Amor a la Iglesia

DOMINGO 2° DESPUÉS DE EPIFANÍA

18 de Enero de 2015
Romanos 12:6-16; Salmo 106:20-21;
Salmo 148:2; San Juan 2:1-11

Muy Queridos hermanos todos desde y para Jesús Rey:

En las lecturas de esta Liturgia Sagrada el Señor habla al corazón de cada uno, pero también al corazón de su Cuerpo Místico, la Iglesia, de cuya misión siendo nosotros fieles verdaderos somos corresponsables.  Y en este momento hemos de considerar varios aspectos que nos señala el Señor:

Primeramente nos dice que todos y cada uno, cualquiera que sea nuestro lugar en la Iglesia y la sociedad debemos descubrir los dones que SÍ hemos recibido, para ponerlos al servicio de la Gloria de Dios, al servicio del prójimo, viviendo y proyectándonos en y desde el Corazón del Señor Jesús.

Quien se encierra en el engaño de que no tiene dones del Señor, además de que demuestra que no hace verdadera oración diaria, es o bien egoísta o bien perezoso, y por tanto está pecando.

En cambio quien descubriendo con verdad y humildad los dones recibidos del Señor, los pone realmente al servicio del Señor, de la Iglesia, de la sociedad civil, del prójimo que le necesita, está construyendo Iglesia, está construyendo una sociedad capaz de vivir en justicia, en paz, en progreso temporal y espiritual, capaz de caminar no sólo en el tiempo sino también orientada hacia la eternidad en la que nos espera el Señor, para juicio, para castigo o para premio.

En segundo lugar, ¿qué más nos dice el Señor?  Especialmente con el relato de las bodas de Cana, nos recuerda que ÉL está muy presente en toda la realidad de la vida humana, tanto en las alegrías como en las congojas y tristezas, en la salud como en la enfermedad, en los triunfos como en los fracasos, y que si, contando siempre con la intercesión, el consejo, el ejemplo de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, acudimos a ÉL, vivimos y hacemos todo en y por ÉL, todo será para la salvación de la Iglesia y de la humanidad.

Y llegamos ahora a un tema complejo de este relato de las bodas de Cana.  Digo complejo porque muy bien sabemos que muy fácilmente es manipulado por aquellos que desean interpretar el Evangelio bien desde un punto de vista puramente socio-político, bien desde un punto de vista materialista, relativista.  

En cambio, con el Magisterio de la Iglesia, debemos interpretar este pasaje del Evangelio tanto bíblica como teológica y litúrgicamente.  Y así podremos descubrir varias enseñanzas muy concretas.  Jesús le dice a María Santísima:

“Mujer…”  (Jn. 2:4a) 

Conociendo la forma de expresarse el pueblo Judio es un término que indica tanto respeto y amor como solemnidad y seriedad por el momento y circunstancias en que Jesús lo dice: por encima de sus afectos filiales está su propia realidad como Hijo de Dios.  Y luego Jesús continua diciéndole:  

“¿qué nos va a ti y a mí?, aún no ha llegado mi hora”  (Jn. 2:4b)  

No quiere decir que no se interesa por la necesidad temporal de los novios, del ser humano, sino algo muy diferente.  Da a entender que lo más importante para ÉL en todo momento y circunstancia, por encima de lo temporal y material, es cumplir la Voluntad de Su Padre, como ya se lo había insinuado a María misma y a San José:  

“¿Por qué me buscabais?  ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?”  (San Lucas 2:49) 

como también en su propia oración:  

“Abba, Padre, todo te es posible; aleja de mí este cáliz; mas no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”  (Marcos 14:36).  

