Dom. XIV T.O Vida en Cristo


DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO

3 de Julio 2011
Lecturas:    Zac. 9:9-10,  Ps. 144,   
Rom. 8:9,11-3,   Mt. 11:25-30

Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros.  Y luego el Apóstol, vuelve a insistir en esta misma realidad, refiriéndola incluso, a nuestros cuerpos mortales, Cristo vivifica nuestros cuerpos mortales. 

Con todo lo que hemos venido viviendo en el Señor, podemos llegar a experimentar cómo verdaderamente el Espíritu de Cristo habita en nosotros, y aunque en ciertos momentos se experimenta que la carne quiere revelarse contra el Espíritu, sin embargo somos conscientes de eso y sabemos que, esa rebelión puede darse cuando ya estamos viviendo  ese proceso de perfección en una auténtica vida cristiana, porque al fin y al cabo la carne está herida por el pecado, herida que  no se sana de la noche a la mañana, esa herida del pecado se va sanando progresivamente y en esa progresiva sanación se experimenta con cierta frecuencia la lucha entre la carne y el Espíritu.  Pero si realmente hemos comenzado a amar a Cristo no nos angustiamos por esa lucha entre la carne y el espíritu, sino que por el Poder de Cristo que habita en nosotros superamos las tendencias de la carne; y es ahí cuando comprendemos esta otra afirmación con la que Cristo termina el Evangelio de hoy:  "Yo os aliviaré, cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso". 

En la mayoría del pueblo se manipula la Persona de Cristo nuestro Señor, como si fuera el sirviente de la humanidad que sólo le dice:  Te pido, te pido y te pido.  No hay una actitud consciente de lo que es el ser humano ante Dios, una conciencia viva de lo que es el ser humano redimido en Cristo, quien no ha experimentado el ser redimido en Cristo vivirá una fe raquítica, la fe del pedigüeño; que Cristo retratará en otra parte del Evangelio cuando dice:  Pedís y pedís, pero no recibís porque no sabéis pedir”. 

En cambio quien ha experimentado la redención en Cristo nuestro Señor es consciente de que ya no vive esclavo de la pasiones y equivale a decir que ha sometido la carne por el espíritu de Cristo que habita en él, y además de que somete las pasiones ha comenzado a vivir una auténtica vida cristiana, que es la de aquel que comienza a experimentar el poder de la santidad del Dios Uno y Trino, es aquel a quien el Hijo le ha revelado el Padre y entonces llega a conocer al Padre , y llega a conocer al Hijo experimentando el Poder del Espíritu Santo:  "Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo, más que el Padre, y nadie conoce al  Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar”.  

Esta es la vida cristiana, llegar a tener ese conocimiento de la santidad del Dios Uno y Trino, y recordemos lo que significa conocer bíblica y teológica mente, tener relación íntima, vivir verdaderamente en el Espíritu del Señor.  Y es ahí donde olvidándonos de nosotros mismos cumplimos lo que desde el Antiguo Testamento se nos venía anunciando y que nos lo recuerda hoy el profeta Zacarías, esa actitud continúa de adoración, el verdadero cristiano que vive la experiencia del Dios Uno y Trino adora.  Aquí podríamos decir que se establece como un círculo precioso, el que habiendo superado las pasiones, vive en el poder del Espíritu, y llega a experimentar la Gloria del Dios Uno y Trino…: lo adora.  Y aquí viene lo glorioso, el que adora tiene el poder de estar por encima de su limitación humana, el que adora está por encima de  las dificultades de la vida temporal, el que adora está por encima de los problemas de lo temporal, el que adora está por encima de las enfermedades, el que adora está por encima de las enfermedades, el que adora está por encima de las enfermedades, - a propósito lo he repetido tres veces, y está repetición se comprenderá si se vive en el Espíritu -, el que adora está por encima de las calumnias, de los chismes, de la persecución,  está por encima de todo, el que adora alcanza la plenitud de la madurez humana y llega a ser verdaderamente cristiano.

Pero recordemos que la adoración no puede ser sólo íntima en el corazón porque no somos ángeles, somos humanos dotados no sólo de espíritu sino también de materia, de carne, la carne misma cuando es superada por el poder del espíritu, el cuerpo humano cuando es superado por el espíritu se une al espíritu para adorar también y entonces el ser humano en su integridad,  espíritu y materia, adora.  Y cuando el ser humano en su integridad adora, ahí es cuando puede  verdaderamente experimentar en plenitud aún en medio de las limitaciones la Gloria del Dios Uno y Trino, y es ahí cuando ya no sólo a nivel privado, sino que también a nivel público el ser humano tiene derecho no solo en lo personal, sino que en lo familiar y en lo comunitario y en lo eclesial ,de adorar a Dios y ese derecho nadie se lo puede quitar, nadie en la tierra nos puede quitar el derecho  de adorar públicamente al Dios Uno y Trino. 

Esto nos lleva a algo profundo y precioso, no vamos a adorar sólo en la casa, o sólo en la calle,  pero sí vamos a adorar por nuestras actitudes, nuestros gestos, por nuestro lenguaje, por nuestra manera de vestir, en todo lugar y circunstancia adoramos al Señor;  y es cuando nos vamos a convertir en testigos del Dios Único y Verdadero en Cristo Jesús. 

No sólo vamos a adorar en el colegio, en la oficina, en los medios culturales, en los medios profesionales, en los medios políticos, - la Ley de Dios está por encima de la política y la política tiene que someterse a la Ley de Dios aunque no lo quieran los gobernantes -.  Hay que adorar en la política, hay que adorar en la educación, y nadie lo puede impedir; hay que adorar en la agricultura, en el comercio, en el descanso, en la diversión sana. 

Para llegar a la madurez humana y cristiana es indispensable la adoración en el Culto Litúrgico que es el punto culminante en el cual Dios Uno y Trino actúa en medio de la humanidad, en medio de la Iglesia  para llevarnos a su Plenitud, aquella Plenitud que no se contenta con ser una plenitud temporal, sino que es la Plenitud que trasciende el tiempo para llevarnos algún día al Reino Eterno del Dios Único y Verdadero en el cual precisamente nuestra única actividad será gozar en la Glorificación del Dios Único, del Dios que es la Verdad, del Dios que es el Amor, del Dios que nos da el ser eternos en Cristo Jesús.  Hermanos lancémonos de lleno al esfuerzo por ser los verdaderos adoradores, viviendo en el Espíritu  y adorando logremos que toda la humanidad participe ya desde el tiempo en la Gloria que será Eterna para aquellos que hayan adorado en espíritu y en verdad.      
vvqc


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

"¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESÚS HOSTIA!"
"¡AHORA Y SIEMPRE, AQUÍ Y EN TODO LUGAR!"