Solemnidad de la Santísima Trinidad


SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Lecturas: Ex 34, 4b-6. 8-9. Dn 3, 52. 53, 54. 55. 56. 
II Co 13, 11-13. Jn 3, 16- 18.

Domingo 19 de Junio 2011


El Espíritu Santo a través de la primera lectura del libro del Éxodo nos motiva a imitar a Moisés, que al experimentar la presencia de Dios, en un primer momento en la zarza ardiente donde Dios le indicó que se quitara las sandalias de sus pies, él lo hizo y se postro en tierra. Ahora el Señor se le vuelve a manifestar en el monte y Moisés se inclina y se echa por tierra, en otras palabras adora a Dios en todo su misterio: Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Olvidémonos de las concepciones mundanas, que son alcahuetería y tolerancia inútil, y profundicemos en el concepto bíblico y teológico de todo lo que comporta esta realidad de Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad, Dios se está manifestando como un Dios en tres personas, porque esas cualidades expresan toda la esencia de Dios que ciertamente se puede sintetizar en dos palabras importantísimas a las cuales Su Santidad el Papa Benedicto XVI les ha dado gran valor antes y durante su pontificado: “Dios es Verdad, Dios es Amor”. Es de esta manera cómo podemos nosotros experimentar al Dios Uno y Trino, al experimentarlo de esta forma tenemos que sentir el mismo impulso que sintió Moisés, el impulso de postrarnos en profunda actitud de adoración al Dios Uno y Trino.

Es necesario recuperar la adoración al Dios Uno y Trino, es necesario recuperar la adoración al Padre, al Hijo que se hace hombre, Jesucristo y al Espíritu Santo, hay que adorarle en espíritu y en verdad, como dijo Jesús en el Evangelio. Hay que adorarle en espíritu y en el cuerpo, nuestro cuerpo tiene que tener una actitud de adoración continua ante Dios, en cualquier parte o circunstancia que nos encontremos, la expresión y postura de nuestro cuerpo tiene que decir “Adoro a Dios”, sobre todo cuando llegamos a la presencia física, real de nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, nuestro cuerpo tiene que caer de rodillas delante del Señor. Cuando nos disponemos a orar de la única manera que verdaderamente se puede hacer, es decir, impulsados por el Espíritu Santo, cuando hagamos nuestra oración lo mas lógico es hacerla de rodillas, para que en esa actitud de adoración al Espíritu Santo nuestra oración sea eficaz.

Muchas personas preguntan si pueden orar acostadas, sin embargo ¿Qué fue lo que hizo Jesucristo? Agobiado y agotado en el Huerto de los Olivos no se acostó,  se postró de rodillas, una oración de adoración en el dolor de su agonía de rodillas frente al Padre. La postura más lógica para la oración es de adoración, no es postura de comodidad, de relajo o de descanso, es en la adoración donde la persona va a poder tener esa íntima relación con el Dios Uno y Trino. Es esa postura de adoración física y espiritual, porque de nada valdría si nuestro espíritu está divagando como loco y menos en presencia de Dios, la oración debe ser tan íntima y profunda que lleve a nuestro cuerpo a postrarse de rodillas, en ciertos momentos de intimidad puede llegar a hacerse postrados totalmente en tierra en perfecta adoración; para los sacerdotes la oración de total postración en tierra esta indicada en ciertos momentos de la liturgia, porque la liturgia es la oración de adoración por excelencia. La Iglesia adora perfectamente cuando todos sus miembros, obispos, sacerdotes, consagrados y fieles en general adoran durante la liturgia. Es en la oración de adoración de postración donde la persona podrá experimentar la presencia de Dios, la verdadera alegría cristiana, es en esa actitud de adoración donde la persona experimenta la fuerza para enmendar su conducta. El que es mal hablado, lo continuará siendo durante toda su vida si no adora al Señor, el que es sucio y desordenado igualmente, el que fracasa en su trabajo y estudio seguirá así mientras no adore al Señor, el que es cobarde para enfrentar la realidad de la vida lo seguirá siendo si no adora a Dios en cuerpo y Espíritu, el que es egoísta, soberbio, el que tiene angustia, preocupaciones continuará experimentándose así mientras no adore al Señor, por eso el Apóstol San Pablo nos dice: “Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y la paz estará con vosotros”. Hay que adorar.

