DOMINGO
IN ALBIS
IN ALBIS
FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
I Epístola de San Juan 5: 4-10;
Evangelio según San Juan 20: 19-31
Muy queridos hermanos
y hermanas:
Celebramos hoy la Octava de Pascua, que
coincide providencialmente con la Fiesta de la Divina Misericordia. Hermanos, ¿dónde recibimos nosotros esa
Divina Misericordia en el momento actual de la vida de la Iglesia y de la vida
de cada uno? Por supuesto que habiéndola
recibido en un primer momento en el Bautismo, sin embargo, hemos de restaurarla
y fortalecerla frecuentemente en aquel Sacramento del cual nos habla hoy el
Señor en el Evangelio: el Sacramento de
la Reconciliación, el precioso Sacramento en el cual el Señor Jesús actúa
directamente aunque a través del sacerdote, no sólo para perdonar, sino también
para transformar, iluminar, fortalecer nuestros corazones, nuestras mentes,
nuestras voluntades, y de esa manera podamos cumplir la Voluntad Santísima del
Señor, que seamos uno en ÉL como ÉL es uno en el Padre y el Espíritu Santo.
Ahora bien, el cumplimiento de
ese anhelo del Corazón Misericordioso de Nuestro Señor no llegaría a su
plenitud si realmente no nos sumergimos en Cristo, viviendo realmente todo el
Misterio de la Eucaristía, que ciertamente tiene su culmen en la celebración
del Sacrificio de la Santa Misa. Y ésta
no es un espectáculo para ver ni para sentir simples y pasajeros gustos. Es la celebración pública y orante de nuestra
Fe, que en la Liturgia Eucarística, en la Reconciliación, en el Breviario, nos
da esa Vida en Dios. Y esa es
precisamente la Intención General del Apostolado de la Oración indicada para
toda la Iglesia por Su Santidad el Papa Francisco, para este mes de Abril.
Y así estaremos viviendo de
verdad el “Año de la Eucaristía” que en este momento se vive en Costa Rica, y
que tendrá un momento culminante en el IV Congreso Eucarístico Nacional que
tendrá lugar la próxima semana en Cartago, por el cual hemos de orar, y participar
si nos es posible.
Pero también estaremos así
viviendo intensamente el Año de la Fe, que sigue realizándose a nivel de toda
la Iglesia, y que debe dar realmente un fuerte fruto de renovación de todos y
cada uno tanto en lo personal como en lo eclesial, renovación que debe
traducirse en un sincero volver a las
fuentes de nuestra Fe en el Evangelio, en el Magisterio Eclesiástico
especialmente de los Sumos Pontífices de los dos últimos siglos, así como en la
Tradición siempre viva de la Iglesia comprendida en la sana hermenéutica de la
historia de la Salvación en Cristo Nuestro Señor.
Por tanto sumergidos en el Corazón
Misericordioso de Cristo seamos santos y promotores de santidad en el
mundo. Discípulos y Testigos auténticos,
vivos, activos de Cristo, Único Salvador y Señor.
Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
“¡ADORATUS ET SATIFCTUS IESUS OBLATUS SIT!”
“¡NUNCET SEMPER, HIC ET OMNIUM LOCUM IN AETERNUM!”