pasar a Cristologia NACIMIENTO DE NUESTRO DIOS HECHO HOMBRE

NAVIDAD ES EL AMOR DE DIOS


SOLEMNIDAD DE NAVIDAD
Misa del día

Hebreos 1:1-12;   Salmo 97: 3 y 2;
Evang. San Juan 1:1-14

Esta Navidad, debe ser una Navidad de contemplación, de adoración, de transformación, en Cristo. Ahora bien ¿qué significa transformación? Llegar al encuentro auténtico con el Hijo de Dios que se hace Hombre, con el Hijo de Dios que sin dejar de ser Dios, se hace Hombre, asume en sí mismo toda la realidad humana,  por eso nace como Niño, El como Dios que es podría haber podido tomado la naturaleza humana ya como un hombre maduro, sin necesidad de tener una mamá, sin necesidad de tener un papá adoptivo. ÉL asumió toda la naturaleza humana, por eso nace verdaderamente y nace del seno de una Mujer, y para todavía darnos a entender mejor esa realidad, quiere tener un papá, aunque adoptivo, quiere tener un papá ante la ley del mundo. 

Encontrémonos con ese Dios-Hombre y hagamos lo que nos dice la Palabra, esa Palabra que nos dice:  Adórenle, porque solamente quien adora a Jesús es capaz de llegar a ser verdaderamente ser humano redimido por el Amor Misericordiosísimo de Dios; pero hermanos ¿qué significa entonces ahora ser redimido por el Amor Misericordiosísimo de Dios?  Significa vivir todo el Misterio del Dios hecho Hombre, y me voy a permitir resumir, sintetizar todo ese Misterio del Dios hecho Hombre en cuatro momentos, cuatro momentos con cuatro lugares que se han dado verdaderamente en toda la historia de la salvación.

Un primer lugar:    Belén.  En Belén nace el Dios – Hombre.

Segundo lugar:      La última Cena, en el Cenáculo, Jesús instituye aquellos Sacramentos, a través de los cuales ÉL va a perpetuar su  Misterio Salvífico hasta el final de los siglos: Eucaristía y Sacerdocio.

Tercer lugar:           Su Pasión y  su Muerte en  el Gólgota, para eso se hace Hombre, sin dejar de ser Dios, para dar su Vida como Dios y como  Hombre para rescatarnos y permitirnos sumergirnos en su Misterio Salvífico y plenificante.

Cuarto lugar:        Es el momento que se perpetuará hasta el final de los siglos:  El Altar del Sacrificio.
 
Belén, Cenáculo,  Gólgota y Altar del Sacrificio.  Cuatro momentos, cuatro lugares, que nos sintetizan todo el Misterio del Dios hecho Hombre, de ese Dios que Ama, de ese Dios que siendo la Verdad, se comunica como la Verdad y que sin embargo sigue siendo despreciado y ultrajado.

Entonces ¿qué significa dejarse transformar por Cristo, qué significa amar a Cristo, qué significa servir a Cristo?  Significa que nuestro corazón es de Cristo, significa que nuestros sentimientos son de Cristo, significa que nuestros deseos son de Cristo, significa que nuestros ojos son los de Cristo, significa que nuestro olfato es el de Cristo, significa que nuestra lengua es la de Cristo, tanto para hablar, como para alimentarnos, significa que nuestros oídos son los de Cristo, significa que nuestros pulmones son los de Cristo, significa que nuestras manos, nuestros brazos son brazos y manos  de Cristo, significa que nuestras piernas y pies, son piernas y pies de Cristo, significa que todo nuestro cuerpo es de Cristo, significa que todo nuestro ser material, espiritual y moral es de Cristo, significa que nuestro interés es de Cristo, significa que en todo vamos a hacer lo de Cristo, significa que en todo vamos a ver la Mano providente de Dios, en la que por Cristo perseveramos, para que también nosotros en Cristo nos unamos a Dios, porque sólo en Dios está la Verdad, porque sólo en Dios está la plenitud, porque sólo en Dios está la Eternidad, porque sólo en Dios somos y seremos eternamente. 

Vivamos el Misterio de la Navidad,  proyectemos el Misterio de la Navidad a toda nuestra vida, nos toque vivir un día más, nos toque vivir una semana más, nos toque vivir un mes más, nos toque vivir un año más, nos toque vivir cinco años más, nos toque vivir diez años más, nos toque vivir lo que nos toque vivir aquí en la tierra, para continuar luego viviendo como Dios quiere en su Gloria  por toda la eternidad, habiendo sido constructores del Misterio y del Reino de Cristo en el tiempo, porque el tiempo es para eso, el tiempo que Dios nos permita en la tierra es para construir el Reino de Dios, es para implantar el Misterio de Cristo, porque solamente en el Misterio de Cristo hay vida, sólo en el Misterio de Cristo hay plenitud, sólo en el Misterio de Cristo hay gozo, sólo en el Misterio de esos cuatro momentos, esos cuatro lugares, hay vida, plenitud en Dios.  