De todo esto podemos concluir una enseñanza para todos:  una medida muy fiel de nuestra Fe es si anteponemos la Voluntad Santísima de Dios tanto a nuestros gustos e inclinaciones como también a las constantes insinuaciones del materialismo y relativismo del mundo.  Y una enseñanza muy directa y clara para nosotros los Sacerdotes es que nuestra misión no es ni comercial ni política ni simplemente social, sino que es directamente vivir la vida misma de Cristo y administrar su Gracia para todos y cada uno de los Fieles que ÉL mismo encomienda a nuestra participación en su Único y Eterno Sacerdocio, muy especialmente por la vivencia de la Liturgia que tiene su punto no único pero sí álgido por su Sacrificio perpetuado en la Santa Misa, siguiendo todos y cada uno el consejo de María Santísima:  

“Haced cuanto ÉL os dijere”  (Jn. 2:5).  
Los sacerdotes celebrando la Santa Misa, los Fieles participando y comulgando…

Y surge ahora otra pregunta: ¿por qué convierte Jesús el agua en vino?  Mucho más allá de la sola satisfacción de una necesidad temporal, que con verdadera caridad hace Jesús para con los recién casados, hay toda una conexión con su Misión salvífica, que ha de encomendar luego a sus Apóstoles, a sus Sacerdotes a lo largo de toda la historia y el mundo entero, al decirnos, en relación ya no con el agua sino con el vino que ha de convertirse en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad para perpetuar su Presencia y su Sacrificio:  

“Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía.”  (Lucas 22:19; cf. I Corintios 11:24-25).  

Al convertir el agua en vino está el Señor por tanto haciendo una referencia profética al Sacramento que es Fuente, Centro y Cumbre de toda la vida y misión de la Iglesia y por tanto de cada Fiel Cristiano.

Todo esto, ¿Qué implicaciones tiene para nosotros, para la Iglesia, para el mundo, y en vistas a lo que hemos de ser y hacer en el futuro, tanto próximo como a mediano plazo?  Debo señalar  tres asuntos vitales, íntimamente unidos entre ellos:  nuestra vida cristiana, nuestra oración personal diaria, nuestra vivencia y proyección litúrgica.

Nuestra vida cristiana, vida de Fe, de Esperanza y de Caridad que deben incidir en todos los aspectos: personales, familiares, eclesiales, culturales, sociales, profesionales, económicos, políticos.

Nuestra oración personal diaria, ya que el cristiano que no hace oración personal cada día no puede tener la seguridad de vivir de acuerdo con la Voluntad Santísima de Dios, ni será capaz de cumplir su doble misión:  misión temporal, misión eterna, no se realizará ni como ciudadano ni como Fiel cristiano.  No será capaz de hacerle frente a todo lo que pueda venir en el futuro, sea bueno o sea malo.  Será presa de la falta de sentido de la vida, no sabrá para qué vive.  En cambio el cristiano que hace oración de verdad, más de escucha que de abundancia de palabras descubrirá el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, de la Voluntad Santísima del Señor.

Nuestra vivencia y proyección litúrgica, no sólo viviendo en lo personal una auténtica y profunda relación con Dios Uno y Trino al participar en el Culto Litúrgico que se le debe por el Breviario, por los Sacramentos vividos,  y especialísimamente por la Santa Misa como sumergimiento en su Misterio, no “coram hominibus”, sino “Coram Deo”, no como “banquete recordatorio de un sacrificio que ya pasó”, sino como “celebración del único Sacrificio Perpetuo y Salvífico”, no “en unión con un pueblo limitado y con fronteras”, sino “como miembros del Cuerpo Místico de Cristo”, no en “un banquete presidido por un sacerdote”, sino en “el Acto Sacrificial de Cristo, Acto divino, celebrado por su Sacerdote”, no en “un acto humano de un sacerdote que pretende dar a los hombres sólo consuelos, orientaciones y/o beneficios temporales”, sino en “el Acto de Cristo que a través del Sacerdote perdona y vivifica a los Fieles, a quienes al mismo tiempo da lo que necesitan para que, cargando la   Cruz de una verdadera hostificación y oblación de su vida, lleguen a la santidad a la que el Señor mismo les invita.

Vida de virtudes cristianas y de servicio, vida de oración, vida litúrgica. Tres ejes que no pueden faltar en el ser y el hacer de cada cristiano.  Vivámoslos, muy queridos hermanos y hermanas, y así escuchando un día aquellas anheladas y consoladoras palabras del Señor:  

“Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”  (Mateo 25:34)  

para pasar entonces a la eterna y gozosa liturgia en la que exclamaremos aquel solemne:  

“Bendición, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.”  (Apocalipsis 7:12)



Pbro. José Pablo de Jesús, o.ce.

