VIRTUDES CARDINALES



POST  EPIPHANIAM  -  QUADRAGESIMA
DOMINICA SECUNDA POST EPIPHANIAM

                                                                               19 de Enero 2014
                                                     
 Romanos 12: 6-16; Ps. 106: 20-21, 148: 2;
    San Juan 2: 1-11

Muy Queridos hermanos en Cristo:

El domingo anterior, con ocasión de la Fiesta de la Sagrada Familia, nos referíamos de una manera muy directa y breve a todos y cada uno de los Sacramentos, instituidos por Cristo Nuestro Señor para que fueran el nucleo central de la vida y actividad de la Iglesia.

Por eso, y apoyándonos en la lectura de San Pablo a los Romanos que hemos escuchado, hemos de reafirmar una vez más que los Sacramentos, si son correcta, sincera y decididamente vividos, deben dar fruto abundante en la vida de cada verdadero cristiano, vivencia que se confirma por la práctica de las virtudes cristianas, especialmente de las virtudes teologales:  Fe, Esperanza, Caridad, así como de las virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza, Templanza.   De las teologales hemos hablado en varias oportunidades anteriormente.  Pero, ¡qué difícil vivirlas si primero no se conocen y practican las virtudes cardinales.  Y debo decir que la práctica de todas ellas es fruto y señal de una auténtica vida eucarística, “el vino nuevo” que desde el Altar y el Sagrario es fuente no sólo de una vida plena, sino también preparación y culminación de la vida que trasciende hasta la eternidad,  “pan de vida eterna” (cf. Juan 6: 35-56),  “agua que salta hasta la vida eterna” (cf. Juan 4: 13-14)  ya que vivir la Eucaristía es transformarse en Cristo Nuestro Señor.

Por ello he creído conveniente extenderme hoy un poco más claramente sobre las virtudes cardinales, fundamento necesario para las virtudes teologales, camino seguro para la santidad a la que nos invita el mismo Señor Jesús.

Se llaman cardinales porque son el gozne o quicio (cardo, en latín) sobre el cual gira toda la vida moral del hombre; es decir, sostienen la vida moral del hombre. No se trata de habilidades o buenas costumbres en un determinado aspecto, sino que requieren de muchas otras virtudes humanas. Estas virtudes hacen al hombre cabal. Y sobre estas virtudes Dios hará el santo, es decir, infundirá sus virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. 

Mientras en las virtudes teologales Dios pone todo su poder sin nuestra colaboración, aquí en las virtudes morales Dios las infundió el día del bautismo como una semilla, pero dejó al hombre el trabajo de desarrollarlas a base de hábitos y voluntad, siempre, lógicamente, movido por la gracia de Dios. 

Estas cuatro virtudes son como remedio a las cuatro heridas producidas en la naturaleza humana por el pecado original: contra la ignorancia del entendimiento sale al paso la prudencia; contra la malicia de la voluntad, la justicia; contra la debilidad del apetito irascible, la fortaleza; contra el desorden de la concupiscencia, la templanza.
 



  • LA PRUDENCIA

1. Virtud infundida por Dios en el entendimiento para que sepamos escoger los medios más pertinentes y necesarios, aquí y ahora, en orden al fin último de nuestra vida, que es Dios. Virtud que juzga lo que en cada caso particular conviene hacer de cara a nuestro último fin. La prudencia se guía por la razón iluminada por la fe. 
2. Abarca tres elementos: pensar con madurez y seriedad, decidir con sabiduría y ejecutar bien.
3. La prudencia es necesaria para nuestro obrar personal de santificación y para nuestro obrar social y de apostolado.
4. Los medios que tenemos para perfeccionar esta virtud son: preguntarnos siempre si lo que vamos a hacer y escoger nos lleva al fin último; purificar nuestras intenciones más íntimas para no confundir prudencia con dolo, fraude, engaño; hábito de reflexión continua; docilidad al Espíritu Santo; consultar a un buen director espiritual.

