III Dom. de Adviento 2013


Filipenses 4: 4-7;  Ps. 79: 2, 3 y 2;
San Juan 1: 19-28


15 de Diciembre de 2013

Muy queridos hermanos en Cristo:

Quien vive realmente en Cristo, se reconoce a sí mismo como absoluta y constantemente necesitado de Cristo, pero al mismo tiempo es apóstol, testigo auténtico de Cristo ante el mundo que le rodea y el mundo en el que vive.    Dicho de otra manera, sin buscarse a sí mismo, ni buscar su descanso, su seguridad, su tranquilidad, se esfuerza  por continuar su progresiva transformación, su vivencia en Cristo, siguiendo y sobrepasando el ejemplo de San Juan el Precursor.

Y precisamente esa vivencia es la que debemos mejorar profundamente todos y cada uno de nosotros, tanto a nivel personal como a nivel familiar, pero también a nivel de la Obra Opus Cordis Eucharistici, y por supuesto que también a nivel de Iglesia,  debemos ser “precursores” de Jesús en la Costa Rica de hoy y del futuro, en el mundo de hoy y del futuro.

De eso se trata el Adviento que estamos viviendo, que por lo contrario de lo que vive el mundo materialista y relativista de pecado, debe ser un tiempo de total apertura a la llegada, la venida, la implantación de la vida en Cristo en nuestra mente, en nuestros sentimientos, en nuestros deseos, en nuestro hablar, en nuestro silencio, en nuestros movimientos, en nuestro descanso, en nuestro estudio, en nuestro trabajo, en nuestras familias, en nuestras relaciones sociales, en nuestra vida eclesial, en nuestra participación en la política del momento hacia el futuro.

Pero, ¿cómo lograremos ese “vivir en Cristo” durante este Adviento, durante la Navidad que se aproxima?  ¿Y cómo lograremos proyectarla a la realidad del año que se avecina?

Sólo hay una manera:  imitando a San Juan Bautista el precursor, imitando a Nuestra Señora del Fiat en su total disponibilidad a la acción de Dios en Ella, imitando a San José en su constante respuesta amorosa y responsable a las mociones del Espíritu del Señor que actuaba en y a través de él, imitando a San Pablo Apóstol, quien sobrepasando a San Juan Bautista, no sólo se dejo transformar sino que muriendo a sí mismo dejó a Cristo vivir en él incluso hasta crucificarse con Cristo.

Y que esa imitación gozosa y esperanzadora se convierta en realidad viviendo durante lo que falta de Adviento, pero con el compromiso de proyectarlo a todo el próximo año, de la forma querida por Nuestro Señor, la Sagrada Liturgia, única “Fuente y Cumbre” de nuestra vida y misión cristiana.  Porque sólo en la Liturgia, especialísimamente la eucarística, podremos imitar a San Juan, a María Santísima, a San José, a San Pablo Apóstol, viviendo a contracorriente, sin temor a las consecuencias de un auténtico vivir cristiano en el mundo, no como personas aisladas, sino en una verdadera comunión en Cristo, capaz de transformar el mundo creado.

¿Y qué puede ser consecuencia de ese auténtico vivir cristiano en el mundo?  Es no vivir según la corriente aparentemente litúrgica que nos engaña diciendo que es obligatorio celebrar la Santa Misa en la forma ordinaria, como asamblea festiva que no compromete a nada porque Cristo ya murió por todos y no es necesaria ninguna conversión.  Es vivir la contracorriente, tan motivada por el próximo “San Juan Pablo II”, por el Papa emérito Benedicto XVI y por S.S. Francisco, la contracorriente verdaderamente litúrgica de la celebración de la Santa Misa en la forma extraordinaria, la tridentina, como perpetuidad del Sacrificio de Cristo Nuestro Señor, en profundo espíritu de adoración, de propiciación, de entrega victimal en Cristo mismo para la Gloria de Dios y conversión y salvación de la Iglesia y la humanidad.

Al momento de vivir durante esta Misa la consagración de las sagradas especies del pan y el vino, contemplemos a Jesús que haciéndose presente es Víctima Sustitutiva “por muchos” y escuchemos la pregunta que posiblemente nos hará a cada uno:  ¿Cómo quieres vivir:  de acuerdo con la corriente o en contracorriente?, y preparemos nuestra respuesta personal, corporativa, eclesial, que podremos darle al momento de recibirle en la Sagrada Comunión. 

Si le respondemos por respeto humano que de acuerdo con la corriente, ÉL podría respondernos como un día le respondió a San Pedro:  “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” (Mateo 16: 23)
En cambio, si le respondemos que “en contracorriente”, ÉL podrá respondernos:  “En el mundo tendréis tribulación.  Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.”  (Juan 16: 33)  Y Cristo continúa venciendo al mundo, cada vez que es levantado en alto, en la más perfecta Victimación de su Perpetuo Sacrificio Redentor, en el que nosotros nos hacernos “víctimas vicariales” en ÉL al recibirle en la Sagrada Comunión, hoy como también en la Navidad de adoración y de propiciación en la que entonces podremos exclamar con los Ángeles, con Nuestra Señora del Fiat, con San José, con San Juan Bautista, con San Pablo Apóstol:



“Gloria in excelsis Deo, 
et in terra pax hominibus bonae voluntatis”    (Lucas 2: 14)

“Cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,  
por quien el mundo está crucificado para mí   
y yo para el mundo”  (Gálatas 6: 14)



Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, oce