Santidad de la Familia desde la Liturgia

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

Primer Domingo después de Epifanía
11 de Enero de 2015
Colosenses 3:12-17;  Salmos 26:4; 83:5;
Isaías 45:15; San Lucas 2:42-52


Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:

Considero que al celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia debemos no sólo reconocer sino también fortalecer esta realidad básica tanto de la sociedad civil como de la Iglesia.  Y por encima de las costumbres pecaminosas lastimosamente imperantes en la sociedad civil de cada país, en el conjunto de los mismos, y en las mismas organizaciones que reúnen a muchos países, la Iglesia que es Una, Santa, Católica, Apostólica debe implantar la verdad revelada por Dios en Cristo sobre lo que es realmente la familia: la unión sagrada de un hombre con una mujer para amarse, respetarse y ser instrumentos de Dios para dar la vida a nuevos seres humanos, los hijos, que al igual que ellos forman parte de la familia, pero también forman parte de la sociedad y de la Iglesia.

¿Y cómo fortalecerla siendo conscientes del materialismo y el relativismo del mundo que hacen todo lo posible por destruir constantemente la familia, incluso con ataques continuos contra el Sacramento del Matrimonio? 

A esa pregunta encuentro una sola respuesta cierta, clara y contundente: logrando que Cristo Nuestro Señor sea el centro de la vida de las niñas y de los niños, de las y los adolescentes, de las señoritas y de los jóvenes desde que se preparan para el Matrimonio durante su noviazgo para culminar en el centralismo perpetuo de Cristo en el hogar, tanto para los papás como para los hijos que hayan de ser dados por Dios a los padres como un don precioso que ha de ser santamente custodiado, en un ambiente favorable para una auténtica vida espiritual, moral, como primera escuela de la Fe absolutamente necesaria para todo ser humano, sin diferencia ni de clase social ni de raza, ni de época.  Cristo fuente, centro y culmen de la familia cristiana.

Pero surge otra pregunta:  ¿Cómo lograr lo anterior? Se logrará si cada miembro de la familia tiene su oración personal, si la familia unida como tal tiene también su tiempo de oración familiar a ser posible diariamente basada fundamentalmente en la Palabra de Dios contemplada, aplicada y vivida, y si no al menos cada Domingo, cada día de Fiesta Eclesial, y si la familia vive lo que de inmediato expreso, como lo más importante en la vida tanto de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo como también en la vida de cada cristiano:
Me refiero a la participación no individual sino familiar mínimo todos los domingos, [no los sábados por la tarde, que fue una concesión pontificia exclusivamente para ciertos grupos de fieles que debido a las circunstancias de la época actual lo necesitan], repito, todos los domingos y solemnidades en la Santa Misa vivida plenamente como lo que en realidad es y debe seguir siendo: el Sacrificio de Cristo Nuestros Señor, por tanto no con carácter de fiesta ni de banquete, ni de simple sacrificio de seres humanos, sino del verdadero y único Sacrificio de Cristo Nuestro Señor, único Sacrificio Salvífico y consecuentemente con fuerza divina para transformar la vida de quienes en él participan unidos al Sacerdote que lo ofrece “in persona Christi”. 

¿Qué debemos entender por lo último que acabo de expresar, “fuerza divina para transformar la vida”?  Pues bien, si un fiel, o un conjunto de fieles, va a Misa sin participar verdaderamente en ella, sin atender ni unirse realmente al Sacerdote ni escuchar la Palabra de Dios ni la homilía, ni se abre realmente a esa acción transformante para abandonar completamente la soberbia, el egoísmo, la pereza, la gula, la envidia, la lujuria, la ira y se deja transformar por la gracia de Dios para vivir la Fe, la Esperanza, la Caridad, la Prudencia, la Sabiduría, la Fortaleza, la Templanza, la Pureza, la Comprensión, la Mansedumbre, la Justicia, en realidad no está cumpliendo con la Voluntad del Señor expresada por Jesús mismo cuando dijo:  “Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre no tendréis vida en vosotros”  (Cf. Juan 6:53), que luego sería explicada muy claramente por el Apóstol San Pablo cuando escribió: “Así pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor” (I Corintios 11:27)  ¿Qué significará el adverbio “indignamente”?:  Dos cosas:  Que la Sagrada Comunión se recibe encontrándose en pecado mortal, sacrílegamente o supersticiosamente, o bien que aún recibiéndola en gracia, se le recibe indiferentemente, descuidadamente, sin respeto, muchas veces por simple compromiso social en un bautismo en un matrimonio o funeral, sin oración de preparación ni de acción de gracias, de pie y en la mano, mal vestido, las mujeres con pantalones y sin velo, los hombres vestidos de cualquier manera, los niños como si fueran a un campo de juego a una fiestecilla mundana, la familia cada quien por su lado y a diferentes horas, dejando la Santa Misa para las últimas horas del día, como si fuera sólo una obligación y no un compromiso de amor y de fidelidad, la mayor parte de los católicos más preocupados por agradar a los hombres, o por defender sus intereses temporales, y no interesados por corresponder y ser fieles al Señor que se sigue dando todo por todos y cada uno.  Se vive la Santa Misa sin Fe, sin Esperanza, sin Caridad Divina.

