SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Lecturas: Ex 34, 4b-6. 8-9. Dn 3, 52. 53, 54. 55. 56.
II Co 13, 11-13. Jn 3, 16- 18.
Domingo 19 de Junio 2011
El Espíritu Santo a través de la primera lectura del libro
del Éxodo nos motiva a imitar a Moisés, que al experimentar la presencia de Dios,
en un primer momento en la zarza ardiente donde Dios le indicó que se quitara
las sandalias de sus pies, él lo hizo y se postro en tierra. Ahora el Señor se
le vuelve a manifestar en el monte y Moisés se inclina y se echa por tierra, en
otras palabras adora a Dios en todo su misterio: Dios compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Olvidémonos de
las concepciones mundanas, que son alcahuetería y tolerancia inútil, y
profundicemos en el concepto bíblico y teológico de todo lo que comporta esta
realidad de Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia
y lealtad, Dios se está manifestando como un Dios en tres personas, porque esas
cualidades expresan toda la esencia de Dios que ciertamente se puede sintetizar
en dos palabras importantísimas a las cuales Su Santidad el Papa Benedicto XVI
les ha dado gran valor antes y durante su pontificado: “Dios es Verdad, Dios es
Amor”. Es de esta manera cómo podemos nosotros experimentar al Dios Uno y
Trino, al experimentarlo de esta forma tenemos que sentir el mismo impulso que
sintió Moisés, el impulso de postrarnos en profunda actitud de adoración al
Dios Uno y Trino.
Es necesario recuperar la adoración al Dios Uno y Trino, es
necesario recuperar la adoración al Padre, al Hijo que se hace hombre,
Jesucristo y al Espíritu Santo, hay que adorarle en espíritu y en verdad, como
dijo Jesús en el Evangelio. Hay que adorarle en espíritu y en el cuerpo,
nuestro cuerpo tiene que tener una actitud de adoración continua ante Dios, en
cualquier parte o circunstancia que nos encontremos, la expresión y postura de
nuestro cuerpo tiene que decir “Adoro a Dios”, sobre todo cuando llegamos a la
presencia física, real de nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,
nuestro cuerpo tiene que caer de rodillas delante del Señor. Cuando nos
disponemos a orar de la única manera que verdaderamente se puede hacer, es
decir, impulsados por el Espíritu Santo, cuando hagamos nuestra oración lo mas
lógico es hacerla de rodillas, para que en esa actitud de adoración al Espíritu
Santo nuestra oración sea eficaz.
Muchas personas preguntan si pueden orar acostadas, sin
embargo ¿Qué fue lo que hizo Jesucristo? Agobiado y agotado en el Huerto de los
Olivos no se acostó, se postró de
rodillas, una oración de adoración en el dolor de su agonía de rodillas frente
al Padre. La postura más lógica para la oración es de adoración, no es postura
de comodidad, de relajo o de descanso, es en la adoración donde la persona va a
poder tener esa íntima relación con el Dios Uno y Trino. Es esa postura de
adoración física y espiritual, porque de nada valdría si nuestro espíritu está
divagando como loco y menos en presencia de Dios, la oración debe ser tan íntima
y profunda que lleve a nuestro cuerpo a postrarse de rodillas, en ciertos
momentos de intimidad puede llegar a hacerse postrados totalmente en tierra en
perfecta adoración; para los sacerdotes la oración de total postración en
tierra esta indicada en ciertos momentos de la liturgia, porque la liturgia es
la oración de adoración por excelencia. La Iglesia adora perfectamente cuando
todos sus miembros, obispos, sacerdotes, consagrados y fieles en general adoran
durante la liturgia. Es en la oración de adoración de postración donde la
persona podrá experimentar la presencia de Dios, la verdadera alegría
cristiana, es en esa actitud de adoración donde la persona experimenta la
fuerza para enmendar su conducta. El que es mal hablado, lo continuará siendo
durante toda su vida si no adora al Señor, el que es sucio y desordenado
igualmente, el que fracasa en su trabajo y estudio seguirá así mientras no
adore al Señor, el que es cobarde para enfrentar la realidad de la vida lo
seguirá siendo si no adora a Dios en cuerpo y Espíritu, el que es egoísta,
soberbio, el que tiene angustia, preocupaciones continuará experimentándose así
mientras no adore al Señor, por eso el Apóstol San Pablo nos dice: “Alegraos,
enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y
la paz estará con vosotros”. Hay que adorar.
