SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
Lecturas: Hch 2, 1-11.,
Sal 103.,
1Co 12, 3b- 7. 12-13., Jn 20, 19-23
Adoración al Espíritu Santo como Dios que nos ama infinitamente
1Co 12, 3b- 7. 12-13., Jn 20, 19-23
Adoración al Espíritu Santo como Dios que nos ama infinitamente
El Apóstol San Pablo nos dice: “Nadie puede decir “Jesús es
Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. Promovamos en nosotros
mismos la actitud importantísima de la adoración al Dios Uno y Trino, debemos
adorar al Padre, debemos adorar al Hijo, que siendo coeterno con el Padre y el Espíritu
Santo se hace hombre, e igualmente debemos adorar al Espíritu Santo, esto es lo
primero que todo ser humano que realmente cree en Dios debe hacer.
Debemos aprender a adorar verdaderamente al Espíritu Santo,
en muchos grupos de la Iglesia tristemente se instrumentaliza al Espíritu Santo
acudiendo a El solamente como el dador de los dones divinos, muchos se centran
sólo en los dones de Dios y se olvidan que el Espíritu Santo no es un simple
empleado que tiene que estar dando y dando cosas, es Dios y hay que adorarle,
pues siendo Dios igual que el Padre y el Hijo es Verdad y Amor. Por ello muchas
veces se insiste en que no tenemos que buscar los dones del Señor, sino al
Señor de los dones.
San Agustín dijo al referirse a la recepción del Señor en
la Sagrada Comunión que “quien recibe al Señor sin adorar peca”, no debemos
adorar solamente a Jesús en el momento en el que lo vamos a recibir en la
Eucaristía, sino hay que adorar al Señor Uno y Trino durante toda la vida, pero
especialmente durante toda la celebración litúrgica, que no se puede dividir en
partes, porque toda la acción litúrgica es un solo acto de Dios, por ello no
podemos decir que vamos a adorar al Señor solo en el momento de la Comunión.
Esto no lo entienden quienes no viven bajo el impulso y la acción del Espíritu
Santo, al contrario quieren convertir la vida de la Iglesia en una simple
vivencia social y humana, y eso no llena a nadie. Pero quien vive bajo el poder
del Espíritu Santo está lleno de Dios.
El Señor durante todo este tiempo de Pascua, nos ha venido
insistiendo a través de su Palabra a “Vivir en El”, a esto es lo que se refiere
al Apóstol Pablo cuando dice “Nadie puede Decir “Jesús es Señor”, si no es bajo
la acción del Espíritu Santo”. Teológica y bíblicamente esta frase se puede
entender en que nadie puede vivir en Jesús, ser cristiano, discípulo de Cristo
si no vive bajo el poder del Espíritu Santo. El inicio de ese crecer en el
Espíritu de Cristo es vivir en gracia, permitiendo que el mismo Espíritu Santo
actúe por la Iglesia para perdonarnos los pecados, por eso en el Evangelio de
hoy termina el Señor refiriéndose al Sacramento de la Reconciliación. Debemos
ser lo suficientemente humildes para que Dios nos perdone nuestro pecados a
través del ministerio Sacerdotal de la Iglesia, porque el Señor vino a algo
mucho más grandioso que el solo hecho de liberarnos del pecado, el Señor vino a
dársenos y sumergirnos en su vida en plenitud, eso es vivir en el poder del
Espíritu Santo, por eso no debemos centrarnos en los dones, sino en el Señor.
Hay muchos que se centran sólo en un don, el don de
lenguas, porque creen que está mencionado en el relato de Pentecostés,
ciertamente el don de lenguas es un don del Señor para orar en el Espíritu, no
es inventar ruidos raros, es orar en Cristo bajo el poder del Espíritu Santo
para adorar y servir al Señor, pero este don no es el más importante, más
importante que éste es el don de Profecía, y la principal profecía es vivir en
Cristo para anunciar a Cristo, por ello en el tiempo actual en que vivimos no
hay duda de que el principal profeta que hay es su Santidad el Papa Benedicto
XVI, como hace unos años lo fue el Beato Juan Pablo II, quien no respete y ame
a Su Santidad el Papa, esta rechazando al Espíritu Santo sea quien sea.
Entonces, ¿A que se refiere el relato de Pentecostés cuando
dice que los apóstoles hablaban en muchas lenguas y cada quien le entendía en
su propia lengua? El día de Pentecostés el Espíritu Santo le permitió a los
apóstoles hablar en lenguas conocidas por otras gentes pero no por ellos para
renovar la unidad del Pueblo de Dios que se había roto por la soberbia del ser
humano que creía y cree que puede más que Dios o que no lo necesita, ésta fue
la enseñanza del relato de la Torre de Babel, el ser humano creyó que podía más
que Dios y que podía llegar al Cielo sin necesidad de Dios, por eso Dios tuvo
que confundirles las lenguas. En Pentecostés se forma un coro que une todas las
voces en la comprensión de un solo misterio: el Misterio de Dios que se revela
y se comunica al hombre en Cristo Jesús por el poder del Espíritu Santo. En
este día el Espíritu Santo reunifica al Pueblo de Dios para decirle y enseñarle
que en un solo sentimiento no de entendimiento humano, sino de adoración del
misterio el ser humano puede sumergirse en Dios, vivir en Dios y ser Apóstol
kerygmático del Señor.
Esto debe tener dos frutos importantes, el primero: debemos
vivir bajo el Poder del Espíritu Santo en Cristo Jesús para la Gloria de Dios
Padre, porque esta es la vida de la Iglesia que se actualiza en la Liturgia en
todas sus formas: Liturgia de las horas y Sacramentos. La vida de la Iglesia no es alcahuetear, al
contrario es rechazar el espíritu de mundo. El segundo fruto es que quienes
viven así deben ser capaces de realizar el Kérygma de Cristo, ese primer
anuncio que no es un anuncio intelectual, es el anuncio vivencial de Cristo,
como lo hicieron todos los Apóstoles y tantos Santos en la historia de la
Iglesia, que vive y seguirá viviendo bajo la acción del Espíritu Santo para la
Gloria de Dios. Quien vive esta experiencia y no se convierte en un
kerigmatizador pierde todo lo que Dios le ha dado, porque esta vivencia de
Iglesia no es para egoístas, cobardes, no es para gente tranquila, ni dormida,
ni perezosa, ni comodones; es para gente valiente, que se olvida de sí misma y
se gasta y se desgasta por el Reino de Cristo, por eso el Señor le dijo a los
Apóstoles: “la paz sea con vosotros, Yo os envío como el Padre me envío”. Así
pierdan la honra del mundo que no vale para nada, la estima de quienes los
rodean, aunque el mundo los persiga y tengan que vivir en el poder del Espíritu
la experiencia fuerte del martirio.
Dejémonos llenar por el poder del Espíritu Santo, seamos
verdaderos cristianos, discípulos de Cristo, que viviendo en ÉL para la Gloria
del Padre, somos sus testigos, kerygmatizadores del mundo entero. Si realmente
vivimos en Cristo glorifiquemos al Padre, adoremos al Dios Uno y Trino y seamos
sus instrumentos fieles como lo fue San Pablo, San Pedro, San Juan y otros
muchos Santos que podríamos mencionar, llenemos el mundo de Cristo en la
realidad del momento presente, no con técnicas sociológicas o psicológicas,
sino con el poder del Espíritu Santo implantemos el Reino de Cristo en el
mundo, lo demás vendrá por añadidura.
Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
“¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESÚS HOSTIA!”
“¡AHORA Y SIEMPRE, AQUÍ Y EN TODO LUGAR!”