Que nunca desaparezca de nuestra vida el Belén, el Cenáculo, el Gólgota, el Altar del Sacrificio, para que un día lleguemos al quinto y definitivo momento:  El Reino Eterno y Glorioso de Dios.  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez. o.c.e.

Misa de la noche de Navidad 2013

SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO




MISA DE MEDIA NOCHE
24 de Diciembre de 2013
Tito 2: 11-15;  Ps. 109: 3 y 1;
San Lucas 2: 1-14





Muy queridos hermanos en Cristo:

¿Es la Navidad una fiesta de la sociedad para la sociedad?  ¿Es la Navidad una fiesta de la Navidad para los necesitados de cosas materiales y temporales?  Jesús mismo responde esas preguntas cuando, por el salmista dice:  “El oprobio me destroza el corazón y desfallezco; esperé que alguien se compadeciese, y no hubo nadie; alguien que me consolase, y no lo hallé”  (Salmo 68: 21), y luego ÉL mismo personalmente le reprocha a Judas Iscariote:  “Porque pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre.” (San Juan 12: 8).  Por lo cual, Navidad es Fiesta de la Fe de la Iglesia que celebra a su Salvador y Señor.  Así pues, como “Pueblo consagrado”:

En el gozo de estas celebraciones de la Navidad, viviéndolas como hemos dicho en los días anteriores:  “Navidad de Adoración”, “Navidad de contemplación”, “Navidad de Transformación”, hemos de ser capaces de vivir la realidad:  Jesús Nuestro Señor ya nació hace dos mil años.  Lo que ahora celebramos no es un inicio.  Es la continuidad del hecho salvífico que, desde Belén hasta el Gólgota, se perpetua en el tiempo de la historia de la salvación para todos y cada uno de los que gozosa, humilde y valientemente creemos en el Jesús verdadero, Dios que haciéndose Hombre, está presente y actúa en nuestras vidas, para que viviendo sobria, justa y religiosamente, peregrinemos hacia la eternidad como pueblo consagrado, con los pies bien puestos en el espacio y el tiempo, pero con el corazón y la mirada dirigidos al Reino Eterno.

Por eso no podemos contentarnos con vivir según la doctrina católica, sino que debemos dar fruto de esa  adoración, de esa contemplación, de esa transformación, demostrando con toda nuestra vida que realmente no vivimos egoístamente para nosotros, sino que vivimos “per ipsum”, vivimos “cum ipso”, vivimos “in ipso”.  Expresando lo anterior de otra forma, desde la vivencia litúrgica de la auténtica Navidad, la Navidad Eucarística, que sea Jesús en el ser integral de todos los hombres que dicen ser católicos, que sea Jesús en el ser integral de todas las mujeres que dicen ser católicas, que sea Jesús en el ser integral de niños y niñas, que sea Jesús en el ser integral de todos los jóvenes varones que se comportan con pureza como San José, que sea Jesús en el ser integral de todas las señoritas que muestran su pureza  como María Santísima.

Que sea Jesús, que por la Eucaristía sigue naciendo y entregándose en el pesebre de la Iglesia, que es el Altar del Sacrificio, quien sea entonces adorado, contemplado, servido, amado por los “pobres de espíritu…hombres de buena voluntad”, únicos que tendrán la capacidad de cambiar este mundo de oscuridad en el mundo luminoso de la Gracia, de la Verdad y del Amor, que será capaz de unirse al Sacerdote para exclamar en el poder del Espíritu Santo: 



“Por Cristo, con ÉL, y en ÉL,
A Ti, oh Padre Omnipotente,
En la Unidad del Espíritu Santo,

Todo Honor y Gloria.”

                                                                                                                             Pbro Jose Pablo de Jesús Tamayo R.

IV Domingo de Adviento 2013


DOMINGO IV DE ADVIENTO

22 de Diciembre de 2013
1 Corintios 4: 1-5;  Ps. 144: 18 y 21;
San Lucas 3: 1-6



Muy queridos hermanos en Cristo:

El domingo anterior nos preguntábamos cómo hemos de responder al Señor  viviendo conformes a la corriente del mundo o viviendo a contracorriente.  Hoy, ya prácticamente en vísperas de celebrar la Navidad del Señor, volvamos a analizarnos a nosotros mismos, preguntándonos para comenzar:  esta semana que ha terminado, ¿hemos vivido de acuerdo a la respuesta que dábamos hoy hace ocho días? 

¿Y por qué insisto en ello?  Nos dice San Pablo que entre los dispensadores lo que se requiere es que sean fieles.  Y ciertamente el que es fiel vive contracorriente.  Se hace capaz de cambiar total, radicalmente, su forma de vivir, sus costumbres, su manera de pensar, su manera de hablar, su manera de vestir, su manera de descansar, su manera de trabajar, su manera de relacionarse con los demás en todos los niveles de relación, desde el familiar, pasando por el cultural y el profesional hasta el político.  Se distingue privada y públicamente como verdadero cristiano, o sea verdadero discípulo de Aquel que siendo desde toda eternidad Dios, en el tiempo se hace hombre naciendo como niño en las condiciones más pobres y sencillas imaginables, en un pesebre, despojado prácticamente de comodidades y seguridades.