Los primeros cristianos antes de proceder al ritual eucarístico se daban la paz ritualmente, se daban el beso ritual, después con el paso del tiempo algunas cosas se fueron quitando de la liturgia, entonces en la forma antigua no se conocía el saludo de la paz, en una correcta renovación de la liturgia se volvió a introducir el rito de la paz, pero Su Santidad el Papa ha descubierto que no está en el mejor momento litúrgico por ello están estudiando pasarlo a otro lugar, pero el hecho de pasarlo no significa que se va a socializar ese momento, es el beso ritual, es la paz ritual que significa la paz de Dios, esa paz que solamente se experimenta cuando se adora, por tanto el saludo social durante la Misa no debe ser, Dios no da su paz a quien no le adora, porque El y sólo El es el Creador, el Salvador, sólo El es quien santifica. Por eso tenemos que renovar nuestra fe, no una fe teórica de decir sí creo en Dios pero no se le adora, no se le respeta, no se cumple sus mandamientos, no se cumplen los anhelos y los deseos del Dios que es Verdad y Amor, cuando se cumplan esto anhelos y deseos de Dios viviremos la verdadera fe, aquella que es vivencial y a la cual se refiere el Señor en el Evangelio de hoy cuando dice que el que crea en El no será juzgado.
En este día de la Santísima Trinidad en lugar de darle paso a las costumbres de un mundo pagano y puramente comercial por ejemplo con lo del “día del padre” démosle importancia a renovarnos y fortalecernos en el espíritu de adoración, cuando nos renovemos verdaderamente en ese espíritu de adoración comprenderemos lo que es la verdadera paternidad, la verdadera Paternidad solamente la vive Dios, en la tierra quienes más participan de la paternidad de Dios somos los sacerdotes, por eso se nos llama “Padre”, por el Sacerdocio de Cristo los sacerdotes participamos de la paternidad de Dios sobre la humanidad. Luego, físicamente hablando, aquellos que por realizar la santidad del Sacramento del Matrimonio participan de la paternidad de Dios, no en la porquería del mundo que promueve el pecado del concubinato, del adulterio y de la fornicación, sino en la santidad del Matrimonio

Aprendamos a vivir realmente en espíritu de adoración al Señor, y así nos veremos día tras día renovados en nuestra vida cristiana. Recordemos las palabras de San Agustín que citaba Su Santidad el Papa referidas a la Eucaristía “Quien recibe la sagrada comunión sin adorar peca”, quien se acerca a Dios sin adorarlo peca, quien pretende tomar a Dios como un Padre alcahueta peca, quien pretende tomar a Jesucristo como un hermanito que alcahuetea y perdona a todo el mundo peca, quien toma al Espíritu Santo como el dador de los dones para favorecer el egoísmo de cada quien que solamente busca su tranquilidad y comodidad peca, al Padre hay que adorarle como Dios, al Hijo hay que adorarle como Dios, al Espíritu Santo hay que adorarle como Dios, al Dios Uno y Trino hay que adorarle como Creador, Salvador y Santificador, entonces el mundo cambiará. Vivamos el verdadero Espíritu de adoración, pero no a escondidas cobardemente, seamos adoradores privada y públicamente, con nuestra actitud y vida, en cada circunstancia y momento adoremos al Señor Uno y Trino, postrándonos en tierra cuando entramos a la presencia sacramental de Cristo, cuando oramos hagámoslo de rodillas para darle al Señor la adoración que El merece, adoremos al Señor eclesialmente sin miedo y vergüenza, y si alguien trata de impedírnoslo recordémosle que no tiene derecho. Adoremos al Señor de palabra y de obra en todos los campos de la vida cotidiana, hagamos que Dios sea respetado, porque El junto con la adoración también merece respeto. Si estamos en un lugar público y están realizando actos inmorales y tenemos influencia hagamos que cambien y si no se puede nos retiramos del lugar. Hagamos que nuestra sociedad vuelva a ser creyente, una sociedad creyente adora, y la adoración tiene frutos de santidad y de salvación; la no adoración tiene frutos de pecado y de condenación. Que la Trinidad Santísima sea adorada, amada, respetada y servida, de esa manera la Iglesia cumplirá la misión que Dios le ha encomendado en Cristo Jesús por el poder del Espíritu Santo.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
"¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESÚS HOSTIA!"
"¡AHORA Y SIEMPRE, AQUÍ Y EN TODO LUGAR!"