Por eso está el mundo como está, por eso está la familia como está: destruida, dividida, en el mundo se llama familia lo que no es familia, y se desprecia lo que sí es familia: porque no se vive la Liturgia como debe ser, no se vive la Eucaristía como debe ser.


“Fuerza Divina que transforma” quiere dar a entender entonces que cada fiel logra de su vida de oración y su participación frecuente, en la Santa Misa, en la Forma Extraordinaria o Tridentina a ser posible, la mejor, constante y perpetua vivencia de las virtudes cristianas en lo personal y en lo familiar, en lo privado y en lo público, para llegar a poder decir con toda sinceridad:  “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2:20) así como también llegar a cumplir su anhelo que hago mío para con todos y cada uno de ustedes: “Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, y arraigados y fundados en la caridad, podáis comprender, en unión con todos los santos, cuál es la anchura, la longura, la altura y la profundidad y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”  (Efesios 3:17-19), y más que el anhelo de San Pablo y mío, el anhelo de Jesús mismo:  “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y conozca el mundo que tú me enviaste y amaste a éstos como me amaste a mí.” (Juan 17:23)

Por ello mi más viva e insistente exhortación a renovar, fortalecer, vivir y promover la Fe Litúrgica y Eucarística como lo que realmente es, con el Poder del Espíritu Santo, en y desde la Verdad y el Amor del Señor, en la verdadera Tradición y Magisterio de la Iglesia, con constancia, con humildad, con valentía, sin violencia pero con firmeza.

Sólo así tendremos familias capaces de imitar a Jesús en unión con María Santísima y San José, familias capaces de ser santas y de promover la santidad en el mundo, para la Gloria de Dios en el tiempo y el espacio, y hasta la eternidad.  Así sea.



Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

Liturgia = Epifanía del Señor

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
6 de Enero de 2015
Malaquías 3:1; Salmo 71:2;
Isaías 60:1-6; San Mateo 2:1-12



Muy Queridos Hermanos en Jesús-Cristo:

Los Magos vieron en Oriente la Estrella del Señor y viajaron, lejos, hasta Israel y llegaron a Jerusalén no buscando placeres ni comodidades, sino lo incierto de un niño que en ese momento no era conocido por nadie más que los sencillos pastores; y los magos, encontrándole, le adoran y otorgan regalos de oro, incienso y mirra, y por último regresan a su tierra por otro camino, apartándose totalmente del malvado Herodes…

¿Qué significa todo eso para nosotros en el hoy de nuestras vidas personales, eclesiales, sociales, culturales, económicas, políticas?  ¿Y en la vida de la Iglesia?  ¿Y en la vida de la sociedad civil?

Primeramente, la Estrella del Señor significa la importantísima y urgente virtud de la Fe, que hoy ya no se vive ni a nivel personal ni a nivel eclesial, pues la mayoría de los Fieles están orientados a lo puramente material y temporal, sin interesarse real y profundamente por el Señor.  Es la Fe, de la que, con el Papa Emérito Benedicto XVI, insistimos que es la experiencia viva del encuentro personal con Jesús.

