SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
25 DE DICIEMBRE 2014
MISA DEL DÍA
Hebreos 1: 1-12; Salmo 97: 2-4;
San Juan 1: 1-14
Muy queridos hermanos en el Señor Jesús:
Una vez más, repito lo que
decíamos antes de iniciar la Santa Misa, Santa Navidad.
Podríamos decir muchas cosas en
este día, sin embargo quiero y debo centrarme en este trozo precioso, sublime,
profundo, ciertísimo, del Evangelio de San Juan, es el primer párrafo del
Evangelio de San Juan, en el cual se refiere precisamente a Aquel que es el
único Salvador del mundo. Nadie más que
Jesús puede salvar al mundo y ciertamente al inicio de esta página del Evangelio,
el Señor nos permite referirnos y hacer
lo que debiéramos hacer todos los católicos no sólo los Sacerdotes, no sólo las
personas consagradas, sino que todos los católicos debiéramos hacerlo todos los
días de nuestra vida, contemplar a Jesús, hacer el esfuerzo por conocer a
Jesús, dejar de ser nosotros mismos el centro de nuestra vida, para que Jesús
comience a ser verdaderamente el centro de nuestra vida, por eso el Evangelio comienza
de manera infinitamente sabia: “En el
principio era el Verbo”. ¿Quién es
Jesús?, queridos hermanos liberémonos del materialismo del mundo, ese
materialismo engañoso de los regalos de navidad, posiblemente cuando se comenzó
con esa costumbre estaba bien orientada, pero hoy día está totalmente
desorientada, el mundo está centrado en el ser humano, y ese es uno de los
peores errores sociales, filosóficos e incluso heréticos, que hoy día se está
cometiendo, centrarse principalmente en el ser humano, mientras el ser humano
siga centrado en sí mismo continuará deshumanizándose, y si el ser humano continúa
deshumanizándose jamás podrá ser verdaderamente cristiano.
Queridos hermanos tenemos que
liberarnos de esa corriente materialista, tenemos que liberarnos de esa
corriente relativista y activista que hoy día domina en el mundo y tenemos que
aprender a ser nosotros mismos. ¿Y cuál
es la actitud para aprender a ser nosotros mismos?, la actitud de la humildad,
reconocer que somos dependientes de Dios, y quien se reconoce dependiente de
Dios lo primero que hace es adorar a Jesús.
¿Quién es Jesús? Jesús es el
Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que en el tiempo prefijado
en la Sabiduría Infinita de Dios, toma nuestra carne sin dejar de ser Dios,
toma nuestra carne en el seno de María Santísima y se hace hombre sin dejar de
ser Dios, es Dios y Hombre, Plenamente Dios y Plenamente Hombre, es Dios por
excelencia, el Hombre por excelencia, es el Verdadero Hombre, es Cristo el
Verdadero Ser Humano y por eso es nuestro modelo y a El tenemos que conocer, si
nosotros queremos ser verdaderos humanos, tenemos que conocer a Jesús, pero
tenemos que conocerlo como Verbo de Dios y como Hombre.
Queridos hermanos, no centremos
nuestra atención en las luces engañosas del mundo de este tiempo de Navidad, no
centremos nuestra atención en los regalos materiales que el comercio nos ofrece
continuamente, centremos nuestra
atención en el Misterio del Verbo de Dios hecho Hombre, en
Jesús, que ciertamente nace como un niño. Y nace como un niño para muchas cosas. Pero más que todo ciertamente para darnos un
ejemplo maravilloso de humildad, de sencillez… no de miseria, que es otro error
que comete el materialismo relativista del mundo, centrarse mucho en la miseria
del ser humano, y muchos practican una supuesta caridad para atender al
miserable manteniéndole en la miseria, eso no es caridad, eso es filantropía
pagana. Quien verdaderamente conoce a Jesús, llega a tener su propia dignidad
humana, y ayuda al prójimo para que salga de la miseria y alcance su propia
dignidad como humano y como hijo de Dios, redimido en Cristo.