5. El don de consejo perfecciona la virtud de la prudencia
6. Esta virtud la necesitan sobre todo los que tienen cargos de dirección de almas: sacerdotes, maestros, papás, mamás, catequistas.


  • LA JUSTICIA


  1.  Virtud infundida por Dios en la voluntad para que demos a los demás lo que les pertenece y les es debido. 
  2. Abarca mis relaciones con Dios, con el prójimo y con la sociedad.
  3. La justicia es necesaria para poner orden, paz, bienestar, veracidad en todo.
  4. Los medios para perfeccionar la justicia son: respetar el derecho de propiedad en lo que concierne a los bienes temporales y respetar la fama y la honra del prójimo. 
  5. La virtud de la justicia regula y orienta otras virtudes: 



a) La virtud de la religión inclina nuestra voluntad a dar a Dios el culto que le es debido;

b) La virtud de la obediencia que nos inclina a someter nuestra voluntad a la de los superiores legítimos en cuanto representantes de Dios. Estos superiores son: los papás respecto a sus hijos; los gobernantes respecto a sus súbditos; los patronos respecto a sus obreros; el Papa, los obispos y los sacerdotes respecto a sus fieles; los superiores de una Congregación religiosa respecto a sus súbditos religiosos.  Por supuesto, siempre y cuando lo que manden esté siempre en absoluto acuerdo con la Gloria de Dios, con sus Santos Mandamientos, con el Magisterio oficial de la Iglesia, los Estatutos de las respectivas asociaciones, la Constitución Política del país.


  •   LA FORTALEZA


  1. Es la virtud que da fuerza al alma para correr tras el bien difícil, sin detenerse por miedo, ni siquiera por el temor de la muerte. También modera la audacia para que no desemboque en temeridad.
  2. Tiene dos elementos: atacar y resistir. Atacar para conquistar metas altas en la vida, venciendo los obstáculos. Resistir el desaliento, la desesperanza y los halagos del enemigo, soportando la muerte y el martirio, si fuera necesario, antes que abandonar el bien, antes que rechazar la invitación de Cristo para vivir la santidad en fidelidad radical.
  3.  El secreto de nuestra fortaleza se halla en la desconfianza de nosotros mismos y en la confianza absoluta en Dios. Los medios para crecer en la fortaleza son: profundo convencimiento de las grandes verdades eternas: cuál es mi origen, mi fin, mi felicidad en la vida, qué me impide llegar a Dios; el espíritu de sacrificio.  
  4. Virtudes compañeras de la fortaleza: 
magnanimidad   (emprender cosas grandes en la virtud), magnificencia   (emprender cosas grandes en obras materiales),   
paciencia   (soportar dificultades y enfermedades)
longanimidad   (ánimo para tender al bien distante), 
perseverancia   (persistir en el ejercicio del bien), y 
constancia   (igual que la perseverancia, de la que se distingue por el grado de dificultad).
  • LA TEMPLANZA
  1.  Virtud que modera la inclinación a los placeres sensibles de la comida, bebida, tacto, conteniéndola dentro de los límites de la razón iluminada por la fe. 
  2. Medios: para lo referente al placer desordenado del gusto, la templanza me dicta la abstinencia y la sobriedad; y para lo referente al placer desordenado del tacto: la castidad y la continencia. 
  3.  Virtudes compañeras de la templanza: 
humildad que modera mi apetito de excelencia y me pone en mi lugar justo; mansedumbre, que modera mi apetito de ira.
Estas virtudes morales restauran poco a poco, dentro de nuestra alma, el orden primitivo querido por Dios, antes del pecado original, e infunden sumisión del cuerpo al alma, de las potencias inferiores a la voluntad. La prudencia es ya una participación de la sabiduría de Dios; la justicia, una participación de su justicia; la fortaleza proviene de Dios y nos une con Él; la templanza nos hace partícipes del equilibrio y de la armonía que en Él reside. Preparada de esta manera por las virtudes morales, la unión de Dios será perfecta por medio de las virtudes teologales