Solemnidad de Pentecostés

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

Lecturas: Hch 2, 1-11.,  Sal 103.,  
1Co 12, 3b- 7. 12-13.,  Jn 20, 19-23

Adoración al Espíritu Santo como Dios que nos ama infinitamente

El Apóstol San Pablo nos dice: “Nadie puede decir “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. Promovamos en nosotros mismos la actitud importantísima de la adoración al Dios Uno y Trino, debemos adorar al Padre, debemos adorar al Hijo, que siendo coeterno con el Padre y el Espíritu Santo se hace hombre, e igualmente debemos adorar al Espíritu Santo, esto es lo primero que todo ser humano que realmente cree en Dios debe hacer.

Debemos aprender a adorar verdaderamente al Espíritu Santo, en muchos grupos de la Iglesia tristemente se instrumentaliza al Espíritu Santo acudiendo a El solamente como el dador de los dones divinos, muchos se centran sólo en los dones de Dios y se olvidan que el Espíritu Santo no es un simple empleado que tiene que estar dando y dando cosas, es Dios y hay que adorarle, pues siendo Dios igual que el Padre y el Hijo es Verdad y Amor. Por ello muchas veces se insiste en que no tenemos que buscar los dones del Señor, sino al Señor de los dones.

San Agustín dijo al referirse a la recepción del Señor en la Sagrada Comunión que “quien recibe al Señor sin adorar peca”, no debemos adorar solamente a Jesús en el momento en el que lo vamos a recibir en la Eucaristía, sino hay que adorar al Señor Uno y Trino durante toda la vida, pero especialmente durante toda la celebración litúrgica, que no se puede dividir en partes, porque toda la acción litúrgica es un solo acto de Dios, por ello no podemos decir que vamos a adorar al Señor solo en el momento de la Comunión. Esto no lo entienden quienes no viven bajo el impulso y la acción del Espíritu Santo, al contrario quieren convertir la vida de la Iglesia en una simple vivencia social y humana, y eso no llena a nadie. Pero quien vive bajo el poder del Espíritu Santo está lleno de Dios.

El Señor durante todo este tiempo de Pascua, nos ha venido insistiendo a través de su Palabra a “Vivir en El”, a esto es lo que se refiere al Apóstol Pablo cuando dice “Nadie puede Decir “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”. Teológica y bíblicamente esta frase se puede entender en que nadie puede vivir en Jesús, ser cristiano, discípulo de Cristo si no vive bajo el poder del Espíritu Santo. El inicio de ese crecer en el Espíritu de Cristo es vivir en gracia, permitiendo que el mismo Espíritu Santo actúe por la Iglesia para perdonarnos los pecados, por eso en el Evangelio de hoy termina el Señor refiriéndose al Sacramento de la Reconciliación. Debemos ser lo suficientemente humildes para que Dios nos perdone nuestro pecados a través del ministerio Sacerdotal de la Iglesia, porque el Señor vino a algo mucho más grandioso que el solo hecho de liberarnos del pecado, el Señor vino a dársenos y sumergirnos en su vida en plenitud, eso es vivir en el poder del Espíritu Santo, por eso no debemos centrarnos en los dones, sino en el Señor.

