SER CRISTIANO

DOMINGO 9° DESPUÉS DE PENTECOSTES

10 de Agosto de 2014
I Corintios 10: 6-13;  Salmo 8: 2;
Salmo 58: 2; San Lucas 19: 41-47

Muy queridos hermanos en Cristo:

Hagámonos en este momento una triple pregunta:  ¿por qué somos católicos?  ¿Por qué nos declaramos cristianos?  ¿Por qué nos identificamos ante el mundo, en privado y en público, con la Cruz?  Ciertamente podemos encontrar muchas respuestas a ello, pero hay una, que posiblemente sea la más acertada y oportuna:  Somos católicos, nos declaramos cristianos, con gozo llevamos sobre nosotros públicamente la Santa Cruz, porque amándonos Dios, nos ha salvado en Jesús Víctima Perfecta, quien por la Iglesia Católica misma, a través del Sacramento del Bautismo nos ha aplicado los méritos de su Cruz Salvadora, haciéndonos así partícipes de su vida y miembros de la misma y única Iglesia verdadera.

Pero también debemos recordar y reconocer que debilitados por el pecado original estamos constantemente rodeados por las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne.  En esto últimos siglos se nos ha enseñado y comunicado la religión verdadera, pero mezclada con el materialismo, el relativismo, así como con el sincretismo ideológico, y además la mala interpretación de la justicia y la misericordia que el Señor nos enseña.  Muy fácilmente la justicia se confunde con la soberbia de quienes desde el poder pretenden tener la verdad y la misericordia con la simple tolerancia que lleva a mezclar la santidad con el pecado, la verdad con la falsedad, la moral con la inmoralidad, el Templo con un salón cualquiera, la Liturgia Sagrada con simples acciones humanas, culturales, sociales, políticas, el ser humano redimido por Cristo con un simple obrero, esclavo de gobiernos materialistas, sustituyendo la preciosa virtud de la pureza por la sucia lujuria, la verdadera caridad por la filantropía, el espíritu de servicio cristiano por el oscuro interés de fama, comodidad y poder, la necesaria virtud de la diligencia por la cobardía y la pereza, el espíritu de oración por la superficialidad.  Con todo ese panorama “claro-oscuro” tenemos la posibilidad de continuar en nosotros la acción bautismal del Señor con la acción iluminadora y fortaleciente de su Santo Espíritu en la Confirmación, y así mismo la posibilidad de sanar nuestras heridas morales y espirituales por la verdadera Justicia y Misericordia Divinas en la Confesión, para culminar plenificando nuestra inserción en ÉL al realizar la total comunión e identificación comiendo su carne y bebiendo su sangre:  la Sagrada Eucaristía.  

Muy queridos hermanos, ciertamente estamos viviendo un tiempo sumamente complejo, sumamente violento y egoísta, centrado en lo que termina, en lo que pasa, pero al mismo tiempo un tiempo de gran esperanza si se vive lo que el Señor anhela darnos:  su Reino en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras sociedades.  Y ese reino sólo lo lograremos viviendo la sagrada sacramentalidad en un renovado espíritu de adoración que el Señor mismo le ha dado a su Iglesia.  En ella nos otorgará la fuerza que está por encima de todas las tentaciones. 

Y así lograremos comprender y vivir lo que se debe considerar como el culmen de la verdadera vida cristiana: la oblación vicarial del cristiano en la Oblación Sustitutiva de Nuestro Señor, para la Gloria de Dios Uno y Trino en la santificación de la Iglesia por la vivencia de la Verdad y la Caridad, así como en la conversión y salvación de la humanidad, no estando satisfechos en una aparente y pasajera paz de los pueblos, sino aspirando y esforzándonos por lograr el Reino de Cristo en el corazón de nuestra amada Iglesia Católica y de la sociedad en general.  Amén.



Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo R., o.c.e.