¿Quieren crecer en la práctica de las virtudes cardinales para llegar a las virtudes teologales, siendo en santidad discípulos y testigos de Cristo?   Sigamos el ejemplo nada menos que de la Santísima Virgen María, que en las Bodas de Caná no podemos verla solamente como Intercesora, sino que antes que Intercesora es Ejemplo de Fe.  ¿Por qué le pidió Ella a Jesús que hiciera el milagro?  Porque sabía que lo podía hacer, sabía, por la Fe, que lo podía hacer, por eso lo pidió, si no no lo hubiera pedido, si no no hubiera intercedido.  La primera Virtud que María Santísima nos da ejemplo es la Fe, y por supuesto como ya lo hemos dicho, queridos hermanos, la Fe es fruto de las Virtudes Cardinales.  Sigamos el ejemplo de Ella, sigamos el ejemplo de San José, sigamos el ejemplo de San Pablo.  Coman el pan de vida eterna, beban el agua que salta hasta la vida eterna,  Cristo Eucaristía, Sacrificio: Santa Misa: diaria, frecuente,  y Presencia:  Sagrario: visita diaria, oración ante el Sagrario, contemplación de Cristo en el Sagrario.

Hermanos, si no empleamos los medios que el Señor nos da a través del ministerio de la Iglesia, no lograremos nada.  En cambio, si los empleamos llegaremos a la santidad y seremos, como María Santísima, como San José, como San Pablo, gestores de santidad en el mundo, constructores del Reino de Dios en el tiempo para la eternidad.  A eso nos llama el Señor a todos, no importa el lugar, el tiempo, el estado de vida, las circunstancias:  Seamos…


¡Cristificados y cristificadores!

Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo R., o.c.e.



LA SAGRADA FAMILIA



                 
         





      JESUS,  JOSE Y MARIA

          
       
 OS DOY EL CORAZON
Y EL ALMA MIA 




                        

         Domingo 12 de Enero de 2014


                                                        Colosenses 3: 12-17;  Pss. 26: 4 y 83: 5;

                                                    San Lucas 2: 42-52



Es necesario que cada familia contemple, analice, imite las virtudes que pueden descubrirse en la Sagrada Familia: Jesús, María Santísima, San José.  

La vida de la Sagrada Familia se centró en Jesús.

María Santísima:  en el momento de la anunciación del Arcángel San Gabriel,  responde “Fiat”  -“Hágase”-, y esa actitud de humilde, generosa, obediente, valiente apertura a la acción del Espíritu Santo la continuará viviendo Ella durante toda su vida, no sólo en la niñez de Jesús, sino siempre, sin huirle a ninguna circunstancia ni gozosa ni dolorosa de toda la vida de ellos, pasando por la Pasión y Muerte de Cruz del Señor, experimentando la recompensa de la Fe por la resurrección del Señor hasta el momento en que fue asunta a los cielos.  En todo:  “Fiat Voluntas Tua”.  Y por ello vivió siempre totalmente centrada en Jesús.

Igualmente San José, servidor radical de Jesús, obediente a las mociones del Espíritu Santo a Quien puede comprender por su profunda vida de oración, cumpliendo su responsabilidad como Padre de familia que no sólo ve por las necesidades, sino también que renuncia a la deseada estabilidad durante los primeros años con el fin de proteger su Familia de los intentos de los que intentan matar al Niño, y para terminar estableciéndose en donde se le indica de parte de Dios.  Así, nos enseña cómo quien ocupe el primer lugar en nuestras vidas debe ser siempre Jesús, por quien vale la pena perder todo lo que ofrece el mundo.

Pero también hemos de tratar de descubrir cómo fueron las relaciones personales entre la Santísima Virgen María y San José: relaciones de pureza, de comprensión, de mutua ayuda, y de una total disposición de colaborar con la sociedad de su tiempo desde y hacia el cumplimiento de la misión de Jesús.