En segundo lugar, ¿en dónde se manifestó esa Estrella de la Fe?  En Oriente… Y ¿Hacia dónde les orientó esa Estrella de la Fe?  Hacia un lugar lejano y de difícil acceso para ellos:  Belén, “Ciudad del Pan”… Veamos algunas aplicaciones prácticas de esto.  ¿Cuál es el Oriente del hoy espacial y temporal,  personal y eclesial?  Evidentemente que es la Iglesia, el Templo, en especial si su construcción se encuentra correctamente orientada, hacia el Oriente…  ¿Y cuál será el “Belén, Ciudad del Pan” del hoy en el tiempo de la Iglesia?  Por supuesto que el Sagrario con el Altar, [Presencia – Sacrificio]… 

¿Y por qué insisto en “Sagrario – Altar”, con su significado de “Presencia – Sacrificio”?  Porque el Hijo de Dios desde el mismo momento en que nace como Hombre, Presencia humana y divina, lo hace viviendo plenamente su Sacrificio, único válido ante Dios, ya que nace en la pobreza y la incomodidad, y así se manifiesta al mundo, tanto a los pobres y sencillos como a los ricos, sabios y poderosos…  Y lo culmina en la perpetuidad de su Sacrificio por la Liturgia, como lo insistiré más adelante.

Un tercer asunto:  le dan regalos:  la Mirra, que significa el sacrificio, las dificultades, las incomprensiones, las soledades, los rechazos, los fracasos, las enfermedades, que hemos de ofrecer diariamente a Dios, siempre en unión con el Sacrificio de Cristo que ciertamente culminó no en un aparente triunfo humano sino en la Pasión y Muerte en Cruz…; el Oro, o sea la perfección sencilla y luminosa de nuestras acciones y obras;  y el Incienso, que ofreciéndolo siempre  por nuestra oración, muy especialmente la Litúrgica, que por el Breviario y los Sacramentos que culminan en la Liturgia Eucarística, nos sumergen en el Misterio de la Verdad y la Plenitud de Dios.  Y uniendo los aspectos anteriormente mencionados y comentados:  muy queridos hermanos y hermanas:  ¿qué Liturgia le estamos ofreciendo en nuestro momento histórico personal y eclesial al Señor?  ¿Una liturgia que más se parece a un acto puramente humano, festivo, social y cultural?  ¿O la verdadera Liturgia, Acto y Misterio de Dios, sacrificial?  ¿O estamos poniendo excusas de diversa índole:  distancia, inaccesibilidad, incomodidad del espacio, duración, pretensión de entender el Misterio, temor del compromiso, inconstancia?  Muy queridos hermanos todos:  analicémonos con sinceridad, y si queremos imitar a los Magos en una verdadera renovación y fortalecimiento de la Fe, tanto a nivel personal como eclesial, decidámonos total, plena y definitivamente por una sola manera de vivir la Liturgia, como verdadero Sacrificio de Cristo, la que estamos viviendo en este momento histórico sumergidos en el corazón de la única y verdadera Iglesia fundada por Nuestro Señor.

Veamos ahora un último detalle que insinuaba al principio:  los Magos regresan por otro camino apartándose de Herodes… Ellos se alejaron del que pretendía asesinar a Jesús, alejémonos nosotros de toda mala o tibia celebración litúrgica, alejémonos de las mentiras doctrinales, morales, sociales del materialismo y el relativismo, alejémonos y desobedezcamos a autoridades civiles que pretendan obligarnos a traicionar y ofender al Señor, aunque sea a costa de perder trabajo… Antes perder seguridades, y placeres, temporales que perder a Jesús en el tiempo y la eternidad… alejémonos incluso de autoridades eclesiásticas que pretendan mantenernos en la ignorancia religiosa o en la mediocridad espiritual o en la tolerancia de una sociedad permisiva y corrupta, o llevarnos a prácticas anti-litúrgicas o inmorales.

Finalmente, muy queridos hermanos, que el fruto de esta Epifanía del Señor en todos nosotros sea que en y desde nuestro verdadero Oriente, el “Templo Casa de Dios” y nuestro verdadero Belén, el Sagrario-Altar, viviendo continuamente la experiencia de la Presencia y el Sacrificio Eucarístico de Cristo, seamos también nosotros los “Magos de Jesús para la Iglesia y para toda la humanidad”:  Discípulos de Cristo, que le adoramos en el Sagrario y en el Altar, que le contemplamos en nuestra oración personal, que en ÉL y desde ÉL vivimos toda nuestra vida, y sus apóstoles en el mundo, porque implantamos su Presencia y su Reino temporal y eterno en el corazón de la Iglesia y la humanidad.


