CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
II Samuel 7: 1-5, 8b-12, 14a, 16; Ps. 88: 2-3, 4-5, 27 y 29
Romanos 16: 25-27; Lc. 1: 26-38
El
Rey David ya vivía en una casa de cedro, en aquel tiempo vivir en una casa de este
tipo era propio de reyes. Y viviendo
así, David quiso hacerle una casa al Señor, porque el Señor merecía una casa… Pero, ¿qué
sucedía? El Señor en su Providencia
Divina, que siempre ha sido, es y seguirá siendo un misterio para nosotros los
humanos, sabía perfectamente de qué
manera iba El a habitar entre los hombres, por eso no quería que David le
construyera simplemente una casa, un templo, sino que no era David quien debía
construir una casa al Señor, el Señor por su infinita sabiduría y poder era el
Único capaz de construirse a Sí Mismo la Casa que El merecía, ya después le
daría a su pueblo su casa, Dios quería construirse su propia casa, nadie era
capaz de construirle una casa a Dios.
¿Cuál
era la casa que quería construirse Dios? Su pueblo y la habitación dentro de
esa gran casa que es el pueblo, la habitación para Dios, también solamente Él
podía construírsela, y en un primer momento esa habitación para el Señor iba a ser uno de los miembros de ese pueblo, un
miembro privilegiado, que fue María
Santísima, Ella iba a ser la habitación de Dios, su casa, Ella es la casa que
Dios mismo se estaba construyendo, esa habitación privilegiada que era María
debía estar viviendo en un pueblo digno de Dios, esto es lo que quiere decir el pasaje del
libro de Samuel, David no le va
construir a Dios una casa material, sino
que Dios mismo se iría construyendo su pueblo, su casa, su habitación.
Nosotros
como católicos ¿Vivimos realmente con la Santísima Virgen María? ¿Vivimos como
María Santísima? El ser humano debe
eucaristizarse para poder vivir la Encarnación del Verbo en nosotros, así como el Verbo de Dios se encarnó en María
Santísima y estableció su morada en Ella, así también el Verbo de Dios hecho
carne quiere encarnarse en nosotros. De aquí se desprende lo que yo he llamado
la "Encarnación Eucarística", así como el Verbo de Dios se encarnó
por la acción del Espíritu Santo en el Seno de María Santísima, no solo en
apariencia, sino que se hace verdaderamente Carne en María Santísima, igual el
Verbo quiere continuar siendo Carne en cada uno de los miembros de su Iglesia,
de su pueblo.
El
Verbo se hace carne en María por la acción del Espíritu Santo. En la
Eucaristía, especialmente en la Plegaria Eucarística, el momento central es la
Consagración, momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de Cristo
sobre las especies del pan y el vino, pero inmediatamente antes y después de la
Consagración el Sacerdote invoca el Poder del Espíritu Santo; es por la acción del Espíritu Santo que el
Sacerdote en el único y eterno Sacerdocio de Cristo convierte las especies del
pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor.
Después
de la oración del Pater Noster los fieles se acercan al Altar a comulgar, no es
lógico que un cristiano viva en pecado grave, impidiéndose a sí mismo acercarse
a comulgar, lo lógico es que el cristiano viva continuamente en gracia y de esa
manera pueda entonces acercarse a recibir la Sagrada Comunión, es en este
momento de la Sagrada Comunión cuando se realiza la "Encarnación
Eucarística", Cristo nace eucarísticamente en la persona que comulga, y si
esto lo hace continuamente sucede en nosotros lo mismo que sucedió en María
Santísima, el Verbo se encarna eucarísticamente en nosotros, el Verbo por la
acción del Espíritu Santo nos convierte a nosotros como a María en casa de Dios…
¿Cómo
vivió María antes, durante y después del parto? María ciertamente vivió su
virginidad antes, durante y después del parto, pero además de ser Virgen Ella
fue también Santísima antes, durante y después del parto, es decir vivió en
santidad desde que fue concebida en el seno materno de Ana, y toda su vida, su
infancia, su adolescencia, su juventud, su edad madura, su edad adulta, su
ancianidad, Ella vivió en santidad todas
las circunstancias de la vida, la paz y la ecuanimidad que tenía antes de la
Anunciación, vivió en santidad aquel momento en que el Ángel le anunció la
encarnación del Verbo, la visita a su prima Isabel, vivió en santidad su
peregrinaje con José a Belén para el nacimiento de Jesús por el Censo que
estaban realizando en el Imperio Romano, vivió en Santidad el nacimiento de
Cristo, los años que vivió en Belén antes de poder regresar a Nazaret, también
la huida a Egipto, su estadía allí y su regreso a Nazaret, vivió en Santidad
todo ese tiempo en su casa de Nazaret hasta la muerte de José y siguió viviendo
así en compañía de Jesús, hasta que Jesús tuvo que dedicarse ya al ministerio
público, Ella continuó viviendo en santidad esos tres años de vida pública de
Jesús, vivió en santidad el misterio de su Hijo que había comenzado a anunciar
y comunicar el Reino de Dios, vivió en Santidad el silencio en el cual acompañó
el peregrinaje apostólico de Cristo nuestro Señor, vivió en santidad los meses
y días anteriores a la Pasión del Señor, viendo como era vilipendiado, acusado,
calumniado y rechazado por los fariseos, vivió en Santidad la Pasión de Cristo,
en una unión total con Cristo, unión que adquirió desde el momento en que el
Verbo se encarno en Ella, desde el momento mismo en que dijo su "Fiat mihi
voluntas tua" vivió en santidad la Pasión de Cristo, el camino al
Calvario, la Crucifixión y la muerte de Cristo en la Cruz, ese momento crucial
de la historia de la Salvación en que Jesucristo dijo "Padre en tus manos
encomiendo mi espíritu", María vivió en Santidad el dolor y sufrimiento
co-redentor, vivió en santidad la espera confiada de esos tres días, vivió en
santidad el gozo de la Resurrección de su Hijo, vivió en santidad el resto de
su vida al lado del apóstol Juan, primero en Jerusalén y luego en Éfeso, vivió
en santidad hasta el momento de su Muerte, el momento de ser resucitada por el
Señor y de ser llevada por El, para seguir viviendo eternamente en Santidad
sumergida en la Santidad plena de Dios.
