DOMINGO
SEGUNDO DE CUARESMA
Salmo 105: 1-4;
San Mateo 17: 1-9
16 de Marzo de 2014
Muy
queridos hermanos todos en el Señor Jesús:
Voy a retomar lo que podríamos
considerar la idea central del Domingo anterior: En el Amor somos poderosos, si somos capaces
de amar real, concreta, constante, radicalmente a Jesús Hostia, somos
poderosos. El domingo anterior cuando
decía esta expresión recuerdo un ejemplo, que no cité y que nos lo pone la
tradición de la Iglesia, cuando se llama a María Santísima la omnipotente en la
súplica, María en su oración es poderosa, pero ¿por qué?,¿ por qué a María
Santísima la Tradición de la Iglesia la llama poderosa en su oración?,
precisamente porque María amó y ama a Jesús Hostia.
Pero yo creo que es conveniente hoy por el
pasaje del Evangelio de la Transfiguración del Señor, volver a insistir y a
profundizar todavía más en dos de los medios que también señalábamos el domingo
anterior. ¿Qué fue lo que en realidad
pudieron tener Pedro, Santiago y Juan durante la transfiguración del Señor? Podríamos llamarlo un éxtasis, ya ellos iban
creciendo no habían llegado a la madurez
en el amor, pero iban creciendo en el amor a Cristo, por algo los escogió, para
ese evento, iban creciendo en el amor al Señor, y por tanto el Señor les
permitió entrar en ese éxtasis, y ¿a qué se le llama en una auténtica
espiritualidad cristiana, éxtasis?, muchos
piensan que necesariamente tiene que haber una elevación física del cuerpo de
quien entra en éxtasis, y no es necesario la elevación física del cuerpo, lo
que si es necesario en un éxtasis, es esa plena unión con el Señor, esa
experiencia de la Presencia de Cristo, que es precisamente uno de los puntos en
que insistió tanto Su Santidad Benedicto XVI desde el
inicio de su fructífero Pontificado.
Pero muy especialmente para este “Año de
la adoración y el desagravio”, para este “Año de la Hostificación” que estamos viviendo, les estoy invitando a
que nosotros también tengamos esa experiencia del éxtasis en nuestra oración,
recordemos lo que hemos dicho repetidamente que no es solamente pedir y pedir,
sino que es contemplar a Cristo en cuya Presencia Sacramental se está. Por supuesto, ¿quién puede llegar a experimentar
eso en un crecimiento continuo?, ¿quién puede llegar a experimentarlo?... Lo
puede experimentar quien de verdad vive la Eucaristía, aquel que no llega a la Eucaristía solamente a pedir y pedir favores,
sino aquel que llega a la Eucaristía, con aquella actitud de humildad y de
adoración que experimentaron esos tres apóstoles durante la Transfiguración del
Señor, cuando durante la misma se manifestó la voz del Padre Celestial, la
Presencia y la Voz del Padre Celestial que les decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo todas mis
complacencias, a El debéis escuchar, ¡a El debéis escuchar!, no dijo a El
debéis pedirle, ni dijo a El debéis hablarle, sino que dijo a El debéis
escuchar .
Queridos hermanos: ¿a qué
llegamos nosotros en nuestra oración, llegamos a convertirla en un rezo de boca
para afuera, o a abrir por completo nuestro corazón, nuestra mente, nuestra
voluntad, nuestros afectos a la acción
de Dios, a la acción de Cristo, llegamos a nuestra oración abiertos, dispuestos
a que el Señor nos tome por completo en sí mismo y nos transforme en sí mismo?,
eso debe ser la oración. Por eso también
nos decía Pablo en su Primera carta a
los Tesalonicenses, que esa es la
Voluntad de Dios: nuestra santificación,
y la santificación de un ser humano no
es más que una progresiva transformación eucarística, hostificante, en Cristo,
y una progresiva transformación hostificante en Cristo por la oración, por la
adoración, por el desagravio, por la unión con Cristo Hostia.
