DOMINGO 10° DESPUES DE
PENTECOSTES
17 de Agosto de 2014
I Corintios 12: 2-11;
Salmo 16: 8,2;
Salmo 64: 2; San Lucas 18: 9-14
Muy
queridos hermanos en Cristo:
Por
un lado, el Apóstol nos habla de los diversos carismas que derrama el Espíritu
del Señor en los Fieles sin tener en cuenta el poco o mucho merecimiento que
pueda tener cada persona. El Espíritu
Santo derrama sus dones, sus carismas, en todos los Fieles, como Él quiere,
como Él sabe que es lo mejor para la Gloria de Dios y para el bien mismo de la
Iglesia. Porque debemos recordar que
los carismas no necesariamente son señal de santidad, sino que son, como dice
el mismo Apóstol en su carta, dones para servir a la comunidad, en vistas a la
misión que la comunidad tiene.
Por otro lado el Señor en el Evangelio nos propone
esta parábola tan clara del fariseo y el publicano: el fariseo soberbio, orgulloso, creído, da gracias de todo lo que tiene, da gracias
de lo que cree ser, despreciando a los demás; el publicano, humilde, reconoce
que necesita el perdón, la misericordia de Dios.
¿Qué enseñanza nos quiere dar hoy el Señor, en este
domingo? Queridos hermanos, muchísima
enseñanza. Pero vamos a centrarla en dos
o tres puntos muy importantes en este momento.
En primer lugar, el Señor Jesús es el que mejor nos da ejemplo de
humildad, pero esa humildad divina de Cristo no lleva a Cristo Nuestro Señor a
cometer el error de rebajarse ante los demás, la humildad verdadera, la
verdadera humildad cristiana debe ir siempre unida con la Verdad, y Cristo
precisamente, además de que es humilde, es la Verdad. Y siendo la Verdad, les dice Quién es: ÉL
demuestra Quién es, no solamente lo dice sino que lo demuestra con sus
actos: es el Hijo de Dios. Jesús no practica ni enseña una falsa
humildad. Esa falsa humildad le hubiera
llevado a decir: “No, yo no soy el Hijo
de Dios”… lo cual seguramente iría muy unido con la cobardía, hubiera negado que es el Hijo de Dios para
evitar que lo mataran, no, en su humildad unida a la Verdad que ÉL mismo es,
dice: “Soy el Hijo de Dios”, y afronta
la Pasión, carga la Cruz, por decir la Verdad, practicando la verdadera
humildad. Esto nos da una enseñanza
importantísima y urgente para el hoy y el mañana del ser humano, el hoy y el
mañana de la Iglesia.
Muy queridos hermanos, hoy día hay muchos católicos
que dicen practicar la humildad, y confunden muchas veces la humildad con los
harapos, confunden la humildad con actitudes hipócritas de humildad, y por esa falsa humildad ocultan lo que
son: “¡Ah no!, como yo soy humilde tengo
que presentarme ante los demás como son los demás, y como los demás viven en
adulterio pues yo también voy a vivir en adulterio, para que no me crean muy
santo… como los demás se emborrachan pues yo también me voy a emborrachar para
que no digan que soy santo, que soy puritano… como los demás son ladrones pues
yo también voy a robar de vez en cuando aunque sea poca cosa, para que no me
digan que soy exagerado, que soy fanático… como los demás son vagabundos y no
cumplen bien con sus obligaciones, pues yo también voy a hacer las cosas, ¡así
a la buena! para que no me digan que soy exagerado, para que no me digan que
soy perfeccionista, etcétera, etcétera, etcétera, muchas justificaciones que el mismo ser humano se dice a sí mismo,
aún inconscientemente…: ¡la falsa humildad!
Y por esa falsa humildad precisamente se llega a vivir en el pecado… eso
no es humildad, eso tiene otros calificativos, muchos otros calificativos,
perderíamos el tiempo en enumerarlos.
Queridos hermanos, como decía muy claramente y muy
sabiamente la gran doctora mística, Santa Teresa de Jesús, “la humildad está en
la verdad”. Posiblemente Teresa de Jesús
aprendió eso precisamente adorando y contemplando a Jesús, el gran Maestro de
la Verdad y de la Humildad, Jesús. Y eso
tiene una aplicación, repito, importantísima y urgente en el día que vivimos, en el presente y en el
futuro.
