Vivamos la Verdad con la Armadura de Dios

DOMINGO 21° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
                           
                             Domingo 18 de Octubre 2015 
Efesios 6:10-17;  Salmo 89:1-2;
Salmo 113:1;  San Mateo 18:23-35

 
¡Quién como Dios!
¡Quién como Jesús Hostia!

Muy queridos hermanos en el Señor Jesús:

No podemos ser indiferentes a la vida de la Iglesia y tenemos que ser conscientes de que ya se acerca el inicio del Año de la Misericordia, proclamado por Su Santidad el Papa Francisco, año que tendrá su inicio el próximo 8 de Diciembre en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

Y muchos han aprovechado esto para mal interpretar esta oportunidad de gracia que nos ofrece el Señor a través de Su Santidad el Papa, lo han tomado como si fuera un año en el cual hay que comportarse con tolerancia puramente humana, por no llamarla de otra manera, y el Papa no está llamando a la tolerancia, el Papa está llamando a la Misericordia.

Pero veamos lo que nos indica el Señor con esta parábola de ese siervo malvado; su señor le había perdonado una gran deuda, 10.000 talentos, y este que había sido perdonado de una gran deuda, no quiso perdonar a su consiervo de una pequeña deuda, no fue justo, entonces qué hizo el señor de estos  dos siervos, no le aplicó la misericordia sino que le aplicó justicia a este siervo malo. 

Dios es Misericordioso pero también  es Justo; y esto es un principio básico para poder prepararnos y luego vivir todo ese Año de la Misericordia en la Verdad. Debemos tener en cuenta que todo lo que la Iglesia vive debe vivirlo en la Verdad de Dios y si la Iglesia es Ministro de Misericordia, la Iglesia también debe ser Ministro de Justicia.  Por eso cuando el Señor nos dio a los Sacerdotes el poder sacerdotal para perdonar los pecados, no nos dijo solamente “a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados”, sino que  también dijo “a quienes retengáis los pecados les quedan retenidos”.  Esta es una verdadera visión de lo que es la misericordia unida totalmente a la justicia, quien pretenda ver sólo justicia está equivocado, quien pretenda ver sólo misericordia está equivocado, pero quien viva sujetándose  a la Justicia y a la Misericordia de Dios al mismo tiempo, y luego esa misma Justicia y Misericordia la aplique también en su relación con el prójimo, ese está en el camino de la Verdad.

La Iglesia no puede aplicar sólo Misericordia o sólo Justicia, la Iglesia tiene que aplicar la Verdad de Dios que es Justo y Misericordioso al mismo tiempo, Dios que castiga a quien no se arrepiente, Dios que castiga a  quien pretende burlarse de Dios, Dios que es misericordioso con quien se arrepiente de verdad.   Vivir en la Verdad de Dios, Verdad que además de ser Belleza, además de ser Sabiduría, Prudencia, además de ser otros Infinitos Atributos de Dios, es también Justicia y Misericordia al mismo tiempo.   Acerquémonos a la Justicia y a la Misericordia de Dios, no solo en el Año de la Misericordia, sino durante toda nuestra vida debemos estar acercándonos a la Justicia y a la Misericordia de Dios.

San Pablo nos trae otra enseñanza en la carta a los Efesios.  El domingo anterior San Pablo en la misma  carta  nos decía algo que es muy cierto y que se está cumpliendo en nuestros día, decía:  “Estamos viviendo días muy malos”, y eso es muy cierto en este momento histórico no sólo a nivel social, a nivel económico , a nivel político, a nivel de salud, no solo a nivel de familia, sino también a nivel de Iglesia, se están viviendo momentos sumamente difíciles, y entonces hoy el apóstol en la misma carta a los Efesios no da la respuesta  a eso: “revistámonos de la armadura de Dios”, (Efesios 6:11), y San Pablo pasa inmediatamente a decirnos cuál es esa armadura de Dios, cual es esa armadura de la cual hemos de revestirnos, pero antes de decir cuál es esa armadura, san Pablo reafirma por qué estamos viviendo tiempos malos, difíciles, nos dice Pablo que nuestra lucha no es contra los poderes de este mundo, nuestra lucha no es contra los gobernantes de este mundo, nuestra lucha es contra las potestades de los aires, contra los principados de los aires, los gobernadores de las tinieblas del mundo, y ¿quiénes son esos gobernadores de las tinieblas del mundo?  El Demonio, el Diablo, y hoy día en un mundo materialista, pagano, se niega la existencia del Demonio y el Demonio existe de verdad, el Demonio no es Dios, es un Ángel que había sido creado por Dios, Ángel bueno, bello,  Ángel de Luz, pero que se reveló contra Dios, y por tanto Dios tuvo que castigarlo dejándolo que se convirtiera en Demonio, y el Demonio envidioso  de nosotros los hombres, trata de hacernos caer en lo mismo: el castigo del infierno, y para eso trata de hacernos vivir en pecado, nos pone la tentación.
  