Así, si nuestras familias de hoy vivieran en todo imitando a la Sagrada Familia, centradas en Jesús, orientadas desde y hacia Jesús, motivadas por Jesús, amando a Jesús sobre todas las personas y cosas, podrían vivir no sólo en paz, sino también progresando constantemente en la consecución de la santidad familiar hacia la cual es Voluntad de Dios que se orienten todas las familias realmente cristianas.  El esposo amando, respetando, comprendiendo a la esposa como San José a María Santísima.  La esposa imitando a la Santísima Virgen dedicada en todo al hogar en su trato a San José.  Los dos cuidando, protegiendo a Jesús, involucrándolo progresivamente en la vida del pueblo tanto en lo religioso como en lo civil.  Y según lo insinúa el mismo relato evangélico incluso educando ellos a Jesús, sin entregarlo a maestros pagados por gobiernos corruptos.

A este propósito debo recordar, en la coyuntura política que vive el País por la campaña que se vive en vistas a las próximas elecciones, que quien quiere una familia capaz de imitar como debe ser a la Sagrada Familia, no puede votar por candidatos que sutil o abiertamente se manifiesten a favor del aborto, o a favor de la fecundación in vitro, o a favor de las uniones de homosexuales que no deben darse de ninguna manera a nivel religioso, pero tampoco a nivel civil ya que eso sería una puerta peligrosa para que posteriormente se apruebe el mal llamado “matrimonio gay”, totalmente contrario a Dios y a la misma naturaleza del ser humano.  Como tampoco se puede escoger a candidatos que de una u otra forma estén en contra del derecho ciudadano y cristiano a la propiedad privada, tanto de terrenos o casas como de capitales que podrían conculcarse con ciertas medidas financieras que aumentarían la pobreza o la miseria de las familias. Votar por esos candidatos sería pecado grave contra Dios y también contra la Patria a la que tenemos que amar, promover y defender sin violencia pero con la verdad y firmeza del espíritu verdaderamente cristiano.

Si los papás y mamás de hoy, las familias de hoy vivieran así, totalmente centrados  en Jesús, incluso cuando tienen que corregir a sus hijos, no serían ni violentos ni alcahuetas, no serían ignorantes ni irresponsables.  Al momento de corregir, en lugar de regañar inútilmente, llevarían a sus hijos desde pequeñitos a fijar su atención en Jesús, modelo perfecto para todo hijo:  modelo de obediencia, modelo de amor a los padres, modelo de cómo se debe desarrollar toda persona desde la infancia hasta la edad madura.

Pero en segundo lugar hemos de hacernos una pregunta:  ¿Cómo pueden las familias llegar a imitar a la Sagrada Familia en ese centralismo radical en Jesús?  Y con toda sinceridad desde el Corazón Sacerdotal y Eucarístico de Cristo siento que la respuesta es una sola y muy clara:  desde la Liturgia.

El Bautismo: las familias han de vivir el Sacramento del Bautismo de todos y cada uno de los hijos que Dios quiere darles, no como un requisito burocrático de la Iglesia que no es, sino como el Acto de Cristo que a través del ministerio litúrgico de la Iglesia otorga a cada persona la filiación divina y la pertenencia al Cuerpo Místico de Cristo.
Participando en la catequesis en la que la Iglesia forma a todos sus miembros, niños y adultos, para una correcta vivencia de la Liturgia misma así como para la vida cristiana en su integridad, en Cristo, desde Cristo, para Cristo. 

La Confesión Sacramental, acudiendo a la cual los papás van perfeccionando su propia vida cristiana frente a sus hijos y a la sociedad en general, enseñando a los niños y adolescentes cuál es el camino del creyente que reconociéndose pecador se esfuerza por vivir cada vez con mayor fidelidad el Evangelio.

