DIVINA MISERICORDIA
27 de Abril de 2014
1 de Juan 5:
4-10;
Mateo 28: 7; Juan 20:26
Mateo 28: 7; Juan 20:26
San Juan 20: 19-31
Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:
Todo este tiempo que
hemos vivido, Cuaresma, pero muy
especialmente la Semana Santa, y este “Día de la Resurrección del Señor”, digo
“Día” entendiendo lo que la Liturgia nos enseña, que la Resurrección del Señor la Liturgia la
celebra durante ocho días, desde el propio Domingo de Resurrección hasta hoy,
Domingo In Albis, porque la Semana de Pascua precisamente por eso es
considerada como una semana sumamente importante , en la cual lastimosamente
muy pocos católicos la viven de verdad, con misa diaria incluso con comunión
diaria, ¡ojala los católicos la vivieran
así la semana de Pascua! Porque una
semana… ¡es un día de Resurrección! Por
eso con todo motivo S.S. el Papa Francisco uno de estos días nos
recordaba: ¡Hay que vivir la alegría de
la Resurrección! No la alegría del mundo,
no la alegría pasajera del mundo, sino la alegría de la Resurrección.
Pero,
hermanos, ¿cómo se vive esa alegría de la Resurrección? Experimentando lo que el Señor le dice a los
Apóstoles en este día de resurrección.
En esa primera aparición, el mismo día de la Resurrección, ¿qué les dice
el Señor a los Apóstoles? Y en la
persona de los Apóstoles a todos los Obispos y a todos los Sacerdotes de todo
el mundo, de todos los tiempos ¿qué nos
dice? “A quien le perdonéis los pecados
le quedan perdonados y a quien se los
retuvieréis les quedan retenidos”. La
alegría de la resurrección se vive…
¡experimentando la misericordia de Dios!
Y en este tiempo, desde hace un poco más de un año, S.S. el Papa
Francisco viene insistiendo muchísimo precisamente en el tema de la
Misericordia, pero no ha sido entendido,
muchos le han malinterpretado, le han malinterpretado en la línea de una
misericordia fácil… de una misericordia sin compromiso, hasta el punto de que esta misma semana de Pascua tuvo que salir al frente de esas malas
interpretaciones el Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para la
Doctrina de la Fe, y él aclaró de una forma muy precisa cuál es la Misericordia
de Dios, y cuál es por tanto la misericordia que está predicando el Papa. No es una misericordia que alcahuetee todos
los pecados, y que se pueda vivir en pecado, diciendo: “¡No, no, Dios es misericordioso, Dios me va
a perdonar, por ejemplo, cuando yo
muera, Dios me perdona…!” No es aquella
misericordia falsa, de los adúlteros que dicen:
“Vivo en adulterio, pero vivo en fe, vivo la fe en Dios, por tanto puedo
comulgar”… No es esa la misericordia, porque el adúltero que comulga viviendo
en adulterio peca gravemente, gravísimamente, porque no está en comunión con
Cristo y no está en comunión con la Iglesia.
¿Cuál es la misericordia de Dios, cuál es la verdadera misericordia de
Dios? Y por tanto ¿cuál es la verdadera
misericordia que predica el Papa?, y
¿cuál es la verdadera misericordia que predica, que vive, que comunica la
Iglesia? Precisamente, muy especialmente
por el Sacramento de la Confesión… No por una simple orientación , ni por una
simple dirección espiritual, sino por el Sacramento de la Confesión… ¿Cuál es
esa misericordia? Es aquella verdadera
misericordia mediante la cual Dios comunica y hace experimentar en el alma del
pecador el perdón, ¡pero no solamente el perdón, sino la fortaleza, la
sabiduría, la prudencia, la constancia, para vivir en santidad!
La
misericordia de Dios nos lleva a vivir en santidad. La misericordia de Dios nos lleva por tanto a
vivir de la forma que es necesaria para vivir la santidad, esa santidad de la cual nos dan ejemplo,
además de Cristo Nuestro Señor por supuesto y además de la Santísima Virgen María
todos y cada uno de los Santos, incluyendo a San Juan XXIII y a San Juan Pablo
II. ¿Cuál es esa santidad? ¿En qué consiste esa santidad, que se
alcanza a través de la misericordia que recibimos en los Sacramentos? Sinteticémosla de la mejor manera posible, de
la misma manera que Cristo la sintetiza también: viviendo una total unión con Cristo, por tanto, viviendo aquello que Cristo le
pidió al Apóstol Tomás: la Fe. Aquella Fe que no solamente consiste en creer
intelectualmente las verdades de la Fe,
sino que consiste en vivir la experiencia de Cristo. ¿Y cómo podremos nosotros, queridos hermanos,
vivir la experiencia de Cristo? Nos lo indica el Evangelio de hoy: ¡tocando las llagas de Cristo! Y ciertamente, el Señor invitó a Tomás a
tocar sus llagas, para vivir la Fe. Pero
entonces me dirán: “Padre, nosotros ya
no podemos hacer eso, Tomás lo pudo
hacer porque estuvo frente a Jesús Resucitado visiblemente”. Hermanos, quien me pregunte eso no está viviendo realmente la vida cristiana. ¿Por qué?
