Sólo en Jesús Hostia alcanzamos la Promesa de Dios

DOMINGO 13° DESPUÉS
DE PENTECOSTÉS


23 de Agosto de 2015
Epístola: Gálatas 3:16-22;  Salmo 73:20,19,22;
Salmo 89:1; Evangelio:  San Lucas 17:11-19


Muy Queridos Hermanos todos en Cristo Jesús:

Como lo dice el Apóstol, ciertamente las promesas de Dios se han cumplido y siguen cumpliéndose.  Pero sólo, exclusiva y definitivamente por Jesucristo.  Fuera de Jesucristo no hay participación en esas promesas divinas y eternas.  Solamente viviendo en Jesucristo es el ser humano capaz de participar de las Promesas de Dios.

Y es precisamente cuando los leprosos se encuentran con Jesucristo que quedan curados… Pero qué sucede en esa oportunidad:  Dos aspectos podemos descubrir.  El primero con lo que Jesús les responde de inmediato a los leprosos:  “Id, y mostraos a los sacerdotes” (San Lucas 17:14).  Y con ello el Señor nos permite comprobar el rasgo importantísimo de la Iglesia:  su sacramentalidad, es por los sacramentos que la Iglesia comunica las promesas de Dios en Cristo, y en este caso específico, el Sacramento absolutamente necesario de la Confesión… Reconociéndose cada uno como pecador necesita acercarse a la Confesión Sacramental para recibir la Gracia del Perdón de Dios en Cristo.

Y el segundo aspecto en el hecho de los diez leprosos:  sólo uno regresa a dar gracias y a proclamar la grandeza de Aquel que le ha curado.

Esto me permite y me compromete a insistir en la gran verdad por la cual el Señor se dignó sin mérito alguno de mi parte agregarme al número de sus Sacerdotes:  para que viviéndola anunciara y promoviera esta gran verdad, absolutamente necesaria y urgente en estos momentos que vivimos:  la Gran Verdad de su Presencia en el Sagrario, su Sacrificio en el Altar, su realidad como Alimento de Plenitud.  Verdad que es Fuente, Centro y Cumbre de la vida y misión de la Iglesia y de cada cristiano. 

Hermanos, a lo largo de los años, y ahora lo digo con profundo dolor: he comprobado cada vez más fuertemente cómo Nuestro Señor es olvidado, despreciado, profanado en su realidad en el Sacramento Misterioso del Altar.  Cómo muchos de los que por años han dicho que aman a Jesús en la Eucaristía no han llegado todavía a vivir este Misterio en la plenitud que le es posible a un ser humano.  Y debo aclarar que muchas veces esto no es culpa directa de Ustedes los Fieles Seglares sino que se debe a la poca o ninguna formación correcta que han recibido y/o siguen recibiendo de parte de Pastores que así mismo de pronto han sido mal formados en los Seminarios en donde les han impartido doctrinas desviadas, incorrectas.  Consecuencias de esto podríamos señalar muchas,  unas más graves que otras, y que de pronto podríamos descubrirlas entre Ustedes mismos…  Por ejemplo:  No hacer la genuflexión al pasar delante del Sagrario, o no dirigirse directa e inmediatamente después de ingresar a un Templo hacia el Sagrario para saludar y adorar al Señor a Quien prácticamente se le mantiene en el olvido, sino que se dedican a saludar a los presentes, el hecho de dar a seglares funciones litúrgicas que son exclusivas del Sacerdote como las Lecturas de la Palabra de Dios, o la misma preparación del Altar al momento del Ofertorio, el hecho de que el Sacerdote se coloque de espaldas a Dios, la distribución de la Sagrada Comunión en la mano, los cambios, supresiones y/o añadiduras que se realizan sin haber sido aprobadas ni por la Autoridad Eclesiástica correspondiente ni mucho menos indicadas por Dios ni antes ni después de Nuestro Señor Jesucristo… Cuando a muchos se les habla de Jesús Eucaristía, de Jesús Hostia, de Jesús Oblacionado, o no entienden, o no prestan atención, o cambian de conversación.  Jesús Hostia sigue siendo desconocido, despreciado.  Pero quiero señalar en este momento de manera muy especial el ambiente en que sucede todo esto y mucho más que se podría señalar de manera  muy concreta.