La Confirmación, recordando que todo cristiano, sea el estado de vida y situaciones en que pueda encontrarse en cada momento de la vida, necesita siempre la fortaleza del Espíritu Santo para ser Discípulo y Testigo creible de Cristo ante el mundo, incluso hasta la posibilidad del martirio.

El Matrimonio, viviéndolo también de cara a la sociedad pero especialmente en unión con los hijos, que observándoles aprenderán a vivirlo de la manera que decíamos al principio, en fidelidad radical en toda circunstancia, dando testimonio de Jesús, al mismo tiempo que se colabora en el justo progreso material y cristiano de la sociedad.
La Eucaristía, enseñando a los hijos primeramente lo que es el Lugar Sagrado, Casa de Dios, al cual no se llega ni a jugar ni a hacer vida social sino que se llega a adorar al Señor y a participar de su Santo Sacrificio, para no contentarse jamás sólo con llevar a los niños hasta el momento de la Primera Comunión, sino a una vivencia constante, diaria si fuera posible, de ese Augustísimo Sacrificio del Altar, para que no sólo cada miembro sino toda la familia lleguen a ser uno en Cristo para Gloria de Dios, santificación de la Iglesia y salvación de la humanidad.

La Unción de los Enfermos, logrando que todos los miembros de la familia tengan conciencia tanto de la debilidad como de la trascendencia de toda vida humana, y por tanto  que además de vivir personal y familiarmente la santidad, si a un miembro de la familia le llegara la prueba de la enfermedad o cuando a cada miembro le llegue la llamada del Señor para pasar a la vida eterna, no duden en acudir al auxilio de Dios mediante el precioso, sanador y fortalecedor Sacramento de la Unción de los Enfermos, que hace maravillas tanto en lo físico como en lo espiritual.

Pero no puedo terminar hoy sin referirme a otro aspecto importantísimo de la realidad de la Familia Cristiana.  ¡Qué gozo!  ¡Qué bendición!  Cuando Dios bendice a la familia escogiendo para el Sacerdocio y/o para la Vida Consagrada a uno o varios de sus miembros.  Hoy día pareciera que muchos padres de familia tienen temor de que Dios llame a alguno(s) de sus hijos.  Queridos padres de familia, ciertamente cuiden a sus hijos como María Santísima y San José cuidaron a Jesús, teniendo incluso que devolverse a Jerusalén durante tres días hasta encontrarlo en el Templo.  Y ante la respuesta de Jesús, no pusieron ninguna objeción…  Ustedes, papás y mamás, no se asusten si sus hijos les dicen que sienten el llamado del Señor.  Más bien anímenlos, orienten a sus hijos.  Me permito una rapidísima disgreción aludiendo rápidamente a mi experiencia personal:  cuando yo adolescente anuncié en mi casa que sentía el llamado de Dios, mi propio papá me orientó hacia lo que él pensaba que era lo correcto para mí, el Sacerdocio. Y cuando mi vocación sacerdotal se confirmó, fue él quien desde su lecho de enfermo me regaló el que sería mi Cáliz de Ordenación, con el cual todavía tengo hoy el gozo de poder celebrar la Santa Misa, trayendo  a  Cristo al Altar para que continúe viviendo su Santo Sacrificio de la Cruz y poder al mismo tiempo entregárselo a cada uno de ustedes.  Saquen enseñanzas.  

Pero no sólo enseñanzas para los padres de familia.  También para los hijos:  tanto las señoritas como los varones:  imiten a Jesús… si sienten el llamado del Señor imiten a Jesús que se quedó en el Templo ocupándose de las cosas del Padre Celestial.  Costa Rica necesita de muchos santos sacerdotes capaces de eso:  de separarse del mundo para vivir la Cruz de Cristo en y desde el Altar, desde el Confesionario, desde el Púlpito, desde la Catequesis de niños, jóvenes y adultos, gastándose y desgastándose por convertir verdaderamente el mundo para Cristo.  Es necesario señoritas capaces de consagrarse radicalmente, totalmente, perpetuamente al Señor, para servir a la Iglesia y a la humanidad en Cristo, desde Cristo, para Cristo dando al mismo tiempo testimonio del Reino Eterno al vivir la Pobreza, la Castidad, la Obediencia, la Victimación Vicarial, la Fidelidad.

