Jesucristo Rey Universal

DOMINGO  22º  DESPUÉS  DE  PENTECOSTÉS
SOLEMNIDAD  DE  JESUCRISTO  REY  UNIVERSAL


25 de Octubre de 2015
Colosenses 1:12-20;  Salmo 71:8,11
Daniel 7:14;  San Juan 18:33-37



Muy queridos Hermanos en Cristo Jesús:

Ciertamente, celebramos hoy la Solemnidad de Jesucristo Rey Universal.  Puede ser que muchos se pregunten: 
                                     ¿Por qué esta Solemnidad?  ¿Por qué llamar a Jesucristo “Rey”?

Una respuesta inmediata:  Porque ÉL, sin dejar de ser Hijo de Dios, se hizo Hijo del Hombre, y siendo Dios – Hombre realizó una revolución para merecer ser proclamado Rey no sólo de Israel sino del Universo entero.  Pero esa revolución ¿contra quién la realizó?  ¿Contra nosotros con armas destructivas para dominarnos, como lo haría cualquier ser humano deseoso de poder?  Por supuesto que no:  realizó esa revolución contra nuestro enemigo único y común: el demonio y el pecado, y con un arma más que liberadora, constructiva:  su Fidelidad Amorosa al Padre que desea envolvernos en su Amor Infinito y sumergirnos en su propia Vida Divina…  Fidelidad por la cual Jesucristo utilizó, entregó directamente su propia sangre para comprar no sólo nuestra libertad, sino para comprar y darnos la participación en ese Don del Padre, su propia Vida Divina.

Ahora bien, tengamos en cuenta que el participar de la Vida de Dios es participar en algún grado de su Verdad Infinita.  Por eso Jesús le dijo a  Pilatos:   “Yo soy Rey.  Yo para esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad: todo aquel que pertenece a la verdad escucha mi voz.”  (Juan 18:37)

Pero ¿en qué circunstancias le dice eso Jesús a Pilatos?  Veamos tres momentos de todo el proceso de su Pasión.  El primer momento se da  al comienzo de su Pasión ha instituido el sacramento de la Eucaristía y le ha dado a la Iglesia en la persona de los Apóstoles –consecuentemente de todos los Sacerdotes que les sucederíamos- la siguiente “expresión-acto divino” que prolongará todo ese hecho salvífico a lo largo y ancho de la historia humana: “Hoc est corpus meum, quod pro vobis datur;  hoc facite in meam commemorationem…Hic est calix novum testamentum in sanguine meo, qui pro vobis fundetur”  “Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía…Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros”  (San Lucas 22:19-20)  

El segundo momento precisamente durante el juicio inicuo que Pilatos le hace a Jesús, antes de consumar su condena a muerte, instigado por los Sumos Sacerdotes y el pueblo judío, que como sabemos culminó en su crucifixión, su Sacrificio en la Cruz, desde la cual derramó, entregó su Sangre…  ÉL, voluntariamente, libremente entregó su vida, su sangre por todos y cada uno de nosotros.  Y la Eucaristía, en la Santa Misa, -“Hoc facite in meam commemorationem”-  es la perpetuidad de esa entrega, entrega por la cual nos compra a cada uno, y así tiene derecho a todo lo nuestro.
Y veamos el tercer momento:  Jesús ya ha entregado su Espíritu al Padre, viene el soldado y atraviesa su costado con la lanza, y nos dice el Texto Sagrado:  “Videbunt in quem transfixerunt.”  “Mirarán al que traspasaron”  (San Juan 19:37)   En ese “mirar” bíblico descubramos dos realidades: el mirar en futuro se refiere a la humanidad de todos los tiempos y lugares , por tanto nos incluye a nosotros, y además ese “mirar” no es un simple “ver” superficial y pasajero, sino que es un “penetrar profundamente” en Aquel que es mirado, contemplado.  Es Dios mismo que en ese momento crucial de la muerte de su Hijo divino nos está diciendo constantemente:  “Miren, contemplen, sumérjanse profundamente en el Corazón, en la vida misma de Aquel, mi Hijo Amado, que ha derramado y sigue entregando su sangre por cada uno de ustedes… Ahoguénse en esa Sangre Divina y déjense transformar en ÉL”.

