D0MINGO
XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
Eclo.
27: 33 – 28: 9; Ps. 102: 1-4, 9-12;
Rom.
14: 7-9; Mt. 18: 21-35
11
de Septiembre de 2011
Queridos hermanos: uniéndonos a Su Santidad el Papa Benedicto
XVI, no podemos dejar de orar por las víctimas del 11 de Septiembre del 2001,
también por todos los familiares que perdieron a sus seres queridos en este
atroz ataque terrorista, como también debemos orar por los atacantes, tanto por
los que murieron como por los que aún están vivos, para que también ellos se
conviertan y experimenten el perdón del Dios único y verdadero y de esa manera
se pueda establecer verdaderamente la paz en el mundo entero.
¿Qué nos quiere
comunicar hoy el Señor? Quiere
enseñarnos a ser como El, quiere enseñarnos a perdonar como El perdona, hoy no
se trata de un simple perdón humano, no se trata de aquel perdón del que hablan
muchos seres humanos: perdono pero no olvido y cuando se encuentran
con la persona a la que dicen haber
perdonado, le hacen mala cara, o se apartan de el, ese es el perdonar sin
olvidar.
Cómo aprenderá el ser
humano el verdadero perdón, cómo aprenderá a perdonar al mismo tiempo que a ser perdonado. Sólo hay una manera: contemplando a Dios y no solamente
contemplando a Dios, sino contemplándolo en una verdadera actitud de
reconocimiento de quién es Dios, no en la actitud de la persona que dice creer
en Dios pero que vive lejos de Dios, sino la actitud de quien acercándose a
Dios lo adora, lo contempla, y permite que Dios actúe en él, esa es la persona
que aprende a perdonar y a ser perdonado.
Por eso continuamos insistiendo en la absoluta
y urgente necesidad de la adoración, la adoración como la definía S.S.
Benedicto XVI, aquella adoración que
consiste en someterse a Dios y en llegar a conocerlo de la única forma que Dios
se ha revelado y se ha dado a conocer por el ser humano…
…¿Cómo?: en
Cristo Jesús, Dios se revela en Cristo, Dios se comunica en Cristo Jesús, y entonces cuando la persona humana
adora a ese enviado de Dios que es Dios y Hombre al mismo tiempo, Jesucristo, entonces es cuando el ser humano
adorando a Cristo, llega a conocer a Dios, llega a conocer de verdad a Dios, no
en teoría, no filosóficamente, sino en una auténtica experiencia de dejarse
penetrar por el hecho salvífico de Jesucristo, es entonces cuando el ser humano
aprende primero a ser perdonado, y luego a perdonar, el que no experimenta el
ser perdonado en Dios por Jesucristo, nunca podrá llegar a perdonar al prójimo,
, en cambio quien se deja tocar, inundar, envolver por el hecho salvífico de
Jesucristo, quien se deja tocar, quien se deja envolver por la persona, no solo
por el acto salvífico, sino por la persona misma de Jesucristo, ese experimenta
el ser perdonado y aprende a perdonar, quien no tenga la experiencia de
Jesucristo nunca aprenderá a perdonar porque nunca podrá experimentar en sí
mismo el haber sido perdonado por Dios.
Por eso me permito insistir en la necesidad urgente de adorar a
Jesucristo y adorándole contemplarle, y
adorándole y contemplándole permitirle que penetre en todo nuestro ser,
permitirle que nos envuelva por completo, ahí verdaderamente
vamos a experimentar que Dios nos ha perdonado y que Dios ya no nos ve como el
ser pecador, sino que nos ve en Jesucristo, y entonces nos hace experimentar
que ÉL nos ha perdonado, y entonces nos
impulsa a perdonar a los que están a nuestro alrededor y a toda la humanidad. Ésta
es la experiencia que debe tener todo humano, siempre y cuando tenga la
humildad y la sinceridad de adorar a Jesucristo, pero de adorarle en su
integridad humana y cristiana, o sea, adorarle en espíritu y verdad, adorarle de lo profundo del
corazón, con toda su mente, con todo su corazón, con toda su voluntad, con su
cuerpo, el cristiano que no dobla rodillas ante Jesús Sacramentado, mentira que
lo adora de corazón, y el cristiano que doblando rodillas ante el Señor, pero
no manifiesta el perdón hacia el prójimo, mentira que lo ha adorado de corazón,
en cambio el cristiano que adora integralmente, espíritu y cuerpo a Jesucristo,
se siente perdonado y perdona.
Hermanos, adoremos a Jesucristo con todo nuestro ser, pero promovamos que el prójimo también tenga
la posibilidad de la experiencia preciosa, gozosa de adorar con todo su ser a
Jesucristo para que experimenten que también ellos son perdonados por Dios y
que también son capaces de perdonar de verdad a los demás.
Así, el día que toda la Iglesia vuelva a
adorar a Jesucristo, con el espíritu y con el cuerpo, privada y públicamente,
doblando rodillas, postrada, sometiendo el corazón, sometiendo la voluntad y la
mente al Señor y doblando rodillas ante El, y recibiendo la Comunión de rodillas y en la
boca, ese día el mundo cambia, deja de ser un mundo violento, deja de ser un
mundo resentido, deja de ser un mundo corrupto, deja de ser un mundo egoísta
para convertirse en el mundo ideado desde toda eternidad por Dios Padre en
Jesucristo por el Poder del Espíritu, el mundo que por toda la eternidad vivirá
la Perfecta Liturgia.
V+
Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
"¡EGO ADORO TE ET SATISFACTIO TE, IESUS OBLATIO!"
"¡NUNC ET SEMPER, HIC ET OMNIUM LOCUM IN AETERNUM!"