Hay muchos que se centran sólo en un don, el don de lenguas, porque creen que está mencionado en el relato de Pentecostés, ciertamente el don de lenguas es un don del Señor para orar en el Espíritu, no es inventar ruidos raros, es orar en Cristo bajo el poder del Espíritu Santo para adorar y servir al Señor, pero este don no es el más importante, más importante que éste es el don de Profecía, y la principal profecía es vivir en Cristo para anunciar a Cristo, por ello en el tiempo actual en que vivimos no hay duda de que el principal profeta que hay es su Santidad el Papa Benedicto XVI, como hace unos años lo fue el Beato Juan Pablo II, quien no respete y ame a Su Santidad el Papa, esta rechazando al Espíritu Santo sea quien sea.

Entonces, ¿A que se refiere el relato de Pentecostés cuando dice que los apóstoles hablaban en muchas lenguas y cada quien le entendía en su propia lengua? El día de Pentecostés el Espíritu Santo le permitió a los apóstoles hablar en lenguas conocidas por otras gentes pero no por ellos para renovar la unidad del Pueblo de Dios que se había roto por la soberbia del ser humano que creía y cree que puede más que Dios o que no lo necesita, ésta fue la enseñanza del relato de la Torre de Babel, el ser humano creyó que podía más que Dios y que podía llegar al Cielo sin necesidad de Dios, por eso Dios tuvo que confundirles las lenguas. En Pentecostés se forma un coro que une todas las voces en la comprensión de un solo misterio: el Misterio de Dios que se revela y se comunica al hombre en Cristo Jesús por el poder del Espíritu Santo. En este día el Espíritu Santo reunifica al Pueblo de Dios para decirle y enseñarle que en un solo sentimiento no de entendimiento humano, sino de adoración del misterio el ser humano puede sumergirse en Dios, vivir en Dios y ser Apóstol kerygmático del Señor.

Esto debe tener dos frutos importantes, el primero: debemos vivir bajo el Poder del Espíritu Santo en Cristo Jesús para la Gloria de Dios Padre, porque esta es la vida de la Iglesia que se actualiza en la Liturgia en todas sus formas: Liturgia de las horas y Sacramentos.  La vida de la Iglesia no es alcahuetear, al contrario es rechazar el espíritu de mundo. El segundo fruto es que quienes viven así deben ser capaces de realizar el Kérygma de Cristo, ese primer anuncio que no es un anuncio intelectual, es el anuncio vivencial de Cristo, como lo hicieron todos los Apóstoles y tantos Santos en la historia de la Iglesia, que vive y seguirá viviendo bajo la acción del Espíritu Santo para la Gloria de Dios. Quien vive esta experiencia y no se convierte en un kerigmatizador pierde todo lo que Dios le ha dado, porque esta vivencia de Iglesia no es para egoístas, cobardes, no es para gente tranquila, ni dormida, ni perezosa, ni comodones; es para gente valiente, que se olvida de sí misma y se gasta y se desgasta por el Reino de Cristo, por eso el Señor le dijo a los Apóstoles: “la paz sea con vosotros, Yo os envío como el Padre me envío”. Así pierdan la honra del mundo que no vale para nada, la estima de quienes los rodean, aunque el mundo los persiga y tengan que vivir en el poder del Espíritu la experiencia fuerte del martirio.

Dejémonos llenar por el poder del Espíritu Santo, seamos verdaderos cristianos, discípulos de Cristo, que viviendo en ÉL para la Gloria del Padre, somos sus testigos, kerygmatizadores del mundo entero. Si realmente vivimos en Cristo glorifiquemos al Padre, adoremos al Dios Uno y Trino y seamos sus instrumentos fieles como lo fue San Pablo, San Pedro, San Juan y otros muchos Santos que podríamos mencionar, llenemos el mundo de Cristo en la realidad del momento presente, no con técnicas sociológicas o psicológicas, sino con el poder del Espíritu Santo implantemos el Reino de Cristo en el mundo, lo demás vendrá por añadidura.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

“¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESÚS HOSTIA!”
“¡AHORA Y SIEMPRE, AQUÍ Y EN TODO LUGAR!”