Y  vamos más allá, en esa perpetuidad de su entrega no sólo se entrega por nosotros, sino que llega al colmo del Acto Salvífico que es su Sacrificio, se nos entrega, nos entrega su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad, sus Deseos, sus Anhelos, sus Sentimientos, su Divino Corazón, todo su Ser Divino, y nos toma con todo lo nuestro, por su Sangre nos purifica, y haciéndonos uno en ÉL por el Poder del Espíritu Santo nos entrega a la Gloria del Padre, nos sumerge en la vida misma de la Trinidad Santísima.

Y todo eso sucede en cada uno cada vez que, por el ministerio del Sacerdote en la Santa Misa, se participa en ese “Sacrificio – Entrega” de Cristo, especialísimamente al entregarse ÉL a nosotros y nosotros a ÉL recibiendo la Sagrada Comunión. 

Es por eso que debemos proclamar con humildad, con gozo, con valentía, siempre y en todo lugar y circunstancia, sin medir consecuencias, privada y públicamente:  JESUCRISTO ES REY UNIVERSAL.

Ahora bien, la constatación de esta realidad, de la cual los más conscientes son precisamente los enemigos de Jesús frente a la dormición, la indiferencia, la ignorancia y la cobardía de muchos católicos actuales, les ha llevado a aquellos a hacer todo lo que les es posible por sacar a Jesús de la vida de la sociedad e incluso de la misma Iglesia convirtiendo a ésta en una simple institución de carácter puramente humano, social, político.  Ya no se respeta a Jesús, no se respeta, se profana incluso sacrílegamente su Sacrificio Eucarístico, su Presencia Eucarística, se profanan sus Templos en todo el mundo, se niega la realidad trascendente de su Reinado, se pisotea su Verdad en todos los aspectos de la vida humana y en todos los campos del saber humano, que debieran estar sometidos totalmente a su Reinado.

Por el intento de lograr la paz puramente humana, se niega la Verdad de Jesús y se condesciende con todo tipo de doctrinas equívocadas e incluso con culturas de orígenes ocultistas y satánicos.  Se equipara a Jesús y se le pone al mismo nivel de cualquier líder puramente humano, o se le presenta como si fuera un simple símbolo filosófico del bien y de la caridad filantrópica.  Hasta se niega la eficacia salvadora y universal de su Santo Sacrificio o incluso se dice que fue sólo en el pasado negando su actualidad perenne.  Incluso se escucha y se ve a Obispos y Sacerdotes que por lograr el respeto de los derechos humanos y/o de sólo ciertos principios de moral universal, niegan y/o callan los Derechos y Merecimientos de Jesucristo. Obispos y Sacerdotes que debiendo proclamar a Jesús como Señor y Rey de la sociedad, como dueño de la vida humana que ÉL y sólo ÉL ha comprado con su Sangre, lo callan “por respeto al parecer” filosófico, político, cultural y/o seudocientífico equivocados y engañosos del mundo pagano. O hablan y proclaman enseñanzas con lenguaje de medias tintas, ambiguo por “no lastimar susceptibilidades” de gente libertina, o por defender intereses de políticos corruptos.  

Y con esas ambigüedades incluso defienden aspectos de la doctrina moral, pero dejando a Jesús en un segundo o último lugar de importancia, por ejemplo si se dice que la necesidad del estado de gracia para recibir la Sagrada Comunión es apenas un aspecto de la pastoral de la Iglesia en relación con la familia.  Y todos estos ataques no son sólo de estos últimos años, o sólo de la época conciliar y postconciliar, sino que vienen de hace mucho tiempo y con el paso del mismo han ido cobrando más fuerza, apoyados por el “padre de la mentira”, el demonio, que promueve no sólo la mentira, sino también la corrupción, el pecado, los errores litúrgicos so pretexto de socializar y hacer más comprensible la misma, propiciando así que el ser humano se aleje y desconozca  cada vez más a Dios y a Jesucristo Nuestro Señor, creando una situación general de confusión y división tanto en la sociedad como en la misma Iglesia.

