San Pedro y San Pablo

SOLEMNIDAD DE LOS APÓSTOLES
SAN PEDRO Y SAN PABLO

Domingo 29 de Junio de 2014

                Vigilia: Hechos 3: 1-10; Salmo 18: 5 y 2; S. Juan 21: 15-19;

                           Solemnidad: Hechos 12: 1-11; Salmo 44: 17-18;
                                              San Mateo 16: 13-19;
                                             
                                       Conmemoración de San Pablo: Gálatas 2: 8-9; I Cor. 15: 10;
                                                                                               San Mateo 10: 16-22



Santo Papa  León XIII
Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:
Ustedes podrán recordar los temas que el Señor nos permitió tratar el Domingo anterior.  Pues bien, en esta solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y fundamentados en el relato bíblico y en la historia de las primeras comunidades eclesiales por lo que ellos vivieron desde su realidad personal, pero también desde la realidad eclesial en que la Providencia del Señor mismo les colocó, podemos continuar profundizando en lo que ha de ser nuestra propia experiencia de Jesús.
Ciertamente al analizar tanto a San Pedro como a San Pablo, descubrimos su fidelidad radical a Jesús, ante todo como una persona, la de cada apóstol, que es fiel a la persona del “Otro”, la de Jesús.  Pero debemos descubrir y comprender en toda su seriedad una característica de esa fidelidad a Jesús: son personalmente fieles a Jesús como miembros de la Iglesia.  Aman a Jesús, pero también aman y son fieles a la Iglesia, de la que se saben responsables.  Y aunque en algunas circunstancias tienen opiniones diferentes entre ellos, por su fidelidad a Jesús y al Cuerpo de la Iglesia, en apertura total y sincera a las mociones del Espíritu Santo, llegan a la verdad doctrinal, litúrgica, vivencial que comunican a los demás discípulos que se van sumando a la comunidad eclesial, quienes les siguen no por ellos sino por Jesús a quienes ellos representan sirviendo desde la oración, la liturgia y la enseñanza.
Y todo eso constituye una enseñanza muy oportuna para nosotros, por las circunstancias actuales en las que debemos amar a Jesús, servir a Jesús, promover a Jesús, defender a Jesús, morir por Jesús.  Y creo necesario aclarar algo muy importante sobre esto que acabo de decir:  morir por Jesús, ya que debemos estar dispuestos a ello.  Morir a Jesús implica dos niveles:  un primer nivel es la muerte a nosotros mismos para lograr transformarnos realmente en Jesús, en lo que tanto venimos insistiendo desde hace tiempo; y un segundo nivel, que implica el estar dispuestos, en fidelidad radical, si fuera necesario a dar verdaderamente nuestra vida por Jesús en el martirio como miembros fieles de la única y verdadera Iglesia.
Insisto: amar eclesialmente a Jesús, servir eclesialmente a Jesús, promover eclesialmente a Jesús, defender eclesialmente a Jesús, morir eclesialmente por Jesús.  Y todo ello en las circunstancias tan complejas que nos toca ser eclesialmente cristianos.
Pero esa eclesialidad nos lleva a recordar dos aspectos importantes de la Iglesia: el primero es aquel en el que nos ha tocado insistir a tiempo y a destiempo, o sea que la Iglesia no debe preocuparse por sí misma sino por implantar en sí misma y en el mundo el Reino de Jesús Hostia, el Reino Litúrgico – Eucarístico de Jesús Hostia.  Y el segundo aspecto es el hecho de que como Iglesia instituida por Jesús sobre el fundamento de los Apóstoles, es esencialmente Jerárquica.  Lo cual tiene una implicación muy importante para la Iglesia de hoy en todo el mundo: unión, sumisión, fidelidad al magisterio del Sumo Pontífice, no solamente pero sí especialmente hoy por ser esta fiesta de San Pedro la fiesta de su sucesor el Papa.  Aunque se están dando ciertas circunstancias en las que especialmente por la influencia de los medios de comunicación social no se le entiende ni interpreta correctamente, así como oramos por el Papa Emérito Benedicto XVI y tratamos de escucharle, oremos por S.S. el Papa Francisco, escuchémosle y acompañémosle en su entrega eclesial por el Reino de Jesús Hostia.  San Pablo concretamente en algunos momentos incluso llegó a llamarle la atención a San Pedro sobre algunas actitudes no muy claras.  Y San Pedro en sus cartas reconoce la profundidad de doctrina de San Pablo.  Y los dos terminan dando su vida en el martirio en la misma ciudad de Roma, sellando y fortaleciendo así como hermanos en la fe la experiencia de Jesús, Camino, Verdad y Vida, desde Roma, para todo el mundo.  Así, decir “Pedro”,  “Benedicto XVI”, “Francisco”, es decir “Sumo Pontífice”, y decir “Sumo Pontífice” es decir “Roma”, y decir “Roma” es decir “Iglesia de Jesús”, como también lo dijo San Juan Pablo II en su última Exhortación Apostólica.  Y debemos concluir que quien pretenda vivir la Liturgia separado de Roma, se equivoca, o es un lobo con piel de oveja.
Por ello, contra Roma nunca, por Roma nunca, con la Roma fiel por Jesús, siempre.  Con Roma por Jesús nos oblacionamos.  Con Roma por Jesús si fuera necesario, hasta el martirio.


Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.

