!Cuánto hemos de amarte!

"¡EGO ADORO TE ET SATISFACTIO TE, IESUS OBLATIO!"

"¡NUNC ET SEMPER, HIC ET OMNIUM LOCUM IN AETERNUM!"


JESÚS Y SU MISTERIO EUCARÍSTICO


¡JESÚS, CUÁNTO HEMOS DE AMARTE!

¡JESÚS, CUÁNTO HA DE AMARTE TU IGLESIA!

¡JESÚS, CUÁNTO HEMOS DE AMARTE TUS SACERDOTES!

¡JESÚS, CUÁNTO NOS FALTA POR CONOCERTE!

¡JESÚS, CUÁNTO SE TE PROFANA SACRÍLEGAMENTE!

¡JESÚS, CUÁNTO HEMOS DE ADORARTE!

¡JESÚS, Y CUÁNTO DEBEMOS DESAGRAVIARTE!

¡JESÚS, CUÁNTO DEBEMOS APRENDER PARAVIVIR REALMENTE 
TU SACRIFICIO EN EL ALTAR!

¡JESÚS, CUÁNTO ANHELAS QUE TE VISITEMOS EN EL SAGRARIO!

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.


Dom. XXVII T.O. Amor a Dios en verdad, personal y conscientemente


DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

Is. 5: 1-7;  Ps. 79: 9, 12-16, 19-20; 
Fil. 4: 6-9;  Mt. 21: 33-43

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Muy queridos hermanos en Cristo Nuestro Señor:

El Señor ha plantado una “Viña”, y es la Iglesia.  Pero esa “viña” hemos de interpretarla en estos momentos en dos sentidos, totalmente válidos ambos, y relacionados el uno con el otro. 

El primer sentido es el Cuerpo Místico de Cristo, verdadera viña, de la cual ciertamente los principales viñadores son los Obispos con la ayuda de los Sacerdotes con la conveniente participación de seglares comprometidos.  Y si estos viñadores no viven ni actúan según el Corazón de Cristo Nuestro Señor, y como nos dice el Profeta Isaías, la viña dará agrazones, o sea malos frutos, y entonces se caen los muros de protección que tenía la viña, a saber, el espíritu de oración, la mortificación de los sentidos, la práctica frecuente de los Sacramentos, y consecuentemente los seres humanos, olvidándose de Dios, son víctimas de la corrupción, de la violencia, de la injusticia, de los asesinatos entre los que debemos incluir tanto el  aborto como la fecundación in vitro.

Pero ¿Cuál es el segundo sentido?  Es aquello que comúnmente llamamos “iglesia”, o sea los templos.  Es el lugar en el cual los “viñadores principales” deben cultivar con el Poder de Dios en la Liturgia a las plantas amadas de Dios Padre, que son todos y cada uno de los Fieles que acuden a los templos.  Pero algunos de los viñadores han rechazado o incluso asesinado a los fieles al no darles la asistencia debida, la sana doctrina, ni la verdadera celebración de la Liturgia, de los Sacramentos, como debiera ser.  Entonces el Dueño de la Viña envió a su Hijo, Jesucristo verdaderamente Presente en la Eucaristía, en la cual continua entregándose a cada uno y por cada uno.  Entonces al igual que los viñadores de la parábola, esos malos viñadores de este momento han procurado dejar a los Fieles sin el Hijo que les salva, que les da vida en plenitud, al alejarlo del centro de muchos de los templos, o incluso al no consagrar válidamente por el cambio desautorizado de algunas palabras de las fórmulas sacramentales de la consagración eucarística.  O también cuando guardan silencio “tolerante” ante las profanaciones de los templos y peor todavía las profanaciones y sacrilegios en contra de Jesús en la Sagrada Eucaristía.  Toda la Iglesia, y en todas las “iglesias”, debieran manifestarse, tanto en actos privados y públicos de reparación y desagravio, “en la oración y súplicas con acción de gracias”, como en manifestaciones públicas, pacíficas pero firmes, en defensa de Cristo Nuestro Señor, viviendo lo noble, lo justo, lo puro, lo amable, lo laudable, las virtudes cristianas.

Más claramente, muy queridos hermanos y hermanas en Cristo: desde hace años vienen haciéndonos creer que lo más importante es la beneficencia puramente social, la lucha de clases sociales, la supuesta “ayuda a los pobres”, que con simples ayudas materiales o siguen siendo pobres, o incluso llegan a vivir en la miseria, no sólo económica, sino peor todavía en la miseria intelectual, moral, espiritual, eclesial, porque ni siquiera saben lo que es ser Iglesia.

Y lo más grave de todo, muy queridos hermanos y hermanas, se ha llegado a una situación en la cual hemos de preguntarnos:  ¿se cumple en el mundo actual, se cumple en el ambiente de la Iglesia el primer mandamiento de la Ley de Dios, que se nos dio desde el Antiguo Testamento y luego Cristo Nuestro Señor lo reiteró clarísimamente:  Amar a Dios sobre todas las cosas, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, con toda la voluntad?  ¿Se cumple de verdad ese mandamiento?  Porque si no se cumple el primero, no se cumple ninguno.  ¿Se vive realmente el Amor a Dios?...

Si se viviera el amor a Dios de verdad, todos: Obispos, Sacerdotes, Consagrados, Seglares, nos uniríamos en la Verdad tanto para expiar nuestros pecados y los del mundo entero, como para disponer nuestros templos conforme a la verdadera “Arquitectura Litúrgica Católica”, así como también nos dispondríamos todos a conocer mejor la verdadera forma de celebrar cada uno de los “Actos Sagrados” que conforman toda la Liturgia, para hacer de la Liturgia la auténtica “fuente, centro y cumbre de nuestra vida eclesialmente cristiana”.

Si se viviera el amor a Dios de verdad, todos los católicos con gozo, con amor, con humildad, se postrarían con frecuencia de rodillas ante el Sagrario para adorar a Nuestro Señor verdaderamente presente en la Eucaristía, lo visitarían al menos una vez cada día para pasar al menos unos minutos de intimidad con ÉL, lo recibirían en la Sagrada Comunión de rodillas y en la boca, que es la norma universal de la Iglesia, y en todas partes se regresaría y/o se mantendría el Sagrario en el centro para que todos, no sólo grupitos privilegiados, puedan visitarlo.

Si se viviera de verdad el amor a Dios, y como fruto importantísimo de una auténtica vida eucarística, se vivirían todas las virtudes cristianas tanto a nivel privado como a nivel público sin ningún temor de nada y en todas las circunstancias de la vida, tanto en lo fácil como en lo difícil, en las alegrías como en las tristezas, en los triunfos como en los fracasos, en la salud como en la enfermedad, en la riqueza como en la pobreza, en la paz como en la guerra, en la compañía como en la soledad, en el descanso como en el trabajo, en la aceptación como en el rechazo, en el templo como en la calle, en el tiempo para la eternidad.

Sí,  hermanos y hermanas, demos esos frutos que el Señor espera de nosotros como su viña que somos.  Entonces lo demás vendrá por añadidura:

Amor a Cristo Eucaristía y, desde ÉL:  Amor a Dios…

Amor a Cristo Eucaristía y, desde ÉL:  Amor a Dios…

Amor a Cristo Eucaristía y, desde ÉL:  Amor a Dios…

ADOREMOS Y AMEMOS AL SEÑOR.


Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.


"¡EGO ADORO TE ET SATISFACTIO TE, 
IESUS OBLATIO!"
"¡NUNC ET SEMPER, HIC ET OMNIUM LOCUM 
IN AETERNUM!"