Por ello de forma muy oportuna, acertada, luminosa, actual, S.S. el Papa Pío XI decretó que todos los años, para esta Solemnidad de Jesucristo Rey Universal se realizara la Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús, con la fórmula establecida para tal fin y las Letanías al sagrado Corazón, delante del Santísimo expuesto.  Así lo haremos hoy, inmediatamente después de esta Santa Misa, con el deseo de que nuestras vidas se conviertan en vidas de Adoración Perpetua, vidas de Desagravio Perpetuo, vidas de continuo e incondicional servicio testimonial a Jesús en medio del mundo y en las realidades circunstanciales y temporales de la vida de cada uno, de cada familia, de Opus Cordis Eucharistici y de cada Institución Eclesial. 

Y voy a insistir una vez más en lo que es primordial para un auténtico reinado de Jesucristo, muy sabiamente impulsado por Pío XI  con esa iniciativa y prescripción, como por otros muchos Sumos Pontífices con diferentes y magníficas iniciativas, muy concretamente eucarísticas, como el establecimiento de las solemnidades del Corpus Christi, del Sagrado Corazón de Jesús, la Hora Santa, las procesiones eucarísticas en diversas circunstancias, el Ejercicio de las Cuarenta Horas, la conveniencia del centralismo del Sagrario en los Templos, el Santo Viático a los Enfermos.

Y en todas esas importantes iniciativas eclesiales debemos descubrir eso que llamo “primordial”, a lo que ya me he referido en otras oportunidades y continuaré haciéndolo cuanto sea necesario, ya que se ha perdido en muchos sectores de la Iglesia, concretamente como efecto de la desacralización de la Liturgia y de toda la vida de la Iglesia ocasionada por la mal llamada “teología de la liberación” y por el materialismo infiltrado en la Iglesia por la masoneria.  Y siento que el señor merece que se insista en ello.  Me refiero al espíritu de adoración y de desagravio eucarístico que debe darse, verse, practicarse, promoverse por parte de todos y cada uno de los que son verdaderamente católicos.

Por eso he promovido la práctica de la Jaculatoria “Te adoro y te desagravio, oh Jesús Hostia”, y a partir de esta gran Solemnidad que hoy celebramos lo promoveremos más fuertemente por la vivencia de lo que podemos llamar la “Espiritualidad de la Adoración Perpetua”, que consiste en lo que tanto hemos igualmente insistido por mucho tiempo: que la vida de cada uno se convierta realmente en una Hostia viva, santa agradable a Dios en Cristo Jesús, sea el estado de vida que sea el de cada uno, en todo lugar y momento, en toda circunstancia, en privado y en público.  Y así, de manera constante y consciente, Jesús Hostia sea Fuente, Centro y Cumbre de toda la vida.  Y toda la vida y actividad de cada uno tenga como objetivo adorar y desagraviar a Jesús Hostia.  Y que esa Espiritualidad de la Adoración Perpetua” tenga como fin especialmente el realizar, promover e implantar el Reinado Universal de Jesús Hostia.

“Ut in Nomine Iesu omne genu flectatur caelestium, terrestrium et infernorum, et omnis lingua confiteatur, quia Dominus Iesus Christus in Gloria est Dei Patris.”

“Que al nombre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en los cielos, en la tierra y en las regiones subterráneas, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre.”  (Filipenses 2:10-11)

Amén.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.



CONSAGRACIÓN DEL GENERO HUMANO 
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Prescrita por Su Santidad Pio XI
para la fiesta de Cristo Rey


¡DULCÍSIMO Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser; y a fin de vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

 Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado.  ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo. 

 ¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna para que no perezcan de hambre y de miseria. 

Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.  Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo: dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.

Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo  fue vuestro predilecto:  descienda también sobre ellos, como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz:  ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos.  Amén





Vivamos la Verdad con la Armadura de Dios

DOMINGO 21° DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
                           
                             Domingo 18 de Octubre 2015 
Efesios 6:10-17;  Salmo 89:1-2;
Salmo 113:1;  San Mateo 18:23-35

 
¡Quién como Dios!
¡Quién como Jesús Hostia!

Muy queridos hermanos en el Señor Jesús:

No podemos ser indiferentes a la vida de la Iglesia y tenemos que ser conscientes de que ya se acerca el inicio del Año de la Misericordia, proclamado por Su Santidad el Papa Francisco, año que tendrá su inicio el próximo 8 de Diciembre en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

Y muchos han aprovechado esto para mal interpretar esta oportunidad de gracia que nos ofrece el Señor a través de Su Santidad el Papa, lo han tomado como si fuera un año en el cual hay que comportarse con tolerancia puramente humana, por no llamarla de otra manera, y el Papa no está llamando a la tolerancia, el Papa está llamando a la Misericordia.

Pero veamos lo que nos indica el Señor con esta parábola de ese siervo malvado; su señor le había perdonado una gran deuda, 10.000 talentos, y este que había sido perdonado de una gran deuda, no quiso perdonar a su consiervo de una pequeña deuda, no fue justo, entonces qué hizo el señor de estos  dos siervos, no le aplicó la misericordia sino que le aplicó justicia a este siervo malo. 

Dios es Misericordioso pero también  es Justo; y esto es un principio básico para poder prepararnos y luego vivir todo ese Año de la Misericordia en la Verdad. Debemos tener en cuenta que todo lo que la Iglesia vive debe vivirlo en la Verdad de Dios y si la Iglesia es Ministro de Misericordia, la Iglesia también debe ser Ministro de Justicia.  Por eso cuando el Señor nos dio a los Sacerdotes el poder sacerdotal para perdonar los pecados, no nos dijo solamente “a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados”, sino que  también dijo “a quienes retengáis los pecados les quedan retenidos”.  Esta es una verdadera visión de lo que es la misericordia unida totalmente a la justicia, quien pretenda ver sólo justicia está equivocado, quien pretenda ver sólo misericordia está equivocado, pero quien viva sujetándose  a la Justicia y a la Misericordia de Dios al mismo tiempo, y luego esa misma Justicia y Misericordia la aplique también en su relación con el prójimo, ese está en el camino de la Verdad.

La Iglesia no puede aplicar sólo Misericordia o sólo Justicia, la Iglesia tiene que aplicar la Verdad de Dios que es Justo y Misericordioso al mismo tiempo, Dios que castiga a quien no se arrepiente, Dios que castiga a  quien pretende burlarse de Dios, Dios que es misericordioso con quien se arrepiente de verdad.   Vivir en la Verdad de Dios, Verdad que además de ser Belleza, además de ser Sabiduría, Prudencia, además de ser otros Infinitos Atributos de Dios, es también Justicia y Misericordia al mismo tiempo.   Acerquémonos a la Justicia y a la Misericordia de Dios, no solo en el Año de la Misericordia, sino durante toda nuestra vida debemos estar acercándonos a la Justicia y a la Misericordia de Dios.

