Testigo de Fe.

DOMINGO XXIII  DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

16 de Noviembre de 2014
Filipenses 3:17-21; 4: 1-3;  Salmo 43: 8-9;
Salmo 129: 1-2;  San Mateo 9: 18-26


Muy queridos hermanos:  ¿Qué nos presenta hoy la Palabra del Señor?.  Nos presenta en realidad una síntesis muy breve y muy clara de lo que debe ser en realidad la vida cristiana.  Dos puntos básicos, importantes, podríamos decir que no los únicos, pero sí básicos, muy importantes.  El primero de todos que no puede faltar, pero que lastimosamente falta en la vida de muchos:  "La fe en Cristo nuestro Señor", nos lo dice el Apóstol San Pablo en la primera lectura de  la Carta a los Filipenses, la Fe en Cristo, la experiencia viva de Cristo nuestro Señor, esa experiencia falta hoy día en la vida de muchísimos católicos, y prueba de ello es la debilidad que se nota, que se ve en la vida de la inmensa mayoría de los católicos, que por cualquier cosita cae en el pecado y no dan testimonio de Jesús, la inmensa mayoría de los católicos no saben vivir en Jesús, no saben vivir continuamente, ininterrumpidamente  en Jesús, esa es la experiencia de Cristo a la cual se refería ya hace algunos años el Papa Benedicto XVI Papa Emérito, cuando había convocado para el año de la Fe, ese precioso documento con el que convocaba a ese año: “Porta Fidei”, desde el principio decía él, "La Fe es vivir la experiencia de Cristo".  Y esa experiencia de Cristo es una experiencia viva que solamente se vive verdaderamente cuando se tiene una continua unión a Cristo, cuando toda la vida está totalmente centrada en Cristo nuestro Señor, y entonces se cumple aquello otro que dice también el Magisterio de la Iglesia:  Cristo especialmente en la Eucaristía es Fuente, Centro y Cumbre de toda la vida y misión de la Iglesia, y si es Fuente, Centro y Cumbre de la vida y misión de la Iglesia, debe serlo también de cada miembro de la Iglesia, sin diferencia de ninguna clase; Cristo tiene que ser la Fuente, el Centro, la Cumbre de toda la vida de cada cristiano, y también de la misión de cada cristiano…

Pero lastimosamente eso no se ve hoy día:  se oye hablar mucho de una caridad simplemente filantrópica, y ese es el segundo aspecto al que hace mención precisamente hoy la Palabra de Dios, especialmente cuando nos presenta a Jesús en el Evangelio, primero sanando a aquella hemorroisa, que con fe, tiene la experiencia de Cristo y toca su manto, toca el manto de Jesús, y con solamente eso queda sana, queda curada, y queda curada no solamente en su cuerpo sino que queda fortalecida en su fe, y lo mismo debería pasarnos a todos, ya no solamente tocamos el manto de Jesús, sino que tocamos y comemos su Cuerpo y su Sangre, que debiéramos estar sanos, debiéramos tener una experiencia continúa de la fe, una experiencia continúa de Cristo, si vivimos los Sacramentos, si vivimos el Bautismo, si vivimos la Confesión,  si vivimos la Eucaristía, si vivimos la Confirmación; y eso por mencionar los Sacramentos que todos tenemos que recibir, no hay cristiano, no hay persona humana que pueda salvarse si por lo menos no recibe esos cuatro Sacramentos que acabo de mencionar, los otros tres Sacramentos son circunstanciales, que se dan solamente en ciertas circunstancias, pero el Sacramento del Bautismo una vez recibido debe vivirse continuamente, igual el Sacramento de la Confirmación, debe vivirse continuamente, eternamente, y el Sacramento de la Confesión debe vivirse periódicamente, y el Sacramento de la Eucaristía, debiéramos poder vivirlo todos los días.   Pero hay un problema hoy día, en muchos grupos de la Iglesia se centran casi exclusivamente en leer la Biblia y creen que pueden contentarse con leer la Biblia, con asistir a cursos de Biblia o a grupos de oración en los cuales leen la Biblia y meditan la Biblia, están muertos, y peor todavía si ni se contentan con la Biblia, sino con otro tipo de libros, buenos en sí mismos, pero insuficientes para llevar a una verdadera experiencia de Cristo nuestro Señor, a Cristo solo se le puede experimentar donde Él quiere actuar a través de la Iglesia:  Los Sacramentos, la Liturgia, y lastimosamente hoy se insiste muy poco en este asunto, esa experiencia viva continua de Cristo nuestro Señor que debe tenerse a través de los Sacramentos diariamente, periódicamente.