¿Estamos dispuestos realmente incluso a ello, ya no sólo a vivir contracorriente, sino también a perder las comodidades y seguridades que el mundo ofrece, con el fin de vivir la Navidad realmente en y desde la liturgia, en la disposición sincera de afrontar lo que sea para que en este año litúrgico que hemos iniciado seamos capaces de permitir a Cristo nacer en nosotros y a través nuestro en el cuerpo de la Iglesia, y así poder presentar su acción salvífica, su reino ante el mundo que aunque lo rechaza lo necesita?  Ante esto, hagámonos otra doble pregunta:  ¿Es la Navidad fiesta de alegría?  ¿Es la Navidad fiesta de amor?  Quien crea que voy a responder negativamente, no ha conocido ni comprendido a Jesús el Señor.

Porque me refiero no a la alegría fatua, pasajera, falsa, del mundo, sino que me refiero a la alegría que se experimenta en lo más profundo del ser cuando la persona se deja llenar por Jesús y se entrega por completo, como María Santísima en el constante “Fiat”, a la continua acción del espíritu del Señor, que le transforma en Cristo mismo, hasta poder decir realmente, como San Pablo:

“Y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí.  Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”,  (Gálatas 2: 20),  confirmando cada uno en su vida lo que ya le pedía Jesús mismo al Padre Celestial:  “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y conozca el mundo que tú me enviaste y amaste a éstos como me amaste a mí” (Juan 17: 23)

Y así mismo, no me refiero al amor que hipócritamente enseña el mundo, también fatuo, pasajero, muchas veces falso, sino que me refiero al único amor verdadero, eterno, pleno, el Amor de Dios, que nos entrega a su Hijo, que haciéndose y naciendo como un niño, en la realidad humana asumida por la divinidad, Quien lleva ese Amor divino al colmo de entregarse a sí mismo hasta la muerte en cruz:, da su vida por los suyos.  Eso es amor.  Nace para entregarse en la cruz y seguir entregándose en la Victimación Sustitutiva, su Sacrificio Perpetuo del Altar.  Es así como realmente podemos conocer al verdadero Jesús:  no es el Jesús que se contenta con dar bienes materiales, sentimientos pasajeros, alegrías mentirosas, amores engañosos.  Tampoco es el Jesús que se contenta con enseñar doctrinas, filosofías humanas.  Es el Jesús que se entrega y se nos entrega, y así nos hace uno en ÉL para sumergirnos en la Verdad Eterna, océano infinito de auténtica realización del ser humano que cristificándose es capaz de cristificar el espacio y el tiempo en que vive temporalmente para llegar al Reino Eterno de la Vida, Dios mismo.

Él se entrega, aprendamos a entregarnos también nosotros en ÉL, como ÉL, por la purificación y cristificación de la Iglesia, por la salvación de la humanidad.  ÉL es la Víctima Sustitutiva, seamos nosotros  “hostia viva, santa, grata a Dios” (Romanos 12: 1)

Por ello, que esta Navidad sea la “Navidad de la Adoración, Navidad de la Contemplación, Navidad de la transformación”.  Adoración, contemplación, transformación a imitación y en compañía de María Santísima y de San José, que fueron capaces de participar en la entrega de Jesús, viviendo ellos mismos su propia entrega en el constante y luminoso “riesgo de la Fe”, cada uno en la misión que Dios le daba en toda la historia de la salvación.  Así le daremos Gloria a Dios y la plenitud de Jesús mismo a los hombres de buena voluntad, con palabra y vida, si fuere necesario hasta el martirio. 



“Sed, en fin, imitadores de Dios,
como hijos amados, y caminad en el amor,
como Cristo nos amó y se entregó por nosotros
en oblación y sacrificio de fragante y suave olor.”

(Efesios 5: 1-2)

Abre tu corazón en esta Navidad

 Al contemplar su Corazón traspasado, significa no otra cosa que nos sumerjamos en El, en su Misterio Infinito, en su Misterio Insondable; yo creo que esto debe llegar a ser el culmen de una auténtica vivencia Eucarística, sumergirse en el Misterio Insondable de Dios al contemplar el Corazón traspasado de Cristo.



El “fruto divino”, es sencillamente  que estaremos haciendo lo que tiene que ser la 
Vida Eterna:  Amar, glorificar, agradecer y adorar al Dios que es Verdad y que es Amor.