Corazón de Jesús, Tesoro de Dios

                        SOLEMNIDAD  DEL
                SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Viernes 27 de Junio de 2014

Efesios 3: 8-19; Salmo 24: 8-9;
San Mateo 11: 29; San Juan 19: 31-37





Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:


Considero que hoy hemos de insistir en algo que acabamos de escuchar de parte del Apóstol San Juan:  “Mirarán al que traspasaron”, citando al Profeta Zacarías:  “En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito.”  (Zacarías 12: 10).

Antiguamente era abundante la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.  Hoy se ha perdido, y debemos recuperarla, ya que es sumamente importante, fructífera en una vida auténticamente cristiana y eucarística.

Pero, ¿En qué sentido hemos de recuperar esta devoción, que más bien debiéramos calificar como central, no como simple devoción, en la vida tanto de cada cristiano como de toda la Iglesia?  Ciertamente que no ha de ser sólo en el sentido de una Fe interesada, centrada en el temporalismo del ser humano, sino que ha de ser en el sentido de la Fe vivencial que nos permite experimentar la plenitud que sólo se encuentra en Cristo.  O sea que hemos de recuperar la experiencia del Corazón de Cristo centrados precisamente, totalmente en Jesús Hostia.

Por eso hemos de volver a escuchar:  “Mirarán al que traspasaron”.  Es una verdadera e insistente invitación del Espíritu del Señor para que nosotros lo hagamos, ahora, cada día, siempre, durante nuestra oración personal ante Jesús en el Sagrario y el Crucifijo del Altar, durante la Santa Misa en la Consagración así como al momento de recibirle en la Sagrada Comunión, en cada momento del día cuando tomamos en nuestra mano nuestro crucifijo que llevamos siempre con nosotros y/o cuando vemos el Crucifijo de nuestras casas y/o en cualquier otro lugar donde se encuentre.

“Mirar al Traspasado”…  ¿Para qué?  Vuelvo a repetir algo muy necesario:  Para, olvidándonos de nosotros mismos y de lo puramente material y pasajero, centrarnos radicalmente, totalmente en el Corazón de Jesús Traspasado no sólo por la lanza del soldado, sino por su Amor Infinito al Padre Celestial, ofendido por nuestros pecados, Traspasado por su Amor Infinito a cada uno de nosotros, heridos, débiles, enfermos, muertos por nuestros propios pecados.  ÉL anhela desagraviar al Padre Celestial, anhela cargar todos nuestros pecados para atraer sobre nosotros la Misericordia Transformante del Padre Celestial.

Además, acabo de insinuar otro detalle importante, fruto de nuestra mirada al Traspasado de la Cruz:  atrae sobre nosotros la Misericordia Transformante del Padre.  ¿Qué doy a entender con esto?  Con esto les recuerdo lo que en otras ocasiones hemos dicho sobre la Misericordia de Dios:  no es sólo perdón, sino que además es purificación, es pureza, es sabiduría, es prudencia, es fortaleza para el alma que experimentando la Misericordia de Dios, se convierte, se arrepiente, se transforma en verdadero discípulo de Jesús, que progresivamente irá aumentando y profundizando su conocimiento de Jesús, y descubrirá lo importante y necesario de aceptar también la invitación que Jesús mismo nos hace cuando le dice al Apóstol Tomás:  “Trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente” (S. Juan 20: 27), para sumergirnos totalmente en la vida misma de Jesús. 

Así lograremos aquello que también nos ofrece el Señor por su Apóstol Pablo:  la anchura, la longitud, la altura, la profundidad del Misterio de Cristo del que podremos participar si no nos contentamos con mirarlo, sino que nos sumergimos en el Océano Infinito de su Vida con el Padre y el Espíritu Santo.   Miremos a Jesús Traspasado en la Cruz, miremos a Jesús Traspasado en la Sagrada Hostia, contemplemos a Jesús en su Oblación… Hagámonos uno en ÉL Traspasado, dejémonos transformar en ÉL al contemplar su Divino Corazón Traspasado, al contemplar sus pies traspasados, sus manos traspasadas, su cabeza traspasada.  Así, permitamos que su Santo Espíritu actúe en nosotros, en nuestras vidas. 

Vivamos ya no para el mundo, vivamos para Jesús, vivamos en Jesús… Proyectemos la vida en Jesús a todo nuestro alrededor, comuniquemos la vida en Jesús a todos aquellos con quienes debemos relacionarnos sea cual sea la circunstancia de cada momento y lugar.  ¿Qué mejor acto de caridad podremos hacer en esta tierra que el “Mirar al traspasado”?  ¿Qué mejor acto de caridad que invitar al prójimo a que “Mire al Traspasado y se deje tocar por ÉL?  Caridad para con Jesús, caridad con nosotros mismos, caridad para con el prójimo…

Jesús merece que le acompañemos, Jesús merece que le miremos, Jesús anhela que mirándole nos sumerjamos en ÉL, Jesús merece que le adoremos y le desagraviemos, Jesús merece que le amemos, Jesús merece que le sirvamos, Jesús merece que le seamos fieles, Jesús merece que seamos sus testigos logrando que muchos también le miren, le adoren, le desagravien, le amen, le sirvan, le sean fieles… Jesús se ha dejado traspasar para entregarse al Padre llevándonos a nosotros con ÉL, se ha dejado traspasar para entregársenos…  Entreguémonos nosotros también a ÉL, no como nos insinúa el mundo, no como nosotros pensamos o quisiéramos, sino como ÉL nos impulsa a hacerlo…  ¿Por qué no incluso en el Sacerdocio al que ÉL puede estar llamando a más de uno?  

