hace poco tiempo precisamente el Papa Francisco: “Sin cruz no hay Cristo, y sin Cristo no hay Cristianismo! 

Queridos hermanos, vivamos como María y con María en el Misterio de Cristo, dejémonos entonces empapar por el Espíritu Santo para que comprendamos esto.  Pero el Espíritu Santo no solamente es Sabiduría, el Espíritu Santo también es Fortaleza… Quien se sumerge en el Misterio de Cristo como María, se sumerge con Fortaleza, no con miedo, el miedo puede sentirse, ¡pero el amor supera el miedo! nos dirá también San Juan en una de sus cartas.  (Cf. I Juan 4: 18) Y quien verdaderamente con María y como María vive sumergido, vive metido en el Misterio de Cristo, con el amor a Cristo, con el amor a Cristo, con el amor a Cristo, ¡vive la Cruz! 

Queridos hermanos, además, ¿por qué tener miedo, por qué dejarse vencer por el miedo?  ¿Saben ustedes quién es el causante del miedo en muchísimos católicos, en muchísimos?  Yo diría que millones de católicos se dejan vencer por el miedo, ¿por qué? Porque son impulsados a eso por el demonio, le ponen más importancia al demonio, le ponen más importancia a las insinuaciones de miedo de parte del demonio que al impulso de la Fortaleza cristiana del Espíritu Santo.  ¡Pero nos dice el Señor que el mundo ya está juzgado porque el demonio ya está juzgado!  Entonces esas insinuaciones de miedo pongámosles el pie, pisoteemos las tentaciones de miedo, pisoteemos las tentaciones de , el respeto humano, y vivamos privada y públicamente, ¡privada y públicamente! sumergidos en el Misterio de Cristo, ese Misterio de Cristo que es Plenitud, es Cruz, pero también es Plenitud, es alegría, es Vida, y no solamente es Vida para este tiempo que pasa, es Vida Eterna, en cambio lo que ofrece el mundo es muerte.  

Queridos hermanos, vivamos entonces eso, así, inspirados, impulsados continuamente por el Espíritu Santo, para que cuando llegue la Solemnidad del Corpus Christi podamos descubrir con alegría que realmente estamos viviendo el Misterio Eucarístico de Cristo, ese Misterio Eucarístico que Cristo que vamos a tratar de fortalecer en nosotros y en toda la Iglesia especialmente en tres aspectos:  Presencia, porque Cristo está en el Sagrario, Sacrificio, porque Cristo en el Altar renueva continuamente, no repite, sino que renueva continuamente su Sacrificio de la Cruz en el Altar de la Eucaristía, y además el tercer aspecto, Comunión, porque Cristo en la Eucaristía es comida, es alimento, pero no un alimento de fiesta mundana, sino el alimento de fortaleza, el alimento de vida en plenitud, el Alimento que es Dios mismo, es Cristo mismo que se nos da, no para darnos un rato de gozo pasajero sino para darnos en eternidad su misma vida.  Presencia, Sacrificio, Comunión.  

Esa Comunión que al recibirla nos hace morir a nosotros mismos para transformarnos en Cristo y terminar de sumergirnos en el Misterio de Cristo.  Hermanos, vivamos la Eucaristía, vivamos la Eucaristía, vivamos la Eucaristía en Enero, en Febrero, en Marzo, en Abril, en Mayo, en Junio, en Julio, en Agosto, en Septiembre, en Octubre, en Noviembre, en Diciembre, de este y de todos los años que nos queden de vida, vivamos la Eucaristía, lo demás… viene por añadidura, ¡y no seamos apóstoles de nadie más que de Cristo!, porque sólo Cristo da vida al mundo,  ¡no seamos apóstoles de nadie más sino sólo y totalmente de Cristo!  Pero seamos apóstoles de Cristo con la vida y seamos apóstoles de, Cristo con la palabra, ¡y seamos apóstoles de Cristo también… con las rodillas dobladas ante Cristo tanto en lo privado como en lo público!  Seamos apóstoles de Cristo con nuestra oración, seamos apóstoles de Cristo con la Liturgia, seamos apóstoles de Cristo con el estudio, seamos apóstoles de Cristo con la alimentación, seamos apóstoles de Cristo con el descanso, seamos apóstoles de Cristo con las conversaciones, seamos apóstoles de Cristo con el trabajo, seamos apóstoles de Cristo cuando descansamos o cuando caminamos, seamos apóstoles de Cristo en la casa, seamos apóstoles de Cristo en la calle, seamos apóstoles de Cristo en los almacenes, seamos apóstoles de Cristo en el campo, seamos apóstoles de Cristo en el bien y en la enfermedad, seamos apóstoles de Cristo cuando nos ultrajan, seamos apóstoles de Cristo cuando nos calumnian, seamos apóstoles de Cristo cuando nos persiguen, seamos apóstoles de Cristo en el tiempo, seamos apóstoles de Cristo en la eternidad… 
“¡Cristo ayer, Cristo hoy, Cristo siempre!”

Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.