Dom. XXVII del Tiempo Ordinario, El Matrimonio Místico, preparación para el año de la Fe


DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

7 de Octubre de 2012
Génesis 2: 18-24;  Salmo 127: 1-6;
Hebreos 2: 9-11;  Marcos 10: 2-16
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Muy queridos hermanos en el Señor, el tema que hoy nos propone la Palabra de Dios en el momento actual de la historia humana es un tema muy importante y muy necesario, manipulado y tergiversado por el mundo materialista y relativista que nos rodea, en el cual vive la Iglesia, pero del cual la Iglesia no es parte.  Por eso yo creo que es conveniente que penetremos una vez más en la santidad del Evangelio, la santidad de la familia fundamentada ciertamente en el matrimonio entre un hombre y una mujer, por más que digan los materialistas, esa es la única realidad del matrimonio, unión entre un hombre y una mujer, eso es lo establecido por Dios, no solamente a nivel de la Iglesia Católica, sino a nivel de la humanidad, lo que se salga de ahí es contra naturaleza, además de ser contra Dios.

Pero queridos hermanos, yo creo que sobre este tema del Matrimonio y la Familia se habla mucho, pero muy poco en otro sentido que también se refiere al matrimonio, pero que es mucho más actual todavía y poco se toma en cuenta.  Queridos hermanos todo católico, todo bautizado, tenga la edad que tenga, sea ignorante o inteligente, rico o pobre, obrero o profesional, soltero, viudo, consagrado, sacerdote, todos debemos vivir un matrimonio al que pronto me voy a referir. 

Precisamente en esta semana, Su Santidad Benedicto XVI, con un grupo de Obispos de todo el mundo está iniciando en Roma el "Sínodo Ordinario sobre la Nueva Evangelización", y el próximo jueves 11 de Octubre será la apertura del “Año de la Fe”,  que tan sabia y oportunamente ha convocado el Papa.  Queridos hermanos preguntémonos en este domingo qué es la Fe, creo que si recordamos la definición del Catecismo antiguo vamos a decir que la fe es creer en aquello que no se comprende, y es cierto,  pero hermanos yo he llegado a la convicción  de que la fe no es solo creer teóricamente, intelectualmente lo que no se comprende, va mucho más allá la fe, la fe es vivir una relación de esperanza y amor con el Dios Creador, Salvador y Santificador, esa es la fe, vivir una relación de esperanza y de amor y quien vive esa relación de esperanza, de fe y de amor con el Dios Uno y Trino, queridos hermanos, vive en paz perpetua el matrimonio místico;  y a ese matrimonio místico estamos llamados todos los católicos porque queridos hermanos quien no vive este matrimonio místico está en pecado, quien no vive la unión con Cristo es un cadáver ambulante y lastimosamente hoy se habla mucho de relaciones humanas, se habla mucho del amor, pero de un amor humano y temporal, y no se habla del Amor verdadero, del Amor Eterno, del Amor que tiene la fuente y la cumbre en el Dios que es Uno y Trino porque es Amor, ese Dios que se nos ha revelado, se nos ha comunicado, se nos ha entregado en Cristo Jesús.   Y qué es lo que nos dice el Apóstol, en la carta a los Hebreos  sobre el matrimonio de este Cristo con la Iglesia, por poco se ha entregado, no ha dudado en entregarse a la muerte Jesús porque nos ha amado, no ha dudado en entregarse a la muerte de Cruz, porque quería sumergirnos en la verdad y el Amor Divino del Dios Uno y Trino, porque quería hacernos uno, porque quería hacernos  parte de ese matrimonio místico, ese matrimonio místico que a diferencia del matrimonio humano, no termina, el matrimonio humano termina con la muerte, el matrimonio místico trasciende a la Eternidad, y por eso Cristo Nuestro Señor, quiso darnos ejemplo porque El conoce muy bien la debilidad de la vida humana, El sabe perfectamente que en la vida del ser humano como consecuencia del pecado original, ¡como consecuencia del pecado original!, es inherente el dolor y el sufrimiento, no hay un ser humano que pueda escaparse del dolor y el sufrimiento como consecuencia del pecado original, excepto  la Santísima Virgen María. 