San Pablo nos trae otra enseñanza en la carta a los Efesios.  El domingo anterior San Pablo en la misma  carta  nos decía algo que es muy cierto y que se está cumpliendo en nuestros día, decía:  “Estamos viviendo días muy malos”, y eso es muy cierto en este momento histórico no sólo a nivel social, a nivel económico , a nivel político, a nivel de salud, no solo a nivel de familia, sino también a nivel de Iglesia, se están viviendo momentos sumamente difíciles, y entonces hoy el apóstol en la misma carta a los Efesios no da la respuesta  a eso: “revistámonos de la armadura de Dios”, (Efesios 6:11), y San Pablo pasa inmediatamente a decirnos cuál es esa armadura de Dios, cual es esa armadura de la cual hemos de revestirnos, pero antes de decir cuál es esa armadura, san Pablo reafirma por qué estamos viviendo tiempos malos, difíciles, nos dice Pablo que nuestra lucha no es contra los poderes de este mundo, nuestra lucha no es contra los gobernantes de este mundo, nuestra lucha es contra las potestades de los aires, contra los principados de los aires, los gobernadores de las tinieblas del mundo, y ¿quiénes son esos gobernadores de las tinieblas del mundo?  El Demonio, el Diablo, y hoy día en un mundo materialista, pagano, se niega la existencia del Demonio y el Demonio existe de verdad, el Demonio no es Dios, es un Ángel que había sido creado por Dios, Ángel bueno, bello,  Ángel de Luz, pero que se reveló contra Dios, y por tanto Dios tuvo que castigarlo dejándolo que se convirtiera en Demonio, y el Demonio envidioso  de nosotros los hombres, trata de hacernos caer en lo mismo: el castigo del infierno, y para eso trata de hacernos vivir en pecado, nos pone la tentación.
  
Además de que nos pone la tentación puede dañarnos de otras maneras, y esto no lo podemos negar, esto existe, el Demonio tiene muchas formas de dañar al ser humano, por eso tenemos que revestirnos de la armadura de Dios.

Y el Apóstol nos dice cuál es esa armadura:  “La coraza de la justicia”, ponernos en la Justicia de Dios y por otro lado dejar que Dios nos aplique a nosotros mismos su Justicia, porque la Justicia de Dios no es castigo, es corrección, la justicia de Dios es luz, para que sepamos discernir lo bueno de lo malo, lo santo de lo pecaminoso, tenemos que revestirnos de la Justicia de Dios  y tenemos que revestirnos de esa Justicia en la relación con el prójimo.  No podemos tratar al prójimo con justicia puramente humana, tenemos que tratar de relacionarnos con el prójimo con Justicia Cristiana, con Justicia Divina, y tratar de vivir  con paz, pero no esa paz mundana, no esa paz que es pasividad, no esa paz que es irresponsabilidad, no esa paz que es vagabundería, eso es pecado de pereza; tenemos que llenarnos de la Paz de Dios,  y la Paz del Señor sólo la tiene el que vive la Gracia Santificante, la Gracia Actual, quien está abierto a vivir siempre en Gracia Santificante y quien está abierto a recibir continuamente las Gracias Actuales, esa persona tiene paz interior, aunque en algunos momentos tiene que actuar con fuerza no pierde esa paz interior.  

Y, continúa el Apóstol, “embrazando el escudo de la fe” y ¿cuál es ese escudo de la fe?, el escudo de la fe se tiene cuando se vive continuamente unido a Cristo, pobrecitos los que no viven unidos a Cristo y se llaman católicos…  Descansar en Cristo cuando hay que descansar, alimentarse por respetar el propio cuerpo que le pertenece a Cristo, si vivimos en santidad, en gracia nuestros cuerpos le pertenecen a Cristo, porque Cristo nos ha comprado a precio de Sangre.   Queridos hermanos, tenemos que embrazar ese escudo de la fe que es esa relación continúa con Cristo, cuando trabajamos, cuando vamos por la calle,  conscientes de vivir en Cristo, viviendo todo por Cristo, por amor a Cristo, y cuando nos relacionemos con el prójimo cercano, el familiar,  o el prójimo lejano, aquel que nos encontramos en la calle, que sea siempre en una relación con Cristo.  En estos días una persona me habló con chistes tontos, le respondí  de tal manera que tenga la oportunidad de acercarse a Cristo.  Hay que actuar siempre en la Justicia de Dios, hay que actuar siempre en una relación íntima con Cristo, que Cristo tenga el primer lugar siempre en todo, incluso en la relación con el prójimo. 

