SOLEMNIDAD DE LOS APÓSTOLES
SAN PEDRO Y SAN PABLO
Domingo 29 de Junio de 2014
Vigilia: Hechos 3: 1-10; Salmo 18: 5 y 2; S. Juan 21: 15-19;
Solemnidad: Hechos 12: 1-11; Salmo 44:
17-18;
San
Mateo 16: 13-19;
Conmemoración de San Pablo: Gálatas 2: 8-9;
I Cor. 15: 10;
San
Mateo 10: 16-22
Ustedes
podrán recordar los temas que el Señor nos permitió tratar el Domingo
anterior. Pues bien, en esta solemnidad
de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y fundamentados en el relato bíblico y
en la historia de las primeras comunidades eclesiales por lo que ellos vivieron
desde su realidad personal, pero también desde la realidad eclesial en que la
Providencia del Señor mismo les colocó, podemos continuar profundizando en lo
que ha de ser nuestra propia experiencia de Jesús.
Ciertamente
al analizar tanto a San Pedro como a San Pablo, descubrimos su fidelidad
radical a Jesús, ante todo como una persona, la de cada apóstol, que es fiel a
la persona del “Otro”, la de Jesús. Pero
debemos descubrir y comprender en toda su seriedad una característica de esa
fidelidad a Jesús: son personalmente fieles a Jesús como miembros de la Iglesia. Aman a Jesús, pero también aman y son fieles
a la Iglesia, de la que se saben responsables.
Y aunque en algunas circunstancias tienen opiniones diferentes entre
ellos, por su fidelidad a Jesús y al Cuerpo de la Iglesia, en apertura total y
sincera a las mociones del Espíritu Santo, llegan a la verdad doctrinal,
litúrgica, vivencial que comunican a los demás discípulos que se van sumando a
la comunidad eclesial, quienes les siguen no por ellos sino por Jesús a quienes
ellos representan sirviendo desde la oración, la liturgia y la enseñanza.
Y
todo eso constituye una enseñanza muy oportuna para nosotros, por las
circunstancias actuales en las que debemos amar a Jesús, servir a Jesús,
promover a Jesús, defender a Jesús, morir por Jesús. Y creo necesario aclarar algo muy importante
sobre esto que acabo de decir: morir por
Jesús, ya que debemos estar dispuestos a ello.
Morir a Jesús implica dos niveles:
un primer nivel es la muerte a nosotros mismos para lograr
transformarnos realmente en Jesús, en lo que tanto venimos insistiendo desde
hace tiempo; y un segundo nivel, que implica el estar dispuestos, en fidelidad
radical, si fuera necesario a dar verdaderamente nuestra vida por Jesús en el
martirio como miembros fieles de la única y verdadera Iglesia.
Insisto:
amar eclesialmente a Jesús, servir eclesialmente a Jesús, promover
eclesialmente a Jesús, defender eclesialmente a Jesús, morir eclesialmente por
Jesús. Y todo ello en las circunstancias
tan complejas que nos toca ser eclesialmente cristianos.
Pero
esa eclesialidad nos lleva a recordar dos aspectos importantes de la Iglesia: el
primero es aquel en el que nos ha tocado insistir a tiempo y a destiempo, o sea
que la Iglesia no debe preocuparse por sí misma sino por implantar en sí misma
y en el mundo el Reino de Jesús Hostia, el Reino Litúrgico – Eucarístico de
Jesús Hostia. Y el segundo aspecto es el
hecho de que como Iglesia instituida por Jesús sobre el fundamento de los
Apóstoles, es esencialmente Jerárquica.
Lo cual tiene una implicación muy importante para la Iglesia de hoy en
todo el mundo: unión, sumisión, fidelidad al magisterio del Sumo Pontífice, no
solamente pero sí especialmente hoy por ser esta fiesta de San Pedro la fiesta
de su sucesor el Papa. Aunque se están
dando ciertas circunstancias en las que especialmente por la influencia de los
medios de comunicación social no se le entiende ni interpreta correctamente,
así como oramos por el Papa Emérito Benedicto XVI y tratamos de escucharle,
oremos por S.S. el Papa Francisco, escuchémosle y acompañémosle en su entrega
eclesial por el Reino de Jesús Hostia.
San Pablo concretamente en algunos momentos incluso llegó a llamarle la
atención a San Pedro sobre algunas actitudes no muy claras. Y San Pedro en sus cartas reconoce la
profundidad de doctrina de San Pablo. Y
los dos terminan dando su vida en el martirio en la misma ciudad de Roma, sellando
y fortaleciendo así como hermanos en la fe la experiencia de Jesús, Camino,
Verdad y Vida, desde Roma, para todo el mundo.
Así, decir “Pedro”, “Benedicto
XVI”, “Francisco”, es decir “Sumo Pontífice”, y decir “Sumo Pontífice” es decir
“Roma”, y decir “Roma” es decir “Iglesia de Jesús”, como también lo dijo San
Juan Pablo II en su última Exhortación Apostólica. Y debemos concluir que quien pretenda vivir
la Liturgia separado de Roma, se equivoca, o es un lobo con piel de oveja.
Por
ello, contra Roma nunca, por Roma nunca, con la Roma fiel por Jesús,
siempre. Con Roma por Jesús nos
oblacionamos. Con Roma por Jesús si
fuera necesario, hasta el martirio.
Pbro. José
Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.