Ahora bien, ¿cuál es el segundo punto?  Nos lo da el Señor en el Evangelio, con la curación primero de esta mujer y en segundo lugar con la resurrección de aquella niña.  Hermanos quien verdaderamente vive en Cristo no lo puede guardar para sí solo, no lo puede guardar para un grupito pequeño que le rodea, tiene que proyectarlo hacia todo el mundo, el verdadero cristiano no puede encerrarse en sí mismo, el verdadero cristiano tiene que imitar a Cristo y qué es lo que hacía Jesús, además de enseñar la Verdad, además de comunicarnos su propia vida, además de instituir los Sacramentos de la Iglesia, además de instituir la Iglesia por tanto, ¿qué más hizo Jesús?  Hizo el Bien.   Nos lo dice en otro lugar del Evangelio:  Pasó haciendo el Bien.   No solamente el bien espiritual, sino también el bien físico, el bien corporal.  ¿Por qué tenemos que estar encontrándonos continuamente con católicos que pretenden encerrarse en sí mismos?, porque no se tiene la experiencia, quien tiene la verdadera experiencia de Cristo, especialmente a través de los Sacramentos, se proyecta hacia el mundo, para cristianizar al mundo. 

Hoy día queridos hermanos es absolutamente necesario proyectar a Cristo ante el mundo, no sólo con la palabra sino también con los actos.  Nos lo dicen los Apóstoles en sus cartas también, y en todo el Magisterio de la Iglesia continuamente nos lo viene diciendo, nos lo dicen los Pontífices, podemos referirnos a los últimos, Juan Pablo II, Benedicto XVI, el Papa Francisco, continuamente nos están diciendo tenemos que proyectar a Cristo ante el mundo, que sabia aquella palabra del Papa Francisco cuando iniciaba su Pontificado:  “si no predicamos a Cristo la Iglesia se convierte en una simple organización no gubernamental, una simple ONG”, y lastimosamente hoy vemos a muchos grupos de la Iglesia que son eso, una simple ONG, o peor todavía, grupos espiritualistas, ya no son grupos de espiritualidad auténtica, sino que se van convirtiendo en grupos espiritualistas, que se encierran en sí mismos, que se contentan con leer la Biblia, que se contentan con leer autores espirituales, pero no sacan el provecho de esa lectura porque no la viven primero en el Altar, no la viven en el confesionario, no llevan a la vida  el Sacramento de la Confirmación, no llevan a la vida la plenitud del Espíritu Santo, que se nos da para convertirnos en verdaderos testigos de Cristo ante el mundo por el Poder del Espíritu Santo…

Y ¿para qué se nos entrega Cristo en la Sagrada Eucaristía?,  para hacernos uno en El y quien es uno en Cristo, se transforma en Cristo y vive lo mismo que Cristo vive, y  ¿qué es lo que vive Cristo?:  Cristo vive la total unión en la Trinidad, la total unión con el Padre y el Espíritu Santo, pero además vive la constante proyección de esa Verdad y de ese Amor Trinitario a toda la humanidad,  a todo el mundo,  a toda la creación.  Entonces ¿cómo vamos nosotros a encerrarnos en nosotros mismos?, tenemos que vivir en Cristo y proyectar a Cristo ante el mundo, pero proyectarlo con un auténtico testimonio, testimonio de fe, testimonio de caridad, testimonio de esperanza, y ¡qué importante es dar el testimonio de la fe!, ¡qué importante es dar testimonio de la caridad!, ¡qué importante es dar testimonio de la esperanza!.  ¿Cuántos católicos dan testimonio de fe hoy día?, por ejemplo, cuando se corre el riesgo de perder algo, de perder una prebenda, de perder un trabajo, de perder un dinero con tal de ser fiel a Cristo, ¿cuántos lo pierden?; muchos prefieren ocultar su fe en Cristo, con tal de no perder las prebendas del mundo, ¿cuántos dan testimonio de caridad auténtica?, esa caridad que consiste en la plena unión en Dios por Cristo y la proyección al prójimo, ¿cuántos damos testimonio de eso?, o bien nos encontramos con católicos que se contentan solo con la filantropía horizontalista.