                                                                               Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

En el Nombre de Jesús se es salvo

FIESTA DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS

Domingo 4 de Enero de 2015
Hechos 4:8-12;  Salmo 105:47; Isaías 63:16;
Salmo 144:21;  San Lucas 2:21



Muy queridos hermanos todos en Cristo Jesús:

Para poder entender la importancia de esta Fiesta Litúrgica que vivimos hoy del Santo Nombre de Jesús, recordemos lo que significan los nombres de las personas.  Con tal fin, les pregunto:  ¿conoce cada uno de ustedes el significado de su propio nombre?  ¿Y tratan de vivir de acuerdo con dicho significado?  ¿Se han interesado por conocerlo o por buscarlo?   Ya que en una semántica bien aplicada a los nombres, los de las personas han de indicar o significar aquello que la persona es, debe ser y/o aspira a ser.

Con esas inquietudes iniciales centrémonos hoy en algunas expresiones del Apóstol San Pedro:  “En Nombre de Nuestro Señor Jesucristo de Nazaret… En virtud de tal Nombre…Este Jesús es la piedra… angular. Fuera de ÉL no hay salvación en ningún otro.”  (Hechos 2:10,11,12).

Y a partir de esas expresiones del Apóstol, ¿Qué significa el Santo Nombre de Jesús?  Proviene del hebreo Yeshua, que significa “Salvador”…  Y eso es Jesús, Nuestro Salvador, que habiéndonos salvado y perpetuando su sacrificio salvador en la Sagrada Liturgia, especialmente en la Eucaristía, es constituido por Dios Padre en Señor del universo entero.

Sólo Jesús es el Salvador y Señor del Universo.  A ÉL debemos acudir primeramente en actitud de adoración.  Y en segundo lugar de sometimiento a su reinado, o sea a vivir lo que ÉL nos enseña con su ejemplo y su palabra. Y en tercer lugar la decisión clara, fuerte y constante de ser sus testigos su apóstoles en y con la Iglesia, en la familia, en la sociedad en todos los ámbitos de la vida privada y pública.

Por ello,  si le adoramos postrémonos de rodillas ante ÉL en el Sagrario cuando lo visitamos y cuando pasamos delante de ÉL, en el Altar al participar en su Santo Sacrificio de la Misa y recibiéndolo sólo y siempre de rodillas y en la boca, con humildad y valentía.  Nunca por ningún motivo de pie y en la mano, que es una costumbre profana, introducida abusivamente en la vida litúrgica de la Iglesia.

Igualmente si nos sometemos a ÉL hemos de ser capaces de “ya no vivir nosotros sino que sea ÉL quien viva en nosotros” (Cf. Gálatas 2:20) en todos los aspectos de nuestra vida privada y pública, llegando incluso a “presentar nuestros cuerpos y nuestra vida entera como una hostia viva, santa, agradable a Dios en Jesús” (Cf. Romanos 12:1). Y que así seamos incluso “capaces de completar en nuestro cuerpo lo que falta a sus tribulaciones por su cuerpo que es la Iglesia” (Cf. Colosenses 1:24).

Y no nos avergoncemos nunca ni en ningún lugar ni circunstancia de dar testimonio de Jesús, hablemos de ÉL.  Llevemos siempre visiblemente el Crucifijo con nosotros… No participemos en conversaciones en las que no se deba pronunciar su Santo Nombre, no vayamos a lugares en los que no se deba exhibir el Santo Crucifijo o la Imagen del Sagrado Corazón de Jesús.  Defendamos y promovamos el conocimiento de su Santo Nombre, de su Persona, de su Misterio, de su Presencia en el Sagrario, de su Sacrificio en el Altar

Que nuestra oración sea una verdadera contemplación, escucha, alabanza, agradecimiento, entrega a Jesús.  Y por tanto nuestras jaculatorias… “Te adoro y te desagravio, Jesús Hostia”… lo sean también.