Algunos aspectos de Sacramentos de Muertos y Sacramentos de Vivos

ALGUNOS ASPECTOS LITÚRGICOS IMPORTANTES

Ciertamente el momento cumbre de toda la Liturgia es la Celebración Eucarística (Santa Misa).  Pero para poder vivirla plenamente también debe tenerse una vivencia plena y consciente de los demás actos sagrados que forman parte de toda la vida litúrgica de la Iglesia: Bautismo, Reconciliación, Confirmación, Orden Sacerdotal, Matrimonio, Unción de los Enfermos, y la misma Eucaristía en cada una de sus manifestaciones.

Y a este respecto es muy necesario que todos los Fieles conozcamos que los Siete Sacramentos la Iglesia los da a conocer en dos grupos:  Sacramentos de Muertos y Sacramentos de Vivos:

Se llaman "Sacramentos de Muertos" aquellos que se reciben cuando se está en situación de pecado grave, para "nacer" en el estado de Gracia, o sea el Bautismo; o bien para "renacer" al mismo estado de Gracia cuando se ha caído en la muerte del pecado grave, o sea la Reconciliación, también conocida como "Confesión" aludiendo a uno de los pasos necesarios para su validez, la confesión de viva voz de todos y cada uno de los pecados de los que se tiene conciencia, por supuesto especialmente los graves, si se ha tenido la desgracia de cometerlos y/o de vivir en esa horrible situación.


Y son "Sacramentos de Vivos" los demás, para los cuales se necesita vivir en estado de gracia, a ser posible permanente, o al menos ya recuperada por la Reconciliación con el próposito firme de mantenerla y fortalecerla.  Son por lo tanto "Sacramentos de Vivos" la Confirmación, la Eucaristía, el Orden Sacerdotal, el Matrimonio y la Unción de los Enfermos.


Además es muy necesario que quienes reciben los Sacramentos tengan al menos un conocimiento inicial de cada uno de los Sacramentos:  momentos en que se han de recibir, condiciones para recibir cada uno de ellos además del estado de Gracia, grado y motivo de la necesidad de cada uno, ritos y forma de celebración y participación en cada uno, fruto propio de cada uno de ellos.


Hay Sacramentos que imprimen carácter eterno, y por lo tanto sólo pueden recibirse una sola vez en toda la vida, y son:  el Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacerdotal.  Los demás no imprimen ducho carácter y por lo tanto pueden recibirse cuantas veces sea necesario:

La Reconciliación cuantas veces se tenga la desgracia de caer en pecado grave, y aun sin caer en eso con cierta periodicidad aunque sólo sean pecados veniales para ir creciendo en verdadera vida cristiana con la ayuda del Confesor.  Y ha de tenerse en cuenta la diferencia que existe entre tres circunstancias que pueden darse en la vida humana:  1.- La orientación, que se necesita para la solución de problemas morales que se pueden presentar; 2.- La dirección espiritual, que todo cristiano necesita para poder adelantar en el camino de la santidad con la ayuda y orientación del Director Espiritual, preferiblemente un Sacerdote; y 3.- La Reconciliación, que es Sacramento para el perdón de los pecados, cumpliendo sus cinco pasos: examen de conciencia, arrepentimiento, propósito de enmienda, confesión de viva voz y cumplimiento de la penitencia.

La Eucaristía, el más sublime de todos los Sacramentos, ya que no sólo concede la Gracia, sino que es el mismo Autor de la Gracia quien en la Eucaristía se entrega, es conveniente por supuesto viviendo permanentemente en gracia recibirlo por lo menos todos los Domingos, "Dies Domini", pero si fuera posible lo mejor sería todos los días para aquellos que quieren responder plenamente a la invitación del Señor:  "Sed, pues,  perfectos como perfecto es vuestro Padre Celestial" (Mt. 5:48).

El Matrimonio, que es uno sólo para toda la vida mientras viven los dos cónyuges, sin embargo cuando uno queda viudo, puede volver a contraer Matrimonio.