Porque no ha descubierto la forma
de continuar tocando las llagas de Cristo.
¿Y de qué manera se tocan las llagas de Cristo? ¡Llegándonos al Cristo verdadero, al Cristo
vivo, al Cristo que igual que se le presentó a los Apóstoles en el Cenáculo por
dos veces, se nos presenta también a nosotros hoy todos los días, ciertamente
de manera especial los domingos y las solemnidades, pero también todos los
días… ¿Dónde? ¿Cómo? ¡Por el Sacrificio de la Eucaristía! La misericordia de Dios la vivimos en la
Confesión y la vivimos también en la Eucaristía. ¡Queridos hermanos, vivamos la Confesión con
la frecuencia debida, y vivamos la
Eucaristía todos los días.
Pero
hay tres actos, llamémoslos así, por los
cuales debiéramos vivir la Eucaristía diariamente. No es obligación, pero, queridos hermanos,
quien vive el amor, no lo vive por obligación, lo vive por amor.
Primer
acto: visitar a Jesús, en el Sagrario,
postrarnos ante Cristo en el Sagrario
¿Lo hacemos diariamente? ¿Una,
dos veces por día?
Segundo acto: Participar del Sacrificio de Cristo sobre el Altar, la Santa Misa,
¿participamos de la Misericordia del Señor diariamente en el Sacrificio de
Cristo?, ¿tocamos las llagas de Cristo durante la Santa Misa?, ¿tocamos las
llagas de sus manos?, ¿tocamos las llagas de sus pies?, ¿tocamos las llagas de
su espalda por la flagelación?, ¿tocamos las llagas de su cabeza por la corona
de espinas?, ¿nos metemos en la llaga de su costado, durante la Santa Misa?.
Y tercer acto: ¿ Lo
recibimos en la Sagrada Comunión? o como lo decíamos durante la Semana Santa y
especialísimamente el Jueves Santo, recordando
la doctrina que siempre hemos comunicado, queridos hermanos, ¿nos dejamos
asimilar por Cristo cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión?, ¿nos dejamos
transformar por el Espíritu, por el Agua y por la Sangre de Cristo Jesús?, ¿nos
dejamos transformar en Cristo?, ¿dejamos que nuestros pensamientos, nuestros
deseos, nuestros sentimientos, nuestras actitudes, nuestro cerebro, nuestros
ojos, nuestros oídos, nuestro olfato, nuestro gusto, nuestro tacto sean
transformados por Cristo cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión, cuando tocamos sus llagas, cuando nos
sumergimos en la llaga de su costado, al recibirlo en la Sagrada Comunión?... eso
es vivir la Misericordia de Dios, no otra cosa.
Ciertamente el Señor por su Misericordia precisamente nos dejó su Imagen, la Imagen de su
Misericordia, pero hermanos, si observamos esa Imagen, ¿de dónde salen los
rayos de esa Imagen?, de las manos y del Costado de Cristo, para que nos
sumerjamos totalmente en El, para que nos dejemos transformar por Cristo, para que ya no seamos nosotros sino que sea
Cristo quien viva en nosotros.
Pero hay otro detalle para terminar hoy: Los Apóstoles estaban encerrados en el
Cenáculo por miedo de los Judíos.
Queridos hermanos esta experiencia de Cristo, esta experiencia de la
Misericordia de Dios en Cristo Jesús para con nosotros, ¿la guardamos egoísta y cobardemente para
nosotros solos?, ¿o la comunicamos al mundo como verdaderos testigos de Cristo
Resucitado, única fuente de la única y verdadera Misericordia de Dios?... ¡Misericordia que Dios quiere derramar sobre
los que verdaderamente nos arrepentimos
con el propósito de vivir la santidad¡; ¿somos
por tanto, lo que también hemos venido
insistiendo en la Cuaresma y Semana Santa y esta semana de Pascua, somos
hostias vivas frente al mundo, para que el mundo olvidándose de nosotros se
postre ante Cristo. Queridos hermanos ¿hemos
puesto en práctica lo que venimos diciendo ya desde hace algunos meses: La campaña de adoración y desagravio?, primero siendo nosotros mismos hostias vivas,
incluso dispuestos a oblacionarnos, o sea a entregarnos como victimas
vicariales en la Única Victimación Sustitutiva de Cristo Nuestro Señor para que
el mundo también doble sus rodillas ante Cristo y asimile la salvación que solo
en Cristo se vive?.
Hermanos, vivamos la Misericordia del Señor así, y transmitamos
esa Misericordia del Señor, logrando que el mundo adore y desagravie a Cristo,
ya que solamente la adoración y el desagravio de parte nuestra logrará
implantar en el mundo la Realeza de Cristo y consecuentemente el Reino de Dios
en el tiempo para la eternidad. Así sea.
Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.