¡Qué precioso sería que pudiéramos todos identificarnos no sólo con el apellido de nuestras familias, sino también como “de Jesús”!, no sólo al escribir y pronunciar nuestros nombres, sino también con el testimonio total de nuestras vidas.  “De Jesús”…  “De Jesús”…  “De Jesús”…

Así contribuiremos en el cumplimiento de aquello a lo que motivábamos el recién pasado 1ero. de Enero, retomando el lema del pontificado de San Pío X: “Instaurar todas las cosas en Cristo”.

Que el Santo Nombre de Jesús sea en nuestra palabra y en nuestra vida expresión de su Reino en la Iglesia y en la sociedad, en el tiempo y la eternidad.  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e..

Instaurar el Reino de Cristo

OCTAVA DE NAVIDAD
CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR
1° de Enero 2015
Tito 2: 11-15; Salmo 97: 2-4
San Lucas 2:21

Muy Queridos Hermanos en Cristo Nuestro Señor:

Muy breve pero muy profunda y clara la Palabra de Dios en este momento.   Con todo lo que esta Palabra del Señor nos puede comunicar, iniciamos ciertamente un nuevo año, litúrgicamente sabemos que el año inicia con el tiempo de Adviento, pero es muy curiosa la actitud del ser humano, que no le da tanta importancia al año litúrgico, mientras sí le da a una supuesta importancia más que nada afectiva al año civil, y entonces se producen todas esas manifestaciones afectivas más que nada, sentimentales y lastimosamente a veces pecaminosas del cambio de año civil.

Pero hermanos, ¿cómo enfrentar esta realidad cristianamente?: haciendo lo que hace la Liturgia, que como sabemos es la principal actividad del cristiano, no hay ninguna otra actividad que el cristiano pueda realizar en esta tierra, más grande que el culto que se le debe a Dios en la Liturgia, y es precisamente con la Liturgia como debemos nosotros entonces iniciar cada etapa de la vida y es con la Liturgia con la que debemos continuar cada etapa y con la que debemos culminar cada etapa y especialmente con aquello que es prácticamente la Fuente, el Centro y la Cumbre de toda la Liturgia y de toda la vida y misión de la Iglesia, la Eucaristía, la Santa Misa o sea El Perpetuo Sacrificio de Cristo sobre el Altar, no hay mejor manera de iniciar cada etapa, no hay mejor manera de iniciar un nuevo año civil, con la Liturgia, ¿por qué? Porque en la Liturgia se vive y se realiza aquello que se proclama en la Palabra de Dios. 

Ciertamente la Palabra de Dios que se proclama en la Liturgia es uno de esos centros litúrgicos, la lectura y proclamación de la Palabra de Dios, es uno de los centros litúrgicos, pero todavía más fuerte que éste es precisamente el Sacrificio de Cristo, es el centro más importante de toda la acción litúrgica de toda la Iglesia, porque el hecho de que se pueda realizar el Sacrificio, implica otro hecho importante, la Presencia, si no hubiera Presencia Eucarística de Cristo, no podría realizarse el Sacrificio de Cristo, porque no es el Sacrificio de cualquier ser humano el que se le ofrece a Dios, es el Sacrificio de Cristo, por eso queridos hermanos, tenemos que vivir profundamente esta Liturgia de este día, que gracias al Señor tendrá una continuidad el próximo domingo con la fiesta que se va a celebrar, que realmente profundicemos en lo que realmente es la Persona de Jesucristo, así como lo hicimos el 25 de Diciembre y el domingo infraoctava de Navidad, así debemos continuar hoy y el próximo domingo, profundizando en el conocimiento, en esa relación íntima con la Persona de Cristo, que culmina su entrega en el Sacrificio, que culmina su acción salvífica en el Sacrificio, único Sacrificio meritorio ante Dios.