Y la Unción de los Enfermos, sobre la cual, presuponiendo el estado de Gracia, la norma canónica dice:
"1. Se puede administrar la Unción de los Enfermos al fiel que, habiendo llegado al uso de razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez.
2. Puede reiterarse este sacramento si el enfermo, una vez recobrada la salud, contrae de nuevo una enfermedad grave, o si, durante la misma enfermedad, el peligro se hace más grave."  (C.I.C. (Código de Derecho Canónico), canon 1004).  Y a este respecto debemos aclarar que la legislación, de fuerte carácter pastoral procurando el verdadero bien de los Fieles, no se refiere a cualquier malestar pasajero, sino a una auténtica enfermedadpor la que "se comienza a estar en peligro".  Y en cuanto al estado de vejez, se requiere que "sus fuerzas estén muy deterioradas."  Por tanto en relación con este precioso sacramento podemos indicar dos conclusiones:  primeramente no se debe abusar del mismo; y en segundo lugar, tampoco se puede negar debuenas a primeras, sino que se debe actuar con espíritu verdaderamente pastoral con todas las personas que lo necesiten.  Y esto debemos tenerlo muy en cuenta tanto los Sacerdotes que lo administramos como los familiares y personas cercanas a quienes comiencen a vivir las circunstancias en que es necesario el auxilio del Señor en la enfermedad y debilidad del ser humano que vive la fe, la esperanza y la caridad, que nos vienen de Dios y nos llevan a ÉL.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

"¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESUS HOSTIA!"
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Solemnidad de la Ascensión del Señor


SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Lecturas: Hch 1,1-11. Sal 46. Ef 1, 17-23. Mt 28, 16-20
 Jueves de la Sexta Semana de Pascua

Hoy celebramos en la verdadera Iglesia en unión con el Papa la gloriosa Solemnidad de la Ascensión del Señor. Durante cuarenta días hemos vivido las enseñanzas que Jesús le confío en intimidad a los Apóstoles después de su Resurrección para permitirles vivir el misterio de la Salvación  en Cristo, que es plenitud de vida, es decir vivir en Cristo. Jesús por su propio poder sube a los Cielos, el Señor se va pero está con nosotros como El mismo lo dice “Estaré con vosotros hasta el final de los siglos”. Por ello en esta solemnidad podemos experimentar variados sentimientos; primero, un sentimiento de profundo gozo y glorificación a Dios que ha realizado la salvación del género humano en Cristo.

Hay otros sentimientos, que muchos equivocadamente los confunden con la angustia y soledad por la ida del Señor, en lugar de esto debemos experimentar un sentimiento de ansiedad por llegar también nosotros donde Cristo nuestra Cabeza ya llegó, porque ese ascender de Cristo no es irse, es un plenificar en Dios la naturaleza humana que El en la Encarnación había asumido y en la Redención la redimió y purificó y en la Ascensión plenifica. Si vivimos la fe eucarísticamente, comiendo la carne y bebiendo la sangre del Señor, transformándonos en Cristo debemos experimentar que El nos sumerge para la eternidad en el misterio del Amor y la Verdad de Dios. La Ascensión es un deseo ilimitado y fortísimo de querer vivir ya en lo mismo que Cristo vive: la plenitud de Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, es algo inexplicable con palabras humanas pero si vivimos la Eucaristía podemos experimentar la gozosísima ansiedad de vivir eternamente en Cristo.

Si experimentamos esa ansiedad de vivir en Cristo con fuerza y sinceridad esa ansiedad se transforma en realidad: Vivimos en Cristo y por Cristo en Dios, llegando también a experimentar lo que dice el Señor “Yo os he sacado del mundo, estáis en el mundo pero no sois del mundo”, esto se convierte en una doble experiencia de estar pero no ser, esto tiene una consecuencia preciosa y a su vez muy fuerte, si estamos en el mundo pero no somos del mundo no participamos de las costumbres, superficialidad e ignorancia del mundo. El que vive en Cristo vive con dignidad, limpieza y orden, porque es del Reino de Dios y éste es digno, es glorioso, es santidad, pureza, luz, es precioso, en cambio el mundo es feo, el arte profano se queda corto con el arte sagrado del Reino de Dios.