Queridos hermanos, conozcamos a
Jesús, contemplemos a Jesús, contemplemos a Jesús que nos da ese ejemplo maravilloso,
repito, no de miseria, sino de sencillez y humildad. Pero, hay otro motivo sumamente importante
por el cual el Verbo de Dios coeterno con el Padre y el Espíritu Santo, en el
tiempo prefijado se hace Hombre.
Queridos hermanos, hagámonos una pregunta en este momento: ¿Quién de nosotros, por sí solo, es digno de
llegar a la Presencia del Dios Santísimo?
Ninguno. Ninguno es digno, ninguno
es capaz, por sí solo, de llegar a la Presencia del Dios Altísimo. Y aunque nos unamos todos como un ejército en
batalla, y pretendamos ser más que Dios, nunca lo alcanzaremos. Y eso es lo que hoy día está sucediendo en
nuestra sociedad materialista, el mundo está creyendo que puede por sí solo
salir adelante. El mundo materialista y
relativista cree que por sí solo puede alcanzar la paz, el mundo materialista y
relativista cree que por sí solo puede alcanzar el progreso. Se está volviendo a cometer precisamente el
pecado gravísimo que cometió la humanidad en los primeros tiempos, en los
tiempos de la torre de Babel, incluso en el momento del pecado original… ¿En
qué consistió verdaderamente el pecado original y en qué consistió el pecado
del momento de la torre de Babel? No
consistió necesariamente en comerse una manzana, ni consistió en construir una
torre física de ladrillos, no, consisitió en que el ser humano en aquellos
tiempos como hoy día, pretende ser más que Dios. Y eso jamás se va a alcanzar, nadie podrá ser
más que Dios, nadie podrá llegar a conocer a Dios.
Por eso, este Niño, cuyo
nacimiento hoy estamos conmemorando, este Niño, cuyo nacimiento hoy estamos
renovando, no solamente conmemorando en nuestra memoria, no, sino que lo
estamos celebrando, o sea que tenemos que estar viviendo verdaderamente la Navidad
de Jesús en nuestras vidas. Ese Niño,
cuyo nacimiento hoy estamos renovando después, años después dijo clarísimamente: “Nadie va al Padre sino por Mí” (Cf. Juan 14:6) Quien no acepta, vivencialmente, quien no
vive la experiencia de la Fe, que es el
encuentro vivencial con Jesús, jamás llegará a Dios, jamás llegará a tener la
plenitud ni de la humanidad y mucho menos de la cristiandad.
Queridos hermanos, hay que
aceptar a Jesús en la vida personal, hay que llegar a tener con humildad y con
valentía la experiencia viva de la Fe, que no es otra cosa que la experiencia
del encuentro vivo con Cristo. Yo
recuerdo que cuando estudiábamos el catecismo siendo niños nos decían algo muy
cierto pero que yo me atrevo ahora a decir que era una verdad a medias: nos decían que la Fe es creer aquello que no
se puede entender, eso es muy cierto.
Pero yo quiero con todo respeto, queridos hermanos, añadirle algo más, y
no me baso en lo que yo solo he vivido, me baso también en lo que vive la
verdadera Iglesia Católica y que fue expresado muy sabiamente por el Papa
Emérito Benedicto XVI en el Motu Proprio Porta Fidei, Puerta de la Fe, cuando
al inicio de ese documento el Papa Emérito decía “la Fe es la experiencia viva
de Cristo, es el encuentro vivo con Cristo”.