Eso es precisamente gran parte de lo que Jesús espera y merece de parte de Opus Cordis Eucharistici, que en estos días que han transcurrido desde Corpus Christi hasta hoy ha celebrado por trigésima segunda vez su Solemnidad Institucional, en la “Oscura Luminosidad del Riesgo de la Fe”, acompañando e imitando a Nuestra Señora del Fiat, a San José, a San Pablo.

No miremos qué nos dará el Corazón de Jesús… Miremos con qué llegamos nosotros a ÉL, miremos cómo lo toma ÉL y cómo lo transforma, y con y como María Santísima habremos de exclamar:



“Engrandece mi alma al Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador
porque ha puesto los ojos
en la humildad de su esclava”
(San Lucas 1: 46-48)


                                                               Y con San Pablo:


“Bendito sea el Dios y Padre
de Nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha… elegido de antemano
para ser sus hijos adoptivos…
para alabanza de la gloria de su gracia
con la que nos agració en el Amado.”
(Efesios 1: 3, 5, 6)



Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.

Experiencia de la Fe, frente al mundo


DOMINGO 2do.  DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
22 de Junio de 2014
I San Juan 3: 13-18;  Salmo 119: 1-2;
 Salmo 7: 2; San Lucas 14: 16-24



Muy Queridos Hermanos en Cristo Jesús:

Hoy la Palabra del Señor nos permite profundizar en dos temas realmente importantes, el primero de los cuales debo mencionarlo, pero por las circunstancias que nos rodean no me centraré en él, para pasar de inmediato al segundo, que considero urgente.

El primer tema sin duda es el amor a todas las personas, especialmente a los hermanos en la fe, lo cual lastimosamente falta mucho hoy día entre los católicos, entre los cuales por lo contrario se ve una gran indiferencia de unos para con otros.  Concretamente aquí en Costa Rica se ve mucho esa indiferencia, solamente aflora el interés por el bien temporal de otros cuando se presentan ciertas calamidades de orden público, y entonces incluso en los medios de comunicación social ensalzan la “solidaridad del pueblo”. 

Pero ante las necesidades comunes de hermanos en la fe, y no hablo sólo de las necesidades temporales sino muy especialmente me refiero a las necesidades morales y espirituales, no se da lo que es realmente cristiano, más allá de una simple solidaridad filantrópica.  Puedo mencionar como ejemplo muy grave la indiferencia tan fuerte en la mayoría de los católicos por las situaciones de pecado en que vive una gran porción del pueblo, muchas veces promovidas por los mismos gobiernos.  Y a esa indiferencia se une la cobardía y el consiguiente silencio para vivir, anunciar y promover una auténtica vida de santidad, la cobardía y el silencio para vivir, anunciar y promover una gozosa y valiente actitud contra las corrientes mundanas del materialismo y el relativismo.  Y esto sólo se superará cuando realmente se renueve la verdadera experiencia de la Fe, la verdadera experiencia de Jesús en todo su Misterio Eucarístico.

Y en cuanto al segundo tema, ya lo hemos mencionado en variadas ocasiones desde hace algún tiempo, pero que va adquiriendo cada día más actualidad en la vida no sólo de la Iglesia en general, sino en la vida de los verdaderos cristianos, aquellos que sí procuramos vivir esa experiencia necesaria, urgente, de Jesús Hostia.  Me refiero a lo que expresa el Apóstol San Juan:  “No os maravilléis si el mundo os aborrece.  Sabemos que hemos sido trasladados de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos”  (I San Juan 3: 13).  O sea, el Apóstol hace una relación muy clara entre el primer tema que acabo de señalar, el amor a los hermanos en la fe y lo segundo, a lo que ahora me refiero. 

Quienes en el verdadero discipulado de Jesús Hostia nos interesamos por la salvación y santificación de los hermanos, somos aborrecidos por el mundo.   Sí, hermanos, vivimos en una Iglesia infiltrada por el enemigo del Señor, una Iglesia que, como lo decía S.S. el Papa Francisco el pasado lunes, no es Madre, y “Si la Iglesia no es madre, es feo decir que se vuelve solterona, pero, ¡se vuelve solterona! ¡Es así!: no es fecunda”…  ¿Y qué significará que la Iglesia es solterona?  Pues que es un conjunto de indiferentes, de egoístas, de encerrados en sus comodidades, en sus seguridades, en sus placeres.  Y estos, a los que no somos como ellos, nos aborrecen y ya nos están persiguiendo, en algunos países de manera incluso violenta y sangrienta, y en otros como Costa Rica, de una manera diferente, sutil, engañosa, pero igual de fuerte y dañina para el pueblo en general, que nace, crece, se desarrolla sin una verdadera fe, sin experiencia cierta de Jesús.