 

Misterium Fidei, Misterio de Fe, Misterio incomprensible, pero adorable, no se le puede comprender pero se le puede y se le debe adorar, Misterio vivificante, Misterio purificante, Misterio saturante, Misterio plenificante, Misterio de salvación, Misterio de plenitud, Misterio del Dios vivo hecho Hombre, que habiéndonos redimido en la Cruz ascendió a los Cielos, pero se quedó con nosotros, Cristo Jesús, Salvador y Señor, Dios y Hombre, Pan de Ángeles, pero no lo pueden comer los Ángeles, Pan de Ángeles ante el cual los Ángeles doblan rodillas y se postran cantando perennemente:  Santo, Santo, Santo, ante el cual también nosotros hemos de doblar rodillas.


Pero también debemos descubrir cuál es el anhelo de Cristo presente en la Eucaristía, yo diría que en estos momentos que vive la Iglesia es un anhelo triple: 
1º.    Lo adoremos, porque solamente quien le adora, solamente quien dobla sus rodillas ante El, misteriosamente pero realmente presente, solamente el que le adora puede conocerle, solamente quien le adora presente en este Misterio tiene vida. 
2º.  Que nos unamos y nos hagamos uno en El, y esa unión en un doble sentido, por un lado que seamos uno  en EL “viviendo en Él”, y por otro lado que nos unamos entre nosotros y unidos entre nosotros le comamos para ser uno en El.

3º.  Que nos dejemos transformar por El, en El, para llevarnos al Padre.



    

         NAVIDAD 2013
!Que la Estrella de la Fe les ilumine y plenifique en y desde la Liturgia y la Eucaristía, Misterio del Dios que haciéndose Niño, se sigue entregando en la Verdad y el Amor

La función sacerdotal es primordialmente vivir la Cruz en y desde la Liturgia:  Por el brazo vertical dirigiéndose constantemente a adorar, alabar, amar y servir a Dios Uno y Trino; por el brazo horizontal hostificándose a sí mismo en Cristo, Víctima Perfecta, por la salvación de la humanidad.

La Navidad que deseo para todos no es la navidad de los regalos y de la superficialidad materialista y relativista del mundo profano, sino la verdadera celebración, memoria litúrgica del Nacimiento de Cristo en le tiempo, en el corazón de la Santa Iglesia y de cada persona de buena voluntad a lo largo del tiempo por el sendero de la "Cruz Eucarística", hasta la eternidad del Reino y la Gloria de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.

!Desde Belén hasta el Gólgota, en el Altar del Sacrificio,
Jesús Dios y Hombre, se entrega al Padre Celestial,
y se nos entrega en la plenitud infinita de su Verdad y su Amor!


SANTA NAVIDAD Y AÑO NUEVO 2014

III Dom. de Adviento 2013


Filipenses 4: 4-7;  Ps. 79: 2, 3 y 2;
San Juan 1: 19-28


15 de Diciembre de 2013

Muy queridos hermanos en Cristo:

Quien vive realmente en Cristo, se reconoce a sí mismo como absoluta y constantemente necesitado de Cristo, pero al mismo tiempo es apóstol, testigo auténtico de Cristo ante el mundo que le rodea y el mundo en el que vive.    Dicho de otra manera, sin buscarse a sí mismo, ni buscar su descanso, su seguridad, su tranquilidad, se esfuerza  por continuar su progresiva transformación, su vivencia en Cristo, siguiendo y sobrepasando el ejemplo de San Juan el Precursor.

Y precisamente esa vivencia es la que debemos mejorar profundamente todos y cada uno de nosotros, tanto a nivel personal como a nivel familiar, pero también a nivel de la Obra Opus Cordis Eucharistici, y por supuesto que también a nivel de Iglesia,  debemos ser “precursores” de Jesús en la Costa Rica de hoy y del futuro, en el mundo de hoy y del futuro.

De eso se trata el Adviento que estamos viviendo, que por lo contrario de lo que vive el mundo materialista y relativista de pecado, debe ser un tiempo de total apertura a la llegada, la venida, la implantación de la vida en Cristo en nuestra mente, en nuestros sentimientos, en nuestros deseos, en nuestro hablar, en nuestro silencio, en nuestros movimientos, en nuestro descanso, en nuestro estudio, en nuestro trabajo, en nuestras familias, en nuestras relaciones sociales, en nuestra vida eclesial, en nuestra participación en la política del momento hacia el futuro.

Pero, ¿cómo lograremos ese “vivir en Cristo” durante este Adviento, durante la Navidad que se aproxima?  ¿Y cómo lograremos proyectarla a la realidad del año que se avecina?

Sólo hay una manera:  imitando a San Juan Bautista el precursor, imitando a Nuestra Señora del Fiat en su total disponibilidad a la acción de Dios en Ella, imitando a San José en su constante respuesta amorosa y responsable a las mociones del Espíritu del Señor que actuaba en y a través de él, imitando a San Pablo Apóstol, quien sobrepasando a San Juan Bautista, no sólo se dejo transformar sino que muriendo a sí mismo dejó a Cristo vivir en él incluso hasta crucificarse con Cristo.