¡¡¡Jesús sigue siendo desconocido, olvidado, despreciado, profanado en la Sagrada Eucaristía¡¡¡

¿Qué sucedió con los diez leprosos que el Señor curó?  Sólo uno regresó… ¿y a qué regresó?  No regresó a pedir más favores, ni más curaciones ni para él ni para nadie más…  Regresó a dar gracias… ¿y de qué manera?  ¿a escondidas y en privado?  No, sino a grandes voces y postrándose delante de Jesús…  ¿Y quién era?  ¿Uno de los Apóstoles u otro que ya conocía y seguía a Jesús?  ¿O alguien importante en el pueblo judío?  ¿O bien otro judío creyente, supuestamente practicante de la fe judía?   No, sino que era un samaritano, de los que eran tenidos por los judíos como pecadores y enemigos suyos, por tanto fue alguien que sin cobardías de ningún tipo rompió con todo temor de ser rechazado por quienes rodeaban a Jesús, rompió con los respetos humanos y públicamente, en voz alta dio gracias y se postró para adorar a Jesús.

Lo anterior nos permite que nos preguntemos, no sólo en general sino cada uno a sí mismo:   “En mi vivencia de la Fe,  ¿a quién busco?   ¿Busco a Dios?...  Pero… ¿a cuál Dios busco en verdad?   ¿ O busco a quien es el único que me puede llevar al Dios único y verdadero, al único que ha podido decir:  “Yo soy el camino,… nadie va al Padre sino por mí”, (cf. San Juan 14:6) Jesús en persona?   ¿Busco a Jesús en persona?   ¿Y lo busco en donde ÉL me espera, el Sagrario y el Altar?   ¿Y me postro de rodillas ante ÉL en el Sagrario, ante ÉL durante la Consagración, ante ÉL para recibirle en la Sagrada Comunión?   ¿Y con qué finalidad concreta le recibo en la Sagrada Comunión?  ¿Le recibo para que ÉL me perdone, me ilumine, me fortalezca, me sane a mí y/o a otra persona?  ¿o por alguna otra necesidad?  Si es así, no digamos que estamos comulgando a Jesús Hostia, sino que estamos comulgando a Jesús como Alimento Divino, o como Alimento de Vida Eterna, pero nada más.

Entonces, preguntémonos hoy:  ¿Qué hemos de entender cuando decimos  “Jesús Hostia”?  La palabra hostia hace referencia a la ofrenda que se entrega, por tanto la oblación que se realiza como sacrificio.  Por tanto cuando decimos “Jesús Hostia” hemos de tener muy presente la entrega que Jesús realiza de sí mismo en la Cruz y que se renueva cada vez sobre el Altar en la Santa Misa,  es por tanto la Oblación Perfecta que Jesús continua realizando perpetuamente de sí mismo a la Justicia del Padre.  Entonces, cuando participamos en la Santa Misa, no ha de ser sólo para recibir sus dones, ni sólo para recibir su perdón, sino que hemos de recibirle así como ÉL se entrega, como “Hostia”, como “Oblación”.

No nos acerquemos a Jesús en la Santa Misa, en la Sagrada Comunión como los nueve leprosos sólo para recibir sus favores sin regresar, y después en nuestra vida concreta olvidarnos de ÉL, o para ocultar nuestra Fe por cobardía o por intereses oscuros, sino como el samaritano que sí regresó sin miedos ni intereses, para que al recibirle en la misma disposición que le recibió María Santísima, de cumplimiento de la Voluntad de Dios, en la misma disposición del Apóstol San Pablo de total entrega y trabajo por su reino en las almas, también nosotros lleguemos a ser como María Santísima “Sagrarios vivientes”, como San Pablo lleguemos a ser “sus Fieles hostia”, capaces de proclamar e implantar el Reino de Cristo a nuestro alrededor, en la Iglesia y la sociedad.