Queridos hermanos, por eso Cristo escogió el camino del dolor y el sufrimiento de la Cruz y la Pasión para redimirnos precisamente a través de aquella realidad que todos tenemos que vivir, quien pretende escaparse del dolor y el sufrimiento es un iluso, y aquel dolor y aquel sufrimiento se le va a poner insoportable; en cambio quien acepta, sin buscarlo, el dolor y el sufrimiento y lo une a la Cruz de Cristo, ese dolor y ese sufrimiento adquieren el mismo valor que adquirió el sufrimiento de la Santísima Virgen María cuando acompañó a Cristo en su Pasión y su Cruz, un valor corredentor, corredentor para nosotros mismos que nos redime del pecado y corredentor para toda la especie humana, porque quien ofrece su dolor y sus sufrimientos unidos a la Cruz de Cristo colabora en la salvación de toda la humanidad, unido a Cristo único Redentor, único Señor, único Salvador.  Nadie es salvador de nadie, pero unidos a Cristo somos capaces de colaborar en la conversión y salvación del mundo entero.

 Por eso queridos hermanos, yo quiero insistir:  unidos a nuestros Obispos, y uniéndonos especialmente a Su Santidad el Papa, vivamos intensísimamente el Año de la Fe que inicia el próximo jueves, vivámoslo intensísimamente para renovar esa Fe, esa Esperanza, ese Amor… ¿Cómo?:  viviendo el Matrimonio Místico con Cristo Nuestro Señor, y no sólo como individuos, no como personas aisladas, sino como miembros de la Iglesia,  porque nadie puede vivir ese matrimonio Místico separado de la Iglesia, nadie puede vivir ese matrimonio místico con Cristo si es indiferente para con la Iglesia; como es imposible vivir un matrimonio humano, si no es en un hogar correctamente constituido, nadie puede vivir el matrimonio místico fuera de  la Iglesia Católica, porque sólo la Iglesia Católica tiene la plenitud no sólo de la Revelación,  no solo de la Palabra, sino la plenitud de los Sacramentos a través de los cuales la Iglesia continua distribuyendo la Verdad y el Amor de Dios a aquellos que quieren vivir la Fe, la Esperanza y el Amor, y por eso la insistencia también de Su Santidad el Papa para que nos renovemos en la verdadera vivencia de la Liturgia,  la Liturgia a través de la Liturgia de la Horas, el Oficio Divino, La Liturgia a través del Sacramento del Bautismo, de la Confirmación, de la Penitencia o Reconciliación, (renovando la práctica frecuente de la Confesión), del Matrimonio santamente vivido, por la frecuencia de la Unción de los Enfermos cuando se da una enfermedad grave, no necesariamente en peligro de muerte, y especialísimamente por la recepción frecuente preferiblemente diaria de la Eucaristía, la Santa Misa, la Sagrada Comunión, para que realmente podamos vivir el matrimonio místico en medio de los dolores, de los sufrimientos, en medio de la Cruz, por nuestros propios pecados, por la salvación de la humanidad, y especialmente para la Gloria de Dios, ese Dios que nos quiere sumergir en su Verdad, ese Dios que nos quiere sumergir en su Amor, que nos quiere hacer uno en Cristo, ese Dios que no nos quiere esclavos del materialismo, ese Dios que no nos quiere esclavos de la inmoralidad y del relativismo ateo del mundo actual, ese Dios que no quiere que vivamos esclavos del dinero, que nos sirvamos del dinero sin ser esclavos de él, ese Dios que quiere que usemos de lo material tanto cuanto sea necesario para que tengamos una vida sencilla y digna como hijos dignos del Dios que nos quiere llevar a la única Vida Verdadera, plena que es su Reino transcendente. 

Por eso hermanos, me voy a permitir leer un parrafito muy  breve de uno de los Documentos que nos podrán servir de base para profundizar todo lo de este Año de la Fe, uno de los Documentos del Concilio Vaticano II, que nunca indicó cambios sino renovación.  Queridos hermanos, el Concilio en el  documento que se refiere a los laicos nos dice:  "Escondidos con Cristo en Dios y libres de la esclavitud de las riquezas, durante la peregrinación de esta vida, a la vez que aspiran a los bienes eternos, se entregan generosamente y por entero a dilatar el Reino de Dios y a informar y perfeccionar el orden de las cosas temporales con el espíritu cristiano.  En medio de las adversidades de esta vida, hallan fortaleza en la esperanza, pensando que “los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros” (Rom. 8:18)” (Apostolicam Actuositatem 4e)

Queridos hermanos vivamos el matrimonio místico, no sólo el matrimonio humano, vivamos el matrimonio místico, vivamos la unión con Cristo, renovemos nuestra Fe, nuestra Esperanza, nuestra Caridad,  en unión con los Obispos, en unión con el Papa, en unión con toda la Iglesia e instauremos el Reino de Cristo para que un día todos unidos en la Gloria Eterna podamos decir:  “Gloria a Dios en los Cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.  Así sea

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

“¡Ego adoro Te et Satisfactio Te,
Iesus Oblatio!”
“¡Nunc et Semper, hic et omnium 
locum in aeternum!”