No se realiza una verdadera evangelización en Jesús, desde Jesús, hacia Jesús, sino que se realiza una simple pastoral social, de beneficencia social, de justicia social, y cuando se denuncia alguna situación de injusticia, de inmoralidad, se hace en un plano puramente humano, con el mismo ser humano como centro y meta de todo esfuerzo.  No se enseña quién es verdaderamente Jesús, se le presenta como un líder político y social, como un guerrillero, o como un simple servidor/esclavo del ser humano.  No se enseña ni comunica la práctica de una verdadera vida de oración, como tampoco se enseña ni comunica la práctica de las virtudes cristianas, antes al contrario, se rechazan y hacen objeto de burla, por ejemplo la virtud de la pureza.  Se prohíbe el uso público de signos religiosos, incluyendo el rechazo y la burla en relación con la Sotana Eclesiástica y los Hábitos de los y las Consagrados (as), y culminando este breve cuadro, se ha tergiversado y adulterado gravemente la Liturgia con la práctica de abusos graves, profanos y sacrílegos en su celebración hasta el hecho de que en muchas ocasiones se engaña a los fieles especialmente en la Santa Misa por la consagración no válida al cambiar las palabras que han sido decretadas por S.S. el Papa Emérito Benedicto XVI, y se pretende obligar a todos a participar de Liturgias inválidas, así como también a ser tolerantes con el materialismo y el relativismo imperante en los gobiernos y sociedades, así como con la ambigüedad en la presentación de la Doctrina, que lleva a confusiones teológicas y morales, que tienen como una de sus consecuencias el que más de un católico ignorante y débil en la Fe permanezcan en una actitud de quemeimportismo cómodo, egoísta y cobarde, o bien busque otras agrupaciones fuera de la Iglesia Católica.  A este respecto decía precisamente hace dos días S.S. el Papa Francisco:  “La libertad religiosa no es sólo aquella de un pensamiento o de un culto privado –explicó el Papa-. Es libertad de vivir según los principios éticos consecuentes a la verdad encontrada, ya sea privadamente o públicamente. Éste es un gran desafío en el mundo globalizado, donde el pensamiento débil –que es como una enfermedad– disminuye también el nivel ético general, y en nombre de un falso concepto de tolerancia se termina por perseguir a los que defienden la verdad sobre el hombre y sus consecuencias éticas”.  (Vaticano, 20 de Junio, discurso al Congreso Internacional sobre ''La libertad religiosa según el derecho internacional y el conflicto global de los valores'', AciPrensa, 21 de Junio).

Se ocultan las verdaderas directrices de la Santa Sede, o se publican tergiversadas, se permite la llegada al país de líderes lobos con piel de oveja, incluso sacerdotes que han traicionado la Fe, para que impartan sus enseñanzas equívocas y engañosas, mientras a quienes deben y desean comunicar la verdad revelada, incambiable, y la verdadera moral, así como celebrar la Liturgia según lo merece realmente Dios Uno y Trino conforme a los cánones establecidos por la Autoridad Suprema se les obliga a guardar silencio y se les impide toda actividad litúrgica y pastoral públicas.

Y ¿cómo responder, cómo actuar ante esto?:  Por supuesto que de ninguna manera podemos adoptar medidas violentas, ofensivas, engañosas, imprudentes, contrarias al espíritu del Evangelio y a la obediencia debida a la Autoridad Suprema de la Iglesia.  Lo primero que hemos de hacer es vivir la Fe con integridad, con humildad,  testimoniando valientemente la fidelidad a Jesús antes que a la familia, antes que a la Patria, prefiriendo perder los favores del mundo antes que perder a Jesús, prefiriendo incluso la muerte antes que perder el Estado de Gracia, esforzándose por lograr una auténtica vida eucarística con la vivencia diaria de la Santa Misa y la Sagrada Comunión, llegando a la práctica diaria, constante, de la Adoración y el Desagravio, que podría culminar  en la hostificación y oblación de la propia persona y vida de cada uno, así como en unión con lo anterior la necesaria vida de oración, incluyendo la oración por aquellos que estén motivando de una u otra forma toda la persecución contra Jesús y los cristianos para que se conviertan,  como también se hace urgente la autoformación permanente para estar necesaria y correctamente informado sobre la vida de la Iglesia en el mundo sin ser del mundo, aprendiendo lo que es la verdadera obediencia cristiana, que puede traer consigo el tener que desobedecer pacíficamente pero valientemente a cualquiera que pretenda obligar cosas que vayan contra Jesús, contra la Fe, la Esperanza y la Caridad.  Culminando todo lo anterior con la implantación del verdadero espíritu cristiano en todos los ámbitos de la sociedad.  No vivamos según los criterios del mundo, vivamos según los criterios de Jesús, que ÉL sintetizo en su Sermón de las Bienaventuranzas junto con la práctica de las obras de caridad materiales y las espirituales.  Así seremos capaces de imitar a nuestros primeros hermanos en la Fe, con la conciencia y la disposición de que ello podría traernos la gracia inmerecida e inesperada, pero muy posible hoy día, del martirio por Jesús y el establecimiento de su Reino en el universo.

¡Adoremos a Jesús privada y públicamente!  ¡Desagraviemos a Jesús privada y públicamente!  ¡Anunciemos a Jesús con la vida, con la palabra, con los actos, con el paso a la eternidad, en una vida corta o larga, conforme a la Voluntad de Dios, suceda lo que suceda, digan lo que digan.  Jesús ayer, hoy y siempre.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.



LA ADORACION, SENDERO A LA OBLACION

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
                                                              
Jueves 19 de Junio de 2014
                                                
                                  1 Corintios 11: 23-29; Salmo 144: 15-16;
                                                                                     San Juan 6: 56-59               


Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:

