Promoción de Adoración y Desagravio

DOMINGO QUINTO DESPUÉS DE EPIFANÍA
9 de febrero de 2014
Colosenses 3: 12-17;  Salmo 101: 16-17; 96: 1
San Mateo 13: 24-30



Muy Queridos hermanos en Cristo Jesús:

A la luz de la Palabra de Dios que se acaba de proclamar, debemos hoy analizar la vida de la Iglesia en Cristo, así como la vida de cada uno en Cristo.  Y ello aplicando el Evangelio a nuestro continente, a nuestra patria, a nuestra vida eclesial, a nuestra vida personal.

Ciertamente, en un profundo agradecimiento a Dios Nuestro Señor, quienes conquistaron América, quienes conquistaron Costa Rica sembraron en nuestros suelos la semilla de la Fe en Cristo, en María Santísima, y formaron la Iglesia en medio de nuestros pueblos, levantando por doquier los templos en los cuales se comenzó a vivir lo más importante de toda la vida cristiana:  la verdadera práctica de la caridad, fundamentada en una verdadera piedad vivida en Cristo a través de la frecuencia de los Sacramentos que culminan en la vivencia de todo el Misterio Eucarístico,  y fruto de la misma la vivencia de la santidad.  Pero muy rápidamente llego también el enemigo y sembró la cizaña del materialismo y el relativismo, así como la cizaña de la ignorancia y por qué negarlo, la cizaña de una piedad popular mal orientada, mezclada con la indiferencia, el individualismo, el egoísmo.

Y todo ello nos ha ocasionado el hecho de que lamentablemente no se vive verdaderamente la FE, con muchas consecuencias pecaminosas.  Pero hoy sólo voy a referirme a una de esas consecuencias:  el abandono, el desconocimiento,  el desprecio, la burla,  las profanaciones incluso sacrílegas contra Jesús, Quien por tanto puede decirnos a todos desde el Sagrario y el Altar:

“Tú conoces el oprobio, el vituperio, la afrenta que se me hace; todos mis opresores los tienes a tu vista.  El oprobio me destroza el corazón y desfallezco;  esperé que alguien se compadeciese, y no hubo nadie; alguien que me consolase, y no lo hallé.”  (Salmo 68: 20-21)

Por eso, muy queridos hermanos, siguiendo el ejemplo de Nuestra Señora del Fiat, de San José, del Apóstol San Pablo, ¡abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo!  Permitámosle que transforme nuestro corazón, que transforme nuestra mente, que transforme nuestra voluntad, y seamos así los verdaderos cristianos eucarísticos, capaces de dar verdaderos frutos de santidad eucarística en nuestras vidas y a nuestro alrededor.

Y como fruto sincera, amorosa y valientemente eclesial, unámonos entre todos, sin límites de estado de vida, sin límites geográficos, sin límites de edad, sin límites de trabajo, sin límites educativos ni culturales, y emprendamos unidos la “Campaña de Adoración y Desagravio”,  llevemos por todas partes por el ejemplo, por la palabra, por los escritos, el gran “kérygma litúrgico – eucarístico”, y logremos que muchas personas comiencen a interesarse por visitar a Jesús en el Sagrario, que muchas personas se animen a recuperar el estado de gracia por la Confesión Sacramental, logremos que muchas personas se acerquen a la Santa Misa con la mayor frecuencia posible, por supuesto como mínimo todos los domingos antes que ninguna otra cosa, logremos que muchas personas se interesen por brindar a Jesús la adoración y el desagravio que sólo ÉL merece aquí y en todo lugar.

Seamos evangelizadores sin discusiones,  propongamos con sinceridad, con paz de corazón, la verdad de lo que Jesús mismo nos permite vivir en la Liturgia.   Si realmente imitamos a María Santísima, a San José, a San Pablo y nos hemos dejado tocar por el Espíritu de Cristo,  lograremos una  “Campaña de Adoración y Desagravio”. 

Pero me preguntarán con toda razón: ¿En qué consiste esa “Campaña de Adoración y Desagravio”?  Señalemos seis pilares de la misma, seis acciones: 
Primera: Vivencia constante en “Estado de Gracia”, evitando toda ocasión de pecado, especialmente de pecado grave, acordándonos de que sólo Jesús es “Pan de Vida Eterna” (cf. Jn. 6: 54), y de aquella afirmación de Blanca de Castilla a su hijo pequeño, luego San Luis, rey de Francia:  “Preferiría verte caer muerto a mis pies antes que saber que has cometido un solo pecado mortal”.
Segunda: Asistencia lo más frecuente posible, diaria, a la Santa Misa y Comunión sacramental, guardando el debido silencio y respeto que favorezca el espíritu de contemplación del Misterio Salvífico de Cristo.
Tercera: Visita diaria a Jesús en el Sagrario, para acompañarle, adorarle, agradecerle, pedirle perdón, pedirle las gracias que ÉL sabe que necesitamos para nosotros y para toda la humanidad.
Cuarta: La “Adoración Perpetua” como núcleo central de toda nuestra vida.  Sí, núcleo central, de manera que olvidándonos de nuestras pequeñeces, de nuestras necesidades, la adoración a Jesús sea el motivo central de toda nuestra vida, de nuestro corazón, de nuestra mente, de nuestra voluntad, de nuestros actos, tanto en lo privado como en lo público, no sólo en los templos, sino en la casa, en la calle, en la oficina, en el campo, en la escuela, en el colegio, en la universidad, en todo lugar y momento, en la salud y en la enfermedad. Y ello sirviéndonos de la jaculatoria “Te adoro y Te desagravio, Jesús Hostia”, y si fuere necesario con la ayuda del hostificador.
Quinta: Promoción de esta espiritualidad de la adoración y el desagravio, junto con la distribución gozosa, sincera, valiente, del material de promoción católica – eucarística.
Sexta: Animación de otras personas para que se unan a esta campaña.
Así rescataremos eucarísticamente la FE, e implantaremos el Reino de Cristo en nuestro corazón, implantaremos el Reino de Cristo en el corazón de la sociedad, en el corazón de los pueblos, en el corazón de los gobernantes, de los niños, de los adolescentes, de los jóvenes, de los adultos, de los políticos, de los Sacerdotes, de los Obispos, en el corazón de la Iglesia.

Vivamos y promovamos el  RESCATE EUCARÍSTICO.  Así sea.


“Dios le exaltó  y le otorgó
un nombre sobre todo nombre,
para que al Nombre de Jesús doble la rodilla
cuanto hay en los cielos, en la tierra
y en las regiones subterráneas, y toda lengua
confiese que Jesucristo es Señor
para gloria de Dios Padre.”
(Filipenses 2: 9-11)

Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e


 Te adoro y Te desagravio,  
         Jesús Hostia

Jesús te espera:  En el Altar, para que recibiéndole te unas a ÉL en su entrega salvífica.     En el Sagrario, para que le visites,  acompañes y desagravies.