Y que esa imitación gozosa y esperanzadora se convierta en realidad viviendo durante lo que falta de Adviento, pero con el compromiso de proyectarlo a todo el próximo año, de la forma querida por Nuestro Señor, la Sagrada Liturgia, única “Fuente y Cumbre” de nuestra vida y misión cristiana.  Porque sólo en la Liturgia, especialísimamente la eucarística, podremos imitar a San Juan, a María Santísima, a San José, a San Pablo Apóstol, viviendo a contracorriente, sin temor a las consecuencias de un auténtico vivir cristiano en el mundo, no como personas aisladas, sino en una verdadera comunión en Cristo, capaz de transformar el mundo creado.

¿Y qué puede ser consecuencia de ese auténtico vivir cristiano en el mundo?  Es no vivir según la corriente aparentemente litúrgica que nos engaña diciendo que es obligatorio celebrar la Santa Misa en la forma ordinaria, como asamblea festiva que no compromete a nada porque Cristo ya murió por todos y no es necesaria ninguna conversión.  Es vivir la contracorriente, tan motivada por el próximo “San Juan Pablo II”, por el Papa emérito Benedicto XVI y por S.S. Francisco, la contracorriente verdaderamente litúrgica de la celebración de la Santa Misa en la forma extraordinaria, la tridentina, como perpetuidad del Sacrificio de Cristo Nuestro Señor, en profundo espíritu de adoración, de propiciación, de entrega victimal en Cristo mismo para la Gloria de Dios y conversión y salvación de la Iglesia y la humanidad.

Al momento de vivir durante esta Misa la consagración de las sagradas especies del pan y el vino, contemplemos a Jesús que haciéndose presente es Víctima Sustitutiva “por muchos” y escuchemos la pregunta que posiblemente nos hará a cada uno:  ¿Cómo quieres vivir:  de acuerdo con la corriente o en contracorriente?, y preparemos nuestra respuesta personal, corporativa, eclesial, que podremos darle al momento de recibirle en la Sagrada Comunión. 

Si le respondemos por respeto humano que de acuerdo con la corriente, ÉL podría respondernos como un día le respondió a San Pedro:  “¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” (Mateo 16: 23)
En cambio, si le respondemos que “en contracorriente”, ÉL podrá respondernos:  “En el mundo tendréis tribulación.  Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.”  (Juan 16: 33)  Y Cristo continúa venciendo al mundo, cada vez que es levantado en alto, en la más perfecta Victimación de su Perpetuo Sacrificio Redentor, en el que nosotros nos hacernos “víctimas vicariales” en ÉL al recibirle en la Sagrada Comunión, hoy como también en la Navidad de adoración y de propiciación en la que entonces podremos exclamar con los Ángeles, con Nuestra Señora del Fiat, con San José, con San Juan Bautista, con San Pablo Apóstol:



“Gloria in excelsis Deo, 
et in terra pax hominibus bonae voluntatis”    (Lucas 2: 14)

“Cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,  
por quien el mundo está crucificado para mí   
y yo para el mundo”  (Gálatas 6: 14)



Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, oce

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María

SOLEMNIDAD DE LA
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Domingo II de Adviento
8 de Diciembre de 2013

Proverbios 8: 22-35;  Judit 13: 23; Cantar 4: 7;
San Lucas 1: 26-28


Muy queridos hermanos en Cristo:

Celebramos hoy esta preciosa e importantísima Solemnidad de la Santísima Virgen María.  ¿Por qué digo que preciosa?   Lo digo porque precisamente la Pureza es una de las virtudes más queridas de Dios, ya que es reflejo de su Infinita Santidad, de su Infinita y resplandeciente Belleza Divina.  Y María Santísima es ese reflejo luminoso de la Santidad, de la Belleza, del Amor de Dios.  Y ¿Por qué digo importantísima Solemnidad?  Lo digo ya que ciertamente el momento en que María Santísima fue concebida sin pecado en el seno de su madre, tiene un lugar muy especial en toda la Historia de la Salvación.  Ya había sido anunciado por Dios mismo en el momento del pecado original cuando le dice a Satanás:  “Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo.  Este te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañal.”  (Génesis 3: 15)  Satanás que es el causante del pecado, es enemigo de la mujer, María Santísima, que siendo criatura como él, fue libre de todo pecado en atención a la Redención realizada por el linaje de María misma, o sea Jesús que le aplasta la cabeza a Satanás, venciéndole en el Árbol de la Cruz, y alcanzando así el perdón del pecado para el resto del linaje de María Santísima, nosotros que le aceptamos a Jesús como Salvador y Señor, Dios y Hombre.  Y luego el Señor mismo lo confirma por medio del Arcángel Gabriel:  “Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo”  (Lucas 1: 28)