Hoy la alegría de la verdadera Iglesia Católica es grande, pero al mismo tiempo debe ser una alegría totalmente diferente a la alegría pasajera y falsa del mundo.  La alegría de la Iglesia, y consecuentemente de cada uno de los Fieles, ha de ser una alegría sumamente profunda… y comprometedora en el sentido del camino de la santidad.   Y ustedes pueden comprenderme por qué lo digo.  Lo digo porque hoy, Jueves después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia Católica celebra la grandiosa e importantísima Solemnidad del Corpus Christi,  Solemnidad de la Eucaristía, Solemnidad de Jesús Hostia…  Solemnidad en la que se nos permite darle a Jesús lo que ÉL merece, adoración, contemplación, apertura a su real acción desde este insondable misterio, para que luego podamos ser y vivir aquello que es más conforme con la Santísima Voluntad del Padre Celestial.
Ahora bien, por la constante relación con los fieles, especialmente en la Confesión y en la dirección espiritual he venido comprobando que en realidad no todos comprenden lo que realmente es la adoración, ya que muchos confunden adoración con oración de petición, petición de perdón, petición de favores divinos en las diversas necesidades temporales como son las familiares, las económicas, las de salud, las de trabajo, y también la confunden fácilmente con la acción de gracias por muchas cosas y situaciones de la vida personal, social, nacional, internacional, comprobando así que el ser humano está encerrado en sí mismo y en lo puramente temporal y social.  Y eso es una de las causas por las que la Iglesia se conceptúa y se ve equivocadamente como “una simple O.N.G.”, triste realidad que S.S. el Papa Francisco volvió a denunciar hace unos tres días, cuando decía:  
 “Los planes pastorales son necesarios, pero no son lo esencial, señaló el lunes el Papa Francisco, al recordar a sacerdotes y  catequistas que los fieles necesitan ver en la Iglesia a una Madre que los acoge con la mirada y la compasión de Jesús y no una ONG”…  “¡Madre! No una ONG bien organizada, con tantos planes pastorales...Tenemos necesidad de ellos, pero no son lo esencial” -dijo el Papa- “son una ‘ayuda’ a la maternidad de la Iglesia”. “Si la Iglesia no es madre, es feo decir que se vuelve solterona, pero, ¡se vuelve solterona! ¡Es así!: no es fecunda”…  “Una nueva mirada que nace del encuentro con Él en este camino de conversión, camino que no es fácil – observó Francisco – porque se trata de “cambiar la vida, cambiar el método y cambiar muchas cosas, también el alma”. “Es este el camino que nos dará la identidad cristiana de un pueblo que ‘sabe generar los hijos’ que es el gran desafío de la Iglesia hoy: ‘ser Madre”.
Debemos entonces llegar a comprender que la verdadera adoración no es nada de eso, ni siquiera planes pastorales que muchas veces se han convertido en simples planes de ayuda social.   La verdadera adoración cristiana, católica es algo mucho más profundo y comprometedor:  es llegar a la Presencia Real,  no sólo espiritual, de Nuestro Señor Jesucristo, ante todo con una actitud de profunda humildad, en reconocimiento de su realidad como Dios y Hombre verdadero, realmente presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad bajo las Especies Eucarísticas, como Salvador y Señor;  y consecuentemente con el sentimiento de la más absoluta  ,dependencia del ser humano en relación con ÉL, Único y Verdadero Rey del Universo desde este Misterio de la Eucaristía.  Por tanto, no ha de ser pensando en nosotros ni en las demás personas humanas como hemos de postrarnos ante ÉL, sea en el Sagrario, sea en el Altar del Sacrificio durante la Santa Misa, sea en la Custodia durante las Horas Santas.  Hemos de postrarnos ante ÉL radicalmente, absolutamente centrados con corazón, mente, voluntad, cuerpo y espíritu en ÉL como Nuestro Dios, como nuestro Salvador, como nuestro Señor, y además verdaderamente dispuestos, abiertos no sólo a lo que ÉL nos quiere dar, sino también a lo que ÉL merece de parte nuestra, lo que ÉL tiene derecho de pedirnos, lo que hemos de darle, no sólo de aquello que tenemos, sino sobre todo muy especialmente de lo que somos, o sea una verdadera y constante conversión de corazón, de mente, de voluntad, conversión, cambio de vida. 
Y ello ha de fructificar ampliamente en nuestra vida, pero primeramente en nuestra misma relación con Cristo, “Camino, Verdad y Vida”.   Así podremos descubrir y experimentar, aunque sea un poquito, lo que Jesús vive realmente en su Misterio Eucarístico, que ha de ser la meta inmediata de una auténtica vida eucarística, que no puede ser considerada jamás como una simple devoción, sino como algo verdaderamente esencial en la vida de todo verdadero cristiano:  vida eucarística, vida eucarística, vida eucarística…
Entonces, ¿qué vive Jesús en la Eucaristía?.  Ya en muchas ocasiones me he referido a esto en dos direcciones:  Jesús en la Eucaristía se entrega a la Gloria del Padre… y Jesús en la Eucaristía se nos entrega a nosotros para darnos vida en plenitud.  Pero ahora debemos continuar profundizando en la comprensión de ello.  Y dicha profundización me permite sintetizar ambas direcciones en una sola realidad que Jesús vive en la Eucaristía:  Jesús es Hostia, y siendo Hostia se oblaciona.  Y quien esto descubre se sentirá impulsado por el Espíritu Santo a vivir exactamente esa oblación que Jesús vive en y desde el Sagrario, en y desde el Altar.  En Jesús, con Jesús, por Jesús, hemos de esforzarnos por llegar a ser también nosotros Oblación para la Gloria del Padre, Oblación para alcanzar las gracias de salvación y santificación para toda la Iglesia, para toda la humanidad.
Tendría que ampliar sobre este asunto de la Oblación que Jesús vive, que nosotros hemos de vivir en y desde el Misterio Eucarístico…  Pero siendo ello demasiado amplio y profundo, continuemos viviendo el esfuerzo por lograrlo progresivamente, con el gozo de conocer la guía preciosa que Jesús mismo nos ha dado en tantas páginas del Evangelio.  Y por ello quiero culminar hoy afirmando que quien vive realmente esta hostificación de su persona, de su vida, de su actividad,  estará viviendo eucarísticamente la preciosa página de las Bienaventuranzas.  Jesús Hostia “es pobre de espíritu”, Jesús Hostia “es manso”, Jesús Hostia “llora” sobre nuestros pecados, Jesús Hostia es “Justo”,  Jesús Hostia “es Misericordioso”, Jesús Hostia “oblaciona su Sagrado y Purísimo Corazón”,  Jesús Hostia “es y entrega Paz”, Jesús Hostia “es perseguido” especialmente por gobiernos materialistas y relativistas, manipulado, mal interpretado directamente tanto en este Augustísimo Sacramento como en sus Miembros los Fieles.  Nosotros hemos de ser también “Almas Hostia pobres de espíritu”, “Almas Hostia en Mansedumbre”, “Almas Hostia capaces de desagraviar por los propios y ajenos pecados”, “Almas Hostia Justos” con Dios y con el prójimo,  “Almas Hostia misericordiosos”,  “Almas Hostia Puros”, “Almas Hostia constructores de paz”,  “Almas Hostia dispuestos a ser perseguidos por causa de Jesús Hostia”.
Por tanto, si adoramos realmente, si adoramos y desagraviamos, así, olvidados de nosotros mismos y de lo puramente material y temporal, sincera, amorosa y valientemente centrados en Jesús Hostia, lograremos establecer su Presencia y Reinado en nosotros y a nuestro alrededor, para llegar a ser “imitadores de Dios, como hijos amados, y caminemos en el amor, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio de fragante y suave olor.”  (Cf. Efesios 5: 1-2)
Adoremos, desagraviemos a Jesús Hostia, seamos oblación en Jesús Hostia Oblativa.


Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.

EL MAS GRANDE MISTERIO DE NUESTRA FE

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD
                           (Primero después de Pentecostés)

15 de Junio de 2014
Romanos 11: 33-36;  Daniel 3: 55-56, 52
San Mateo 28: 18-20


Adorando a la Santísima Trinidad fortalecemos la fe
Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:

Con gran gozo celebramos hoy el más grande Misterio de nuestra Fe:  el Misterio de la Santísima Trinidad… El Misterio de un solo Dios en Tres Divinas Personas, Trinidad de Personas en una sola Esencia Divina.  Y siempre hemos insistido precisamente en que lo más profundo de todo este misterio es precisamente lo , que me permito llamar el “Núcleo de la Esencia Divina: el Amor Divino”, que hace que Dios sea en una sola Naturaleza Padre, Hijo y Espíritu Santo, en su totalidad, desde toda eternidad hasta toda eternidad.  Realmente un Misterio insondable, incomprensible para la pequeñez de la mente humana, pero en el cual sí podemos sumergirnos.  Y vuelvo a citar el ejemplo que siempre he mencionado:  si a una persona le ponemos unos cincuenta mil vaso de agua en una mesa y le pedimos que se los tome de inmediato, lógicamente nos dirá que no le es posible, pero si entonces derramamos toda esa agua en una piscina, y le pedimos que se sumerja en la misma, de inmediato podrá hacerlo.  De la misma manera, jamás podremos meter en nuestra inteligencia el Misterio de la Santísima Trinidad, pero sí podremos sumergirnos en ÉL, siempre y cuando lo hagamos en un acto de sincera humildad, valentía y apertura a su Acción Transformante y Santificante.

Pero considerando que por muchos años nos hemos centrado en lo anterior, hoy, ante la realidad tan compleja de una sociedad que pretende vivir lejos de Dios, y muchas veces contra Dios, contra Jesús Hostia, intentando incluso tergiversar la acción del Espíritu Santo, debemos tratar de profundizar en otros aspectos de esa Divina Esencia Trinitaria, para así fortalecer la experiencia viva y constante de nuestra Fe, tanto a nivel personal, como a nivel familiar y eclesial, para poder hacer frente, con Fe, Esperanza, Caridad, Pureza, Sabiduría, Prudencia, Fortaleza, Perseverancia, a la realidad de una real persecución contra Cristo y los suyos que ya se siente en todo el mundo y que en lugar de disminuir ira en aumento, muy fuerte y sutil pues está infiltrada en la misma Iglesia.

Por tanto debo referirme a varios de los Atributos de la Santísima Trinidad.  En primer lugar,  Dios Uno y Trino es Vida en Plenitud, sólo ÉL es Vida en Sí Mismo, y toda la creación existe, y el ser humano existe y tiene vida porque ÉL es el Creador y ÉL mismo nos mantiene en el ser. 

En segundo lugar, Dios Uno y Trino es la Verdad Infinita.  Sólo ÉL es la Verdad, todo lo demás, todo lo creado y nosotros los humanos no tenemos más que una partecita pequeñita de verdad, que podemos mantener siempre y cuando nos mantengamos en humilde y consciente dependencia de Dios Uno y Trino.  Y sólo así podremos superar las divisiones que existen en medio de la humanidad, para llegar algún día a vivir en franca fraternidad fundamentada necesariamente en la Fe, la Esperanza y la Caridad.

En tercer lugar, Dios Uno y Trino es Misericordia.  Y por eso nuestra relación con ÉL no debe ser de miedo, de temor servil, sino de confianza filial, como redimidos por ÉL mismo en Cristo Nuestro Señor.