Así podremos apagar los dardos encendidos del Diablo, “revistiéndonos el casco de la salvación”, el casco de la salvación es el espíritu de oración…  ¡Cuántas veces se les pregunta  a los católicos, ¿hace usted oración?  Y son pocos los que le dedican mínimo 15 minutos de oración, por la madrugada, antes de las cinco de la mañana.  Después de esa hora es pecado de la pereza y las sábanas se le convierten en llamas del infierno…

Tenemos que tomar la actitud, firme, valiente, gozosa, de ser capaces de levantarnos temprano para la oración, ese es el “casco de salvación” que va a convertir todo el día en tiempo de oración… que no me vengan a decir: ¡yo hago oración en medio del trabajo!, cuando estás en el trabajo es imposible que estés en oración profunda , puedes estar en espíritu de unión con el Señor, pero no en oración profunda; para estar en oración profunda hay que estar en soledad con el Señor, no hay que tenerle miedo a la soledad con Cristo, ese es el “casco de salvación”. 

Y “la Espada del Espíritu que es la Palabra de Dios”, hay que conocer la Palabra de Dios, y hay que acudir a la Iglesia, acudir a los cursos que los sacerdotes dan para entender la Palabra de Dios y entendiéndola aplicarla correctamente, y no caer en el error de los protestantes que caen en la libre interpretación de la Palabra de Dios, lo cual es un error actual.  Interpretando la Palabra de Dios con el Magisterio Eterno, con el Magisterio de siempre de la Iglesia iremos por buen camino y podremos responder a todas las situaciones que se nos presenten.

Vivamos estas enseñanzas que nos da el Señor para que seamos capaces de hacerle frente  a la realidad de este mundo que está siendo en este momento dominado por el Demonio, cuando en realidad debiera ser el Reino de Cristo.  

Pongamos en práctica estas enseñanzas durante esta semana para prepararnos al próximo domingo que es una solemnidad grandiosa e importantísima: la Solemnidad de Jesucristo Rey Universal. ¡Que realmente  reine!  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

La Gracia: Camino para santificarse

Domingo 4 de Octubre del 2015
XIX Domingo Después de Pentecostés

Lecturas:  Efesios 4:23-28; Salmo 140:2
Salmo 104:1;  San Mateo 22:1.14


Muy queridos hermanos en el Señor.

Hoy en este mes de Octubre, además de celebrarse el mes de las Misiones, tenemos también otro acontecimiento importante a nivel de Iglesia: “El Sínodo de los Obispos sobre la familia.  Queridos hermanos, un aspecto importante de la esencia de la Iglesia, es que ésta es misionera; todo miembro de la Iglesia se encuentre en el estado que se encuentre debe ser misionero; pero qué significa ser misionero?  Cuál es la labor del misionero?, ciertamente la labor del misionero es:  Cristificar al mundo, es implantar el Reino de Cristo en el mundo, por eso muy sabiamente en el calendario tradicional de la Iglesia se tiene que el último domingo de Octubre se celebra la Solemnidad de Jesucristo Rey Universal. 

Pero, ¿qué condiciones se requieren para ser misionero?  ¿Quiénes pueden ser misioneros?  Cada uno en su estado propio de vida, qué condición debe cumplir para poder ser misionero?  Evidentemente hermanos, si la misión consiste en implantar el Reino de Cristo, es llevar la vida en Cristo a los demás, pero aquí surge la pregunta que siempre hemos hecho, ¿cómo darle al mundo aquello que no se tiene?, si cada católico no tiene en sí mismo la vida en Cristo, no puede darle al mundo el Reino de Cristo.  Por eso descubramos hoy el mensaje profundísimo, clarísimo, fortísimo y urgente que nos da la Palabra que se acaba de proclamar tanto en la carta de  Efesios como el Evangelio de Mateo.  ¿A qué se refiere  en realidad estas lecturas en el fondo de las mismas? Se  refieren precisamente a la Gracia, la Gracia de Dios.  Queridos hermanos, tratemos de recordar y tratemos de ser conscientes de la importancia de la Gracia de Dios en el alma del ser humano, en el ser humano, en el ser integral del ser humano, no sólo en el alma sino en el espíritu, en el cuerpo, en la mente, en el corazón, en la persona humana debe reinar la Gracia de Dios, y que nos revistamos del hombre nuevo, o sea convertirse, es dejarse transformarse en Cristo, y esa es la acción de la Gracia, transformarnos en Cristo, eso es lo que tenemos que vivir.