Que sus familias sean una imitación radical, gozosa, sencilla, sincera, de la Sagrada Familia de Nazaret, para la Gloria de Dios Uno y Trino, así como para el correcto progreso de la sociedad mientras se peregrina a la Trascendencia del Reino.

 

Pbro. José Pablo de Jesús  o.c.e.

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SOLEMNIDAD DEL
SANTISIMO NOMBRE DE JESÚS



Esta gran solemnidad en el tiempo litúrgico de Navidad: la celebración del Santísimo Nombre de Jesús.  Grandioso Nombre.  Conviene que profundicemos sobre él al menos en tres aspectos en esta oportunidad:

Primeramente, veamos quién le da este Nombre al que había de ser el Salvador, porque eso significa precisamente: ¡Salvador!  Se nos dice en el Evangelio de San Mateo que un Ángel del Señor se le aparece en sueños a San José y le revela: “José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo.  Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados.”  (San Mateo 1: 20-21).  Es el Hijo de Dios, que haciéndose Hijo del Hombre es constituido en “Salvador” de la humanidad.  Démonos cuenta de que el Ángel no le dice a José que será Salvador de Israel, sino: “porque salvará a su pueblo”.  ¿A cuál pueblo se refiere?  Nos dirá luego San Pablo:  “…para apacentar la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre” (Hechos 20: 28).  Jesús es por tanto el Salvador no de toda la humanidad, sino de las personas que creyendo en Él y formando parte viva de la Iglesia que ÉL funda sobre los Apóstoles, le aceptan vivencialmente como “Salvador”.

En segundo lugar, si aceptamos a Jesús como “Salvador” y sabiendo que es Dios –Hombre, debemos no sólo profundo respeto, sino verdadera, amorosa y humilde adoración a este Sacrosanto Nombre, el cual no hemos de pronunciar de cualquier manera ni descuidadamente, sino así, adorando a Nuestro Salvador y Señor, y además hemos de tenerle muy presente en toda nuestra vida, en todo momento y lugar.

 Y en tercer lugar, teniendo muy presente lo que dice San Pedro:  “Él es la piedra rechazada por vosotros los constructores, que ha venido a ser piedra angular.  En ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvados.”  (Hechos 4: 11-12), no hemos de poner nuestra confianza en nadie que no sea Jesús.  En toda situación es a ÉL a quien hemos de invocar.  

Pero además, sólo a ÉL hemos de escuchar, sólo a Él hemos de seguir, porque sólo ÉL es “el Camino, la Verdad y la Vida”  (Juan 14: 6)  ¿Camino hacia dónde?  Camino hacia el Padre:  “Nadie viene al Padre  sino por mí”  (Juan 14: 6)  ¿Cuál Verdad?  “LA Verdad”:  “Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí”  (Juan 15:26).  ¿Qué Vida?  La vida única y verdadera:  “Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna”  (Juan 3: 16)  y “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante”  (Juan 10: 10)

Hermanos, quien no tenga a Jesús como fuente, centro, cumbre de toda su vida, está perdido.  En cambio, quien sinceramente le tiene radicalmente presente en toda su vida, sin importar circunstancias, ni lugares, ni tiempos, ni consecuencias, será capaz de participar en la salvación que, repito, sólo Jesús puede dar.  En la salud como en la enfermedad, Jesús.  En la tristeza como, en el gozo, Jesús.  En el fracaso como en el triunfo, Jesús.  En la compañía como en la soledad, Jesús.  En la vida temporal como en la vida eterna, Jesús.

