LA SAGRADA FAMILIA



                 
         





      JESUS,  JOSE Y MARIA

          
       
 OS DOY EL CORAZON
Y EL ALMA MIA 




                        

         Domingo 12 de Enero de 2014


                                                        Colosenses 3: 12-17;  Pss. 26: 4 y 83: 5;

                                                    San Lucas 2: 42-52



Es necesario que cada familia contemple, analice, imite las virtudes que pueden descubrirse en la Sagrada Familia: Jesús, María Santísima, San José.  

La vida de la Sagrada Familia se centró en Jesús.

María Santísima:  en el momento de la anunciación del Arcángel San Gabriel,  responde “Fiat”  -“Hágase”-, y esa actitud de humilde, generosa, obediente, valiente apertura a la acción del Espíritu Santo la continuará viviendo Ella durante toda su vida, no sólo en la niñez de Jesús, sino siempre, sin huirle a ninguna circunstancia ni gozosa ni dolorosa de toda la vida de ellos, pasando por la Pasión y Muerte de Cruz del Señor, experimentando la recompensa de la Fe por la resurrección del Señor hasta el momento en que fue asunta a los cielos.  En todo:  “Fiat Voluntas Tua”.  Y por ello vivió siempre totalmente centrada en Jesús.

Igualmente San José, servidor radical de Jesús, obediente a las mociones del Espíritu Santo a Quien puede comprender por su profunda vida de oración, cumpliendo su responsabilidad como Padre de familia que no sólo ve por las necesidades, sino también que renuncia a la deseada estabilidad durante los primeros años con el fin de proteger su Familia de los intentos de los que intentan matar al Niño, y para terminar estableciéndose en donde se le indica de parte de Dios.  Así, nos enseña cómo quien ocupe el primer lugar en nuestras vidas debe ser siempre Jesús, por quien vale la pena perder todo lo que ofrece el mundo.

Pero también hemos de tratar de descubrir cómo fueron las relaciones personales entre la Santísima Virgen María y San José: relaciones de pureza, de comprensión, de mutua ayuda, y de una total disposición de colaborar con la sociedad de su tiempo desde y hacia el cumplimiento de la misión de Jesús.

Así, si nuestras familias de hoy vivieran en todo imitando a la Sagrada Familia, centradas en Jesús, orientadas desde y hacia Jesús, motivadas por Jesús, amando a Jesús sobre todas las personas y cosas, podrían vivir no sólo en paz, sino también progresando constantemente en la consecución de la santidad familiar hacia la cual es Voluntad de Dios que se orienten todas las familias realmente cristianas.  El esposo amando, respetando, comprendiendo a la esposa como San José a María Santísima.  La esposa imitando a la Santísima Virgen dedicada en todo al hogar en su trato a San José.  Los dos cuidando, protegiendo a Jesús, involucrándolo progresivamente en la vida del pueblo tanto en lo religioso como en lo civil.  Y según lo insinúa el mismo relato evangélico incluso educando ellos a Jesús, sin entregarlo a maestros pagados por gobiernos corruptos.

A este propósito debo recordar, en la coyuntura política que vive el País por la campaña que se vive en vistas a las próximas elecciones, que quien quiere una familia capaz de imitar como debe ser a la Sagrada Familia, no puede votar por candidatos que sutil o abiertamente se manifiesten a favor del aborto, o a favor de la fecundación in vitro, o a favor de las uniones de homosexuales que no deben darse de ninguna manera a nivel religioso, pero tampoco a nivel civil ya que eso sería una puerta peligrosa para que posteriormente se apruebe el mal llamado “matrimonio gay”, totalmente contrario a Dios y a la misma naturaleza del ser humano.  Como tampoco se puede escoger a candidatos que de una u otra forma estén en contra del derecho ciudadano y cristiano a la propiedad privada, tanto de terrenos o casas como de capitales que podrían conculcarse con ciertas medidas financieras que aumentarían la pobreza o la miseria de las familias. Votar por esos candidatos sería pecado grave contra Dios y también contra la Patria a la que tenemos que amar, promover y defender sin violencia pero con la verdad y firmeza del espíritu verdaderamente cristiano.

Si los papás y mamás de hoy, las familias de hoy vivieran así, totalmente centrados  en Jesús, incluso cuando tienen que corregir a sus hijos, no serían ni violentos ni alcahuetas, no serían ignorantes ni irresponsables.  Al momento de corregir, en lugar de regañar inútilmente, llevarían a sus hijos desde pequeñitos a fijar su atención en Jesús, modelo perfecto para todo hijo:  modelo de obediencia, modelo de amor a los padres, modelo de cómo se debe desarrollar toda persona desde la infancia hasta la edad madura.

Pero en segundo lugar hemos de hacernos una pregunta:  ¿Cómo pueden las familias llegar a imitar a la Sagrada Familia en ese centralismo radical en Jesús?  Y con toda sinceridad desde el Corazón Sacerdotal y Eucarístico de Cristo siento que la respuesta es una sola y muy clara:  desde la Liturgia.