Queridos hermanos, porque Jesús pudo ofrecer su Sacrificio a Dios Padre en lugar nuestro, porque se hizo Hombre sin dejar de ser Dios, una sola Persona Divina, la Persona del Hijo, que tiene las dos naturalezas, la Divina y la Humana, para salvar a toda la raza humana del pecado y sus consecuencias, ese es Jesús, Jesús no es sólo Dios, el Nombre de Jesús significa el Dios – Hombre, el Nombre de Jesús nos hace presente al Dios Hombre, el Dios Hombre que salvándonos nos da plenitud de vida.   Por eso queridos hermanos, es importantísimo que  tratemos de centrarnos verdaderamente en Cristo, hoy lastimosamente el ser humano en general está muy disperso en muchas cosas, y esa dispersión le ha debilitado de tal manera que está lejos de Dios, el ser humano con su mente dispersa en tantas cosas, el ser humano con su mente ocupada en tantas cosas, preocupada de tantas cosas, se debilita y al debilitarse la mente del ser humano, se debilita también la voluntad del ser humano y por eso queridos hermanos  con qué facilidad es debilitado por las atracciones, por los ofrecimientos del mundo, y se aparta de la Verdad que es Jesús; necesitamos volver a centrarnos de una manera radical en Cristo, aunque no podamos apartarnos radicalmente de otras realidades de la vida temporal, aunque no podamos apartarnos de otras obligaciones que se tienen normalmente en la vida humana, temporal, nuestro corazón, nuestra mente, nuestra voluntad, deben estar centradas radicalmente en Cristo, Él es el único Salvador; y en este momento tenemos que añadir algo más, además de que Cristo es el único Salvador, Él es el único que verdaderamente merece el título de Señor, Jesús es el Salvador, pero Jesús es el Señor, y si Jesús es Salvador y Señor, merece también ser el Rey, el Rey del Universo.

Queridos hermanos, en estas últimas semanas lo he venido poniendo en oración, y he llegado a una determinación muy clara:  Si queremos progresar en este año que comienza, si queremos que el 2015 sea mejor que el 2014, si queremos tener una vida plena en el 2015, no nos enfoquemos sólo en cosas materiales, no nos enfoquemos sólo en cosas temporales, responsablemente hagámosle frente a lo material, a lo temporal, a lo económico, a lo físico, en cuanto sea necesario para vivir con dignidad y sencillez al mismo tiempo, y para compartir con el prójimo lo que sea necesario compartir, tanto en el orden material y económico, con en el orden moral y espiritual, pero centrados radicalmente en Cristo.  Todo lo que hagamos que sea para que Jesús reine de verdad no sólo en nosotros, sino que Jesús reine de verdad a nuestro alrededor, que los que se relacionen con nosotros experimenten que tienen que abrirse a Jesús, o apartarse de nosotros;  así de fuerte y claro tiene que ser nuestra vida en el 2015, de lo contrario no tenemos derecho a llamarnos cristianos católicos; que precisamente en y desde la Liturgia, vivida como tiene que ser, como Dios la manda, centrada en el Sacrificio de Cristo, vivida en y desde el Sacrificio de Cristo, a partir de esa Liturgia, implantemos el Reino de Cristo, más fuertemente que antes, en nosotros, a nuestro alrededor, en toda la Iglesia, en todo el mundo.

Al inicio de su Pontificado San Pio X, dio un mensaje donde explicó lo que era su Lema:  “Instaurare Omnia in Christo”, “Instaurar todo en Cristo”.  Pues bien, nosotros debemos seguir ese lema durante el 2015,  reinstaurar  todo en Cristo.  El mundo se ha alejado de Jesús, reinstauremos el Reino de Cristo en el mundo, el mundo, la sociedad, la Iglesia misma, se está centrando casi exclusivamente en el ser humano, y eso no es malo, es necesario, pero no es lo más importante; ¿y por qué no es lo más importante el ser humano?, sencillamente porque un ser humano sin Cristo nunca alcanzará la plenitud de la humanidad, de la dignidad que merece, solamente el ser humano centrado en Cristo, que vive en Cristo alcanzará la plenitud de su misma dignidad humana.  Por eso queridos hermanos, si queremos vivir en la verdad, que es Cristo, si  queremos tener plenitud, y si queremos compartir plenitud con el prójimo, que ciertamente Cristo sea Fuente, Centro y Cumbre de nuestra vida y logremos con nuestro pequeño pero importante esfuerzo que Cristo sea Fuente, Centro y Cumbre de toda la vida y misión de la Iglesia, y para que no se nos olvide que todo esto lo encerremos en ese Lema tan claro que tuvo San Pio X: 

“Reinstauraré todo en Cristo”
“Instaurare Omnia in Christo”
                                                                                                                                              Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.