Ahora bien, queridos hermanos, según lo que nos enseña  el Señor en el Evangelio de hoy, en este Evangelio de la parábola de las bodas del hijo del rey; podemos descubrir una enseñanza importantísima, es una verdadera catequesis sobre la Gracia. He de referirme a dos tipos de Gracia, y que son absolutamente necesarias, primero la Gracia Santificante:  Es aquella gracia que se recibe en el Sacramento del Bautismo, la Gracia que nos hace hijos de Dios en Cristo, herederos del Reino, coherederos con Cristo del Reino de Dios, y que nos permite precisamente vivir en Cristo, es la Gracia Santificante.   El segundo tipo de Gracia Actual:  Aquella gracia que Dios derrama sobre los bautizados en cada momento, en cada circunstancia, en cada minuto, en cada segundo de la vida, es la Gracia Actual, es la Gracia que Dios nos dá para vivir en santidad, para vivir en Cristo, cada momento y cada circunstancia de nuestra vida, y lastimosamente porque no se tiene esto en cuenta, porque no se está abierto a esto, porque no se está dispuesto a vivir la Gracia Santificante, porque no se está dispuesto a recibir la gracia actual de cada momento, de cada circunstancia por eso se ha perdido la vivencia de la fe... Tenemos que recuperarla, hermanos.  Démonos cuenta de que esto es mucho más serio de lo que muchos pueden pensar, fijémonos bien en algunos detalles de la parábola de las bodas del hijo del rey; porque en realidad queridos hermanos, lo profundo de una celebración como ésta a la que se refiere  el Señor en esta parábola es la semejanza de vivir la Gracia;  el Señor nos invita a todos a vivir ese convite, esa constante experiencia de vivir en Gracia Santificante, pero qué sucede?  Muchos por no cumplir otras condiciones, pierden la Gracia Santificante, y entonces viven esclavos del pecado y cuando pretenden vivir o participar en los Sacramentos de la Iglesia, medios a través de los cuales Dios continua dando su Gracia, se acercan sin las debidas condiciones, como aquel que invitado a las bodas del hijo del rey, llegó sin el vestido nupcial, qué le sucedió?  Fue echado fuera a las tinieblas exteriores, donde será el llanto y el crujir de dientes, o sea el infierno.  

Queridos hermanos, es necesario vivir en Gracia, es necesario rechazar todas las ocasiones que podrían hacernos perder la Gracia Santificante, y es necesario recibir las Gracias Actuales, pero para eso están los dos medios, absolutamente necesarios:  Primeramente, los Sacramentos: el Bautismo viviendo la filiación divina, vivir intensamente el Sacramento de la Confirmación, estar constantemente movidos por el Espíritu Santo, impulsados por el Espíritu Santo a ser fieles a Cristo por encima de todo, a ser fieles a Cristo hasta el riesgo precioso y glorioso del martirio, antes morir que perder a Cristo, gracia especial del Sacramento de la Confirmación, que muchos no valoran; y luego el Sacramento de la Confesión para recuperar la Gracia Santificante si se ha perdido por el pecado grave, o si se ha debilitado por el pecado venial.  Es necesario vivir el Sacramento importantísimo del Santo Sacrificio de la Misa, el Sacrificio de la Eucaristía, vivir la Misa, participar en la Misa, comulgar en la Misa, recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor, unirnos al Sacrificio de Cristo, unirnos a Cristo Crucificado, unirnos a Cristo Victimado al recibirle en la Sagrada Comunión durante la Santa Misa, porque solamente así podemos entonces vivir en el Reino de Dios, solamente así, podemos no solamente aumentar sino fortalecer esa vida en Gracia.  

