SOLEMNIDAD DE SAN JOSE

San José, Padre, Custodio,  Esposo y Patrono
19 de Marzo de 2014

Eclesiástico 45: 1-6;  Salmo 20: 4-5;
Salmo 111: 1-3; San Mateo 1: 18-21


Muy queridos hermanos 
en Cristo Jesús:

Ciertamente hemos de alegrarnos en este día por la Solemnidad que estamos celebrando.  Pero no puede ser una alegría pasajera, superficial.  Debe ser aquella alegría que el Espíritu Santo infunde en el alma de las personas que son capaces de llegar a conocer e imitar, además del Fiat de María Santísima, además de la fortaleza de San Pablo, también las lecciones sencillísimas, humildísimas, pero fortísimas y profundísimas que nos da el gran santo San José. 

Veamos en la vida de San José, un sólo detalle que considero importante tocar en este momento, podríamos hablar mucho, por ejemplo:  la  pureza de San José, la humildad de San José, la fortaleza de San José, considero que todo esto lo podemos sintetizar en que   San José es primeramente el custodio por excelencia.  Custodio de Jesús, custodio de María Santísima, custodio de la Iglesia.  Nos lo expresa en una forma bellísima el Evangelio, cuando el Ángel le aclara lo que en realidad sucede en María Santísima, por lo que San José entrega toda su vida para proteger también a María Santísima, y protegerla en muchos sentidos.

Y es algo muy curioso, esta realidad de San José como custodio de la Virgen lo vienen diciendo los Santos Padre de la Iglesia desde la antigüedad, lo recuerdan hoy en Maitines, san Bernardo, san Jerónimo.  San José fue el custodio de la pureza de María Santísima, quien es puro puede proteger la pureza de otros, quien es fuerte contagia la fortaleza a otros, quien es prudente contagia la prudencia  a otros, y eso es propio del custodio, el custodio no protege de una manera paternalista, el custodio custodia de una manera motivadora y formativa, ese es San José. 

Igual ejerció esa custodia para con Jesús, y podemos estar seguros de que San José ya en el Cielo sigue custodiando a María pero de manera muy especial a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.  ¿Qué experimentará José cuando desde el Cielo se da cuenta de tantas profanaciones eucarísticas que se dan en el seno de la Iglesia?   Yo creo que San José al no sentir tristeza porque ya está en el Cielo, sí debe sentir coraje, coraje que es fortaleza, coraje que es celo por la Gloria de Dios; y me imagino a San José pidiendo constantemente por todos para que vivamos el misterio hostificante de la Sagrada Eucaristía.

Pero por lo mismo que José es custodio de Jesús, de María Santísima es también custodio de la Iglesia, del Cuerpo Místico de Cristo, y por eso es que el Magisterio Oficial de la Iglesia lo ha declarado Patrono Universal de la Iglesia.  San José anhela que la Iglesia sea santa, de acuerdo con la Voluntad Santísima de Dios.  Por eso hay que acudir a él, así como insistimos que hay que contemplar a Cristo en la Eucaristía y así como en muchas ocasiones he insistido que debemos saber contemplar a María Santísima, me atrevo ahora a añadir que también debemos contemplar a  José, para conocerlo y acudir a su protección, pero también para imitarlo, especialmente nosotros que participamos de Opus Cordis Eucharistici. 

Hemos también de ser como José “custodios de Jesús”, “custodios de María Santísima”, “custodios de la Iglesia”.  Quien no es y no vive como  custodio de Jesús, de María, de la Iglesia, considérese en pecado grave de omisión, porque ciertamente el que no vive como custodio de ellos tres, significa que es un indiferente, que es  egoísta, que es perezoso, que es ignorante, en cambio, el que vive y quiere ser cada  día mejor custodio de Jesús, de María, de la Iglesia, se esmera en mejorar cada día más el cumplimiento de esta preciosa y sublime misión que el Señor nos quiere encomendar a toda la Iglesia pero muy especialmente a nosotros que formamos parte, de una u otra forma, de Opus Cordis Eucharistici.  Custodios de Jesús, Custodios de María, Custodios de la Iglesia…