El Bautismo: las familias han de vivir el Sacramento del Bautismo de todos y cada uno de los hijos que Dios quiere darles, no como un requisito burocrático de la Iglesia que no es, sino como el Acto de Cristo que a través del ministerio litúrgico de la Iglesia otorga a cada persona la filiación divina y la pertenencia al Cuerpo Místico de Cristo.
Participando en la catequesis en la que la Iglesia forma a todos sus miembros, niños y adultos, para una correcta vivencia de la Liturgia misma así como para la vida cristiana en su integridad, en Cristo, desde Cristo, para Cristo. 

La Confesión Sacramental, acudiendo a la cual los papás van perfeccionando su propia vida cristiana frente a sus hijos y a la sociedad en general, enseñando a los niños y adolescentes cuál es el camino del creyente que reconociéndose pecador se esfuerza por vivir cada vez con mayor fidelidad el Evangelio.

La Confirmación, recordando que todo cristiano, sea el estado de vida y situaciones en que pueda encontrarse en cada momento de la vida, necesita siempre la fortaleza del Espíritu Santo para ser Discípulo y Testigo creible de Cristo ante el mundo, incluso hasta la posibilidad del martirio.

El Matrimonio, viviéndolo también de cara a la sociedad pero especialmente en unión con los hijos, que observándoles aprenderán a vivirlo de la manera que decíamos al principio, en fidelidad radical en toda circunstancia, dando testimonio de Jesús, al mismo tiempo que se colabora en el justo progreso material y cristiano de la sociedad.
La Eucaristía, enseñando a los hijos primeramente lo que es el Lugar Sagrado, Casa de Dios, al cual no se llega ni a jugar ni a hacer vida social sino que se llega a adorar al Señor y a participar de su Santo Sacrificio, para no contentarse jamás sólo con llevar a los niños hasta el momento de la Primera Comunión, sino a una vivencia constante, diaria si fuera posible, de ese Augustísimo Sacrificio del Altar, para que no sólo cada miembro sino toda la familia lleguen a ser uno en Cristo para Gloria de Dios, santificación de la Iglesia y salvación de la humanidad.

La Unción de los Enfermos, logrando que todos los miembros de la familia tengan conciencia tanto de la debilidad como de la trascendencia de toda vida humana, y por tanto  que además de vivir personal y familiarmente la santidad, si a un miembro de la familia le llegara la prueba de la enfermedad o cuando a cada miembro le llegue la llamada del Señor para pasar a la vida eterna, no duden en acudir al auxilio de Dios mediante el precioso, sanador y fortalecedor Sacramento de la Unción de los Enfermos, que hace maravillas tanto en lo físico como en lo espiritual.

Pero no puedo terminar hoy sin referirme a otro aspecto importantísimo de la realidad de la Familia Cristiana.  ¡Qué gozo!  ¡Qué bendición!  Cuando Dios bendice a la familia escogiendo para el Sacerdocio y/o para la Vida Consagrada a uno o varios de sus miembros.  Hoy día pareciera que muchos padres de familia tienen temor de que Dios llame a alguno(s) de sus hijos.  Queridos padres de familia, ciertamente cuiden a sus hijos como María Santísima y San José cuidaron a Jesús, teniendo incluso que devolverse a Jerusalén durante tres días hasta encontrarlo en el Templo.  Y ante la respuesta de Jesús, no pusieron ninguna objeción…  Ustedes, papás y mamás, no se asusten si sus hijos les dicen que sienten el llamado del Señor.  Más bien anímenlos, orienten a sus hijos.  Me permito una rapidísima disgreción aludiendo rápidamente a mi experiencia personal:  cuando yo adolescente anuncié en mi casa que sentía el llamado de Dios, mi propio papá me orientó hacia lo que él pensaba que era lo correcto para mí, el Sacerdocio. Y cuando mi vocación sacerdotal se confirmó, fue él quien desde su lecho de enfermo me regaló el que sería mi Cáliz de Ordenación, con el cual todavía tengo hoy el gozo de poder celebrar la Santa Misa, trayendo  a  Cristo al Altar para que continúe viviendo su Santo Sacrificio de la Cruz y poder al mismo tiempo entregárselo a cada uno de ustedes.  Saquen enseñanzas.  

Pero no sólo enseñanzas para los padres de familia.  También para los hijos:  tanto las señoritas como los varones:  imiten a Jesús… si sienten el llamado del Señor imiten a Jesús que se quedó en el Templo ocupándose de las cosas del Padre Celestial.  Costa Rica necesita de muchos santos sacerdotes capaces de eso:  de separarse del mundo para vivir la Cruz de Cristo en y desde el Altar, desde el Confesionario, desde el Púlpito, desde la Catequesis de niños, jóvenes y adultos, gastándose y desgastándose por convertir verdaderamente el mundo para Cristo.  Es necesario señoritas capaces de consagrarse radicalmente, totalmente, perpetuamente al Señor, para servir a la Iglesia y a la humanidad en Cristo, desde Cristo, para Cristo dando al mismo tiempo testimonio del Reino Eterno al vivir la Pobreza, la Castidad, la Obediencia, la Victimación Vicarial, la Fidelidad.

Que sus familias sean una imitación radical, gozosa, sencilla, sincera, de la Sagrada Familia de Nazaret, para la Gloria de Dios Uno y Trino, así como para el correcto progreso de la sociedad mientras se peregrina a la Trascendencia del Reino.

 

Pbro. José Pablo de Jesús  o.c.e.