Dom. II de Adviento 2011A Cristo consolador le encontramos en la Reconciliación


DOMINGO  II  DE  ADVIENTO

Isaías 40: 1-5, 9-11; Ps. 84: 9ab-10, 11-12, 13-14;
II Ped. 3: 8-14;  Mc. 1: 1-8


Muy queridos hermanos, cuando se habla  entre los seres humanos de consolar, en qué pensamos?  Pensamos en una persona que posiblemente está pasando por algún problema, por una dificultad, porque está triste por alguna situación, y entonces ese consuelo que damos  es simplemente un consuelo de palabra, afectivo, pero ese consuelo humano… ¿ ayuda efectivamente a la persona a salir de la dificultad, de la tristeza?,  muy difícil, en todo caso anima un poquito pero nada más.

En la Sagrada Escritura Isaías nos habla de consolar, pero no es un hombre cualquiera el que habla, es el profeta de Dios y dice:  “consolad, consolad a mi pueblo, hablad al corazón de Jerusalén”,  ya no es un consuelo dirigido a una persona, sino que es el consuelo de parte de Dios a todo un pueblo; y podríamos comparar el consuelo que Dios concede al consuelo puramente humano, ciertamente que no, el consuelo humano ante el consuelo de Dios: Dios consuela porque perdona, y cuando Dios perdona, Dios recrea a aquel a quien perdona, dice:  "Gritadle que se ha cumplido  su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados", por eso en el Salmo responsorial, le decíamos al Señor ten misericordia de nosotros y dadnos tu salvación, y  sabemos que la salvación en Cristo es plenitud de vida y por tanto es resurrección, es recreación, Dios recrea aquello que El mismo había creado.

Dios en Cristo Jesús, quiere recrear a su Iglesia, y eso es lo que la Iglesia debe proclamar hoy día en el mundo, una recreación en Cristo,  a eso viene el Hijo de Dios, para eso el Hijo de Dios, coeterno con el Padre y el Espíritu Santo,  en el tiempo prefijado, se hace hombre y nace de María Santísima, pero, esa recreación, ese nacimiento del Hijo de Dios hecho Hombre, en medio de su pueblo, en medio de la Iglesia, necesita algo, que alguien prepare su camino, su venida, su llegada, así como cuando viene un gran personaje a nuestra casa, a nuestra ciudad, a la nación, la casa, el pueblo, el País se limpia, se adorna, se prepara la llegada del Señor.   Adviento es esa espera, y es una espera en oblación victimal. 

Hermanos, este adviento que estamos viviendo tiene que ser especial, esperar en oblación victimal, pero esa oblación victimal implica todo un proceso, el proceso que la Iglesia debe ofrecerle a todos sus miembros, para proyectarse afuera, no podemos pensar que otros sean santos si nosotros no somos santos, no podemos pensar que otros vivan en santidad la liturgia, vivan en santidad la Eucaristía, si primero nosotros no la vivimos en santidad;  no podemos pensar que haya justicia, equidad en la sociedad, si primero en nosotros mismos no hay paz, la justicia de Cristo; si primero nosotros no experimentamos la misericordia de Dios para con nosotros, nosotros mismos no podemos ser misericordiosos para con el prójimo, es muy fácil practicar filantropía que es buena  pero es simplemente horizontal,  se necesita vivir en santidad. Y ello para poder experimentar la misericordia de Dios con uno mismo, y así experimentar esa misericordia de Dios para con el prójimo, entonces quiere decir que la Iglesia es la continuidad de la misión de Juan el Bautista como precursor de la venida del Señor, esta es la misión de la Iglesia, y cuando decimos Iglesia somos nosotros, Su Santidad, cada Obispo,  cada  Sacerdote, cada fiel, cada uno de nosotros, y la Iglesia debe estar continuamente abierta como Juan el Bautista a la misericordia de Dios y tiene que ser capaz de anunciar, proclamar y realizar como sacramento de salvación la misericordia de Dios para con todos los fieles y luego con toda la humanidad.  Hermanos,  ¿a qué nos lleva esto?, si realmente vivimos la espera como oblación victimal, conscientes de que oblación significa ofrenda, entrega, un acto oblativo, es un acto de entrega, y a Dios nuestro Señor  no se le entrega sino lo perfecto.