Pero queridos hermanos, si esta oración
es auténticamente así tiene que tener una proyección necesaria a las veinticuatros horas del día, por eso cuando damos el curso sobre el método de
oración decimos e insistimos que nuestra oración no debe ser ni a medio día, ni
a media mañana, ni en la tarde, ni en la noche, sino que nuestra oración debe
ser en horas de la madrugada, para que todo el día esté sumergido, no solamente
inundado, sumergido en Cristo Jesús y que entonces nuestra relación con Cristo
no tenga interrupción, eso debe llegar a ser la vida de un auténtico cristiano,
por eso en su oración sacerdotal el Señor dijo aquello: “están
en el mundo pero no son del mundo” (Cf.
Jn. 17: 14-16).
Por eso a los que realmente llegan a
tener esa experiencia ya no les interesan las cosas del mundo, por eso a los
que llegan a tener esa experiencia profunda, íntima de transformación en
Cristo, ya no les interesa la fornicación, ya no les interesa la gula en carnes
y licores, ya no les interesa la pereza,
sino que son diligentes, ya no les interesa el egoísmo de pensar solamente en el grupito más
inmediato que les rodea, ya no les interesa sólo el bienestar de su propia
familia, o de sus amistades más inmediatas, sino que se interesan por la conversión
y la santificación de toda la Iglesia y de toda la humanidad, porque al irse
transformando en Cristo Jesús, van viviendo el mismo amor de Cristo Hostia, y ¿cuál
fue la consecuencia de que Cristo Hostia fuera el mismo amor en persona?: Fue
única pero doble, primero llegó la Cruz y segundo esa Cruz la perpetua en su
victimación en la Eucaristía, por puro amor Cristo se dejó crucificar, por puro
amor Cristo se deja hostificar, por puro amor Cristo obedece y extiende sus
manos y piernas para que le crucifiquen, por puro amor Cristo obedece a los
Sacerdotes cuando pronunciamos sus Palabras en la Eucaristía.
Y vemos que lo que viven en el mundo no
es amor, es soberbia, orgullo, egoísmo, gula, pereza, lujuria, envidia, lo que
viven en el mundo aunque dieran todo su dinero en limosna, y aunque entreguen
su vida en la politiquería, es puro
egoísmo, en cambio el que se olvida de sí mismo y llega por ejemplo a ocultarse para llevar una vida
auténtica de adoración, de servicio a Jesús, ese está viviendo el Amor verdadero, un ejemplo
maravilloso lo tenemos en este momento en la persona de Benedicto XVI: renunció al pontificado, no para llevar una
vida tranquila, porque si él hubiera renunciado para llevar una vida tranquila
sencillamente se va a Alemania, a vivir allá con su hermano, y no, renuncia al
Pontificado y ¿qué hace?: se dedica a la
adoración, continua trabajando, doblando sus rodillas ante Dios por toda la
Iglesia, y ¡cuántos católicos prefieren
mantenerse en su tranquilidad pecaminosa, egoísta, cobarde, indiferente en lo
que se refiere a Jesús Hostia y no aprenden a vivir el amor como lo vivió y lo
sigue viviendo Cristo Hostia en su Cruz que se perpetua en su Victimación
Eucarística.
Queridos hermanos, fomentemos nosotros
la oración de contemplación, de adoración, de desagravio, de hostificación; no tengamos miedo de llegar a ese éxtasis de
hostificarnos para Cristo durante nuestra vida, de servir a Cristo Hostia en la
Cruz, en el Altar, en el Sagrario. El
mundo pretende llenarnos de actividades sociales, de actividades profesionales,
de actividades filantrópicas, de actividades de todo tipo, para impedirnos esa
unión con Cristo, no le hagamos caso al mundo, trabajemos por nuestra
santificación orando, contemplando a Cristo, adorando a Cristo, hostificando
nuestra vida y todos nuestros ambientes .
¿Cuál fue la actitud de los Apóstoles
cuando vieron aquella luz que les inundó y aquella voz que escucharon durante
la Transfiguración del Señor? ¿Cuál fue
su actitud?: postrarse en tierra, y ¡cuántos católicos hoy
con soberbia y orgullo pretenden recibir a Cristo de pie y en la mano!, cuando se le debe recibir con humildad y
adoración de rodillas y en la boca.
