DOMINGO 4to. DESPUÉS DE PASCUA
Santiago 1: 17-21;
Juan 16: 5-14
(Forma Extraordinaria)
28 de Abril de 2013
.
Muy
queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:
El
mundo ciertamente está en pecado, es una verdad que se ve, se experimenta, se
palpa. Y tenemos que reconocer que como
parte de esa realidad son muchos católicos que hoy día, de manera indiferente
unos y otros engañados por el demonio, padre de la mentira, creen que por no
ofender más a Dios, no deben confesarse ni recibir la Sagrada Comunión, para
poder así participar de la vida superficial, egoísta, relativista del mundo
actual, viviendo por tanto en una situación permanente de peligro de
condenación eterna.
Pero
el Hijo de Dios, Cristo Nuestro Señor, no se hizo hombre sin dejar de ser Dios
para que el ser humano le correspondiera de esa manera. Por ello dice Santiago: “Toda dádiva preciosa y todo don perfecto de
arriba viene… para que seamos como las primicias de sus criaturas… Por lo cual…
recibid con docilidad la Palabra Divina… que puede salvar vuestras almas” Y esa Palabra Divina, queridos hermanos y
hermanas, es Cristo mismo, que nos da constantemente su Gracia, que culmina
siendo ÉL mismo que habita en quienes le aceptamos, como dice en San Juan: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi
Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada” (Jn. 14:23).
La Gracia, por tanto, no es un don cualquiera, es la morada de Dios Uno y Trino en la
persona que le tiene, que le conserva, que cada día se entrega más a ÉL,
especialmente al participar de su perpetuo acto, que es toda la acción litúrgica
que ÉL mismo le ha encomendado a la Iglesia y
que ésta vive de manera ininterrumpida en el tiempo y el espacio.
Y
parte de esa Liturgia, queridos hermanos
y hermanas, como medio para recuperar la Gracia perdida por esa participación y
permanencia en el pecado nos regala Jesús mismo el Sacramento de la Confesión,
también llamado con toda razón de la Reconciliación, y como medio no sólo para
mantener esa preciosa dádiva de Sí mismo, se nos da continuamente en el
Sacramento de la Eucaristía, haciéndonos partícipes de su Entrega a la Gloria
del Padre y dándosenos en alimento de Vida Eterna al recibirle en la Sagrada
Comunión con la mayor frecuencia posible, si fuera posible todos los días.
Amadísimos
hermanos y hermanas: ¿Cómo despreciar
tan sublimes dones del Señor, Confesión
y Eucaristía? ¿Será posible que un
cristiano, sabiendo esto, viva en la oscuridad y la tristeza del pecado?
¿Será
posible que a un cristiano no le importe vivir contaminando el mundo con las
consecuencias de su pecado? ¿Con las
consecuencias de su materialismo, de su relativismo, de su indiferencia, de su
egoísmo, de su cobardía ante las tentaciones, de su ignorancia religiosa, de
sus intereses temporales?
Verdad
que no podemos concebir todo esto.
Amadísimos
todos en Cristo, descubramos lo
precioso, lo sublime, lo grandioso, lo bello, lo fuerte, lo eterno, del amor a
Cristo, del amor a Dios por encima de todo lo que somos, por encima de todo lo
que tengamos, por encima de todo lo que hagamos. Descubramos lo infinitamente sublime del
vivir constantemente en Gracia, lo glorioso y gozoso de contagiar al mundo
entero de la Verdad, el Camino, la Vida, la Luz, la Santidad, que es Cristo en
persona, en y desde la Confesión, en y desde la Eucaristía.
Por
todo ello, perdonen si insisto:
“ANTES
MORIR QUE PERDER EL ESTADO DE GRACIA”,
“ANTES
MORIR QUE PERDER A JESÚS”.
¡Señor
Jesús, haz que te ame cada día más,
Que
cada día te lleve más almas que te amen de verdad
Que
cada día te sirva mejor en el Altar y el Sagrario
que
guardan lo que hay de Verdad y Amor verdaderos en el mundo
Y
que logre llevar a tu Corazón Sacerdotal y Eucarístico
La
respuesta sincera, valiente y generosa
de
jóvenes que llegando al sacerdocio
llenen
el mundo de tu Gracia
llenen
el mundo de Ti mismo,
y así construyendo en el tiempo tu Reino,
podamos
en la eternidad cantar:
“Al
que está sentado en el trono y al Cordero,
La
bendición, el honor, la gloria y el imperio
por
los siglos de los siglos…Amén” (Apoc. 5:
13 y 14)
Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
"¡Adoratus et Satisfactus
Iesus Oblatus sit!"
"¡Nunc et semper, hic et omnium
locum in aeternum!"