Pero me surge una pregunta, que considero necesario compartirla con ustedes:   ¿Por qué escogió Dios Nuestro Señor precisamente a San José para esa importantísima misión de ser el Custodio de Jesús, de María Santísima, de la Iglesia?  Y es en lo profundo de las lecturas de hoy, tanto de esta Santa Misa como en otras Horas del Breviario, que podemos descubrir la respuesta.  San José, conocedor de las Escrituras, persona de oración, abierto a las mociones del Espíritu, aprendió cómo tenía que vivir todas las circunstancias de su vida personal, familiar, miembro de un  pueblo escogido, para ser fiel a Dios.  Y esa forma de vida que José realizó con sencillez, con dignidad, con esfuerzo, con constancia, con esperanza, con amor, con valentía, yo me voy a permitir sintetizarla en una sola expresión que sin duda se le puede aplicar a San José:  “Presentó todo su ser, sus pensamientos, sus sentimientos, toda su actividad como Hostia viva, santa, grata a Dios,”  (cf. Romanos 12:1).

Ciertamente San José no participó de la Última Cena, por tanto no vivió en aquel momento el misterio eucarístico, pero le tuvo entre sus manos, y sí entregó todo su ser, toda su vida, para servir a la Persona de Jesús y sus designios salvíficos, en profunda unión con María Santísima, con todo esmero, amor, dedicación.  En cambio ustedes no le tienen entre sus manos, pero le comen y se hacen uno con ÉL por su Sacrificio y su Entrega a la Gloria del Padre Celestial.  Por ello, en unión con San José, Custodio de Jesús, y de San Pablo, Apóstol de Jesús, “hermanos, les exhorto a que presentemos también todos y cada uno de nosotros nuestros cuerpos, nuestro ser, nuestros sentimientos, nuestro quehacer, nuestro esfuerzo litúrgico y apostólico como hostias vivas, santas, gratas a Dios, que ese sea nuestro culto racional”. (cf. Rom. 12: 1)  

No nos contentemos con lamentarnos de las situaciones que se puedan estar viviendo a nivel litúrgico, a nivel moral, a nivel familiar, a nivel eclesial, a nivel educativo, a nivel económico, a nivel social, a nivel político.  Como San José, seamos Hostias propositivas, adoratrices y reparadores de tantas ofensas contra Jesús, pero también capaces de santificar el medio ambiente, el mundo, el tiempo en que Dios ha querido que vivamos nuestra peregrinación, capaces de lograr que nuestra Iglesia, nuestra patria, el mundo doblen sus rodillas ante Jesús Hostia, hasta que algún día, unidos a María Santísima, a San José, a San Pablo, podamos exclamar:  “Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria  y la bendición.”  (Apocalipsis 5: 12)

San José, Patrono Universal de la Iglesia, Patrono de esta Arquidiócesis, Patrono de esta Obra Litúrgico-Eucarística, alcánzanos la gracia de ser como Tú, custodios de la Iglesia, en unión y sumisión a Su Santidad el Papa Francisco. Alcánzanos la gracia de ser custodios de María Santísima en unión con el Papa en unión con la Iglesia. Alcánzanos la gracia de ser custodios de Jesús Eucaristía, en unión Contigo, en unión con la Iglesia, en unión con el Papa, con la Santísima Virgen.  Oh San José Patrono Universal de la Iglesia, Custodio insigne de Cristo, alcánzanos la gracia de entregarnos por completo como Tú te entregaste, alcánzanos la gracia de olvidarnos de nosotros mismos como Tú te olvidaste  de Ti mismo, teniendo que emigrar a Egipto, teniendo que ser testigo de Cristo en Egipto, teniendo que volver a Israel, pero teniendo que ir a una ciudad humilde, a Nazareth, cumpliendo así las profecías, alcánzanos la gracia de imitarte en ese olvido de Ti mismo para que seamos capaces de ser verdaderamente los custodios que necesita la Iglesia, lo custodios que merece la Santísima Virgen María, los custodios que desea , que anhela tener Cristo desde la Eucaristía, desde la realidad  misteriosa de la Iglesia, para que algún día como tú, oh San José podamos también participar del Reino Eterno.  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.