VIRTUDES CARDINALES



POST  EPIPHANIAM  -  QUADRAGESIMA
DOMINICA SECUNDA POST EPIPHANIAM

                                                                               19 de Enero 2014
                                                     
 Romanos 12: 6-16; Ps. 106: 20-21, 148: 2;
    San Juan 2: 1-11

Muy Queridos hermanos en Cristo:

El domingo anterior, con ocasión de la Fiesta de la Sagrada Familia, nos referíamos de una manera muy directa y breve a todos y cada uno de los Sacramentos, instituidos por Cristo Nuestro Señor para que fueran el nucleo central de la vida y actividad de la Iglesia.

Por eso, y apoyándonos en la lectura de San Pablo a los Romanos que hemos escuchado, hemos de reafirmar una vez más que los Sacramentos, si son correcta, sincera y decididamente vividos, deben dar fruto abundante en la vida de cada verdadero cristiano, vivencia que se confirma por la práctica de las virtudes cristianas, especialmente de las virtudes teologales:  Fe, Esperanza, Caridad, así como de las virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza, Templanza.   De las teologales hemos hablado en varias oportunidades anteriormente.  Pero, ¡qué difícil vivirlas si primero no se conocen y practican las virtudes cardinales.  Y debo decir que la práctica de todas ellas es fruto y señal de una auténtica vida eucarística, “el vino nuevo” que desde el Altar y el Sagrario es fuente no sólo de una vida plena, sino también preparación y culminación de la vida que trasciende hasta la eternidad,  “pan de vida eterna” (cf. Juan 6: 35-56),  “agua que salta hasta la vida eterna” (cf. Juan 4: 13-14)  ya que vivir la Eucaristía es transformarse en Cristo Nuestro Señor.

Por ello he creído conveniente extenderme hoy un poco más claramente sobre las virtudes cardinales, fundamento necesario para las virtudes teologales, camino seguro para la santidad a la que nos invita el mismo Señor Jesús.

Se llaman cardinales porque son el gozne o quicio (cardo, en latín) sobre el cual gira toda la vida moral del hombre; es decir, sostienen la vida moral del hombre. No se trata de habilidades o buenas costumbres en un determinado aspecto, sino que requieren de muchas otras virtudes humanas. Estas virtudes hacen al hombre cabal. Y sobre estas virtudes Dios hará el santo, es decir, infundirá sus virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. 

Mientras en las virtudes teologales Dios pone todo su poder sin nuestra colaboración, aquí en las virtudes morales Dios las infundió el día del bautismo como una semilla, pero dejó al hombre el trabajo de desarrollarlas a base de hábitos y voluntad, siempre, lógicamente, movido por la gracia de Dios. 

Estas cuatro virtudes son como remedio a las cuatro heridas producidas en la naturaleza humana por el pecado original: contra la ignorancia del entendimiento sale al paso la prudencia; contra la malicia de la voluntad, la justicia; contra la debilidad del apetito irascible, la fortaleza; contra el desorden de la concupiscencia, la templanza.
 



  • LA PRUDENCIA

1. Virtud infundida por Dios en el entendimiento para que sepamos escoger los medios más pertinentes y necesarios, aquí y ahora, en orden al fin último de nuestra vida, que es Dios. Virtud que juzga lo que en cada caso particular conviene hacer de cara a nuestro último fin. La prudencia se guía por la razón iluminada por la fe. 
2. Abarca tres elementos: pensar con madurez y seriedad, decidir con sabiduría y ejecutar bien.
3. La prudencia es necesaria para nuestro obrar personal de santificación y para nuestro obrar social y de apostolado.
4. Los medios que tenemos para perfeccionar esta virtud son: preguntarnos siempre si lo que vamos a hacer y escoger nos lleva al fin último; purificar nuestras intenciones más íntimas para no confundir prudencia con dolo, fraude, engaño; hábito de reflexión continua; docilidad al Espíritu Santo; consultar a un buen director espiritual.

5. El don de consejo perfecciona la virtud de la prudencia
6. Esta virtud la necesitan sobre todo los que tienen cargos de dirección de almas: sacerdotes, maestros, papás, mamás, catequistas.


  • LA JUSTICIA


  1.  Virtud infundida por Dios en la voluntad para que demos a los demás lo que les pertenece y les es debido. 
  2. Abarca mis relaciones con Dios, con el prójimo y con la sociedad.
  3. La justicia es necesaria para poner orden, paz, bienestar, veracidad en todo.
  4. Los medios para perfeccionar la justicia son: respetar el derecho de propiedad en lo que concierne a los bienes temporales y respetar la fama y la honra del prójimo. 
  5. La virtud de la justicia regula y orienta otras virtudes: 



a) La virtud de la religión inclina nuestra voluntad a dar a Dios el culto que le es debido;

b) La virtud de la obediencia que nos inclina a someter nuestra voluntad a la de los superiores legítimos en cuanto representantes de Dios. Estos superiores son: los papás respecto a sus hijos; los gobernantes respecto a sus súbditos; los patronos respecto a sus obreros; el Papa, los obispos y los sacerdotes respecto a sus fieles; los superiores de una Congregación religiosa respecto a sus súbditos religiosos.  Por supuesto, siempre y cuando lo que manden esté siempre en absoluto acuerdo con la Gloria de Dios, con sus Santos Mandamientos, con el Magisterio oficial de la Iglesia, los Estatutos de las respectivas asociaciones, la Constitución Política del país.