Así
debemos de vivir nosotros, nadie puede decir "yo no puedo", quien
diga eso está blasfemando contra el Espíritu Santo, decir no puedo ser santo es
rechazar que el Espíritu Santo actúa en el Altar durante la Plegaria
Eucarística, es rechazar que el Espíritu Santo puede actuar en nuestra vida
como actuó en María. El que diga que no puede ser santo, nunca ha celebrado ni
nunca va a celebrar una verdadera Navidad.
Por el Adviento y la Navidad
estamos llamados a la Santidad, por la constante Encarnación Eucarística de
Cristo en nosotros y en el seno de la Iglesia estamos llamados a la santidad,
no estamos llamados a la mediocridad, a ser pecadores, estamos llamados a la
santidad y si aceptamos como María ese llamado a la Santidad podremos entonces
unirnos eclesialmente para vivir la santidad, para manifestar que somos templos
vivos de Dios, para manifestar que somos Sagrarios vivos de Cristo.
Entonces
comprenderemos otro momento de la historia de la Salvación que está íntimamente
ligado con los que se han explicado anteriormente; hemos dicho que Cristo
quiere hacer de nosotros su Templo, sagrarios vivos, para que vivamos como
María en Santidad.
Pero ¿qué sucedió después de David? Después de
David vino Salomón, y a Salomón el Señor lo utilizó como instrumento fiel para
construirse un Templo en Jerusalén, ese Templo de Jerusalén primero y ahora el
Templo Católico es el lugar donde todos los sagrarios vivos deben reunirse para
darle culto a Dios, para participar de la Eucaristía, en la cual diariamente se
realiza la encarnación eucarística y así podamos vivir cada día con mayor
perfección el esfuerzo por llegar a ser Sagrarios Vivos del Señor.
Aún
más: por la acción del Espíritu Santo
sucede también durante la Plegaria Eucarística, después de la Consagración, que Cristo vive su Oblación Víctimal… Quien es sagrario vivo del Señor, debe también vivir la Oblación Víctimal, y uno
de los aspectos Importantes de la Oblación Víctimal es entregarse por completo
a realizar la Gloria de Dios…
Cristo al vivir su Pasión, su perfecta
Oblación Víctimal, no lo hizo escondido,
lo hizo en el Monte Gólgota a vista de todo el pueblo, nosotros tenemos que ser
santos ante el Pueblo, no para vanagloria nuestra, porque no es por mérito
nuestro, sino para dar testimonio de Cristo, de Dios. Dios
tiene que ser glorificado por la santidad de los miembros de su Pueblo… En esto se tiene que insistir en la Iglesia,
vivamos entonces sin escondernos y dejemos como María Santísima que el Espíritu
Santo actué también en nosotros, y así como el embarazo de María no se oculto
sino que fue visible, que así la encarnación Eucarística de Cristo en nosotros
sea visible por los frutos de santidad, para que la humanidad entera glorifique
a Dios, a Cristo, para que la humanidad entera llegue a Cristo Jesús, este es
el objetivo que la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo debe tener en la
Navidad, no una simple paz humana, no un
simple alegrarse humana, social y familiarmente… Si todas las personas sin distingo de edad se
centran en el recibir y entregar "regalos de Navidad" o en las
fiestas y bailongos se está caminando hacia el infierno. En cambio si la Iglesia logra que todos los
fieles se centren verdaderamente en Cristo, si se habla de Cristo, si se vive
en Cristo con María y como María, si se da testimonio de Cristo con María y
como María entonces si estaremos preparando lo que el Señor le predijo al Rey
David, el Reino de Dios que debe perdurar más allá del tiempo, el Reino de Dios
que es gloria, plenitud, santidad trascendentes.
Que esta semana sea el tiempo en el cual el
Señor nos permite seguir preparándonos para crecer en santidad y que la Eucaristía del 24 de
diciembre sea vivida tan profundamente que realmente sintamos que el Verbo de
Dios se encarna en nosotros como en María y como María dé en nosotros frutos de
santidad y así podamos decir no sólo “feliz navidad”, sino más bien "Santa
Navidad" a todos los que nos rodean así como a aquellos con quienes nos
encontramos.
Pbro.
José Pablo de Jesús, o.c.e.
“¡Ego Adoro Te
et Satisfactio Te,
Iesus Oblatio!”
“¡Nunc et Semper, hic et ómnium locum
in aeternum!”