Un padre de familia, una madre de familia sin Jesús no son nada, con Jesús podrán formar una verdadera y santa familia.  Un educador sin Jesús llevará a la niñez y a la juventud a la perdición, con Jesús será capaz de formar las futuras generaciones capaces de darle paz y progreso a la patria.  Un obrero, un profesional sin Jesús fracasará al final en su trabajo, con Jesús será capaz de esforzarse en medio de las dificultades para lograr para sí mismo, para su familia, para la comunidad la vida sencilla y digna en el tiempo y el espacio.  Un médico sin Jesús podría llegar a ser corrupto y asesino con licencia para matar, con Jesús podrá hacer mucho bien a la humanidad colaborando en una buena salud privada y pública. Un político sin Jesús será corrupto y mal gobernante, con Jesús será capaz de gastarse por el bien temporal, económico, social, moral y espiritual del pueblo.  Un gobierno sin Jesús llevará los pueblos a la miseria, a la corrupción, a la violencia, con Jesús podrá dar a su nación dignidad, paz, progreso equitativo. Un Religioso, una Religiosa sin Jesús será un anti testimonio, con Jesús será capaz de dar testimonio en el espacio y el tiempo del Reino Eterno y Trascendente de Dios.  Un sacerdote sin Jesús será hipócrita y esclavo del mundo pagano, con Jesús podrá cargar la cruz, santo y capaz de llevar al pueblo a Jesús.  

Por eso nos repite constantemente San Pablo:



“Jesús… Se humilló, obedeciendo hasta la muerte,

y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó

y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre.

Para que al Nombre de Jesús se doble

toda rodilla en los cielos, en la tierra

y en los abismos, y toda lengua confiese

que Cristo Jesús es Señor

para gloria de Dios Padre”.

(Filipenses 2: 5, 8-11)

 Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.




Solemnidad de Epifanía
6 de Enero 2014


 Isaìas 60:1-6;  Evang. San Mat. 2:1-12

Hay varios detalles importantes en la liturgia de esta Solemnidad de Epifanía, en primer lugar,  ¿por qué se turba el Rey Herodes?, ¿por qué se turban todos los habitantes de Jerusalén?,  ahí tenemos que ver  la realidad histórica que vivía Israel en el momento en que Cristo Nuestro Señor nació, en el momento en el que llegaron aquellos magos del oriente a adorar a Jesús y Israel no era más que una colonia del imperio romano y además de eso estaba siendo gobernada por Herodes, el corrupto, el que estaba afanado por tener poder, cuando escucharon que había nacido el Rey de los judíos, ellos pensaban seguramente, ¡si esa noticia llega a Roma!, van a creer que nos vamos a revelar contra ellos y se van a venir en contra nuestra, por miedo a autoridades paganas, comenzaron ya a querer rechazar a Cristo, por miedo a autoridades paganas comenzaron  ya desde ese primer momento a rechazar a Jesús recién nacido, pero también por intereses totalmente materialistas corruptos de Herodes, comenzaron a rechazar a Jesús, esto puede darnos mucha luz para el momento que estamos viviendo en este siglo XXI, tanto a nivel eclesiástico, como a nivel político, civil.

Otro aspecto importante a qué llegan aquellos  Magos, démonos cuenta que no eran reyes, eran magos, o sea intelectuales, estudiosos de aquellos tiempos, a qué llegan, a adorar a Jesús, esto nos da una luz importante, que fuera que Dios nuestro Señor le dio a la Iglesia  y a la humanidad especialmente, no únicamente, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI, la profunda relación que debe existir entre razón y fe; entre la inteligencia humana y la fe cristiana, debe haber conexión, no debe haber contradicción entre una y otra, tiene que haber intima relación, aquellos magos, aquellos intelectuales, aquellos estudiosos de las estrellas de aquel tiempo y hoy conoceríamos como astrónomos, usando de su inteligencia, llegaron a la fe, y es lo que nuestros pueblos hoy día no quiere hacer, nuestros pueblos hoy día quiere recibir una fe devocional, sin fundamento, y esto es sumamente peligroso, la fe tiene que ir con la razón, y la razón tiene que apoyarse en la fe, tiene que ir unidas, aunque llegará un momento en el cual la fe tiene que sobreponerse a la razón, pero no contra ella, sino más allá de ella, muy diferente es que la fe esté más allá de la razón, pero nunca va a estar en contra de la razón, y la razón no tiene por qué intentar ponerse sobre la fe, tendrá que estar unida a la fe, pero supeditada a la fe. 