Experimentemos la fortaleza del Espíritu que supera la simple fortaleza psicológica, psíquica y la física, que no se deja envolver por el mundo e implanta la gloria de Dios a su alrededor. La persona que vive la experiencia de estar en el mundo sin ser del mundo porque vive en Cristo en el Reino de Dios tiene el poder del Espíritu para influir e implantar el Reino de Dios en todos los campos en los que se desenvuelve, por su parte el mundo rechaza lo que le damos, ese rechazo nos tiene que ocasionar alegría y gozo, sabiendo que todo es mérito del Señor, porque vivimos en la verdad y estamos dándole al mundo lo que necesita que es Cristo, nuestro propio testimonio del Señor. No temamos vivir la ansiedad ocasionada por la Ascensión del Señor, entonces seremos capaces de vivir lo que está por venir que es la fortaleza del Espíritu de vivir en el Padre en Cristo Jesús, viviendo la doble experiencia de la ansiedad que se convierte en realidad, siendo testigos del Crucificado que Resucitó y Ascendió, experimentando que vivimos escondidos del mundo en el Corazón de Cristo que ha ascendido al Reino con la naturaleza humana de quienes hemos aceptado su Redención y Resurrección.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.

"¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESÚS HOSTIA!"
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Fiesta de la Visitación de María Santísima


FIESTA DE  LA  VISITACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
A SU PRIMA SANTA ISABEL

Martes 31 de Mayo 2011

Muy queridos hermanos en el Señor, una vez más nos encontramos ante una de las páginas preciosas de la Palabra  de Dios, la página en la que se nos relata este hecho dentro de la historia de la salvación, el momento en que María Santísima visita a su prima santa Isabel, e inspirada por el Espíritu Santo para proclamar las maravillas del Señor, el Magnificat, que no es una oración cualquiera, es la oración de María inspirada por el Espíritu Santo y esto, queridos hermanos nos llama a descubrir la profundidad de Dios en aquel momento.  Muchos hablarían con ocasión de este hecho de actitudes puramente humanas, de actitudes puramente sociales, e incluso las confundirían con la lastimosa alcahuetería, con la lastimosa tolerancia que se ha convertido en silencio cobarde ante el pecado.  Y ciertamente esa no fue la actitud de María, Ella no actuó en ningún momento de su vida, ni siquiera en esta visitación, por pura conmicerasión social, María Santísima actuó bajo el impulso del Espíritu Santo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, fue a visitar a su prima, pero. para qué?  Porque Isabel también estaba esperando a su hijo, Juan el Bautista!   Fue para acompañarla y ayudarla en las labores de la casa, durante el tiempo de embarazo.  Además de eso que no se niega, María fue especialmente a hacer lo que todo cristiano debe hacer hoy, María fue a visitarla para llevarle la presencia de Jesús, María ya tenía al Verbo de Dios encarnado en Ella, María Santísima ya llevaba en su seno al Hijo de Dios e Hijo del Hombre, Jesucristo,  el Mesías prometido, la presencia del Salvador, del Señor.  María Santísima, no fue donde Isabel a realizar una simple caridad social, sino que fue a realizar la caridad ágape,  que es vivir en Dios, y cuando María Santísima saludó a su prima Isabel, inmediatamente Isabel experimentó que se le estaba comunicando la presencia de Dios, la presencia del Salvador, y por eso exclamó "Bendita Tú entre las mujeres y Bendito el Fruto de tu Vientre".  Queridos hermanos, cada uno de nosotros si verdaderamente somos cristianos tenemos que llegar a vivir lo mismo que vivió María durante su vida terrenal, para que algún día lleguemos a vivir lo que María vive ya en su vida celestial. 