Y así seamos capaces de entender y vivir lo que precisamente dice a ese respecto San Pablo, y me permito recordar una vez más como verdadero, maravilloso y gozoso plan de vida:

“Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios; éste es vuestro culto racional”  (Romanos 12:1).   Por tanto, todos y cada uno de nosotros, seamos hostias vivas en Jesús y ofrezcámonos en y con ÉL en su Santo Sacrificio de la Misa, proyectando luego esa hostificación a todas las circunstancias de toda nuestra vida, tanto en lo privado como en lo público, en lo familiar como en lo religioso, en lo eclesial, lo cultural, lo educativo, lo social, en lo deportivo, en lo profesional, en lo económico, en lo político.

Pero en este momento histórico que nos toca vivir no podemos olvidar la segunda parte de lo que dice San Pablo: 

“Que no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta.”  (Romanos 12:2)   Porque si somo en todo “Fieles Hostia”, no podemos vivir según los criterios del mundo pagano corrupto e hipócrita en el que estamos pero del cual no podemos ser partícipes, sino que por lo contrario en dicho mundo hemos de ser “Hostia”, “Oblación”, dispuestos a todo por Jesús, incluso si fuera necesario y así lo dispone Dios, a dar la vida por el Nombre de Jesús Hostia, Jesús Oblación Perfecta.  Así sea.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES, MADRE, MAESTRA, MODELO

SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES
Patrona Nacional de Costa Rica
02 de Agosto de 2015
Epístola: Eclesiástico 24:14-16;  Aleluya San Lucas 1:28;
Evangelio:  San Lucas 11:27-28




Muy Queridos Hermanos todos en Cristo Jesús:

Por ser hoy nuestra gran solemnidad mariana, y en el espíritu de alegría pero también de profunda y comprometedora contemplación del Misterio de la Santísima Virgen María, quiero entregarles estos pensamientos que fundamentados en esas lecturas y en el Magisterio de la Iglesia sobre la Santísima Virgen, al mismo tiempo que en mi propia relación con tan Excelsa y Santísima Madre, he escrito en estos días, confiando que a todos pueden servirnos en nuestra oración, para llevar el fruto de los mismos a la vida concreta de cada día y circunstancia, y de esa manera nuestra relación personal y eclesial con Jesús Hostia sea a imitación y en compañía de Nuestra Señora cada día más fiel, más fuerte, más santa, más comprometida, en la vivencia de una auténtica y transformante “espiritualidad de la hostificación”.  He aquí dichos pensamientos:

“María Santísima le puso el pie a la serpiente que impulsa al pecado.  Nosotros como y con Ella pongámosle el pie a la serpiente del desprecio contra Jesús Hostia, así como a la serpiente de los cambios y profanaciones de la Liturgia, el pie a la serpiente de las ambigüedades y errores doctrinales.”



“La Santísima Virgen María, Nuestra Señora de los Ángeles, es para la Iglesia y para cada uno de nosotros:
1.- Santísima, Inmaculada, Digna de una
“Gran Veneración”.
2.- Madre, a Ella, a su Intercesión hemos de
acudir siempre.
3.- Maestra y Modelo de todas las Virtudes, a Ella hemos de contemplar, escuchar, imitar, acompañar en el camino de la santidad.
4.- Apóstol:  Ella está siempre al cuidado de la Iglesia, al cuidado de cada uno de sus hijos rescatados por el Sacrificio de su Hijo Divino.
5.- Por lo mismo, Ella es la
“Inmaculada Víctima Vicarial”

Que el Señor Jesús les hostifique


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.