Presentación de Nuestro Señor Jesucristo en el Templo




Domingo 2 de Febrero de 2014

Día de la Candelaria 

Purificación de la Santísima Virgen María

                                                                       
                                                       Malaquías 3: 1-4;  Salmo 47: 10 -11, 9
                                                    San Lucas 2: 22-32


Queridos Hermanos en Cristo Jesús:

En este día podemos ver los ejemplos maravillosos que nos dan Jesús, la Santísima Virgen María y San José.   Me refiero  primeramente a la obediencia de Ellos al cumplimiento de los ritos establecidos por Dios mismo en el pueblo judío.  Jesús hubiera podido manifestar libre de todo eso, al igual que María y José hubieran pensado:  “se nos ha revelado que Jesús es el Mesías prometido, y que había sido concebido y nacido
Sin menoscabar la virginidad de Ella, y que por tanto no tenían por qué someterse a ritos de purificación”.  No lo piensan, cumplen también en esto la Voluntad Salvífica de Dios.
Ejemplo maravilloso para todos nosotros, por ejemplo que podríamos ser tentados por el sentimiento muy generalizado en la sociedad actual que habiendo perdido el verdadero sentido de Dios, ha perdido también el sentido del pecado, como recordaba hace pocos días S. S. el Papa Francisco, recordando lo que ya decía el venerado Pontífice Pío XII.  Y como consecuencia de esa pérdida del sentido del pecado, muchos creen que no necesitan acercarse con frecuencia al Sacramento de la Confesión.  Imitemos a la Santísima Virgen, y fortalezcamos nuestro proceso de conversión, purificación, acercándonos frecuentemente a la Confesión y hagamos apostolado animando a todos los que nos rodean a que también lo hagan.

Pero el aspecto más importante de esta Fiesta de la Candelaria ya lo hemos iniciado con la bendición de las candelas, que nos dan a entender algo importantísimo para toda la humanidad:   sólo Cristo es la luz del mundo.  El debe ser nuestra luz, y ello tiene varias implicaciones.  Jesús mismo lo dice:  “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida”  (Jn. 8:12)

Primeramente ilumina nuestra conciencia para que salgamos de las tinieblas del materialismo, de los placeres mundanos, del relativismo moral, por ejemplo no votando por candidatos que no defiendan todo lo que se refiere al Reino de Cristo en el mundo, como el derecho a la vida, matrimonio sólo entre hombre y mujer, derecho a la propiedad privada, derecho de los padres de familia a la educación verdaderamente cristiana de sus hijos, oportunidad de trabajo digno para todos.  Igualmente nos ilumina la conciencia para que salgamos de la ignorancia religiosa, y para que nos libremos de otro de los pecados lastimosamente muy común en Costa Rica como es el egoísmo, tanto en el plano puramente humano como en el plano cristiano y apostólico, igualmente para que salgamos del pecado también muy común en nuestra patria del temor al compromiso por la patria y por Cristo.  Por ejemplo los que no votarían con excusas totalmente anticristianas, quedándose en la comodidad de la indiferencia y la apatía por no informarse correctamente, saliendo de equivocadas tradiciones de familia o de pueblo.

En segundo lugar Cristo ilumina nuestras vidas para que vivamos continuamente no sólo la conversión y purificación, sino también el proceso de transformación y santificación que realmente debe vivir todo aquel que se considera y se dice cristiano.  Y por tanto, que ha de vivir según los Mandamientos, según las Bienaventuranzas, en el esfuerzo por practicar cada día mejor las virtudes cristianas, las virtudes teologales, las virtudes cardinales, y todas las derivadas.  Es el compromiso que adquirimos no sólo en el Bautismo, sino también en la Confirmación.

En tercer lugar Cristo ilumina nuestras vidas para que seamos sus discípulos y apóstoles fieles, gozosos, valientes, sinceros, en todo momento, lugar y circunstancia.  Viviendo la fidelidad más radical a Cristo, por encima de todo lo puramente humano, de lo puramente social, de lo puramente político, de lo puramente económico, de lo puramente profesional.  Cristo ayer, Cristo hoy, Cristo siempre.  Sólo Cristo es nuestra luz, sólo Cristo es Luz del mundo.  No podemos ocultar la luz de Cristo detrás de nuestra soberbia, detrás de nuestra ignorancia, detrás de nuestra cobardía.  No podemos ocultar la luz de Cristo al mundo, así como no se esconde una lámpara debajo de una mesa:

“Nadie enciende la lámpara y la pone en un rincón, ni bajo el celemín, sino sobre un candelero, para que los que entren tengan luz.  La lámpara de tu cuerpo es tu ojo;  si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará iluminado; pero si fuese malo, también tu cuerpo estará en tinieblas.  Cuida, pues,  que tu luz no tenga parte de tinieblas, porque si todo tu cuerpo es luminoso, sin parte alguna tenebrosa, todo él resplandecerá como cuando la lámpara te ilumina con vivo resplandor.”  (Lucas 11:  33-36)

Y nos preguntamos:  ¿cómo lograr que Cristo sea nuestra luz?  Voy a contestar con cuatro palabras muy conocidas, pero que todavía de pronto no las vivimos a plenitud, y debemos entusiasmarnos por vivirlas cada día mejor:  Oración, Liturgia, Confesión, Eucaristía.  Puesto que las conocemos, hoy no voy a insistir en ellas, sólo repito:
Oración personal de contemplación, de compromiso, todos los días;  Liturgia cada día mejor conocida y vivida, Confesión periódica,  Eucaristía vivida cada día como Sacrificio y Presencia.   Todo un reto.  Así rescataremos la Fe para nosotros, para la Iglesia, para el mundo.  Si Cristo es nuestra Luz:

RESCATEMOS LA FE

“Despierta tú que duermes
y levántate de entre los muertos
y te iluminará Cristo”
(Efesios 5: 14)


Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.