DOMINGO XXV DEL
TIEMPO ORDINARIO
Ez.
33:7-9; Ps. 144: 2-3, 8-9, 17-18;
Fil. 1: 20c-24,
27a; Mt. 20: 1-16
Muy queridos hermanos en Cristo Nuestro
Señor:
Celebrando esta Liturgia, no frente a
los seres humanos ni frente a la naturaleza, ni siquiera frente al Sacerdote
sino con él, frente a Dios Uno y Trino, y fundamentados en la Palabra de Dios
que acabamos de escuchar, hagámonos algunas preguntas muy sinceras:
¿Por
qué venimos a la Santa Misa? ¿Por
cumplir un precepto? ¿O bien por cumplir
con un compromiso social?
¿Para qué buscamos al Señor? ¿Para pedirle lo que necesitamos en esta
vida, tanto a nivel personal, como a nivel familiar y social? ¿cuál es nuestra relación con Dios? ¿Es ÉL nuestro servidor que sólo tiene que
estar atento a lo que le pedimos?
Sin descuidar la responsabilidad por
esta vida presente: ¿cuál es la
orientación de nuestras vidas? ¿Sólo el
bienestar presente y futuro en esta vida?
¿Se termina todo con la muerte?...
Ello comprobaría que nos hemos dejado
esclavizar por la sociedad materialista, relativista, puramente imanente,
temporalista, y no hemos aceptado en nuestra vida lo que nos dice el
Señor: “Como el cielo es más alto que la
tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros
planes.”
En otras palabras, el Señor nos está
diciendo que no hemos conocido realmente ni aceptado en nuestras vidas su
Santísima Voluntad.
Y ¿cuál es su Santísima Voluntad para
con todos y cada uno? ¿Qué trabajemos
bastante? ¿Qué hagamos muchas “buenas
obras”?...
Muy queridos hermanos y hermanas, de
acuerdo con la Revelación Divina que culmina en Cristo Nuestro Señor, y de lo
cual es fiel depositaria y administradora la Iglesia con Su Santidad Benedicto
XVI a la cabeza, puedo darles la respuesta a todas esas preguntas e
inquietudes:
La Santísima Voluntad de Dios no es que
hagamos mucho, sino que siendo desde ahora sus hijos en Cristo Nuestro Señor, y
participando del trabajo en su viña, que principal y especialmente aunque no
únicamente, es la Liturgia Eucarística, logremos ser en el tiempo la Iglesia
que desde el Sagrario y el Altar vive el amor en la verdad para proyectarse a
toda la realidad de la familia y la sociedad, y lograr impregnarlas del
espíritu cristiano, único capaz de transformar a los individuos en personas, a
las familias en cenáculos del amor en la verdad, a los profesionales y obreros
en constructores solidarios de una sociedad capaz de vivir con progreso justo y
digno, los estados y gobiernos que de ser promotores de esclavitudes de toda
índole y de situaciones de corrupción, pasarán a ser servidores de las naciones
que hermanándose entre sí, formarán la verdadera humanidad en y desde Cristo.
Y todo esto porque los planes de Dios no
son en el tiempo para la temporalidad, sino en el tiempo para la trascendencia.
Así, viviendo como los verdaderos
adoradores en espíritu y verdad, con verdadera responsabilidad cristiana, lograremos
que la sociedad entera y a todo nivel, viviendo con dignidad, no se encierre
equivocada y egoístamente en sí misma, sino que sea capaz de trascender hacia
Dios, y podamos algún día llegar a ser los miembros de la Iglesia que en la
eternidad será la Gran Liturga, sumergida en la Gloria de Dios Uno y
Trino.
“¡Hijos de Dios en Cristo Jesús, Liturgos
en el tiempo para la eternidad!”. Amén.
Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
"¡EGO ADORO TE ET SATISFACTIO TE, IESUS OBLATIO!"
"¡NUNC ET SEMPER, HIC ET OMNIUM LOCUM IN AETERNUM!"