Ahora bien, hermanos, apliquemos esto a nosotros, y
muy concretamente a Opus Cordis Eucharistici, y cuando digo Opus Cordis
Eucharistici no me refiero a la obra de un hombre, me refiero a una Obra
querida por el Corazón Eucarístico de Cristo Nuestro Señor, no me refiero a la
obra de un Sacerdote, me refiero a la Obra que el Señor quiere en la Iglesia, en el presente y en el
futuro. ¿Por qué digo esto? En los próximos tres días vamos a estar
celebrando el trigésimo segundo aniversario de aquella fecha en la que el
Señor, sin mérito de mi parte, me impulsó a realizar esta Obra, un veinte de
Agosto de mil novecientos ochenta y dos…
Hermanos, esta Obra no es para dar consuelo a unos
cuantos egoístas, que solamente piensan en su propia salvación, esta Obra es
para realizar algo que es absolutamente necesario y urgente, ciertamente en
toda la Iglesia, pero muy especialmente aquí en Costa Rica. Ese día veinte de Agosto de mil novecientos
ochenta y dos lo que el Señor me permitió escuchar espiritualmente fue más o
menos lo siguiente: “Quiero que realices
tu sacerdocio en unión con seglares para darme la adoración y el desagravio que
merezco en la Eucaristía porque en Costa Rica estoy siendo sacrílegamente
profanado.” Después de esa fecha, en
varias oportunidades he escuchado de boca de Obispos y de Sacerdotes una frase
con la cual no estoy de acuerdo, aquí en Costa Rica, en otros países no la he
escuchado, la escuché hará unos treinta años, y la he vuelto a escuchar a lo
largo de esos años en varias ocasiones, y la volví a escuchar hace pocos meses,
y no solamente la he escuchado, sino que me la escribieron: “El sacrilegio eucarístico no se da tan
frecuentemente, las profanaciones eucarísticas no se dan tan frecuentemente”…
¡Qué mentira más grande! ¡Sí se dan las
profanaciones eucarísticas! ¡Sí se dan
los sacrilegios eucarísticos!
Y lastimosamente no solamente aquí en Costa Rica,
por eso puse en la cartelera ese artículo que salió en Aci Prensa en días
anteriores, sobre la declaración tan clara y tan precisa de un Obispo de
Paraguay, él dice que sí se da la profanación eucarística, él dice que no se
está dando la adoración que debe darse a Jesús, él dice que la liturgia se
celebra sin respeto, y eso está sucediendo aquí en Costa Rica. Hace tres días supimos la noticia de que
precisamente el 15 de Agosto, en el supuesto ¡día de la madre!, ¡el pagano, el
comercial día de la madre en Costa Rica!, ese día hubo una profanación
sacrílega en una iglesia de Costa Rica, ciertamente no en una iglesia de la
Arquidiócesis de San José, pero sí en una Diócesis de este pequeñísimo país…
Aquí en Costa Rica se está profanando continuamente a Jesús Eucaristía,
ciertamente se dio esa profanación… gracias a Dios esas profanaciones de
Sagrarios y de la Sagrada Eucaristía, así, en esa forma tan fuerte, gracias a
Dios no se están dando todos los días, pero sí se dan frecuentemente…
…Pero ¿qué decir de la Comunión en la mano? En Costa Rica se sigue imponiendo,
obligatoriamente, la Comunión en la mano, ¡se burlan de los que reciben la
Comunión en la boca!, ¡se burlan y rechazan al Sacerdote o a los Sacerdotes que
damos la Comunión sólo en la boca! ¡Pretenden
tratar la Eucaristía, la Presencia de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento
como si fuera una cuestión social! Por
ejemplo ese sacerdote que llevó la Custodia con Jesús Sacramentado a meterse en
vestido de baño en las aguas del océano, allá en Puntarenas, hace pocos días, o
el otro sacerdote que en cierta ocasión hace mucho tiempo celebró también en
traje de baño con tortilla y con whisky en lugar de usar la hostia y el vino de
uva, y otros muchos casos que podríamos mencionar… Hermanos, ¡es el Clero el
que precisamente, el que muy especialmente está profanando la Sagrada
Eucaristía, aquí en Costa Rica! ¡El
Clero! ¡Y detrás del Clero el pueblo
ingenuo, que no hace el esfuerzo por formarse y conocer la verdad!... El Clero
engañado en un seminario contagiado de materialismo filosófico y de relativismo
moral, y el pueblo por su ingenuidad culpable.
Y detrás de esas profanaciones, detrás de esos sacrilegios eucarísticos,
queridos hermanos, vienen todas las consecuencias: adulterio, concubinato,
fornicación, sexo desbocado, vagabundería, ignorancia, corrupción económica,
gobiernos corruptos, universidades paganas, monjas que abandonan su hábito,
sacerdotes que visten como un cualquiera, que se presentan como un cualquiera,
familias destruidas, gobiernos que roban, etcétera, etcétera, etcétera, todo
eso es consecuencia de la falta de respeto, de la falta de adoración, de la
falta de amor a Jesús Sacramentado. En
una palabra, pérdida de la Fe en el pueblo costarricense, porque no hay
adoración, porque no hay vivencia verdadera de la Eucaristía. Por eso, aquel veinte de Agosto de mil
novecientos ochenta y dos el Señor, sin
mérito de mi parte, me dijo: “¡Haz
esto!” Y a los pocos meses, escasamente
dos o tres meses después, me respondió a una pregunta mía en oración,
poniéndome como ejemplo maravilloso de cómo debía ser la vivencia de quienes
pertenezcan a esta Obra, a María
Santísima, ¡Nuestra Señora del Fiat!...