Qué le ofrece en actitud de adoración los magos a Jesús?:  Oro, Incienso y Mirra, para reconocer que Jesús siendo Dios el Incienso, y siendo Hombre la Mirra es dueño de todo, el Oro; reconocen que Jesús es Dios, reconocen que Jesús es Hombre, reconocen que El es el dueño de todo, una adoración bien encaminada. Pero hay otro sentido que también nos traen el oro, el incienso y la mirra: Con el oro le ofrecieron los Magos y le debemos ofrecer también nosotros la perfección en las obras, la perfección en la vida.  ¿Y cómo se alcanza esa perfección?  Cumpliendo, desde la razón y la Fe, los Mandamientos de Dios... Viviendo desde la razón y la Fe, las Bienaventuranzas.  Mandamientos de Dios y Bienaventuranzas, dadas por Jesús.  Dos guías importantísimas, necesarias en la vida de todo cristiano.  En razón y en Fe, vivir los Mandamientos y las Bienaventuranzas.   El incienso: ¿Qué tenemos que ofrecer al Señor, junto con esa perfección?  Nuestra oración.  Tenemos que orar: Nuestra vida, la vida del cristiano, la vida de la Iglesia, tiene que ser fundamentalmente vida de oración.  Pero, ¿qué significa orar?  ¿Significa pedir?  No.  Orar significa algo mucho más importante que un simple pedir, pedir y pedir.  Orar significa ¡adorar!  Orar significa ¡contemplar!  Orar significa ¡escuchar!  Orar significa ¡alabar!  Orar significa ¡entregarse!  Orar es por tanto también ¡Liturgia!  Es lo que podemos encontrar en el ofrecimiento del Incienso y la Mirra, la Mirra también nos puede dar una luz muy grande, la Mirra dio a entender la entrega de Cristo el Sacrificio de Cristo en la Cruz, y es otro aspecto importantísimo en la vida del Cristiano, la entrega, el sacrificio, la vida del cristiano ciertamente no puede ser una vida de placer mundano, la vida del cristiano sobre esta tierra es vida de cruz, quien niega esto no es cristiano, tenemos que aceptar la cruz de nuestra vida, por eso Cristo durante su vida nos dijo:  Si queréis seguirme tomad vuestra cruz, debemos cargar la cruz como Cristo cargó su Cruz, debemos entregarnos a Cristo y en Cristo debemos entregarnos a la Gloria de Dios y en Cristo debemos entregarnos también por la salvación del prójimo, no podemos ser egoístas de estar actuando  solo por nuestra propia salvación individual, el que pretenda salvarse individualmente se condena, tenemos que salvarnos en comunión, tenemos que salvarnos en iglesia, queridos hermanas, todo eso significa para nosotros la Epifanía, es el Dios que se nos manifiesta, es el Dios hecho Hombre que se nos manifiesta, que se nos entrega y que se entrega, es el Dios dueño de todo, es el Hombre perfecto que salva a la humanidad, es el Dios Hombre que nos enseña como servirle a El, y como con El y en El también nosotros tenemos que entregarnos.  Vivamos la Epifanía, y hagamos que esta Epifanía se proyecto a todo el resto de nuestras vidas para la Gloria de Dios para la salvación de la Iglesia.

Pbro. José Pablo Tamayo Rodriguez, o.c.e.