Y en cuarto lugar, Dios Uno y Trino es Justo.  ÉL, en su Divina Providencia, le da a cada uno lo que cada uno en realidad necesita y merece, además de que, como dice la Sagrada Palabra,  Dios Uno y Trino, por esa Justicia y Misericordia, es “celoso de su Gloria”.  (Cf. Números 14: 21-25).  A quien merece premio, le recompensa; a quien merece castigo, azota para corrección, como Padre Amoroso. “Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no desmayes reprendido por ÉL; porque el Señor, a quien ama, reprende, y azota a todo el que recibe por hijo.”  (Hebreos 12: 5-6)

Por tanto, muy queridos hermanos, podríamos sacar de todo lo anterior muchas conclusiones.  Pero considero que debemos centrarnos en una sola, sumamente necesaria y urgente en el momento histórico que vivimos:  a Dios uno y Trino debemos adorarle, amarle, servirle con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro ser, y no sólo de vez en cuando, no sólo una vez por semana, sino siempre, constantemente, y no sólo en privado, sino también en público, en lo personal, en lo familiar, en lo eclesial, en lo educativo, en lo político.  Y ello ha de tener lógicamente el fruto importante de la aceptación humilde y gozosa del cumplimiento de su Santísima Voluntad en la vida de cada uno y a través nuestro en la Iglesia y en la sociedad.  Dios Uno y Trino debe reinar en el tiempo y en la eternidad, en donde vivimos  y en el universo.  Sólo así, cumpliendo el Primer Mandamiento, podremos cumplir el Segundo.  Quien pretende cumplir sólo el primero, se equivoca, quien pretende cumplir sólo el segundo, se engaña.  Los dos mandamientos están indisolublemente, divinamente, cristianamente  unidos.  Adoremos a Dios Uno y Trino y seámosle fieles. 
  
“¡Domine, Dominus noster,
quam admirabile est nomen tuum
in universa terra!
Quoniam elevata
est magnificentia tua super caelos.”
(Ps. 8: 2)

"¡Señor, Señor nuestro, 
cuán admirable es tu Nombre 
en toda la tierra!
Cuán grande es tu 
magnificencia sobre los Cielos"  
(Salmo 8:2)  

Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.


ACCION DEL ESPIRITU SANTO


Domingo Solemne
De Pentecostés

8 de Junio de 2014
Hechos de los Apóstoles 2:1-11;  Salmo 103: 30;
San Juan 14: 23-31


Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:

Nos decía hace un momento Nuestro Señor:  “…el Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria cuanto Yo os he dicho”  (Jn. 14: 26).
Y algunas de las cosas que Jesús nos ha dicho son:
“Yo soy el Camino, la Verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”  (Jn. 14: 6); así como también:
“Yo soy la vid.  Vosotros los sarmientos.  El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada.”  (Jn. 15:5).

Consiguientemente, una primera conclusión en esta Solemnidad de Pentecostés:  Jesús es absolutamente necesario, la experiencia personal, y eclesial, de Jesús es absolutamente necesaria y urgente en toda la Iglesia, en todo el mundo.

Pero nos dirá también muy certeramente el Apóstol San Pablo:  “Os hago saber que nadie, hablando en el Espíritu de Dios, puede decir:  “Anatema sea Jesús”, y nadie puede decir:  “Jesús es el Señor” sino en el Espíritu Santo”  (I Cor. 12:3)

Por lo tanto, queridos hermanos, debemos vivir constantemente tres actitudes en nuestra relación con el Espíritu Santo:  la primera, reconociendo que ÉL es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, hemos de adorarle igual que al Padre y al Hijo.  En segundo lugar debemos invocarle diariamente para que ÉL nos ilumine y nos fortalezca en la diaria experiencia del Misterio de Jesús, Dios y Hombre, Salvador y Señor de la historia y del universo, Único absolutamente necesario y urgente Rey en el corazón del ser humano.
Y por último, la tercera actitud en relación con el Espíritu Santo ha de ser nuestra  constante, humilde y decidida apertura a sus mociones, para, como también nos ha dicho Jesús mismo, amarle y guardar su palabra, su doctrina de verdad y de vida.

Así cumpliremos lo que también nos recordaba en pasados días S.S. el Papa Francisco: ser fieles a Jesús, que debe ser nuestro “primer amor”, y no simples miembros y/o funcionarios de una “ONG llamada Iglesia”.  Y por ello he de terminar  con aquella advertencia fuerte y amorosa del Espíritu del Señor a la Iglesia de Éfeso:  “…Conozco tus obras, tus trabajos, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos, y que has probado a los que se dicen apóstoles, pero no lo son, y los hallaste mentirosos, y tienes paciencia, y sufriste por mi nombre sin desfallecer.  Pero tengo contra ti que dejaste tu primera caridad.  Considera, pues, de dónde has caído, y arrepiéntete, y practica las obras primeras;  si no, vendré a ti y removeré tu candelero de su lugar si no te arrepientes.”  (Apoc. 2: 2-5)


Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.  

Hacia la Oración Oblativa

DOMINGO DESPUÉS DE
LA ASCENSIÓN


1° de Junio de 2014
I San Pedro 4: 7-11;  Salmo 46: 9;
San Juan 14: 18; 15: 26-27; 16: 1-4


                  Muy queridos hermanos en Cristo Jesús:

Una insistencia sumamente impulsora, fuerte y clara nos transmite hoy el  Señor en su Palabra.  Digo insistencia porque no es la primera vez, ni será la última, en que el Señor de una u otra forma nos recuerda la absoluta dependencia del ser humano en relación con Dios, y la consiguiente necesidad de acudir continuamente a ÉL, especialmente, directamente por la oración, ya que la misma es la fuente más directa para participar de su Verdad, de su Sabiduría, de su Prudencia, de su Fortaleza, de su Amor, de su Vida misma.