Hermanos, muy claramente lo dice el Apóstol San Pablo en una de sus cartas, si doy todos mis bienes  en limosna y  entrego mi cuerpo a las llamas pero no tengo caridad, de nada me sirve, si doy todos mis bienes en limosna, incluso si me entrego en lugar de unos prisioneros, pero no vivo en Cristo, no me sirve para nada, ni a mí ni al prójimo; por mucha caridad que haga si no vivo en gracia no me sirve de nada, muchos dicen yo hago buenas obras, yo no necesito ir a la Iglesia, yo no necesito ir a la Misa, yo no mato a nadie, yo no me emborracho, yo no adultero, yo soy bueno, no necesito ir a Misa, qué equivocado está, hermanos, ciertamente hay que ayudar al prójimo, pero en Cristo y desde Cristo y para Cristo, por ejemplo, si doy limosna con tal de quitarme de encima a un pobre que me la está pidiendo, esa limosna no sirve para nada, pero si antes de darle le oriento, le ayudo a salir de la pobreza, enseñándole que  debe trabajar por sí mismo, que debe utilizar los dones que Dios le ha dado, hay tanta gente pidiendo limosna por la calle y sin embargo tiene aptitudes para muchas cosas, pero por pura vagabundería, prefiere andar pidiendo limosna, no es caridad cristiana darle limosna a esa gente, pero sí es caridad cristiana invertir en ellos un poco de tiempo para orientarles, para enseñarles que tienen algún don que tienen alguna cualidad, que tienen alguna aptitud y que con eso pueden llegar a tener la dignidad propia de un ser humano redimido en Cristo, que tienen que salir de las posibles situaciones de pecado en que se encuentran,  que posiblemente  algunos de ellos viven en adulterio  o en concubinato, o son lo que llaman en este mundo hipócrita, madres solteras, eso de que el gobierno les dé un bono a las madres solteras es pura hipocresía egoísta del gobierno. 

Queridos hermanos no podemos contentarnos con una filantropía pagana, tenemos que vivir la verdadera caridad, aquella que viene del Corazón de Cristo, de una unión plena en Cristo Jesús, y luego entonces dar testimonio de las obras realizadas en Cristo. 

Hermanos, vivamos entonces la fe, vivamos en Cristo, y cuando veamos un hermano que está necesitado démosle el consejo, démosle la orientación y si tenemos a nuestro alcance los medios para  darle esa oportunidad, démosela, pero que no sea convertirlo en un parásito nuestro porque no somos los redentores de nadie, no somos los salvadores de nadie, el único Salvador es Cristo, y si vemos a un hermano nuestro que está enfermo que ha perdido la salud  por alguna cosa y tenemos a nuestro alcance los medios para ayudarle a recuperar la salud, démoselos, pero enseñémosle a que él también los pueda adquirir y enseñémosle que él también los pueda compartir después con otros para que así formemos una verdadera comunidad cristiana, capaz de ir extendiendo la vida en Cristo, la plenitud de vida en Cristo Jesús por todo el mundo.  Eso es lo que el Señor quiere, no otra cosa.

Que esto queridos hermanos no quede solamente en sus mentes, en su recuerdo, vívanlo y proyéctenlo hacia los demás, porque así entonces verdaderamente seremos los miembros verdaderos de la única Iglesia verdadera que implanta el Reino de Cristo en el tiempo para la eternidad,  así sea.


                                                                 Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.