Pero queridos hermanos, ¿cómo tener ese encuentro vio con Cristo? ¿Cómo tener ese encuentro vivo con este Niño
que nace y que renace en nuestras vidas hoy si no lo tenemos frente a nosotros? Muchos pueden decirme: Padre yo puedo encontrarme con cualquier
persona a la que yo veo, y eso es muy cierto…
Queridos hermanos, yo me he encontrado con
miles de personas durante mi vida sacerdotal, pero de esos miles de personas
con quienes me he encontrado en mi vida sacerdotal, ¿de cuántos de ellos guardo
el recuerdo, la memoria en mi mente? De
muy pocos. ¿De cuántos recuerdo el nombre
de ellos? De muy pocos. Posiblemente yo he conocido durante mi vida
unas cincuenta mil personas, unas cien mil personas fácilmente, porque he
bautizado a muchos, porque he confesado a muchos, porque he casado a muchas
parejas, porque en las Misas que he celebrado durante toda mi vida le he dado
la Sagrada Comunión a miles de personas. Pero no les conozco a todos. Los he encontrado, los he visto, los he
tratado pero no les recuerdo a todos, tengo que verlos para poder
recordarlos. Queridos hermanos, a Jesús
también tenemos que verlo… Y ÉL sabía perfectamente eso… Y entonces podemos
preguntarnos: ¿Por qué entonces Jesús nos abandonó y después de haber padecido
su pasión, su muerte en la Cruz y su Resurrección, por qué se fue a los
cielos? ¿Por qué ascendió a los cielos y
nos abandonó? Queridos hermanos, el que diga
que Cristo nos abandonó está totalmente equivocado. Recordemos que ÉL es Dios y Hombre. Por eso insistí al principio en que ÉL no
dejó de ser Dios, sigue siendo Dios como sigue siendo Hombre, después de haber padecido
la Pasión y la muerte en la Cruz, ÉL resucitó y sigue siendo Dios y Hombre, y
si sigue siendo Hombre, sigue teniendo su Cuerpo, y como Dios que es, con su
propio cuerpo, ÉL instituyó el Sacramento maravilloso para que, aunque se fue a
la Diestra del Padre, permanece también con nosotros: el Santísimo Sacramento de la Eucaristía…
¡Porque tanto es su amor hacia
cada uno! ¡No sólo hacia todos, sino
tanto, tan infinito es su amor hacia cada uno que quiso quedarse en la
Santísima Eucaristía y quiso continuar entregándose en la Sagrada
Eucaristía. Por eso la Eucaristía no es
una fiesta, sino que es la perpetuidad de su Sacrificio, por eso en días anteriores
yo repetía algo que está en el verdadero magisterio de la Iglesia: Navidad tiene una íntima relación con Semana
Santa, Navidad tiene una íntima relación con la Cruz de Cristo. Belén y Cruz.
Ayer escuchábamos la respuesta preciosa, bella, que nos dio una niña por
teléfono a una pregunta que se le hacía a esa niña: ¿dónde prefieres tú ver a
Jesús, en Belén o en la Cruz? Y la niña
respondió inspirada por el Espíritu Santo:
“No, no sólo en Belén, no sólo en la Cruz, lo veo y lo amo en Belén y en
la Cruz” Sí, hermanos, esa fue una auténtica
respuesta que le inspiró el Espíritu del Señor a esa niña de seis años. A Jesús tenemos que verlo en Belén, pero al
mismo tiempo tenemos que verlo en la Cruz, porque para eso vino, para perpetuar
su entrega por nosotros, y la perpetua precisamente en la Eucaristía. Y por eso podemos entonces completar esa
afirmación de esa niña de esta otra manera:
“Belén, Cruz, Altar”… No mesa de
fiesta, no mesa de banquete, sino Altar del Sacrificio.
Queridos hermanos: “Belén, Cruz y Altar” esa experiencia triple
no debe faltar en la vida de un auténtico cristiano. ¿Por qué hoy día hay tanta corrupción en el
mundo? ¿Por qué hoy día hay tanta
violencia en el mundo? ¿Por qué hoy día
hay tanto pecado en el mundo? Porque no se
vive “Belén, Cruz, Altar” No se vive la
experiencia continua, la experiencia diaria de Cristo que se entrega y se nos
entrega. Porque ÉL no se contenta con “entregarse”
en la perpetuidad de su Sacrificio, sino que “se nos entrega” cuando nos
dice. “Comed y bebed de mi carne y mi
sangre”, cuando nos invita entonces a comulgar con frecuencia, a participar de
la Santa Misa y a comulgar con toda la frecuencia posible. Por eso, queridos hermanos, en estos días de
Navidad con todo el gozo del Señor, con todo el impulso del Señor yo quiero
invitarlos, queridos hermanos, transformemos nuestra vida en una auténtica
Navidad, en una auténtica vivencia de ¡“Belén, Cruz y Altar”!...