Y por ello insistamos:  No nos referimos a una piedad popular, muchas veces desorientada especialmente en Latino América, alejada de una verdadera vida cristiana y que muchas veces llega a convertirse en prácticas supersticiosas, alejada por lo mismo de la necesaria vida litúrgica.  

Nos referimos a una verdadera vida de oración, que nos permite no sólo tener una relación filial con Dios, una relación de dependencia, una relación de total apertura a su Gracia de conversión, gracia de purificación, gracia de desapego, gracia de muerte a uno mismo, gracia transformante, gracia hostificante, gracia oblativa, gracia victimal.

Lo anterior requiere que recordemos tres aspectos importantes de la oración:  cuándo orar, dónde orar, cómo orar.

¿Cuándo debemos orar?  Muy queridos hermanos, no nos dejemos engañar por la mentira de que todos nuestros actos son oración, que cuando barremos oramos, que cuando estudiamos oramos, que cuando conducimos un vehículo oramos, que cuando ejercemos un oficio oramos, que cuando conversamos con alguien o damos orientación oramos.  Todo eso, aunque pueden ser buenos,  no son más que actos puramente humanos, en los cuales Dios Nuestro Señor o no interviene para nada, o pasa a un último lugar de importancia o es incluso manipulado como un sirviente del ser humano, no es oración, aun reconociendo que debemos ofrecerlo al Señor.
Debemos tener momentos específicos, exclusivos para Dios, momentos en los cuales entramos en la más absoluta intimidad con ÉL, momentos en los cuáles no debiéramos permitir el ser interrumpidos por nada ni por nadie. 

Ciertamente debemos orar frecuentemente durante todo el día, al principio de cada acto, en medio de cada acto, al final de cada acto, cada hora “acordándonos de que vivimos en la Santa Presencia de Dios”, práctica preciosa establecida en los Colegios de los Hermanos De La Salle.  Pero eso no es suficiente, eso más bien debe ser un fruto del momento principal del día dedicado a la absoluta intimidad con el Señor, nuestra Oración personal diaria en horas de la madrugada, como lo hemos insistido constantemente, y lo insistiremos cuando se imparta el Curso sobre la Oración Oblativa.

En segundo lugar, ¿dónde orar?  Ciertamente debemos cuidarnos de otra verdad relativa que se nos dice que debemos orar en todas partes, lo cual es cierto pero puede llevar a equivocaciones fatales, y a caer en una oración muy superficial.  Debemos orar en aquellos lugares que realmente nos permiten entrar en la verdadera experiencia de Cristo Nuestro Señor, como ya lo decíamos en una auténtica intimidad, en una auténtica, humilde y valiente apertura a la Gracia, total apertura a las luces y mociones del Espíritu Santo.  ¿Y cuáles pueden ser esos lugares?  El Señor lo dice en otro lugar del Evangelio:  “tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”  (San Mateo 6: 6).  O sea, en la intimidad de una capillita que se puede tener en la casa, y si no se tuviera, en la intimidad de la propia habitación en la que se puede tener, en lugar de un aparato de televisión, un altarcito que ayude a centrarse en el Señor.  Pero el lugar ideal para orar es, por supuesto, el lugar escogido directamente por el Señor, o sea el templo, ante su Santísima Presencia Eucarística, ya que es ahí en donde cada uno puede llegar a experimentar realmente al Señor que no sólo hablará sino que actuará, purificará y transformará con la fuerza de su verdad y su amor el alma de quien se postre en adoración, contemplación y desagravio ante su Divina Presencia.

Y en tercer lugar ¿cómo orar?  En este punto podríamos decir muchísimo, tendría que ser todo un curso sobre Oración, pero señalaré sólo algunas características que debe tener una verdadera oración: adoración, humildad, confianza, contemplación, disciplina, obediencia al director espiritual, disposición de vivir lo que el Señor comunique durante la oración.  Y para terminar voy a insistir en la gran ayuda que es el proyectar la oración a todo el día con aquello sobre lo cual continuaré insistiendo cuanto sea necesario para la Gloria del Señor y santificación de cada uno y de todos: las Jaculatorias, “Dardos de Amor”, con que nos unimos inseparablemente a Jesús Hostia, hasta llegar a dar el fruto anhelado por ÉL mismo: nuestra propia hostificación, y si así nos lo inspira y pide el Señor mismo, nuestra Oblación en su Sacrificio Perpetuo del Altar, o incluso otro grado más en el proceso del cual venimos hablando desde hace meses, y que en su debido momento lo trataremos sea en estas predicaciones, sea en la dirección personal a cada uno en particular.

Queridos hermanos y hermanas, oremos de verdad, sin egocentrismos de ninguna clase, en profunda correspondencia de fidelidad y amor a Aquel que tanto nos ha amado que se sigue entregando en desde el Sagrario, en y desde el Altar.  Oremos, oremos, oremos, oremos, oremos, oremos, oremos…

“¡Jesús, por Tu Espíritu soy hostia!”
   “¡Jesús, por Tu Espíritu soy hostia!”
      “¡Jesús, por Tu Espíritu soy hostia!”
         “¡Jesús, por Tu Espíritu soy hostia!”
            “¡Jesús, por Tu Espíritu soy hostia!”
               “¡Jesús, por Tu Espíritu soy hostia!”
                     “¡Jesús, por Tu Espíritu soy hostia!”…



Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.