Pero veamos algunos aspectos importantes de María Inmaculada en esta Solemnidad, que la Iglesia reconoce como la más importante de todas las de la Virgen Santísima.  Ella, en las apariciones ya reconocidas por la Iglesia se reconoce a sí misma así:  “Soy la Inmaculada”.  Así está Ella ante la Presencia Tres veces Santísima de Dios.  Y por tanto, nuestro trato para con Ella debe ser igual que el trato que Dios mismo le da y quiere que le demos nosotros:  un trato de privilegio, un trato de suprema veneración, un trato de amor filial, un trato de respeto, un trato de contemplación y de escucha, especialmente cuando Ella dice:  “Oidme, pues, hijos míos;  bienaventurado el que sigue mis caminos.  Escuchad la instrucción y sed sabios, y no lo menospreciéis.”  (Proverbios 8: 32-33) 

Y muy especialmente contemplemos, escuchemos a la Inmaculada cuando dice:  “He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra.”  (Lucas 1: 38) y más adelante cuando dice:  “Haced lo que Él os diga”  (Juan 2: 5).  ¿Con qué finalidad?  Para poder imitarla.  Pero, realmente, ¿quiénes podrán contemplar, escuchar, imitar a la Siempre Inmaculada Virgen María?  Creo no equivocarme al decir que sólo lo lograrán aquellos que hagamos el esfuerzo por mantener la pureza de corazón, de mente, de voluntad, de cuerpo, sea desde el Bautismo, sea desde la última o próxima Confesión Sacramental, con la intención de aumentarla, fortalecerla, embellecerla, por la Santa Misa participada a ser posible todos los días no como una fiesta sino como Sacrificio de Cristo en el que también nos entregamos en Cristo a Dios, sin importar las diversas circunstancias de vida que le correspondan a cada uno, en la experiencia cristiana de la Fe, de la Esperanza, de la Caridad.

Y así, siendo puros como Ella, podamos decir:  “Hágase en mí según tu palabra”, no una vez, sino todos los días, como fruto de nuestra oración personal de la madrugada, para vivir cada día sinceramente, valientemente, como Ella y con Ella, la Oscura Luminosidad del Riesgo de la Fe, sin rechazar las posibles consecuencias de ello.  Consecuencias de renuncia al mundo, renuncia a la falsa Navidad pagana, renuncia a trabajos inmorales y forzados, renuncia a vanidades, renuncia a placeres, renuncia a viajes innecesarios, renuncia a conversaciones inútiles, renuncia a vanidades y modas mundanas, renuncia al egoísmo, renuncia a la comodidad y la seguridad temporal mundanas; consecuencias de muerte a uno mismo, para poder presentarse hoy y siempre como hostias vivas ante Dios en Cristo Jesús; consecuencias incluso martiriales.
De la misma manera, puros como Ella y con Ella, y en compañía de la Santa Iglesia, apartándonos de simples “organizaciones no gubernamentales”, escuchar igualmente cada día lo que Jesús nos dice, descubriendo y viviendo en santidad la vocación personal de cada uno, y no para el provecho ni material ni espiritual sólo de cada uno, sino para la Gloria de Dios, santificación de la Iglesia y salvación de la humanidad.


“Nuestra Señora del Fiat, Siempre Virgen Inmaculada, que como y contigo, vivamos el Riesgo de la Fe en la Oscura Luminosidad de la Voluntad Santísima del Padre.”

Pbro. José Pablo de Jesús Tamayo Rodríguez, o.c.e.

I Domingo de Adviento

HOMILIAS PARA
AÑO LITURGICO 2013 - 2014
DOMINGO I DE ADVIENTO

Romanos 13: 11-14;  Ps. 24: 3-4;
San Lucas 21: 25-33

                                                   1ero. de Diciembre de 2013


Muy queridos hermanos en Cristo:

El Domingo recién pasado se clausuró a nivel de toda la Santa Iglesia el “Año de la Fe”, que había sido convocado e iniciado por S.S. Benedicto XVI, Papa Emérito, y luego continuado y culminado por S.S. el Papa Francisco.  Podemos preguntarnos ahora cada uno:  ¿Lo vivimos realmente, lo aprovechamos para crecer realmente en la importante y fundamental Virtud Teologal de la Fe?  Podemos aplicar perfectamente lo que acaba de decirnos el Apóstol San Pablo en su Carta a los Romanos:  “Pues estamos más cerca de nuestra salud, que cuando recibimos la Fe” (Rom. 13: 11).  Desde aquella primera época apostólica hasta nuestros días el tiempo ha avanzado, el día de la llegada del Señor se acerca al iniciar hoy el nuevo año litúrgico con este Primer Domingo de Adviento, tiempo que nos prepara una vez más para la celebración renovadora de la Navidad por un lado, y por otro nos prepara también para su venida definitiva, que puede ser esta misma noche como dentro de un tiempo que sólo el Padre Celestial conoce.  Por tanto:
¿Hemos dejado las tinieblas de la ignorancia religiosa?  Esa ignorancia en que hemos vivido envueltos pero de la cual el Señor ha querido sacarnos, haciéndonos experimentar el Fruto infinito de su Sacrificio Redentor, muy especialmente en el Bautismo, en la Confirmación, en la Confesión, y especialísimamente en la Santa Misa.  Ignorancia moral, ignorancia litúrgica, ignorancia espiritual, ignorancia eclesial, ignorancia apostólica, ignorancia cultural, ignorancia histórica.  De todos esos aspectos de la ignorancia debemos apartarnos totalmente:  ¿lo hemos hecho?  ¿Estamos dispuestos a hacerlo?
 Además:  ¿Hemos dejado las tinieblas de la superficialidad de costumbres y de la vulgaridad en el lenguaje?  ¿O fácilmente, por la fuerza de la costumbre o el temor al qué dirán, nos dejamos envolver por las costumbres del mundo, por las costumbres de un pueblo fiestero, egoísta, cobarde ante el compromiso?  Nos presentamos como católicos, como cristianos, pero ¿qué relación de intimidad tenemos con Aquel cuyo advenimiento nos disponemos a celebrar, y es Quien nos da por así decir “nuestro apellido  de “Cristianos”?  Consecuentemente, ¿perdemos tiempo en las diversiones, comilonas, borracheras, vanidades del mundo?  ¿O tenemos por lo menos un rato cada día, preferentemente por la mañana, en la madrugada, para nuestra Oración de adoración, de contemplación, de escucha del Señor, de apertura a su Santo Espíritu para que día tras día continúe su divina obra de nuestra purificación y transformación en el camino de la santidad?
Sí, hermanos, el Señor, nuestro Redentor, se acerca,  las señales se están dando, y hemos de interpretarlas en el discernimiento del Espíritu Santo, para dar al Señor una respuesta humilde, seria, valiente, gozosa, uniendo así a la virtud teologal de la Fe, la otra importante virtud también teologal de la Esperanza que nos permitirá enfrentar los acontecimientos del mundo como verdaderos cristianos, que viviendo responsablemente el momento histórico en que nos ha puesto la Divina Providencia, seamos capaces de cumplir la misión que nos corresponde como ciudadanos al igual que como cristianos y miembros de la Iglesia, construyendo realmente el Reino Eterno del Dios Uno y Trino.  Porque “el cielo y la tierra se mudarán”, pero las palabras, la acción redentora y santificadora de Cristo no faltará. 
Y que la comprobación de ello, como fruto de nuestra vivencia de la Fe, de la Esperanza, de la Caridad que especialmente en la Santa Misa nos lleva a vivir la entrega a Cristo y en Cristo por la Iglesia para la Gloria de Dios, vivamos en todo momento, lugar y circunstancia como verdaderos cristianos, capaces de amar a Cristo por encima de todo lo creado, capaces de defender la Presencia y Acción Salvífica de Cristo, incluso a costas de nuestra vida.
Hermanos, hermanas, el compromiso del cristiano es serio.  No caigamos en los engaños, las mentiras, las atracciones del mundo de pecado, de materialismo, de relativismo que nos rodea.  El Señor vino, volverá, vendrá definitivamente no para darnos cosas que se terminan.  Sino que vendrá para juzgar nuestra vida, mandarnos al infierno (aunque suene a algo “pasado de moda” es cierto), o para tomarnos consigo y llevarnos a su Reino.  Vivamos en consecuencia.  Busquemos la sabiduría que viene de lo Alto, busquemos la seriedad gozosa del Altar que por el Sacrificio eleva al Cielo, busquemos la pureza de la honestidad en el vestir y el hablar, busquemos la Cruz de Cristo.  Que este tiempo que hoy iniciamos no sea un tiempo de vagancia, de ignorancia, de superficialidad, de placeres, de materialismo, de relativismo, de regalos.  Que sea, en santidad, el Tiempo de Cristo, el Tiempo con Cristo, el Tiempo por Cristo, el Tiempo para Cristo, el Tiempo en Cristo.
“…Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.”  (Gálatas 2: 19-20)

                                                                                                                                                            Pbro.  José Pablo de Jesús, o.c.e.

Solemnidad de la Ascensión del Señor 12 de Mayo 2013


SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO




Hechos de los Apóstoles 1: 1-11; Sal. 46: 2-9;
Efesios 1: 17-23;  S. Lucas 24: 46-53
Domingo 12 de Mayo del 2013

.

Muy queridos hermanos en el Señor, celebramos esta Eucaristía, sirviendo a Dios y a ustedes en lo que se refiere a Dios, porque esa es la misión que tenemos los Sacerdotes.

Queridos hermanos estamos hoy celebrando la Solemnidad de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los Cielos, centrémonos por tanto en la persona de Jesucristo y hagamos esto no de cualquier manera, no solo en el ámbito mental, hagámoslo vivencial con todo nuestro ser, aceptando la ayuda que Dios nuestro Señor nos da a través de los signos:  El punto de referencia en esta acción que estamos realizando no es el Sacerdote, es Cristo, y por eso las normas litúrgicas de la Iglesia nos recuerdan que es conveniente que el crucifijo, signo de Cristo, ocupe el lugar central en el  Altar, no sólo para los fieles sino también para el Sacerdote, por eso lo he puesto en el Altar. 
La Liturgia es la acción sagrada, es el acto de Dios que en la Iglesia y con la Iglesia realiza el acto más importante que puede haber en el mundo entero, la adoración a Dios, y a comprender y vivir esto, queridos hermanos, nos ayuda inmensamente la Solemnidad que estamos celebrando.

