DOMINGO 5° DE PASCUA
25 de Mayo
de 2014
Santiago 1:
22-27; San Juan 16: 28;
San Juan 16: 23-30
Muy Queridos Hermanos en Cristo Jesús:
Escuchemos una vez más cómo comienza el párrafo de
la Carta del Apóstol Santiago hoy:
“Estote factores verbi,
et non auditores tantum: fallentes
vosmetipsos” [“Poned por obra la palabra
y no os contentéis sólo con oírla, que os engañaríais”] (Santiago 1: 22)
Y ahora unamos a esa palabra esta otra del mismo
Señor Jesús:
“Amen, amen dico vobis:
si quid petieritis Patrem in nomine meo, dabit vobis. Usque modo non petistis quidquam in nomine
meo” [“En verdad, en verdad os digo:
cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi
nombre”] (San Juan 16: 23-24)
¿Por qué considero necesario insistir en esos dos
textos de la Palabra leída en esta Liturgia?
Muy queridos hermanos: Ustedes
son testigos de que constantemente hemos insistido desde hace años en la
necesidad de vivir no sólo como miembros de la Iglesia sino sobre todo como
verdaderos discípulos de Cristo, viviendo consecuentemente el constante proceso
de transformación en ÉL, asumiendo en nosotros todo lo suyo, que lo hemos
sintetizado reiteradamente en el texto de San Pablo:
“Obsecro itaque vos fratres
per misericordiam Dei, ut exhibeatis corpora vestra hostiam viventem, sanctam,
Deo placentem, rationabile obsequium vestrum.
Et nolite conformari huic saeculo, sed reformamini in novitate sensus
vestri: ut probetis quae sit voluntas Dei bona, et beneplacens, et
perfecta” [“Os exhorto, pues, hermanos,
por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima
viva, santa, agradable a Dios; tal será vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes
bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis
distinguir cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo agradable, lo perfecto.”]
(Romanos 12: 1-2)
En otras palabras, tanto el Señor como sus apóstoles
nos siguen insistiendo en su invitación, su exhortación vehemente a que en ÉL
seamos hostias vivas en todos los aspectos de nuestra vida, para la Gloria de
Dios Uno y Trino.
Queridos hermanos, ¿podrían ustedes contar las veces
que lo hemos recordado? Lo hemos
escuchado incansable, constantemente:
¿Estamos haciendo el esfuerzo gozoso, constante, sincero, amoroso por
ser cada uno y todos en comunión verdadera hostia, verdadera oblación victimal
para el Señor?
De pronto algunas veces nos escondemos tras la
excusa de que es muy difícil. Les voy a
decir algo: si hay amor, no es difícil,
tal vez sí sea fuerte pero no difícil.
Es el demonio del miedo, el demonio del egoísmo, el demonio de la
pereza, el demonio de la indiferencia,
quien insiste en esa mentira de que es difícil ya que a cambio ofrece
todos los engaños del materialismo, del facilismo, de la “religión light”. “Quien ama todo lo puede”, nos dice uno
de los grandes santos Padres de la Iglesia, San Agustín. Pero lo que sucede también es que le damos
cabida también al engaño del orgullo y del humanismo materialista que nos hace
creer que no necesitamos de Dios, que no necesitamos su Gracia, y no acudimos a
la oración con frecuencia, o no acudimos a la oración como debe ser.
La oración, ¿cuándo debe ser?... Siempre, constante,
humilde, en espíritu de adoración… ¿Y cómo debe ser? Nos lo dice el Señor: en su nombre, no en nombre de ningún ser
humano. ¿Y qué habrá querido decir en
realidad el Señor con esa condición que le pone a nuestra oración? Ciertamente que no sólo que digamos: “Por Nuestro Señor Jesucristo, Hijo tuyo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo”, sino que lo que le
pidamos a Dios esté totalmente de acuerdo con el Corazón Sacratísimo del Señor,
con sus deseos, con sus anhelos, con aquello que ÉL, en su infinita Sabiduría y
su Amorosísima Providencia, desea darnos, aunque nosotros no lo sepamos. En otras palabras, que en nuestra oración
seamos capaces de imitar a la Santísima Virgen María:
“Ecce ancilla Domini,
fiat mihi secundum verbum tuum.” [“He aquí
a la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra.”] (San Lucas 1: 38).
O sea, en nuestra oración hemos de olvidarnos de
nuestros criterios, de nuestros deseos, de nuestros planes de vida, de nuestros
apegos, acordándonos de aquello otro que
también nos dice el Señor:
“Non enim cogitationes meae, dicit
Dominus. Quia sicut exaltantur caeli a
terra, sic exaltatae sunt viae meae a viis vestris, et cogitationis meae a cogitationis
vestris.” [“Porque no son mis
pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos
–oráculo de Yahveh-. Porque cuanto
aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y
mis pensamientos a los vuestros.”]
(Isaías 55: 8-9)
Muy queridos hermanos, aprendamos a ser personas de
oración según el Corazón Eucarístico de Cristo Nuestro Señor, así podremos
llegar a ser Hostias vivas, santas, agradables a Dios, incluso podremos llegar
a ser “Hostias oblativas”, viviendo en la Cruz de Nuestro Señor, tanto como
reparación de todas las ofensas que constantemente recibe el Señor,
especialmente de parte de los mismos católicos y de sus mismos sacerdotes, así
como para lograr que su Reino se establezca en el corazón de cada persona, en
el corazón de la humanidad.
Convenzámonos, todo lo que hagamos, todo lo que
tengamos, todo lo que seamos, no valdrá de nada si no restauramos en nosotros
mismos, en la Iglesia, en el mundo, el espíritu de adoración a Jesús, si no
implantamos en nosotros mismos la vivencia como “Hostias Oblativas”. Hostias oblativas en el Altar, hostias
oblativas en el Sagrario, hostias oblativas en la casa, hostias oblativas en la
calle, hostias oblativas en la conversación o en el silencio, hostias oblativas
en la escuela, en el colegio, en la universidad, hostias oblativas en la
oficina, hostias oblativas en el trabajo, hostias oblativas en el descanso, hostias
oblativas en el triunfo o en el fracaso, hostias oblativas en compañía o en
soledad, hostias oblativas en la aceptación o en el rechazo, hostias oblativas
en la salud, hostias oblativas en la enfermedad, hostias oblativas en la vida y
en la eternidad.
Si vivimos como católicos mediocres, de medias
tintas, acomodados a los criterios del mundo, nos condenaremos. Si nos esforzamos amorosa, consciente y
constantemente en ser “Hostias Oblativas”, le daremos al Señor la Gloria que
sólo ÉL merece, y contribuiremos, aunque sea con un granito de arena, a la
santificación de la Iglesia y la salvación de la humanidad. Granito de arena que Dios en su infinita
Justicia y Misericordia puede considerar como una montaña de Fe, de Esperanza,
de Amor.
Por todo eso, no seamos como el que mirándose en el
espejo, después se olvida de cómo es. Con humildad, gozo, constancia y valentía
usemos los medios que el Señor pone a nuestro alcance, en nuestras manos. Por ejemplo, las jaculatorias. Así sea.
“Pater, si vis,
transfer calicem istum a me; verumtamen non mea voluntas, sed tua fiat.” [“Padre, si quieres, aparta de mí esta copa;
pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”]
(San Lucas 22: 42)
Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.