Y luego el otro medio que también lo hemos mencionado muchas veces, pero que últimamente en la relación continúa con los fieles, así como también en la dirección espiritual que doy, en las confesiones que administro, me doy cuenta de que a pesar de haber insistido una  y otra, y otra … y otra vez en este segundo medio que voy a mencionar, no llega a practicarse como debe ser, es la vida de oración, cuántas veces he dicho que todo católico por la  enseñanza de Jesús debe orar todos los días, pero orar no sólo para recibir el perdón de Dios, orar no sólo para dar gracias, orar no sólo para alabar, orar no sólo para cantar, sino que hay que orar contemplando, hay que orar adorando, hay que orar más escuchando al Señor que hablándole al Señor, y hay que orar muy especialmente en las horas de la madrugada, no en la noche cuando se está agotado por el trabajo del día y tiene en la mente todo lo que le sucedió durante el día, sino en aquellas primeras horas de la madrugada cuando uno está fresco y abierto  a la Gracia del Señor, oración en la madrugada, es absolutamente necesaria para poder vivir las veinticuatro horas del día abiertos a esa Gracia Santificante, abiertos a esa Gracia Actual que nos llega cada minuto, cada segundo de nuestra vida, no sea que, cuando lleguemos a participar de los Sacramentos, el Señor nos diga: "¿por qué vienes sin el traje nupcial?", y ¿cuál es ese traje nupcial?  Las virtudes cristianas: La Fe, la Esperanza, la Caridad, la Prudencia, la Sabiduría, la Fortaleza, la Templanza, la Comprensión, la Pureza, la Castidad propia de cada estado de vida, la Ecuanimidad de Espíritu, la Paciencia...  Virtudes Cristianas que solamente se practican como fruto de la acción de la Gracia en el  alma, en la voluntad, en la mente, en el corazón de cada bautizado.

Muchos me dicen,  Padre:   ¡Qué difícil ser puro!  Queridos hermanos, si se viviera la Gracia como fruto de esa vida continua de Sacramentos y de oración la pureza no sería difícil, quien viviendo en la Gracia continúa como fruto de los Sacramentos y de la Oración, más bien, además de tener la pureza, además de vivir la pureza tendría también la fortaleza para dar testimonio de Cristo ante el mundo, aún hasta el martirio. 

Todos estos meses que han pasado, pero muy especialmente en estas semanas, yo me hago una pregunta:  ¿Por qué tiene la Iglesia que realizar un Sínodo sobre la Familia?... Porque los cristianos en general no están viviendo la Gracia, porque los cristianos en general no viven los Sacramentos, porque los cristianos en general no viven la oración como debe vivirse, y por eso no viven la pureza, virtud importantísima en el Matrimonio, el Matrimonio tiene que ser vivido en pureza, hay  una pureza propia de los casados, como también hay una pureza propia de los solteros, como hay una pureza propia de los niños,  como hay una pureza propia de los consagrados, como hay una pureza propia del Sacerdote.  La pureza es una de las virtudes que debe sobresalir en el seno de la Familia, pero no se vive, como no se vive la Fortaleza, porque las Familias no viven los Sacramentos, porque las Familias no viven la oración. 

Propongámonos vivir en Gracia, que nada en el mundo nos haga perder la Gracia, quien realmente ama a Dios no pierde la Gracia, por nada, quien verdaderamente ama a Dios, prefiere tener que apartarse incluso de la familia y amistades, antes que perder a Dios, antes que perder la Gracia.

 Que esta Santa Eucaristía al meternos en el Misterio de Dios, al sumergirnos, al ahogarnos en el Misterio del Hijo de Dios que hecho Hombre se Sacrifica por nosotros en la Cruz, nos dispongamos a vivir en la Gracia, a vivir los Sacramentos, a vivir la Oración, cueste lo que cueste, para que seamos capaces de construir una sociedad verdaderamente cristiana en la cual al finalizar este mes de Octubre y por el resto de la vida, se viva el Reino de Cristo.  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.