Queridos hermanos, ¿qué es en realidad la Ascensión al Cielo de Nuestro Señor?:   Siempre que se menciona la Ascensión de Jesucristo a los Cielos como que inmediatamente aún sin quererlo nos referimos al cielo, a la atmósfera, y eso no es el Cielo, el Cielo es Dios mismo;  para nosotros los católicos que vivimos la fe y precisamente estamos en el año de la fe, además de que también estamos en el año eucarístico, la fe es vivir en el tiempo, es vivir en Dios, por tanto, la Ascensión del Señor al Cielo no fue un acto físico de subir, sino que fue más bien un acto de orden teológico que yo lo defino con el verbo ocultar, Cristo ascendió, Cristo se ocultó a nuestra vista humana, pero permanece con nosotros; El mismo lo dijo en otro lugar del Evangelio, Yo permanezco con vosotros hasta el final del mundo  y permanece no sólo de una manera mística, permanece no sólo de una forma espiritual, permanece de una manera real como Fuente, Centro y Cumbre de toda la vida de la Iglesia, de toda la vida de cada miembro de la Iglesia, permanece como Fuente, Centro y Cumbre en la Sagrada Eucaristía, pero ahí está oculto, y muchas veces queridos hermanos, nos hemos olvidado de su Presencia Viva, Real, Central en la Eucaristía, Cristo Ascendió a lo que lo hace más real todavía que si lo pudiéramos ver con nuestros ojos, porque si a Cristo lo pudiéramos ver con nuestro ojos, de pronto nos olvidariamos de que El, al mismo tiempo que es Hombre es Dios, y como Hombre y como Dios que se oculta en su Presencia Divina nos envía el Espíritu Santo.

 ¿Y para qué nos envía el Espíritu Santo?:  para que no seamos los tristes católicos que se dejan vencer por cualquier situación humana y temporal, problemas ecónomicos, problemas morales, problemas sociales, problemas políticos, corrupción en la sociedad, corrupción en el Gobierno, sentimientos de soledad, sentimientos de fracaso, etc.  eso nos rodea, no lo vamos a negar, pero queridos hermanos, eso vence al que no vive la fe, en cambio el que vive la fe, quien se une a Cristo Dios verdadero en la Eucaristía, quien se une a Cristo Vivo verdaderamente presente y actuante en la Liturgia tiene el gozo del Espíritu Santo y no se deja vencer por nada y antes que convertirse en un parásito de la sociedad, antes que convertirse en un parásito aún de la misma Iglesia se convierte en testigo de Cristo ante el mundo. 

Queridos hermanos, debemos ser discípulos de Cristo, debemos vivir en Cristo por una profunda vivencia de la Liturgia, por una profunda vivencia de la Eucaristía y sin ningún miedo a nada ni a nadie lanzarse a ser testigo de Cristo en el mundo que nos rodea.  El mundo tiene todos esos problemas que sinteticé hace un momento, y saben una cosa, el mundo nos espera a todos los católicos para que le demos una razón de vivir, porque la única razón válida de vivir es:  Cristo.  y nosotros tenemos ese compromiso de darles ese  testimonio al mundo. 

Por tanto les invito hermanos a que no tengan miedo, por la Eucaristía vivan en Cristo, y si lo perdieron recupérenlo por la confesión, y no lo vuelvan a perder y díganle al mundo con sus actitudes, con sus gestos, con sus palabras, con sus actos, con sus sentimientos, con su forma de vivir, con su forma de vestir, con su forma de hablar, manifestando en sus gestos el gozo de vivir en Cristo, díganle al mundo que vale la pena vivir en Cristo, porque sólo el que vive en Cristo, se prepara para aquello que tampoco podemos olvidar, la trascendencia del Reino de Dios, al cual Cristo ya nos llevó siempre y cuando estemos unidos a ÉL, siempre y cuando vivamos la Eucaristía.  Consecuentemente hermanos, en Cristo, por Cristo y para Cristo, hoy y siempre en la alegría y en la tristeza, en la enfermedad y en la salud, en el fracaso y en el triunfo…

Por eso el Señor Dios nos dejó a Cristo como Cabeza para que ÉL sea todo en todo y en todos y así reinaremos eternamente. Queridos hermanos, ni siquiera la muerte puede vencernos, la muerte es sólo un paso, es el paso que todos nosotros como seres humanos hemos de dar para imitar a Cristo en su Ascensión, o sea en nuestro sumergimiento en la realidad eterna, trascendente, gloriosa del Reino de Dios.  Así sea.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

“¡ADORATUS ET SATISFACTUS
IESUS OBLATUS SIT!”

“¡NUNC ET SEMPER, HIC ET OMNIUM
LOCUM IN AETERNUM!”