Además de que nos pone la tentación puede dañarnos de otras maneras, y esto no lo podemos negar, esto existe, el Demonio tiene muchas formas de dañar al ser humano, por eso tenemos que revestirnos de la armadura de Dios.

Y el Apóstol nos dice cuál es esa armadura:  “La coraza de la justicia”, ponernos en la Justicia de Dios y por otro lado dejar que Dios nos aplique a nosotros mismos su Justicia, porque la Justicia de Dios no es castigo, es corrección, la justicia de Dios es luz, para que sepamos discernir lo bueno de lo malo, lo santo de lo pecaminoso, tenemos que revestirnos de la Justicia de Dios  y tenemos que revestirnos de esa Justicia en la relación con el prójimo.  No podemos tratar al prójimo con justicia puramente humana, tenemos que tratar de relacionarnos con el prójimo con Justicia Cristiana, con Justicia Divina, y tratar de vivir  con paz, pero no esa paz mundana, no esa paz que es pasividad, no esa paz que es irresponsabilidad, no esa paz que es vagabundería, eso es pecado de pereza; tenemos que llenarnos de la Paz de Dios,  y la Paz del Señor sólo la tiene el que vive la Gracia Santificante, la Gracia Actual, quien está abierto a vivir siempre en Gracia Santificante y quien está abierto a recibir continuamente las Gracias Actuales, esa persona tiene paz interior, aunque en algunos momentos tiene que actuar con fuerza no pierde esa paz interior.  

Y, continúa el Apóstol, “embrazando el escudo de la fe” y ¿cuál es ese escudo de la fe?, el escudo de la fe se tiene cuando se vive continuamente unido a Cristo, pobrecitos los que no viven unidos a Cristo y se llaman católicos…  Descansar en Cristo cuando hay que descansar, alimentarse por respetar el propio cuerpo que le pertenece a Cristo, si vivimos en santidad, en gracia nuestros cuerpos le pertenecen a Cristo, porque Cristo nos ha comprado a precio de Sangre.   Queridos hermanos, tenemos que embrazar ese escudo de la fe que es esa relación continúa con Cristo, cuando trabajamos, cuando vamos por la calle,  conscientes de vivir en Cristo, viviendo todo por Cristo, por amor a Cristo, y cuando nos relacionemos con el prójimo cercano, el familiar,  o el prójimo lejano, aquel que nos encontramos en la calle, que sea siempre en una relación con Cristo.  En estos días una persona me habló con chistes tontos, le respondí  de tal manera que tenga la oportunidad de acercarse a Cristo.  Hay que actuar siempre en la Justicia de Dios, hay que actuar siempre en una relación íntima con Cristo, que Cristo tenga el primer lugar siempre en todo, incluso en la relación con el prójimo. 

Así podremos apagar los dardos encendidos del Diablo, “revistiéndonos el casco de la salvación”, el casco de la salvación es el espíritu de oración…  ¡Cuántas veces se les pregunta  a los católicos, ¿hace usted oración?  Y son pocos los que le dedican mínimo 15 minutos de oración, por la madrugada, antes de las cinco de la mañana.  Después de esa hora es pecado de la pereza y las sábanas se le convierten en llamas del infierno…

Tenemos que tomar la actitud, firme, valiente, gozosa, de ser capaces de levantarnos temprano para la oración, ese es el “casco de salvación” que va a convertir todo el día en tiempo de oración… que no me vengan a decir: ¡yo hago oración en medio del trabajo!, cuando estás en el trabajo es imposible que estés en oración profunda , puedes estar en espíritu de unión con el Señor, pero no en oración profunda; para estar en oración profunda hay que estar en soledad con el Señor, no hay que tenerle miedo a la soledad con Cristo, ese es el “casco de salvación”. 

Y “la Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios”, hay que conocer la Palabra de Dios, y hay que acudir a la Iglesia, acudir a los cursos que los sacerdotes dan para entender la Palabra de Dios y entendiéndola aplicarla correctamente, y no caer en el error de los protestantes que caen en la libre interpretación de la Palabra de Dios, lo cual es un error actual.  Interpretando la Palabra de Dios con el Magisterio Eterno, con el Magisterio de siempre de la Iglesia iremos por buen camino y podremos responder a todas las situaciones que se nos presenten.

Vivamos estas enseñanzas que nos da el Señor para que seamos capaces de hacerle frente  a la realidad de este mundo que está siendo en este momento dominado por el Demonio, cuando en realidad debiera ser el Reino de Cristo.  

Pongamos en práctica estas enseñanzas durante esta semana para prepararnos al próximo domingo que es una solemnidad grandiosa e importantísima: la Solemnidad de Jesucristo Rey Universal. ¡Que realmente  reine!  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.