IV Domingo Adviento 2011


CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO 

II Samuel 7: 1-5, 8b-12, 14a, 16;  Ps. 88: 2-3, 4-5, 27 y 29
Romanos 16: 25-27;  Lc. 1: 26-38



El Rey David ya vivía en una casa de cedro, en aquel tiempo vivir en una casa de este tipo era propio de reyes.  Y viviendo así, David quiso hacerle una casa al Señor, porque el Señor merecía una casa…  Pero,  ¿qué sucedía?   El Señor en su Providencia Divina, que siempre ha sido, es y seguirá siendo un misterio para nosotros los humanos,  sabía perfectamente de qué manera iba El a habitar entre los hombres, por eso no quería que David le construyera simplemente una casa, un templo, sino que no era David quien debía construir una casa al Señor, el Señor por su infinita sabiduría y poder era el Único capaz de construirse a Sí Mismo la Casa que El merecía, ya después le daría a su pueblo su casa, Dios quería construirse su propia casa, nadie era capaz de construirle una casa a Dios.

¿Cuál era la casa que quería construirse Dios? Su pueblo y la habitación dentro de esa gran casa que es el pueblo, la habitación para Dios, también solamente Él podía construírsela, y en un primer momento esa habitación para el Señor  iba a ser uno de los miembros de ese pueblo, un miembro privilegiado,  que fue María Santísima, Ella iba a ser la habitación de Dios, su casa, Ella es la casa que Dios mismo se estaba construyendo, esa habitación privilegiada que era María debía estar viviendo en un pueblo digno de Dios,  esto es lo que quiere decir el pasaje del libro de Samuel,  David no le va construir a Dios una casa material,  sino que Dios mismo se iría construyendo su pueblo, su casa, su habitación.

Nosotros como católicos ¿Vivimos realmente con la Santísima Virgen María? ¿Vivimos como María Santísima?  El ser humano debe eucaristizarse para poder vivir la Encarnación del Verbo en nosotros,  así como el Verbo de Dios se encarnó en María Santísima y estableció su morada en Ella, así también el Verbo de Dios hecho carne quiere encarnarse en nosotros. De aquí se desprende lo que yo he llamado la "Encarnación Eucarística", así como el Verbo de Dios se encarnó por la acción del Espíritu Santo en el Seno de María Santísima, no solo en apariencia, sino que se hace verdaderamente Carne en María Santísima, igual el Verbo quiere continuar siendo Carne en cada uno de los miembros de su Iglesia, de su pueblo.

El Verbo se hace carne en María por la acción del Espíritu Santo. En la Eucaristía, especialmente en la Plegaria Eucarística, el momento central es la Consagración, momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de Cristo sobre las especies del pan y el vino, pero inmediatamente antes y después de la Consagración el Sacerdote invoca el Poder del Espíritu Santo;  es por la acción del Espíritu Santo que el Sacerdote en el único y eterno Sacerdocio de Cristo convierte las especies del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor.  

Después de la oración del Pater Noster los fieles se acercan al Altar a comulgar, no es lógico que un cristiano viva en pecado grave, impidiéndose a sí mismo acercarse a comulgar, lo lógico es que el cristiano viva continuamente en gracia y de esa manera pueda entonces acercarse a recibir la Sagrada Comunión, es en este momento de la Sagrada Comunión cuando se realiza la "Encarnación Eucarística", Cristo nace eucarísticamente en la persona que comulga, y si esto lo hace continuamente sucede en nosotros lo mismo que sucedió en María Santísima, el Verbo se encarna eucarísticamente en nosotros, el Verbo por la acción del Espíritu Santo nos convierte a nosotros como a María en casa de Dios…

¿Cómo vivió María antes, durante y después del parto? María ciertamente vivió su virginidad antes, durante y después del parto, pero además de ser Virgen Ella fue también Santísima antes, durante y después del parto, es decir vivió en santidad desde que fue concebida en el seno materno de Ana, y toda su vida, su infancia, su adolescencia, su juventud, su edad madura, su edad adulta, su ancianidad,  Ella vivió en santidad todas las circunstancias de la vida, la paz y la ecuanimidad que tenía antes de la Anunciación, vivió en santidad aquel momento en que el Ángel le anunció la encarnación del Verbo, la visita a su prima Isabel, vivió en santidad su peregrinaje con José a Belén para el nacimiento de Jesús por el Censo que estaban realizando en el Imperio Romano, vivió en Santidad el nacimiento de Cristo, los años que vivió en Belén antes de poder regresar a Nazaret, también la huida a Egipto, su estadía allí y su regreso a Nazaret, vivió en Santidad todo ese tiempo en su casa de Nazaret hasta la muerte de José y siguió viviendo así en compañía de Jesús, hasta que Jesús tuvo que dedicarse ya al ministerio público, Ella continuó viviendo en santidad esos tres años de vida pública de Jesús, vivió en santidad el misterio de su Hijo que había comenzado a anunciar y comunicar el Reino de Dios, vivió en Santidad el silencio en el cual acompañó el peregrinaje apostólico de Cristo nuestro Señor, vivió en santidad los meses y días anteriores a la Pasión del Señor, viendo como era vilipendiado, acusado, calumniado y rechazado por los fariseos, vivió en Santidad la Pasión de Cristo, en una unión total con Cristo, unión que adquirió desde el momento en que el Verbo se encarno en Ella, desde el momento mismo en que dijo su "Fiat mihi voluntas tua" vivió en santidad la Pasión de Cristo, el camino al Calvario, la Crucifixión y la muerte de Cristo en la Cruz, ese momento crucial de la historia de la Salvación en que Jesucristo dijo "Padre en tus manos encomiendo mi espíritu", María vivió en Santidad el dolor y sufrimiento co-redentor, vivió en santidad la espera confiada de esos tres días, vivió en santidad el gozo de la Resurrección de su Hijo, vivió en santidad el resto de su vida al lado del apóstol Juan, primero en Jerusalén y luego en Éfeso, vivió en santidad hasta el momento de su Muerte, el momento de ser resucitada por el Señor y de ser llevada por El, para seguir viviendo eternamente en Santidad sumergida en la Santidad plena de Dios.