María llevó en sí misma al Salvador, al Señor, pues bien, nosotros tenemos que llevar en nosotros mismos a Cristo, no basta que nos llamemos cristianos, no basta que nos llamemos católicos de boca para afuera.  ¿Por qué María Santísima llevaba en sí misma a Cristo?, porque abierta al Espíritu Santo permitió  que el Verbo de Dios se encarnara en Ella, y ¿cómo vamos a permitir nosotros que se nos encarné el Hijo de Dios?  Viviendo constantemente la Eucaristía, comiendo la Carne y bebiendo la Sangre de Cristo en la Sagrada Eucaristía, es  el Verbo de Dios que se nos encarna como se encarnó en María Santísima, pero atención "Recibiendo la Sagrada Comunión", no es un pan cualquiera, para eso cada uno lo toma con su mano, Cristo en la Eucaristía es el Sagrado Alimento de Dios para el hombre.  Por tanto el hombre debe recibirlo como Sagrado Cuerpo y Sagrada Sangre.  María Santísima no tomó la Persona del Verbo de Dios, por la acción del Espíritu Santo lo recibió, recibió a la Persona del Hijo de Dios, que fue quien tomó carne y sangre de María Santísima.  El se entregó, así como en la Eucaristía se nos entrega.  Ese es el motivo teológico por el cual no debemos tomar la Eucaristía en la mano, sino que tenemos que recibirla en la boca de manos del Sacerdote,  “Ipse Christus”… “el mismo Cristo”…

 Quien vive esa actitud imitando a María Santísima, experimentará entonces el mismo poder del Espíritu Santo que experimentó María Santísima para proclamar las grandezas del Señor, para alegrarse en el Señor, para reconocer la grandeza de Dios, para recibir la  felicitación de toda la humanidad  que traslada a Dios directamente, porque Dios es el único que merece toda felicitación, porque las obras de la gracia no son producto del ser humano, sino que son fruto de la Verdad y Amor Infinito  de Dios, que actúa a través del ser humano, como actúo a través de María, siendo ÉL quien actúa.  Por eso queridos hermanos, es importante que aprendamos a vivir la Eucaristía con las mismas actitudes de María, entonces seremos capaces de colaborar en la verdadera necesidad que tiene todo el  mundo que no es una necesidad sólo de tipo material, de tipo económico, social, sino que ante todo es de tipo moral y espiritual, la mayor necesidad que el mundo tiene, es la necesidad de Cristo, el mundo de hoy no necesita sólo valores humanos, el mundo de hoy necesita a Cristo.  Si el mundo de hoy como fruto de una vida cristiana recupera a Cristo, lo demás, los valores humanos, vendrán por añadidura, si el mundo se aleja de Cristo, termina de perder todo, si el mundo recupera la presencia de Cristo por el testimonio de nuestra vida eucarística, el mundo recuperará a Cristo y por tanto recuperará también la añadidura. 

 Hermanos si realmente decimos que somos hijos de María Santísima, no la manipulemos, respetemos a María, amemos a María, acompañemos a María, imitemos a María, recibamos a Cristo en la Eucaristía, y mantengamos y llevemos a Cristo por todas las calles, por todas las casas, en todos los trabajos, en todas las actividades sociales, llevemos a Cristo a la vida política, a la vida comercial, a la vida cultural, a la vida educativa, como María Santísima se lo llevó a Santa Isabel, que cada día de nuestra vida se convierta en una prolongación del día que María visitó a Santa  Isabel llevándole a Cristo, así el mundo tendrá la Paz de Cristo.  Hermanos con María y como María vivamos en Cristo y llevemos a Cristo al mundo entero, así realizaremos el Reino de Dios en el tiempo y en la eternidad.   Así sea. v.v.q.c.

Pbro. José Pablo de Jesús, o.c.e.
"¡TE ADORO Y TE DESAGRAVIO, OH JESÚS HOSTIA!"
"¡AHORA Y SIEMPRE, AQUÍ Y EN TODO LUGAR!"