Otra realidad importante, ¿cuándo será el momento de entregarle al Señor nuestra propia vida en perfección, cuándo?  No sabemos.  Litúrgicamente está cerca, tres semanas  para el 25 de Diciembre; y en este día el Señor viene hacia  nosotros para que nosotros vayamos hacia El, ciertamente el Señor viene a la Iglesia, en los dos sentidos de la Iglesia:  En el sentido del templo físico y en el sentido del Cuerpo Místico.  El Señor en el templo o sea en la Liturgia,  quiere ser encontrado por cada miembro de la Iglesia.  Ahora bien, hermanos, tengamos en cuenta que ese encuentro con Cristo nos tiene que encontrar en santidad, en perfección, viviendo el proceso de conversión, viviendo no sólo ese proceso de arrepentimiento sino de conversión y de transformación, de santificación, tiene que encontrarnos así, en esa venida del Señor, y ¿de qué manera nos vamos a encontrar con el Señor en la Liturgia?... Pero el Señor es tan providentemente prodigioso que en la Liturgia, y sólo en la Liturgia nos da la posibilidad de recibir en nosotros el efecto maravilloso, el efecto salvífico de su misericordia, el efecto maravilloso de su consuelo que es Vida, es Plenitud, es Alegría, es Santidad, es Gloria, es Amor que se recibe, y amor que se entrega.

El que recibe el Amor de Dios recibe la fortaleza del Espíritu para entregar amor, amor en la Verdad, el Amor de Dios a Dios mismo y al prójimo.  Por eso es necesario que aprendamos a vivir así, ese encuentro litúrgico con el Señor que solamente por la Liturgia permite vivir ese encuentro, solamente por la Liturgia  nos permite llegar a El, pero muchos dirán es que yo no puedo llegar a Cristo por la Liturgia Eucarística, porque todavía me encuentro en pecado, me encuentro indigno… Queridos hermanos, ahí está la providencia misericordiosísima, sabia, ingeniosa del Señor, en la misma liturgia nos ofrece el medio para borrar nuestros pecados, para recibir el consuelo de Dios, para recibir la medicina de Dios, el perdón de Dios, pues  ya ha pagado por nuestros pecados en la Cruz, habiéndose hecho Hombre llegó hasta la Cruz, para pagar por nuestros pecados, y ese perdón el Señor nos lo aplica en otro de los actos litúrgicos importantísimo de la vida de la Iglesia, el Sacramento de la Reconciliación. 

Hermanos no nos alejemos de la Reconciliación.  Hay que reconocer que la reconciliación  tiene dos aspectos importantes,  son inclusivos el uno con el otro. El primer aspecto es que la Confesión es un juicio, uno se presenta ante el Ministro de Dios que de parte de Dios es Juez, y con toda sinceridad uno tiene que reconocer de viva voz sus pecados ante el juez de Dios que es el Sacerdote,  eso es difícil, hay que reconocerlo, como efecto de la soberbia humana, pero contra soberbia, humildad,  y el Señor da la fuerza de la humildad, el que solamente se deja llevar por la soberbia es cobarde, pero el que reconociendo su soberbia actúa con la humildad que Dios le da, con la humildad supera la soberbia, y el que es humilde es valiente; entonces tenemos que reconocer nuestros pecados ante el Sacerdote, o sea ante Cristo, ante Dios, y Cristo a través del Sacerdote ha pagado y nos aplica ese pago que es su perdón.   Y  el otro aspecto importante de la Confesión, además de ser un juicio, es medicina, el Sacerdote aplica la medicina, y una parte importante de esa medicina, es la penitencia precisamente para curar.  Si un médico le dice a un paciente yo te voy a operar de ese cáncer, aplica el bisturí, extrae el tumor, le cose y sin medicamentos lo manda a la casa, el enfermo no se va a curar completamente, necesita tratamiento para fortalecerse; el Sacerdote en la Confesión nos trata como médico divino, nos saca nuestro mal, y luego nos aplica la penitencia, para que no quedemos débiles, la penitencia es medicina. 

Hermanos, muchísimos son los fieles que al terminar su confesión, me han dicho:  “Padre, me siento gozoso, alegre, restaurado, como nuevo, lleno de la Gracia preciosa”.  Hermanos animémonos,  vivamos esta espera oblativo -  victimal  en un verdadero proceso de conversión y si necesitamos la confesión, con la humildad superemos la soberbia y acerquémonos al Sacerdote para confesarnos con confianza, humildad, valentía, y recibamos al Señor en la Eucaristía durante el Adviento de tal manera que el 25 de Diciembre podamos recibir al Señor  en la Sagrada Comunión, y sea  algo exuberante en gracia, exuberante en santidad, exuberante en  Gozo del Señor que nace eucarísticamente, como un día nació de la Santísima Virgen María.  Vivamos la Liturgia de la Reconciliación en esta semana, para que vivamos  la Liturgia Eucarística como auténticos cristianos en oblación victimal que  en Cristo le damos Gloria a Dios con toda nuestra vida,  y damos Gloria  a Cristo en este mundo que necesita la Luz Plena de Cristo que viene en Navidad.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

"¡Ego Adoro Te et Satisfactio Te, Iesus Oblatio!"
"¡Nunc et semper, hic et omnium locum in aeternum!"