Los primeros cristianos antes de proceder al ritual
eucarístico se daban la paz ritualmente, se daban el beso ritual, después con
el paso del tiempo algunas cosas se fueron quitando de la liturgia, entonces en
la forma antigua no se conocía el saludo de la paz, en una correcta renovación
de la liturgia se volvió a introducir el rito de la paz, pero Su Santidad el
Papa ha descubierto que no está en el mejor momento litúrgico por ello están
estudiando pasarlo a otro lugar, pero el hecho de pasarlo no significa que se
va a socializar ese momento, es el beso ritual, es la paz ritual que significa
la paz de Dios, esa paz que solamente se experimenta cuando se adora, por tanto
el saludo social durante la Misa no debe ser, Dios no da su paz a quien no le
adora, porque El y sólo El es el Creador, el Salvador, sólo El es quien
santifica. Por eso tenemos que renovar nuestra fe, no una fe teórica de decir
sí creo en Dios pero no se le adora, no se le respeta, no se cumple sus
mandamientos, no se cumplen los anhelos y los deseos del Dios que es Verdad y
Amor, cuando se cumplan esto anhelos y deseos de Dios viviremos la verdadera
fe, aquella que es vivencial y a la cual se refiere el Señor en el Evangelio de
hoy cuando dice que el que crea en El no será juzgado.
En este día de la Santísima Trinidad en lugar de darle paso
a las costumbres de un mundo pagano y puramente comercial por ejemplo con lo
del “día del padre” démosle importancia a renovarnos y fortalecernos en el
espíritu de adoración, cuando nos renovemos verdaderamente en ese espíritu de
adoración comprenderemos lo que es la verdadera paternidad, la verdadera
Paternidad solamente la vive Dios, en la tierra quienes más participan de la
paternidad de Dios somos los sacerdotes, por eso se nos llama “Padre”, por el
Sacerdocio de Cristo los sacerdotes participamos de la paternidad de Dios sobre
la humanidad. Luego, físicamente hablando, aquellos que por realizar la
santidad del Sacramento del Matrimonio participan de la paternidad de Dios, no
en la porquería del mundo que promueve el pecado del concubinato, del adulterio
y de la fornicación, sino en la santidad del Matrimonio
Aprendamos a vivir realmente en espíritu de adoración al
Señor, y así nos veremos día tras día renovados en nuestra vida cristiana.
Recordemos las palabras de San Agustín que citaba Su Santidad el Papa referidas
a la Eucaristía “Quien recibe la sagrada comunión sin adorar peca”, quien se
acerca a Dios sin adorarlo peca, quien pretende tomar a Dios como un Padre
alcahueta peca, quien pretende tomar a Jesucristo como un hermanito que
alcahuetea y perdona a todo el mundo peca, quien toma al Espíritu Santo como el
dador de los dones para favorecer el egoísmo de cada quien que solamente busca
su tranquilidad y comodidad peca, al Padre hay que adorarle como Dios, al Hijo
hay que adorarle como Dios, al Espíritu Santo hay que adorarle como Dios, al Dios
Uno y Trino hay que adorarle como Creador, Salvador y Santificador, entonces el
mundo cambiará. Vivamos el verdadero Espíritu de adoración, pero no a
escondidas cobardemente, seamos adoradores privada y públicamente, con nuestra
actitud y vida, en cada circunstancia y momento adoremos al Señor Uno y Trino,
postrándonos en tierra cuando entramos a la presencia sacramental de Cristo,
cuando oramos hagámoslo de rodillas para darle al Señor la adoración que El
merece, adoremos al Señor eclesialmente sin miedo y vergüenza, y si alguien
trata de impedírnoslo recordémosle que no tiene derecho. Adoremos al Señor de
palabra y de obra en todos los campos de la vida cotidiana, hagamos que Dios sea
respetado, porque El junto con la adoración también merece respeto. Si estamos
en un lugar público y están realizando actos inmorales y tenemos influencia
hagamos que cambien y si no se puede nos retiramos del lugar. Hagamos que
nuestra sociedad vuelva a ser creyente, una sociedad creyente adora, y la
adoración tiene frutos de santidad y de salvación; la no adoración tiene frutos
de pecado y de condenación. Que la Trinidad Santísima sea adorada, amada,
respetada y servida, de esa manera la Iglesia cumplirá la misión que Dios le ha
encomendado en Cristo Jesús por el poder del Espíritu Santo.
Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
"¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESÚS HOSTIA!"
"¡AHORA Y SIEMPRE, AQUÍ Y EN TODO LUGAR!"