Transformemos nuestra vida, y
hagamos de nuestra vida una continua Eucaristía, entreguémonos también nosotros
a Cristo en el Altar, vivamos la Santa Misa como debe ser, acerquémonos a
comulgar a ser posible diariamente. Yo sé
que hoy día hay muchos católicos que tienen miedo de pensar, de hablar, o de
promover la comunión diaria. No tengamos
miedo, hermanos… Claro, se requiere algo
muy importante, se requiere vivir continuamente en gracia, se requiere
rechazar, no sólo con la fuerza personal sino rechazar con la fuerza de Dios, con el Poder de Dios, con
la asistencia de Dios, rechazar todas las tentaciones al pecado grave, y
mantenerse en Gracia de Dios continuamente.
Queridos hermanos, el pecado grave es asqueroso, el pecado venial es
sucio, pero el grave es asqueroso… mejor ni lo comparamos con nada, porque no
hay comparación, el pecado venial es sucio, el pecado grave es asqueroso. No, no tengamos el atrevimiento satánico de vivir
en pecado grave nunca, nunca, nunca…
Vivamos en gracia continuamente,
hermanos… es precioso vivir en gracia continuamente, es maravilloso vivir en
gracia, es maravilloso experimentar la realidad de la tentación rechazándola
con el Poder del Señor, en una actitud de humildad y valentía, porque
ciertamente para rechazar la tentación muchas veces hay que rechazar las
invitaciones del mundo materialista y relativista. Pero hermanos, lo que el mundo materialista y
relativista ofrece es pura mentira, es puro engaño, en cambio lo que Cristo nos
ofrece es la Verdad. El mundo nos ofrece
la muerte, el mundo nos ofrece el infierno, Jesús nos ofrece la Gracia, Jesús
nos ofrece la Vida en Plenitud, a eso ha venido a la tierra, a traer Vida en
Plenitud (Cf. Juan 10:10).
Hermanos, enamorémonos de Jesús,
encontremos a Jesús, no seamos parte de ese mundo que según San Juan en este
prólogo del Evangelio es el que vive en tinieblas, vivamos en la Luz, y la Luz
es Cristo, vivamos en la Verdad, y la
Verdad es Cristo, vivamos en la Plenitud, y la Plenitud es Cristo. Por eso muy sabiamente el Apóstol en otro
lugar de sus cartas decía: “Cristo ayer,
Cristo hoy, Cristo siempre” Y en otro
lugar de sus cartas también el Apóstol decía:
“Doblo mis rodillas ante el Padre Celestial para que vosotros conozcáis
la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del misterio de Dios que se
revela en Cristo Jesús” (Cf. Efesios 3:
14-19; Colosenses 1: 9-12)
Llenémonos de Cristo,
sumerjámonos en el océano infinito de la Verdad de Jesús, sumerjámonos en el
océano infinito de la Vida misma de Cristo, y entonces, queridos hermanos, el
futo de esta Navidad, según los anhelos, no míos solamente, según los anhelos
del Corazón Sacratísimo del mismo Cristo se extenderán ya no solamente al 2015 que se aproxima, sino
que se extenderán por el resto de nuestra vida y no solo en nuestra propia vida
sino que si vivimos realmente en Cristo tendremos la posibilidad de colaborar
en la verdadera renovación, no digo reforma, sino que digo renovación, de la
Iglesia y de toda la sociedad, para la Gloria de Dios y salvación de toda la
humanidad en Cristo el Señor. Así sea.
Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.