¡Cuántos católicos hoy día ni siquiera hacen la genuflexión al entrar a
la iglesia y llegar o pasar frente al Sagrario, y no se arrodillan durante la
consagración! ¡Cuántos católicos son
ignorantes en todo lo que se refiere a Jesús Hostia! ¡Cuán pocos son los católicos que saben lo
que es vivir la visita a Jesús Hostia!
¡Cuán pocos los que saben cómo vivir de verdad la Santa Misa!
Queridos hermanos, lleguemos a
postrarnos ante el Señor… ¡hay católicos que me preguntan que si pueden hacer
la oración acostados!, “¡viera que bien
que me siento!”, sí, ¡qué bien que te
sientes!, mientras Cristo Hostia sigue victimándose… Póstrate de rodillas para hacer tu oración y
vas a experimentar de verdad que eres envuelto, inundado y sumergido en la
realidad del Dios Uno y Trino, del Dios que es la Verdad, del Dios que es el
Amor.
Y todo lo anterior tiene su culmen en la
Liturgia. Vivir la Liturgia, unir la
adoración con la Liturgia, si los católicos pudieran descubrir el fundamento
que puede tener su misma oración personal, su oración de contemplación, llamémosle
también su oración de éxtasis ante el Señor, su hostificación en la Liturgia, en los sentimientos humano
divinos de Cristo N.S. que se reflejan, que se manifiestan, que se revelan al
ser humano en los salmos… La Liturgia está repleta de salmos, que expresan no
sólo los sentimientos del ser humano, sino también del Dios hecho Hombre, del
Dios Hombre Hostia que manifiesta a través de los salmos sus sentimientos,
sentimientos de amor, sentimientos de sumisión, sentimientos de entrega,
sentimientos de autenticidad, sentimientos de victimación.
Queridos hermanos, descubramos los
sentimientos de Cristo Hostia en los salmos cuando recemos la Liturgia de las
Horas o el Breviario, descubramos los sentimientos de Jesús Hostia cuando
participamos en la Santa Misa, cuando participamos en la celebración de cualquier Sacramento, en la
celebración del Sacramento de la Reconciliación y por supuesto, insisto, cada vez que participamos en la Santa Misa. Queridos hermanos no busquemos nuestros
propios sentimientos mientras se celebra el Santo Sacrificio, busquemos los
sentimientos de Cristo Hostia, no lleguemos a la Misa a presentar lo que
nosotros queremos, lleguemos a la Misa para adorar al Señor, para contemplar al
Señor, para unirnos en su Sacrificio, para unirnos a su Victimación y en El
hacernos victimas de amor, hostias de amor, eucaristía de amor, sumergidos,
ahogados, en la verdad del Dios Uno y Trino.
Vivamos la Misa de cada día, como un
momento de total sumergimiento en el
océano infinito del Misterio de Dios que no se comprende pero sí se vive,
pobrecitos los soberbios que tratan de entender la Misa, dichosos los humildes
que aceptan que no la comprenderán jamás pero que si se pueden sumergir en el
Misterio del Amor y la Verdad de Dios.
Para eso es esta Cuaresma.
Vivámosla así para que toda nuestra vida después de esta Cuaresma sea un
total vivir en Cristo Hostia, un vivir y un sentir en Cristo Hostia, un sufrir en Cristo Hostia, un alegrarse en
Cristo Hostia, sin preocuparnos de las cosas del mundo sino que haciendo lo que
nos corresponda durante esta vida en la perfección que viven los humildes que
se atreven a vivir el éxtasis en Cristo
Hostia, con Cristo Hostia, por Cristo Hostia, en Iglesia y con la Iglesia para dar
testimonio de Cristo Hostia ante el mundo.
Así sea.
“Ofreced vuestros
cuerpos como Hostia viva, santa, grata a Dios; éste es vuestro culto racional.
No os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál
es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta.” (cf. Rom. 12: 1-2)
Pbro.
José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.