  •   LA FORTALEZA


  1. Es la virtud que da fuerza al alma para correr tras el bien difícil, sin detenerse por miedo, ni siquiera por el temor de la muerte. También modera la audacia para que no desemboque en temeridad.
  2. Tiene dos elementos: atacar y resistir. Atacar para conquistar metas altas en la vida, venciendo los obstáculos. Resistir el desaliento, la desesperanza y los halagos del enemigo, soportando la muerte y el martirio, si fuera necesario, antes que abandonar el bien, antes que rechazar la invitación de Cristo para vivir la santidad en fidelidad radical.
  3.  El secreto de nuestra fortaleza se halla en la desconfianza de nosotros mismos y en la confianza absoluta en Dios. Los medios para crecer en la fortaleza son: profundo convencimiento de las grandes verdades eternas: cuál es mi origen, mi fin, mi felicidad en la vida, qué me impide llegar a Dios; el espíritu de sacrificio.  
  4. Virtudes compañeras de la fortaleza: 
magnanimidad   (emprender cosas grandes en la virtud), magnificencia   (emprender cosas grandes en obras materiales),   
paciencia   (soportar dificultades y enfermedades)
longanimidad   (ánimo para tender al bien distante), 
perseverancia   (persistir en el ejercicio del bien), y 
constancia   (igual que la perseverancia, de la que se distingue por el grado de dificultad).
  • LA TEMPLANZA
  1.  Virtud que modera la inclinación a los placeres sensibles de la comida, bebida, tacto, conteniéndola dentro de los límites de la razón iluminada por la fe. 
  2. Medios: para lo referente al placer desordenado del gusto, la templanza me dicta la abstinencia y la sobriedad; y para lo referente al placer desordenado del tacto: la castidad y la continencia. 
  3.  Virtudes compañeras de la templanza: 
humildad que modera mi apetito de excelencia y me pone en mi lugar justo; mansedumbre, que modera mi apetito de ira.
Estas virtudes morales restauran poco a poco, dentro de nuestra alma, el orden primitivo querido por Dios, antes del pecado original, e infunden sumisión del cuerpo al alma, de las potencias inferiores a la voluntad. La prudencia es ya una participación de la sabiduría de Dios; la justicia, una participación de su justicia; la fortaleza proviene de Dios y nos une con Él; la templanza nos hace partícipes del equilibrio y de la armonía que en Él reside. Preparada de esta manera por las virtudes morales, la unión de Dios será perfecta por medio de las virtudes teologales

¿Quieren crecer en la práctica de las virtudes cardinales para llegar a las virtudes teologales, siendo en santidad discípulos y testigos de Cristo?   Sigamos el ejemplo nada menos que de la Santísima Virgen María, que en las Bodas de Caná no podemos verla solamente como Intercesora, sino que antes que Intercesora es Ejemplo de Fe.  ¿Por qué le pidió Ella a Jesús que hiciera el milagro?  Porque sabía que lo podía hacer, sabía, por la Fe, que lo podía hacer, por eso lo pidió, si no no lo hubiera pedido, si no no hubiera intercedido.  La primera Virtud que María Santísima nos da ejemplo es la Fe, y por supuesto como ya lo hemos dicho, queridos hermanos, la Fe es fruto de las Virtudes Cardinales.  Sigamos el ejemplo de Ella, sigamos el ejemplo de San José, sigamos el ejemplo de San Pablo.  Coman el pan de vida eterna, beban el agua que salta hasta la vida eterna,  Cristo Eucaristía, Sacrificio: Santa Misa: diaria, frecuente,  y Presencia:  Sagrario: visita diaria, oración ante el Sagrario, contemplación de Cristo en el Sagrario.

Hermanos, si no empleamos los medios que el Señor nos da a través del ministerio de la Iglesia, no lograremos nada.  En cambio, si los empleamos llegaremos a la santidad y seremos, como María Santísima, como San José, como San Pablo, gestores de santidad en el mundo, constructores del Reino de Dios en el tiempo para la eternidad.  A eso nos llama el Señor a todos, no importa el lugar, el tiempo, el estado de vida, las circunstancias:  Seamos…


¡Cristificados y cristificadores!

Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo R., o.c.e.