Así debemos de vivir nosotros, nadie puede decir "yo no puedo", quien diga eso está blasfemando contra el Espíritu Santo, decir no puedo ser santo es rechazar que el Espíritu Santo actúa en el Altar durante la Plegaria Eucarística, es rechazar que el Espíritu Santo puede actuar en nuestra vida como actuó en María. El que diga que no puede ser santo, nunca ha celebrado ni nunca va a celebrar una verdadera Navidad.   Por el Adviento y la Navidad estamos llamados a la Santidad, por la constante Encarnación Eucarística de Cristo en nosotros y en el seno de la Iglesia estamos llamados a la santidad, no estamos llamados a la mediocridad, a ser pecadores, estamos llamados a la santidad y si aceptamos como María ese llamado a la Santidad podremos entonces unirnos eclesialmente para vivir la santidad, para manifestar que somos templos vivos de Dios, para manifestar que somos Sagrarios vivos de Cristo.  

Entonces comprenderemos otro momento de la historia de la Salvación que está íntimamente ligado con los que se han explicado anteriormente; hemos dicho que Cristo quiere hacer de nosotros su Templo, sagrarios vivos, para que vivamos como María en Santidad.

 Pero ¿qué sucedió después de David? Después de David vino Salomón, y a Salomón el Señor lo utilizó como instrumento fiel para construirse un Templo en Jerusalén, ese Templo de Jerusalén primero y ahora el Templo Católico es el lugar donde todos los sagrarios vivos deben reunirse para darle culto a Dios, para participar de la Eucaristía, en la cual diariamente se realiza la encarnación eucarística y así podamos vivir cada día con mayor perfección el esfuerzo por llegar a ser Sagrarios Vivos del Señor.

Aún más:  por la acción del Espíritu Santo sucede también durante la Plegaria Eucarística, después de la Consagración,  que Cristo vive su Oblación  Víctimal…  Quien es sagrario vivo del Señor,  debe también vivir la Oblación Víctimal, y uno de los aspectos Importantes de la Oblación Víctimal es entregarse por completo a realizar la Gloria de Dios… 

 Cristo al vivir su Pasión, su perfecta Oblación Víctimal,  no lo hizo escondido, lo hizo en el Monte Gólgota a vista de todo el pueblo, nosotros tenemos que ser santos ante el Pueblo, no para vanagloria nuestra, porque no es por mérito nuestro, sino para dar testimonio de Cristo, de Dios.   Dios tiene que ser glorificado por la santidad de los miembros de su Pueblo…  En esto se tiene que insistir en la Iglesia, vivamos entonces sin escondernos y dejemos como María Santísima que el Espíritu Santo actué también en nosotros,   y así como el embarazo de María no se oculto sino que fue visible, que así la encarnación Eucarística de Cristo en nosotros sea visible por los frutos de santidad, para que la humanidad entera glorifique a Dios, a Cristo, para que la humanidad entera llegue a Cristo Jesús, este es el objetivo que la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo debe tener en la Navidad,  no una simple paz humana, no un simple alegrarse humana, social y familiarmente…  Si todas las personas sin distingo de edad se centran en el recibir y entregar "regalos de Navidad" o en las fiestas y bailongos se está caminando hacia el infierno.   En cambio si la Iglesia logra que todos los fieles se centren verdaderamente en Cristo, si se habla de Cristo, si se vive en Cristo con María y como María, si se da testimonio de Cristo con María y como María entonces si estaremos preparando lo que el Señor le predijo al Rey David, el Reino de Dios que debe perdurar más allá del tiempo, el Reino de Dios que es gloria, plenitud, santidad trascendentes.

Que esta semana sea el tiempo en el cual  el  Señor nos permite seguir preparándonos para crecer  en santidad y que la Eucaristía del 24 de diciembre sea vivida tan profundamente que realmente sintamos que el Verbo de Dios se encarna en nosotros como en María y como María dé en nosotros frutos de santidad y así podamos decir no sólo “feliz navidad”, sino más bien "Santa Navidad"  a  todos los que  nos rodean así como a aquellos con quienes nos encontramos.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

“¡Ego Adoro Te et Satisfactio Te,
Iesus Oblatio!”
“¡Nunc et Semper, hic et ómnium locum
in aeternum!”