Queridos hermanos, aprovechemos entonces estos días,
especialmente estos días hasta el veinte de Agosto, ¡y después del veinte de
Agosto!, para renovar nuestro verdadero
espíritu, ¡para renovar nuestro Carisma!,
San Pablo nos habla hoy de los carismas. ¡Este es nuestro Carisma!, que
tiene tres facetas principales, no únicas, adoración, desagravio, y kérigma
litúrgico – eucarístico. Adoración: démosle a Jesús en la Eucaristía, tanto en su Presencia
en el Sagrario como durante la Santa Misa en el Altar, toda la Adoración que ÉL
merece, esa adoración verdadera,
auténtica, ese espíritu de adoración verdaderamente cristiano, que a semejanza
del publicano, se reconoce por sí solo sin ningún don, por sí solo, pecador,
pero que al mismo tiempo reconoce que Cristo lo ha salvado, que Cristo lo saca
del pecado, que Cristo lo lleva a vivir sumergido en su Corazón Eucarístico,
para ser también como nos lo dice San Pablo, en aquel texto fundamental de
nuestra espiritualidad, hostias, vivas, santas y agradables ante Dios… Y que
luego seamos entonces capaces de que, viviendo esa adoración, seamos
conscientes de todas las profanaciones y sacrilegios que de pronto nosotros
mismos hemos cometido, pero que no volveremos a cometer, y reparemos entonces
aquellos que se siguen cometiendo en todas partes, no solamente la comunión en
la mano, que es una profanación, sino todos los desprecios que se le hacen a
Jesús en el Santísimo Sacramento. Y en
lugar de perder el tiempo en los placeres sin sentido del mundo, en lugar de
buscar nuestra complacencia, en lugar de buscar nuestro descanso, en lugar de
buscar nuestra seguridad, como María Santísima en el Riesgo de la Fe, olvidándonos
de nosotros mismos, olvidándonos de nuestra seguridad, nos entreguemos también
a vivir toda esa espiritualidad de transformación, toda esa espiritualidad de
hostificación, toda esa espiritualidad de oblación, y de Victimación, para
luego entonces ser capaces de vivir y de promover lo mismo que vivimos, porque
no otra cosa es el “kérygma”. El krygma
es, no un simple anuncio, no es un anuncio intelectual, como sí podría serlo la
Evangelización, la evangelización al fin y al cabo no deja de ser
esencialmente intelectual, es comunicar
una verdad que se conoce , el kerygma va mucho más allá. ¡El kérygma es comunicar lo que se vive, no
sólo lo que se sabe! ¿Y qué es lo que
vivimos? ¡La experiencia de Cristo! ¿Qué es lo que vivimos? ¡la adoración a Cristo! ¿Qué es lo que vivimos? ¡el desagravio a Cristo! ¿Qué es lo que vivimos? ¡la hostificación! ¡la oblación!, ¡la Victimación vicarial! Eso es lo que debemos comunicar…
Y si por eso nos rechazan, si por eso nos maltratan,
si por eso nos vituperan, si por eso nos calumnian, si por eso nos levantan
chismes, si por eso nos aplican la muerte social, ¡Bendito sea el Señor! No es motivo de orgullo para nosotros, más
bien al contrario, es motivo de humildad, porque sabemos que no es fruto
nuestro, sabemos que es fruto única y totalmente de la acción continua de
Cristo, que actúa en nosotros si lo recibimos diariamente en el Sacrificio del
Altar… Y en ese mismo Sacrificio del Altar no sólo nos contentamos con
recibirlo, para recibir de ÉL lo que pretendemos recibir, sino que en ese
Sacrificio del Altar nos hacemos un mismo Sacrificio en Cristo Jesús para la
Gloria de Dios Uno y Trino.
Hermanos, que este veinte de Agosto del dos mil
catorce sea entonces un verdadero renovar nuestro carisma, ¡para el bien de la
Iglesia!, ¡para la renovación auténtica
de la Iglesia! Y especialísimamente para
la Gloria del Dios Uno y Trino, a Quien sea toda majestad, toda gloria, todo
honor, en el tiempo y en la eternidad, aquí y en todo lugar. Así sea.
Pbro.
José Pablo de Jesús, o.c.e.